jueves, 24 de septiembre de 2009

Nuestra Señora de La Merced


El significado del título «Merced» es ante todo «misericordia». La Virgen es misericordiosa y también lo deben ser sus hijos. Esto significa que recurrimos a ella ante todo con el deseo de asemejarnos a Jesús misericordioso.

El título mariano de la Merced se remonta a la fundación de la Orden religiosa de los mercedarios el 10 de agosto de 1218, en Barcelona (España). En esa época muchos eran cautivos de los moros y, en su desesperación y abandono, estaban en peligro de perder lo más preciado: la fe católica. Nuestra bendita Madre del Cielo, dándose a conocer como La Merced, quiso manifestar su misericordia hacia ellos por medio de dicha orden dedicada a atenderlos y liberarlos.

Desde el siglo XIII es patrona de Barcelona. Es además patrona de los cautivos (presos) y de muchos países de Latinoamérica.

La talla de la imagen de la Merced que se venera en la basílica de la Merced de Barcelona es del siglo XIV, de estilo sedente, como las románicas. En catalán se la llama Mare de Deu de la Mercé, Madre de Dios de la Merced.

En el año 1696, el papa Inocencio XII extendió la fiesta de la Virgen de la Merced a toda la Iglesia, y fijó su fecha el 24 de septiembre. Pero a raíz de la reforma litúrgica del concilio Vaticano II, en el año 1969 la fiesta se suprimió del calendario universal.

Texto original: María, Madre de Dios

martes, 15 de septiembre de 2009

"Merecer asistencia"

Una madre inglesa vio a su hijo prematuro extremo morir en sus brazos sin asistencia médica alguna debido a que nació con 21 semanas y 5 días de gestación, dos días menos que el mínimo contemplado en los lineamientos sanitarios de Inglaterra.


Los médicos del James Paget Hospital de Norfolk ignoraron las súplicas de Sarah Capewell, quien en octubre del año pasado dio a luz a su hijo Jayden con unos cinco meses de gestación. Los médicos se negaron a asistir al bebé porque le faltaban dos días para cumplir con el requisito establecido en los lineamientos nacionales de la Asociación Británica de Medicina Perinatal, según los cuales debe ofrecerse asistencia solo a los niños que nazcan después de las 22 semanas de gestación.


Capewell declaró al Daily Mail que los médicos que la atendieron en el parto se negaron incluso a mirar al niño, que vivió por casi dos horas sin asistencia médica. El bebé respiraba sin ayuda, tenía fuertes latidos, movía brazos y piernas. Sin embargo, se negaron a trasladarlo a una unidad de cuidados especiales y le dijeron que habrían tratado de salvarlo si nacía dos días después.


"Cuando nació, sacó sus brazos y se impulsó con sus piernas", recordó Capewell y narró que una obstétrica lo describió como un "pequeño luchador".


"Yo llamaba a los doctores pero la obstétrica me dijo que no vendrían a ayudarme y tratara de disfrutar del tiempo con mi hijo", agregó.


Ella arropó a su bebé y le tomó fotos. El niño murió en sus brazos menos de dos horas después de nacer. Durante el trabajo de parto no le suministraron inyecciones para contener el nacimiento o reforzar los pulmones del bebé, siempre por la misma razón: no tenía 22 semanas de gestación.


Los médicos le pidieron a Capewell, que ya había tenido cinco abortos espontáneos, que tratara este parto como una pérdida y no como un nacimiento. Tras la muerte de su hijo, Capewell sostuvo una fuerte discusión con el hospital por su derecho de recibir certificados de nacimiento y defunción de su hijo, para poder celebrar su funeral.


Dos años antes del nacimiento de Jayden, Amillia Taylor nació en Florida con 21 semanas y seis días de gestación. La niña recibió asistencia médica porque los doctores pensaron que tenía una semana más de edad. La pequeña está por cumplir tres años y se convirtió en la bebé más prematura en sobrevivir.


Publicado originalmente por Aciprensa

martes, 8 de septiembre de 2009

El Papa y el rabino

El Papa Juan Pablo II, en una solemne sala del Vaticano, recibe a una de las más altas autoridades religiosas del judaísmo, el gran Rabino del Estado deIsrael, Meir Lau. La formal entrevista se llevó a cabo en fraternal marco y quedó espacio parael relato anecdótico. Entonces, el rabino judío narró al Sumo Pontífice un hecho acaecido hace largas décadas en una ciudad europea. Le contó que terminada la Segunda Guerra Mundial, una señora católica se dirigió al párroco de su pueblo, para hacerle una consulta. Ella tenía a su cuidado, desde los días de la guerra, a un pequeño niño judío que le habían encomendado, pues sus padres habían sido enviados a uncampo de concentración.Los padres del niño, desaparecidos en el trágico infierno de la masacre nazi, habían previsto para él un futuro en la tierra de Israel. La señora se encontraba ante una encrucijada y pedía al sacerdote católico un consejo.


El párroco tuvo una pronta y comprensiva respuesta: "Se debe respetar la voluntad de los padres". El citado niño judío fue enviado al entonces naciente Estado de Israel, donde se criaría y educaría. La anécdota resultó muy interesante para Karol Wojtyla, y pasó a ser más conmovedora aún, cuando el gran rabino le aclaró la identidad de aquellas personas: "Usted, era ese párroco católico. Y ese niño huérfano... era yo".





