miércoles, 1 de abril de 2009

El antigénesis

... Al final de los tiempos existía la tierra, rica y hermosa.
El hombre vivió en los campos y en las praderas con los árboles de la tierra.
El hombre dijo:"Hagamos nuestras residencias en estos lugares tan bonitos".
Y construyó, pues, ciudades de cemento armado y de acero. Y las praderas desaparecieron.
El hombre vio que eso era bueno.

El segundo día, el hombre contempló el agua de la tierra y dijo:
"arrojemos nuestros desperdicios y basuras al agua para deshacernos de la suciedad".
Y el hombre lo hizo así.
Y las aguas poco a poco aparecieron sucios y con el olor fétido.
Y el hombre vio que eso era bueno.

El tercer día, el hombre se fijó en los bosques de la tierra.
Y dijo: "cortemos los árboles para construir cosas y convirtámoslos en pasta para hacer diarios".
Y lo hizo así los paisajes dejaron de ser verdes y los árboles dejaron de existir.
Y el hombre vio que eso era bueno.

El cuarto día, el hombre advirtió que había muchos animalesy que las crías jugaban al sol y corrían por las praderas.
Y el hombre dijo: "Pongamos estos animales en jaulas para divertirnos y juguemos a matarlos".
Y así lo hizo.
Y no hubo más animales sobre la capa de la tierra.
Y el hombre vio que todo eso era bueno.

El quinto día, el hombre respiró (agradablemente) el aire de la tierra.
Y dijo: "lancemos al aire los gases de las fábricas y el viento los llevará".
El aire se cargó de polvo y todas las criaturas vivas murieron asfixiadas o carbonizados.
El hombre vio que eso era bueno.

El sexto día, el hombre se fijó en sí mismo y, viendo la diversidad de lenguas y de idiomas de la tierra, tuvo miedo y se puso a quitarlos.
Y dijo: "construyamos armas poderosas y destruyamos a los otros antes de que los otros nos destruyan".
El hombre construyó extraños artefactos y la tierra terminó calcinada por las grandes guerras.
Y el hombre vio que era bueno que ocurriera así.

El séptimo día el hombre descansó de tanto trabajo hecho y la Tierra quedó tranquila.
Porque el hombre no habitaba ya en la tierra.
Y esto resultó bueno.

Emilio Mazariegos (México) para Mercaba.org

Publicado en versión 1.0 en abril de 2009

La Didaché

La Didaché, también llamada Enseñanzas de los 12 Apóstoles, es un texto encontrado en 1873 en Macedonia y representa el primer catecismo escrito del que se tiene conocimiento. Era reconocido por los Padres de la Iglesia, ya que describe la interpretación de las enseñanzas de los Apóstoles y las reglas prácticas de vida de la cristiandad.


CAPÍTULO 1


1. Hay dos caminos, el de la vida y el de la muerte, y grande es la diferencia que hay entre estos dos caminos.


2. El camino de la vida es éste: Amarás en primer lugar a Dios que te ha creado, y en segundo lugar a tu prójimo como a ti mismo. Todo lo que no quieres que se haga contigo, no lo hagas tú a otro.


3. Y de estos preceptos la enseñanza es ésta: bendecid a los que os maldicen y rogad por vuestros enemigos, y ayunad por los que os persiguen. Porque ¿qué gracia hay en que améis a los que os aman? ¿No hacen esto también los gentiles? Vosotros amad a los que os odian, y no tengáis enemigos.


4. Apártate de los deseos carnales. Si alguno te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele la izquierda, y serás perfecto. Si alguien te fuerza a ir con él durante una milla, acompáñale dos. Si alguien te quita el manto, dale también la túnica. Si alguien te quita lo tuyo, no se lo reclames.


5. A todo el que te pida, dale y no le reclames nada, pues el Padre quiere que se dé a todos de sus propios dones. Bienaventurado el que da conforme a este mandamiento, pues éste es inocente. ¡Ay del que recibe! Si recibe porque tiene necesidad, será inocente; pero si recibe sin tener necesidad, tendrá que dar cuenta de por qué recibió y para qué: puesto en prisión, se le examinará sobre lo que hizo, y no saldrá hasta que no devuelva el último cuadrante.


6. También está dicho acerca de esto: que tu limosna sude en tus manos hasta que sepas a quién das.


CAPÍTULO 2

1. El segundo mandamiento de la Enseñanza es éste.

2. No matarás, no adulterarás, no corromperás a los menores, no fornicarás, no robarás, no practicarás la magia o la hechicería, no matarás el hijo en el seno materno, ni quitarás la vida al recién nacido. No codiciarás los bienes del prójimo.

3. No perjurarás, no darás falso testimonio. No calumniarás ni guardarás rencor.

4. No serás doble de mente o de lengua, pues la doblez es lazo de muerte.

5. Tu palabra no será mentirosa ni vana, sino que la cumplirás por las obras.

6. No serás avaro, ni rapaz, ni hipócrita, ni malvado, ni soberbio. No serás codicioso, o malicioso ni orgulloso, no escucharás consejos maliciosos contra el prójimo.

7. No tramarás planes malvados contra tu prójimo. No odiarás a hombre alguno, sino que a unos los convencerás, por otros rogarás, a otros los amarás más que a tu propia alma.



CAPÍTULO 3

1. Hijo mío, aléjate de todo lo que es malo, y de todo lo que se le parezca.

2. No te irrites, porque la furia lleva al asesinato. No seas celoso, querelloso, de temperamento rápido, pues todo esto lleva a matar.

3. Hijo mío, no seas carnal, porque la carne lleva a la fornicación, no seas un hablador sucio, no te vanaglories mucho, porque de todas estas cosas sale el adulterio.

4. Hijo mío, no seas un observador de presagios o agüeros, no seas un hechicero, ni astrólogo, ni purificador, ni desees ver estas cosas, porque de todo esto nace la idolatría.

5. Hijo mío, no seas mentiroso, la mentira lleva al robo, no seas codicioso o engreído, de todas estas cosas surge el robo.

6. Hijo mío, no seas un murmurador, ya que lleva a la blasfemia, no seas de mente enferma o voluntad egoísta, porque de todo esto nacen las blasfemias.

7. Mas bien sé manso, porque los mansos heredarán la tierra;

8. Sé sin embargo generoso, ten compasión, no hagas daño, se pacífico, y bueno, y ten temor siempre de las palabras que has escuchado.

9. No te exaltarás a ti mismo, ni darás demasiada confidencia a tu alma. Tu alma no se debe unir con las engreídas, sino que debe caminar con las almas justas y humildes.

10. Acepta todo lo que te pasa como bueno, sabiendo que sin Dios nada pasa.



CAPÍTULO 4

1. Hijo mío, te acordarás de día y de noche del que te habla la palabra de Dios, y le honrarás como al Señor porque donde se anuncia la majestad del Señor, allí está el Señor.

2. Buscarás cada día los rostros de los santos, para hallar descanso en sus palabras.

3. No harás cisma, sino que pondrás paz entre los que pelean. Juzgarás rectamente, y no harás distinción de personas para reprender las faltas.

4. No andarás con alma dudosa de si sucederá o no sucederá.

5. No seas de los que extienden la mano para recibir, pero la retiran para dar.

6. Si adquieres algo por el trabajo de tus manos, da de ello como rescate de tus pecados.

7. No vaciles en dar, ni murmurarás mientras das, pues has de saber Quién es el buen recompensador de tu limosna.

8. No rechazarás al necesitado, sino que tendrás todas las cosas en común con tu hermano, sin decir que nada es tuyo propio; pues si os son comunes los bienes inmortales, cuánto más los mortales.

9. Tu mano no se levantará de tu hijo o de tu hija, sino que les enseñarás desde su juventud el temor de Dios.

10. No mandarás con aspereza a tu esclavo o a tu esclava que esperan en el mismo Dios que tú, no sea que dejen de temer a Dios que está sobre unos y otros... porque El viene no a llamar de acuerdo a las apariencias, sino a lo que el Espíritu ha preparado.

11. Vosotros, los esclavos, someteos a vuestros señores como a imagen de Dios con reverencia y temor...

12. Odiarás la hipocresía y todo lo que no es grato a Dios.

13. No abandonarás los mandamientos del Señor, sino guardad lo que has recibido, sin agregarle o quitarle;

14. En la Iglesia confesarás tus pecados, y no te acercarás a la oración con mala conciencia. Este es el camino de la vida



CAPÍTULO 5

1. El camino de la muerte es éste. Primero de todo, es maligno, y lleno de maldiciones, se encuentran asesinatos, adulterios, concupiscencia, fornicación, robos, idolatrías, brujerías, orgullo, malicia, engreimiento, mal hablados, celos, audacia, orgullo, arrogancia.

2. Hay aquellos que acosan al bueno-amantes de la mentira, no conocen la recompensa de la rectitud, no se acercan al juicio bueno y correcto, no miran por lo bueno sino que por lo malo, de quienes la humildad y paciencia están lejos, amando cosas que son vanas, buscando recompensas, no teniendo compasión del necesitado, no trabajando por el que está en problemas, no conociendo al que los hizo, asesinos de niños, corruptores de la imagen de Dios, quienes se alejan de los necesitados y los oprimen más en sus problemas, jueces injustos de los pobres, errando en todas las cosas. De todo esto, hijos, sean librados.



CAPÍTULO 6

1. Ve que nadie te impulse a errar de este camino de la doctrina, porque te aparta de Dios.

2. Si tú eres capaz de soportar el yunque del Señor, serás perfecto; pero si no eres capaz, haz lo que seas capaz.

3. Referente a la comida, soporta lo que seas capaz, pero ten cuidado con las cosas ofrecidas como sacrificios a los ídolos, porque es el servicio de dioses infernales.



CAPÍTULO 7

1. Y referente al bautismo, bautiza de este modo: habiendo recitado estos preceptos, bautiza en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, en agua viva;

2. Pero si no tienes agua corriendo, bautiza en otra agua, y si no puedes bautizar en agua fría, hazlo con agua tibia;

3. Pero si no tienes ninguna, echa agua tres veces sobre la cabeza, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

4. Y antes del bautismo, el bautizado y el que bautiza debe ayunar previamente, y todos los que puedan. Tú le ordenarás al que está bautizando que ayune uno o dos días antes.



CAPÍTULO 8


1. Pero no hagas que tu ayuno sea con los hipócritas, porque ellos ayunan en el segundo y quinto día de la semana. Más bien, ayuna en el cuarto y sexto día.

2. No ores como los hipócritas, sino como el Señor lo ha ordenado en Su evangelio, ora así: Padre Nuestro que estás en los Cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros Tu reino, hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras deudas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal. Tuya es la gloria y el poder por siempre.

3. Tres veces al día reza de esta manera.



CAPÍTULO 9

1. Referente a la Eucaristía, da gracias de esta manera.

2. Te damos gracias, Padre nuestro, por la santa viña de David Tu siervo, la que nos diste a conocer a nosotros por medio de Jesús, Tu siervo. A Ti la gloria por los siglos.