Humberto Alcalde Álvarez

Natividad de la Santísima Virgen (8 de Septiembre)


Sancta Dei Genitrix, ora pro nobis



domingo, 6 de septiembre de 2009

La Otra Pandemia

La salud es lo primero. Es el dogma indiscutible de la sociedad actual. La pandemia de la gripe A a nadie deja indiferente. Todos a una, por la vacuna. La preocupación es grande en el Gobierno, instituciones, sociedad, familia, individuos. No se repara en gastos, actuaciones y medios, con tal de aislar el virus y evitar contagios. Para que no cunda la alarma, se dice que la pandemia de la gripe A, no es más peligrosa que la gripe común y las cifras de muertos no rebasan la normalidad.





Esta es la realidad vivida. Nadie cuestiona la paz, la salud y el bienestar total de la gente. Pero... ¿ha oído alguien hablar de otra pandemia mucho más peligrosa y letal, que la que ataca el cuerpo de las personas?





Me refiero a la pandemia invisible pero real, del pecado mortal, del escándalo, del aborto, del materialismo, de la falta de fe, del ateismo, del relativismo, etc., que mata el alma de los contagiados, mucho más numerosos y desgraciados que los contagiados por el otro virus. Claro, esto no se ve, pero millones y millones de personas, malviven con la muerte espiritual dentro de sí, sin paz, sin alegría, singracia de Dios. Podrían, si quisieran, curar e inmunizarse de esta letal enfermedad. La vacuna la tienen a su alcance: oración y sacramentos.





¿Por qué no intentarlo?





Miguel Rivilla San Martín


martes, 1 de septiembre de 2009

San Vicente de Paul

Nació en Pouy (Francia) en 1580. Vivió su niñez en el campo, ayudando a sus padres, y se destaco desde temprana edad por su carácter generoso para con los pobres. Fue enviado por sus padres a estudiar con la comunidad franciscana, en la cual abrazó la vocación sacerdotal, siendo ordenado en 1600.


Debió soportar 3 episodios de gran sufrimiento que fueron eficaces para la purificación de su alma. En primer lugar, permaneció esclavo de piratas otomanos en el actual territorio de Túnez entre 1605 y 1607. Si bien logró escapar para regresar a Francia, se hospedó en su tierra natal y fue acusado erróneamente del robo de 400 monedas de plata. Finalmente, al igual que otros santos, debió padecer fuertes tentaciones contra la Fe en una verdadera “noche oscura del alma”. Trascurridos 10 años de su ordenación, Vicente pensó en retirarse de la vida para convertirse en un eremita. Fue en ese entonces donde hizo sus votos para dedicar su apostolado a los más necesitados.



En sus propias palabras, el santo afirmó que “me di cuenta de que yo tenía un temperamento bilioso y amargo y me convencí de que con un modo de ser áspero y duro se hace más mal que bien en el trabajo de las almas. Y entonces me propuse pedir a Dios que me cambiara mi modo agrio de comportarme, en un modo amable y bondadoso y me propuse trabajar día tras día por transformar mi carácter áspero en un modo de ser agradable.” En este contexto, los escritos de San Francisco de Sales le fueron de gran utilidad.









Vicente fue nombrado en ese entonces capellán de los marineros y de los prisioneros que trabajan en los barcos de la Armada francesa. En el siglo XVII, los barcos navegaban merced a la tarea de los prisioneros en la galera, por medio de su trabajo sobre los inmensos remos, en un entorno sofocante y de esclavitud. Se describe que él mismo se puso a remar para reemplazar a un prisionero rendido por la debilidad. Su intercesión permitió mejorar la calidad de vida de muchos de esos hombres.




De la misma manera, cuando se desempeñó como capellán de las haciendas ministeriales, se encargó de predicar y convertir con otros sacerdotes a los campesinos, quienes estaban inmersos en una profunda ignorancia religiosa. Las crónicas contemporáneas describen a centenares de personas reunidas para escuchar su prédica y enmendar sus faltas. Estos fueron los comienzos de las Comunidad de Padres Vicentinos, que actualmente superan las 500 casas de ayuda a los necesitados en todo el mundo. Como consecuencia, su colaboradora, Santa Luisa de Marillac, dio lugar a la mayor comunidad femenina en el mundo, las más de 30 mil hermanas Vicentinas repartidas por el planeta.




San Vicente fundó hospitales y asilos para huérfanos y logró mediante su acción rescatar a la población empobrecida por las guerras. Advirtió que la principal causa del decaimiento de la Fe en su país era la pobre formación sacerdotal. Junto con sus religiosos organizó seminarios para preparar cuidadosamente a los seminaristas de manera que llegaran a ser sacerdotes santos y fervorosos.




El 27 de septiembre de 1660 falleció, contando con 80 años. Fue León XIII quien proclamó a este santo como el patrono de todas las asociaciones católicas de caridad.
¡San Vicente de Paul, ruega por nosotros!


Revista Digital Fides et Ratio