3. Luego sobre el trozo de pan: Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento, que nos diste a conocer por medio de Jesús Tu siervo. A Ti la gloria por los siglos.

4. Como este fragmento estaba disperso sobre los montes, y reunido se hizo uno, así sea reunida Tu Iglesia de los confines de la tierra en Tu reino. Porque Tuya es la gloria y el poder, por Jesucristo, por siempre.

5. Que nadie coma ni beba de vuestra comida de acción de gracias, sino los bautizados en el nombre del Señor, pues sobre esto dijo el Señor: No deis lo que es santo a los perros.



CAPÍTULO 10

1. Después de saciaros, da gracias así:

2. Te damos gracias, Padre santo, por Tu santo nombre que hiciste morar en nuestros corazones, y por el conocimiento, la fe y la inmortalidad que nos has dado a conocer por medio de Jesús, Tu Hijo, para El sea la gloria por siempre.

3. Tú, Señor omnipotente, creaste todas las cosas por causa de tu nombre, y diste a los hombres alimento y bebida para su disfrute, para que te dieran gracias. Mas a nosotros nos hiciste el don de un alimento y una bebida espiritual y de la vida eterna por medio de tu Hijo.

4. Por sobre todo, te agradecemos que nos puedas salvar; para El sea la gloria por siempre.

5. Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, para librarla de todo mal y hacerla perfecta en tu caridad, y congrégala desde los cuatro vientos, santificada, en Tu reino que le has preparado. Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos.

6. Has que venga la gracia, y deja que pase este mundo. Hossana al Hijo de David. Si alguien es santo déjalo venir a la Eucaristía; si no lo es, déjalo que se arrepienta. Amén.

7. A los profetas, dejadles dar gracias cuanto quieran.



CAPÍTULO 11

1. Quienquiera que, entonces, venga y te enseñe todas las cosas que se han dicho antes, recíbelo.

2. Pero si el mismo maestro, extraviado, os enseña otra doctrina para vuestra disgregación, no le prestéis oído; si, en cambio, os enseña para aumentar vuestra justicia y conocimiento del Señor, recibidle como al mismo Señor.

3. Concerniente a los apóstoles y profetas, actúa de acuerdo a la doctrina del Evangelio.

4. Deja que cada apóstol que viene a tí sea recibido como al Señor.

5. El se quedará un día, y si es necesario, dos, pero si se queda por tres días, él es un falso profeta.

6. Cuando el apóstol se vaya no tome nada consigo si no es pan hasta su nuevo alojamiento. Si pide dinero, es un falso profeta.

7. Y no atentarás o discutirás con ningún profeta que hable en el Espíritu, porque todos los pecados serán perdonados, pero este pecado no será perdonado.

8. Con todo, no todo el que habla en espíritu es profeta, sino el que tiene el modo de vida del Señor. En efecto, por el modo de vida se distinguirá el verdadero profeta del falso.

9. Y cada profeta que ordene en el Espíritu que se tienda la mesa, no deberá comer de ella él mismo, si lo hace, es un falso profeta;

10. Y cada profeta que enseñe la verdad, si no la practica, es un falso profeta;

11. Y cada profeta, probado como verdadero, y trabajando en el misterio visible de la Iglesia, pero que no enseña a otros a hacer lo que el hace, no debe ser juzgado por ti, porque tiene su juicio con Dios, porque así hicieron los profetas del pasado.

12. Pero al que dice en espíritu: Dame dinero, o cualquier otra cosa, no le prestéis oído. En cambio si dice que se dé a otros necesitados, nadie lo juzgue.



CAPÍTULO 12

1. Todo el que viniere en nombre del Señor, recibidle. Luego examinándole le conoceréis por su derecha y por su izquierda, pues tenéis discernimiento, conocimiento de lo bueno y de lo malo

2. Si la persona que viene es un peregrino, asístelo en lo que puedas, pero no se debe quedar contigo por más de 2 ó 3 días, al menos haya una necesidad.

3. Si quiere quedarse entre vosotros, teniendo un oficio, que trabaje para su sustento.

4. Si no tiene oficio, proveed según prudencia, de modo que no viva entre vosotros cristiano alguno ocioso.

5. Si no quiere aceptar esto, se trata de un traficante de Cristo. De ésos mantente lejos.



CAPÍTULO 13

1. Todo auténtico profeta que quiera morar de asiento entre vosotros es digno de su sustento.

2. Igualmente, todo auténtico maestro merece también, como el trabajador, su sustento.

3. Por tanto, tomarás siempre las primicias de los frutos del lagar y de la era, de los bueyes y de las ovejas, y las darás como primicias a los profetas, pues ellos son vuestros sumos sacerdotes.

4. Pero si no hay profetas, dalo a los pobres.

5. Si haces pan, toma las primicias y dalas conforme al mandato.

6. Si abres una jarra de vino o de aceite, toma las primicias y dalas a los profetas.

7. De tu dinero, de tu vestido y de todas tus posesiones, toma las primicias, según te pareciere, y dalas conforme al mandato.



CAPÍTULO 14

1. En el día del Señor reuníos y romped el pan y haced la Eucaristía, después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro.

2. Todo el que tenga disensión con su compañero, no se junte con vosotros hasta que no se hayan reconciliado, para que no sea profanado vuestro sacrificio.

3. Este es el sacrificio del que dijo el Señor: “En todo lugar y tiempo se me ofrece un sacrificio puro: porque yo soy el gran Rey, dice el Señor, y mi nombre es admirable entre las naciones”



CAPÍTULO 15

1. Elegíos obispos y diáconos dignos del Señor, hombres mansos, no amantes del dinero, sinceros y probados; porque también ellos os sirven a vosotros en el ministerio de los profetas y maestros.

2. No los despreciéis, ya que tienen entre vosotros el mismo honor que los profetas y maestros

3. Repréndanse unos a otros, no con ira sino pacíficamente, como lo manda el Evangelio; y, no dejes que nadie hable a nadie que actúe desordenadamente referente al prójimo, ni le dejes escuchar de ti hasta que se arrepienta.

4. Que tus oraciones y alma y todas tus obras hagan como lo manda el Evangelio de nuestro Señor.



CAPÍTULO 16

1. Vigilad sobre vuestra vida. No se apaguen vuestras linternas, y no dejen de estar ceñidos vuestros lomos, sino estad preparados, pues no sabéis la hora en que vendrá nuestro Señor.

2. Reuníos con frecuencia, buscando lo que conviene a vuestras almas, pues de nada os servirá todo el tiempo en que habéis creído si no consumáis vuestra perfección en el último momento.

3. En los últimos días se multiplicarán los falsos profetas y los corruptores, y las ovejas se convertirán en lobos, y el amor se convertirá en odio.

4. En efecto, al crecer la iniquidad, los hombres se odiarán entre si, y se perseguirán y se traicionarán: entonces aparecerá el extraviador del mundo, como hijo de Dios, y hará señales y prodigios, y la tierra será entregada en sus manos, y cometerá iniquidades como no se han cometido desde siglos.

5. Entonces la creación de los hombres entrará en la conflagración de la prueba, y muchos se escandalizarán y perecerán. Pero los que perseveren en su fe serán salvados por el mismo que había sido maldecido.

6. Entonces aparecerán las señales auténticas: en primer lugar el signo de la abertura del cielo, luego el del sonido de trompeta, en tercer lugar, la resurrección de los muertos.

7. Como está dicho: “Vendrá el Señor y todos los santos con Él” (Zac 14, 5).

8. Entonces el mundo verá al Señor viniendo de entre las nubes del cielo.
Publicado en formato 1.0 en abril de 2009

La Búsqueda del Orden: ¿Milagros sin Autor?

Artículo inédito del Padre Mariano Artigas, escrito en 1991, reproducido por el Grupo de Investigaciones de Ciencia, Razón y Fe de la Universidad de Navarra.


Una de las cuestiones que más interés suscitan hoy día en el ámbito científico es la auto-organización de la materia. Estamos ante una auténtica revolución en nuestra concepción de la naturaleza, que tiene importantes implicaciones filosóficas y teológicas.

La importancia del tema se refleja en una obra colectiva publicada en 1989 por Paul Davies (The New Physics. Cambridge University Press, Cambridge), que ofrece una síntesis de los temas punteros de la física actual. Sus 18 capítulos se pueden dividir en tres bloques. El primero se refiere a la astrofísica y a la cosmología, o sea, al universo en su conjunto; se trata de la frontera de lo muy grande. El tercero trata temas de física fundamental, o sea, de las partículas y fuerzas básicas que componen la materia; se trata de la frontera de lo muy pequeño. El segundo se refiere a diferentes aspectos de la auto-organización; se trata de una nueva frontera, que es la de la complejidad.


La experiencia de auto-organización en la naturaleza no es algo nuevo. En el mundo de los vivientes impera la auto-organización. Si el tema de la auto-organización cobra hoy día un interés especial, ello no se debe a que se haya descubierto sin más su existencia. Se debe a que, por primera vez en la historia, estamos alcanzando una cierta comprensión de los mecanismos físicos implicados en los fenómenos de la auto-organización.


Superfluidez y superconductividad


Los fenómenos físicos donde se manifiesta más espectacularmente la aparición espontánea de un comportamiento ordenado son la superfluidez y la superconductividad. Tienen un gran interés tecnológico y económico; por ejemplo, las industrias avanzadas siguen con interés los avances en la fabricación de superconductores, que permiten el transporte de energía sin disipación.


La superfluidez tiene lugar a muy bajas temperaturas, cerca del cero absoluto, que es el límite en el que cesa toda actividad. Un inconveniente es que casi todos los elementos se congelan a esas temperaturas. Pero hay una excepción: el helio. Existen dos isótopos estables del helio: el helio 4, que es el común, y el helio 3, que es raro y se produce en la desintegración beta del tritio en reactores nucleares. Los dos isótopos se comportan de modo muy diferente, lo cual sirve para examinar los efectos de las dos estadísticas cuánticas: la de Fermi-Dirac, a la que obedecen las partículas de espín semientero, y la de Bose-Einstein, seguida por las partículas de espín entero.


La superfluidez se da a temperaturas enormemente bajas: a partir de 2,17º Kelvin para el helio 4, y de 2,6 x 10-3 grados Kelvin para el helio 3. En esas condiciones, un enorme número de átomos se comporta colectivamente de modo que se da un flujo sin fricción alguna. El helio líquido sube por las paredes de un recipiente, y existen otros fenómenos igualmente llamativos.


La física de bajas temperaturas

Que el descenso de temperatura provoca fenómenos de orden es bien conocido. Existen muchos fenómenos en los que se da una transición de desorden a orden al disminuir la temperatura. Uno muy familiar es la congelación del agua. Otros fenómenos bien conocidos se refieren al magnetismo: a temperaturas suficientemente bajas, los átomos de una pieza de hierro, que se comportan como pequeños imanes, se alinean paralelamente, y la pieza se comporta como un imán.


Sin embargo, si toda la naturaleza se encontrara a esas temperaturas, presentaría un elevado grado de orden, pero se trataría de un infierno congelado en el que no habría lugar para la vida. ¿Por qué, entonces, se da tanta importancia a estos avances de la física?


En pocas palabras, lo que sucede es que, por primera vez, disponemos de teorías que nos permiten conocer los detalles microfísicos de unos fenómenos que tienen manifestaciones macrofísicas. La física de bajas temperaturas permite relacionar la mecánica cuántica, que trata acerca de los componentes minúsculos de la materia, con el mundo de lo observable; por tanto, permite explicar cómo surgen configuraciones macrofísicas a partir de los componentes microfísicos. Ahí radica su importancia.


Conocemos también transiciones del desorden al orden que se dan en otros tipos de fenómenos. Las condiciones físicas en que se producen esos fenómenos constituyen el tema de importantes estudios dirigidos por científicos como Ilya Prigogine y Hermann Haken. La termodinámica de procesos irreversibles de Prigogine y la sinergética de Haken son dos perspectivas centradas en el tema de la auto-organización.


¿Qué significa la auto-organización?

En pocas palabras, la situación es la siguiente. En primer lugar, se han formulado nuevas teorías físico-matemáticas que explican fenómenos en los que se forman nuevos tipos de orden. En segundo lugar, se han conocido nuevos fenómenos que responden a las características de la auto-organización; algunos de ellos sólo tienen lugar en condiciones de laboratorio. En tercer lugar, las explicaciones alcanzadas relacionan el nivel de los componentes microfísicos (partículas, átomos) con el nivel observable. En cuarto lugar, esto hace posible que se tiendan puentes que conectan los niveles básicos de la física y la química con el nivel biológico.


En el nivel de la biología, se utilizan conceptos tomados de la cibernética y de la teoría de la información. Estos conceptos, junto con las teorías acerca de la auto-organización, proporcionan una base para el estudio de los mecanismos físicos implicados en los fenómenos biológicos.


El conocimiento de los procesos en los que se origina el orden pone de manifiesto la importancia, en el ámbito científico, de las configuraciones y de las tendencias. Y es fácil advertir que estas dos nociones se encuentran muy relacionadas con los conceptos clásicos de formas y fines, que parecían haber sido borradas del mapa por el progreso científico. La ciencia actual muestra que en el nivel físico básico existen tendencias reales hacia configuraciones bien determinadas.


El dinamismo de la materia

Parece necesario proceder a una reevaluación del concepto de materia. Quizás no sería del todo inapropiado hablar, en este contexto, de un retorno a una noción dinámica de la materia que ya se encontraba en los presocráticos.


Si se exceptúan Leucipo y Demócrito, las ideas de los presocráticos se encuentran muy alejadas de la idea de materia que prevaleció cuando, dos mil años más tarde, la física naciente parecía entrelazarse con una concepción mecanicista. Materia y fuerza formaban una unidad indivisible. Como subrayó Jaeger, Platón cita la frase de Tales todo está lleno de dioses como si fuera la quintaesencia misma de toda filosofía. Parece significar que todo está lleno de misteriosas fuerzas vivas. Anaxímenes parece compartir con Tales esta idea, y Heráclito se hizo eco de ella cuando, según se cuenta, estando al lado del hogar de su casa calentándose, advirtió que unos visitantes vacilaban en entrar, y les dijo: Entrad. También aquí hay dioses.

Estas ideas de los presocráticos acerca de la materia han sido a veces desechadas como correspondientes a una mentalidad primitiva deudora de un pasado mítico. Sin embargo, el dinamismo de la materia es un aspecto claramente afirmado por las ideas científicas contemporáneas.


Ciencia, filosofía y teología

Davies enmarca este tema con estas palabras: "Los sistemas complejos dejan de ser meramente complicados cuando despliegan un comportamiento coherente que implica la organización colectiva de un amplio número de grados de libertad. Es uno de los milagros universales de la naturaleza que enormes reuniones de partículas, que sólo están sometidas a las fuerzas ciegas de la naturaleza, sin embargo son capaces de organizarse a sí mismas en configuraciones (patterns) de actividad cooperativa".

La referencia a "milagros universales", "fuerzas ciegas" y "auto-organización" muestran a las claras que el tema resulta fascinante porque conecta con problemas perennes de la filosofía natural e incluso de la teología. Y muestra que, cuando se adopta una posición naturalista, hay que admitir que la naturaleza realiza "milagros universales". Se trata de un milagro continuo, sólo que sin autor.

La reflexión acerca del fundamento del orden apunta hacia problemas que están tan vivos ahora como siempre, y que, llevados hasta sus últimas consecuencias, constituyen parte del objeto de la teología natural.

Así como el ser necesita de un fundamento, el orden, que puede ser concebido como un despliegue del ser, también lo requiere. El ser y el obrar se encuentran vinculados e incluso como fundidos en una misma realidad. Pues bien, la reflexión acerca de una naturaleza que manifiesta un dinamismo propio, que tiende hacia nuevas estructuras de orden, conduce fácilmente a admitir que debe existir una causa superior a la naturaleza.

La auto-organización de la naturaleza, lejos de excluir la exigencia de una ulterior fundamentación, puede ayudar a replantearla desde unas bases que, comparadas con la imagen mecanicista de la naturaleza, resultan mucho más auténticas y sugerentes. A menos que uno esté dispuesto a dejar de pensar, o a afirmar que existen milagros continuos que no tienen autor.


Publicado en formato 1.0 en abril de 2009

Libre Interpretación de la Biblia: un Error Cardinal

Fuente: extracto de la obra "¿Dónde dice la Biblia que...?" del padre Miguel Fuentes, disponible en este enlace.


Según la doctrina del protestantismo en general y también de las sectas derivadas de él, no es la Iglesia ni ninguna otra autoridad externa, sino cada individuo, el que tiene que interpretar la Biblia. Esto se denomina “libre examen”: cada uno interpreta privadamente la Escritura con la ayuda del Espíritu Santo.

En la Declaración de Fe bautista se lee: “Cada ser humano tiene el derecho de estudiarla (a la Biblia) para sí y está en el deber de seguir sus sacrosantas enseñanzas”. “El protestantismo —leemos en otro escrito protestante— es un testimonio histórico en favor del derecho de libre examen y libre interpretación de las Sagradas Escrituras”. “Solamente el libre examen debe interpretar la Biblia”, escribía un Pastor protestante.

Debido a este principio, las Biblias protestantes se publican sin notas, dejando al lector la interpretación de lo que lee.


Es el Espíritu Santo –dicen— el que tiene que enseñar al que la lee lo que dice la Biblia. En vez de la autoridad de la Iglesia, la inspiración privada. Sin embargo, este principio es falso e insostenible por varios motivos muy fuertes.

En primer lugar, no es bíblico. ¿Dónde dice la Biblia que cada uno debe interpretar la Biblia por sí solo sin ayuda de ningún magisterio? En ninguna parte; y si –basados en el principio de la “sola Escritura”– los protestantes sólo aceptan lo que dice la Biblia, entonces deberían rechazar este principio porque no se encuentra formulado en ningún lugar. Por el contrario, hay que decir que el principio es antibíblico, puesto que si vamos a lo que dice la Biblia vemos que en ella no se dice que cada uno lea la Biblia y la interprete por sí solo, sino que les sea predicado y explicado lo que ella contiene. Es lo que hace Jesús con los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13 y ss). Más aún, en este episodio Jesús critica a sus discípulos por no entender lo que dicen las Escrituras: ¡Oh, insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! (Lc 24,25). O sea, que los discípulos, habiendo leído (u oído en la Sinagoga) la Palabra de Dios, no les había bastado con su sola interpretación para entender la verdad. A los apóstoles se les manda, antes de la ascensión de Cristo a los cielos, que vayan y prediquen la Buena Nueva –el Evangelio– a todas las gentes, diciéndoles que quienes les crean se salvarán (cf. Mc 16,16); quienes crean la predicación de los apóstoles; no se les manda escribir Biblias y repartirlas y dejar a cada fiel a solas con el Espíritu Santo.


Este principio es también antibíblico porque contradice lo que señala San Pedro en su segunda carta hablando de las cartas de Pablo: “en las cuales [epístolas] hay algunas cosas difíciles de entender, las cuales los indoctos y poco asentados tuercen, lo mismo que las demás escrituras, para su propia perdición” (2Pe 3,16). Pedro reconoce explícitamente que los poco preparados (“amatheis” en griego significa estúpidos, rústicos, groseros; y “astêriktoi” inestables y mal afirmados; la Neo Vulgata traduce “indocti et instabiles”) la tuercen y mal interpretan; por tanto la libre interpretación que hacían estos tales de los escritos paulinos no provenía del Espíritu Santo sino del diablo, puesto que desembocaba en “su propia perdición” (“tên idían autôn apôleian”). San Pedro califica estos escritos paulinos como “dusnoêtos”, es decir, difíciles. “Dus” en griego es un prefijo peyorativo indicando que no son fáciles de entender.

También es testimonio de Pedro el que toda profecía de la Escritura no se hace por propia interpretación (2Pe 1,20). Pedro desconfía de los autodidactas incompetentes que entienden y comentan los textos a su manera (¿pero cómo podría tacharse así a cualquier persona si el Espíritu Santo realmente guiase a cada cual en la interpretación personal de la Biblia?). El término “epilusis”, usado por Pedro quiere decir “solución de un enigma, interpretación” (cf. su uso en Gn 40,8; 41,16), “respuesta a una investigación” (cf. Hch 19,39). Por este motivo Jesús explicaba las parábolas a sus discípulos (cf. Mc 4,34) y no los dejaba a solas con el Espíritu Santo (como hubiera hecho si se hubiese guiado por los principios protestantes). Este versículo de Pedro como señala Spicq en su comentario a las cartas petrinas (1), opone “Escritura” a “interpretación personal”, y recuerda que “idios” (= propia; el texto griego dice “ídias epilúseos”) puede significar “por su propia cuenta”, “por sí mismo”; es la acusación que Clemente hace a Simón el Mago, a saber: que quiso “alegorizar las palabras de la Ley a su propia manera (“idia prolépsei”)(2); esta acepción está confirmada por el verbo con un genitivo: “ginesthai tinos” (= convertirse en propiedad de alguien, apropiarse de algo) de tal modo que la traducción literal del versículo sería: “ninguna profecía puede ser interpretada como algo propio de cada uno”. San Pedro no va más allá indicando quién debe interpretar las palabras de Dios con autoridad, pero el texto es suficiente para manifestar que proclamar un principio de interpretación privada (o libre examen, que es igual) es contrario a su pensamiento. Pensar que el Espíritu Santo inspira acertada y autoritativamente a todo el que lee por su cuenta la Escritura, es responsabilizar al Espíritu Santo de toda fantasía personal y ¡va contra lo que dice el mismo texto bíblico! Todo esto dicho de modo positivo equivale a postular la necesidad de una interpretación oficial (de la cual no se habla en el texto de Pedro).

Este principio, además, destruye la unidad de la Iglesia porque produce anarquía doctrinal y caos teológico, puesto que cada fiel puede interpretar como “el Espíritu le inspire”, pero de hecho, muchos cristianos –de buena fe, pensamos– se creen inspirados con interpretaciones diversas y contradictorias, como se ve por el permanente desmembramiento de las iglesias protestantes en nuevas sectas y movimientos. “Resulta que, dice el P. Colom, al leer un mismo pasaje de la Biblia, unos entienden una cosa, y otros otra, aunque sea contradictoria de la primera. Leyendo la misma Biblia, unos dicen que hay un solo Dios, y otros, que hay varios dioses; unos creen que Jesucristo es Dios, y otros lo niegan; unos dicen que hay infierno, y otros que no lo hay; unos entienden que hay que bautizar a los niños, y otros que sólo a los adultos; y así en tantas cosas en que difieren entre ellas los centenares de sectas protestantes. Ahora bien, ¿puede el Espíritu Santo, que es Dios, inspirar cosas contradictorias? ¿Puede decirle a uno que hay un solo Dios y a otro que hay varios dioses? ¿A uno, que Jesucristo es Dios, y a otro, que no lo es? El Espíritu Santo no puede mentir, ni puede decir la Biblia —palabra de Dios— cosas contradictorias. Entonces, el principio del libre examen, defendido por las sectas como norma inmediata de fe, que les señala lo que han de creer, es falso, y falsa también, por consiguiente, la religión que lo enseña”.

Incluso vemos que importantes autores han dado, en el curso de su vida, interpretaciones diversas de algunos pasajes de la Biblia. Si el Espíritu Santo inspira a quien la lee, ¿es que el Espíritu Santo se ha desmentido de sus anteriores inspiraciones?


Igualmente, este principio es falso porque puede ser mal usado (y de hecho ha sido mal usado) por nuestras pasiones desordenadas que, en muchos casos, tienden a buscar interpretaciones que no exijan un cambio de vida sino que sean proclives a la indulgencia moral. Así, entre algunas de las primeras sectas protestantes se buscó justificar la poligamia (con el “creced y multiplicaos” de Gn 1,28); el Parlamento inglés justificó el casamiento de Enrique VIII con Ana Bolena porque en 1Sam 1,5 se encuentra el texto “amaba a Ana” (se refiere al padre de Samuel), y así podría justificarse cualquier cosa.

Este principio es también impracticable porque muchos tienen imposibilidad física (no saben o no pueden leer), como niños, analfabetos, ciegos, incultos, etc.; y otros tienen imposibilidad moral (quienes cuentan con poco tiempo o poca capacidad mental).


Es tan impracticable este principio que los protestantes mismos lo practican sólo cuando les conviene (muchas veces sin ninguna mala voluntad). Por ejemplo, muchos de ellos se enojarán al leer estas cosas y tratarán de refutarlas, pero ¿con qué derecho? Si son fieles a su principio, ¿por qué no me dejan tranquilo interpretando por mi cuenta la Biblia? ¿Acaso el Espíritu Santo no puede ser quien me inspira a mí estas cosas al leer la Biblia? Y si me las inspira a mí, ¿qué tienen ellos que venir a enseñarle a mi Maestro interior? Todo protestante que intenta enseñarnos algo o corregirnos en alguna cuestión bíblica, traiciona el principio de libre examen.

Cuando un miembro de una secta nos pregunta: “¿dónde dice la Biblia tal o cual cosa?”, si uno le respondiera: “me lo inspiró el Espíritu Santo al leer una carta de San Pablo”, él debería callarse, respetando su principio. Si no respondemos así, es por honestidad y porque no se debe mentir y nosotros sabemos que ese principio es falso. Tal vez algún miembro de una secta piense que el Espíritu Santo lo inspira a él o a los miembros de su iglesia o secta y no a nosotros. En tal caso, ¿con qué derecho? ¿dice la Biblia en algún lugar que sólo inspirará al Pastor Jiménez o al Ministro Bermúdez, o a tal o cual persona y no a las demás? El principio del libre examen es, por eso, el principio del antimagisterio: no hay maestros en cuestiones de fe. Pero esto, vale para todos, empezando por los pastores protestantes, quienes deben limitarse a imprimir Biblias y regalarlas callándose la boca.

Este principio además es desmentido por todos (¡t-o-d-o-s!) los protestantes y miembros de sectas, pues todos ellos reparten, regalan y leen traducciones de la Biblia, y no los textos originales. Y toda traducción es una versión, es decir, una interpretación. Basta leer las interminables discusiones filológicas y exegéticas entre escuelas y profesores del mismo ambiente protestante (tómese el trabajo de ir a una Biblioteca y pida algunos ejemplares de revistas bíblicas protestantes y verá que se discute sobre el sentido de innumerables pasajes bíblicos). Por eso, toda traducción es una interpretación dada por un autor determinado (incluso en versiones en lenguas originales, pues hay muchas variantes en los diversos manuscritos y los exegetas deben elegir; véase, por ejemplo, la versión del Nuevo Testamento griego de Nestlé-Aland –protestante– con todas sus notas conteniendo diversas variantes del texto. Si cada uno debe leerla e interpretarla solo, con la ayuda del Espíritu Santo, ¿por qué la lee en una traducción que es ya una interpretación dada por otro autor? Y si la interpretación de ese autor es válida y me sirve, entonces ¿por qué la Iglesia católica no puede enseñar a interpretar la Biblia si cualquier traductor lo hace? ¿Acaso no aceptan el magisterio interpretativo de Reina-Valera los protestantes que leen su versión, o los que usan la King James Version? ¿Acaso Lutero no tradujo –o sea, interpretó– y enseñó sus interpretaciones al legar a sus fieles su versión de la Biblia? ¡Cierto que lo hizo, incluso anulando pasajes que a él no le parecían inspirados! Y si Lutero podía ser maestro de los demás, entonces no respetó su propio principio. Al menos ¿con qué derecho se quita esta autoridad a los obispos, papas y sacerdotes católicos pero se concede a los traductores y pastores? Me parece que ésta es una variante de la ley de “la regla para tí, y no hay regla para mí”.

El principio del libre examen encierra una gigantesca contradicción. Los protestantes niegan que la Iglesia católica sea infalible, pero luego aceptan que cada uno de ellos es infalible en su interpretación de la Biblia. Si ellos son infalibles, ¿por qué no puede ser infalible el Papa? Y si el Papa es infalible (y todo el que lee la Biblia es infalible en su interpretación de la Biblia, al menos en lo personal según el principio protestante) ¿por qué no puede enseñar a otros algo en lo cual él es infalible?

Si ellos (los protestantes) no son infalibles, ¿por qué se ponen a objetarnos a los católicos las cosas que creemos? Si no son infalibles, los equivocados pueden ser ellos. ¿Por qué tenemos que ser nosotros los equivocados? Y si todos somos infalibles pero todos creemos cosas diversas, entonces, ¿qué es la infalibilidad?


Lamentablemente, con estos principios no cae la infalibilidad sino la Iglesia y la misma Biblia.

Los principios protestantes conducen a la negación de la autoridad divina de la Biblia, como lamentablemente ha ocurrido a muchos estudiosos y teólogos protestantes que han terminado en el racionalismo negando todo valor histórico –primero– y revelado –al fin– a los textos revelados.

Quiero terminar con el testimonio de un ex pastor protestante, Bob Sungenis: “Al hojear la pila de libros católicos que (unos amigos ex protestantes convertidos al catolicismo) me habían enviado, lo primero que examiné fue la idea protestante de sola scriptura, la noción que sólo la Biblia tiene autoridad. Fue como una cachetada en la cara cuando me di cuenta de la verdad de la reivindicación católica que sola scriptura es una doctrina falsa, una tradición de los hombres. La Biblia (y por extensión sola scriptura) fue la doctrina a la que dediqué mi vida. Al estudiar la enseñanza católica contra sola scriptura me di cuenta, instintivamente, de que todo el debate entre el catolicismo y el protestantismo podría resumirse en el concepto de la autoridad. Cada doctrina que uno cree está basada en la autoridad que uno acepta. Decidí comprobar esta teoría de los Reformadores pidiéndole a muchos estudiosos y pastores protestantes que me ayudaran a encontrar sola scriptura en la Biblia. En esta etapa, no me sorprendió que ninguno pudiera darme una respuesta convincente.”

“Me citaban versículos que hablaban de la veracidad e imposibilidad del error en la Biblia, pero no me podían citar una frase que dijera explícitamente que las Escrituras son las únicas que tienen formalmente autoridad suficiente.


Curiosamente, algunos de estos protestantes tuvieron la honestidad de admitir que en ningún sitio de la Biblia se enseña sola scriptura, pero compensaban esta laguna diciendo que la Biblia no tiene que enseñar sola scriptura para que la doctrina sea cierta. Pero yo me di cuenta de que esta posición era insostenible. Porque si la sola scriptura –la idea que la Biblia es formalmente suficiente para los cristianos– no es enseñada en la Biblia, la sola scriptura es una propuesta falsa y contradictoria en sí.”

“Al estudiar las Escrituras a la luz del material que me había sido enviado, empecé a ver que la Biblia señala a la Iglesia –y no a sí misma– como la máxima autoridad en asuntos doctrinales y espirituales (cf. 1Tim 3,15; Mt 16,18-19; 18,18; Lc 10,16).


(...) Reconocí que la Biblia, aunque contiene la revelación inspirada por Dios, no puede ser la ‘autoridad’ máxima, pues depende de personas que razonan para observar lo que dice y, más importante aún, para interpretar lo que significa. Además, sabía que la Biblia nos advierte que contiene información difícil y confusa que puede ser (si no tiende a ser) tergiversada en un sinfín de interpretaciones falsas e imaginarias (cf. 2Pe 3,16). Durante los años que anduve perdido en el desierto teológico del protestantismo, siempre supe que había algo equivocado, pero no sabía exactamente qué. Ahora empezaba a enfocar el problema y a discernir las partes del rompecabezas. Mientras más profundizaba, más me daba cuenta del daño que la teoría de sola scriptura había hecho a la cristiandad. La más evidente en este sentido era el protestantismo mismo: una enorme masa de denominaciones en conflicto y desacuerdo, ocasionado por su propia naturaleza de ‘protesta’ y desafío, una interminable proliferación de caos y controversia.”

“Mis diecisiete años de estudios bíblicos protestantes me aclararon una cosa: sola scriptura era un eufemismo para ‘sola ego’. Lo que quiero decir es que cada protestante tiene su propia interpretación de las Escrituras, y, claro está, cree que la suya es superior a la de los demás. Cada uno da su punto de vista, asumiendo que el Espíritu Santo le ha guiado a esa interpretación personal”(3).


Notas del autor:


(1) Cf. C. Spicq, Les Épitres de Saint Pierre, Gabalda Ed., Paris 1966, pp. 224-226.


(2) Ps. Clemente, Homilia 2,22. No se trata de Clemente Romano sino de otro Clemente, denominado “Pseudo” Clemente para diferenciarlo del pontífice del mismo nombre.


(3) Bob Sungenis, De la controversia a la consolación, en: Patrick Madrid, Asombrado por la verdad, Basilica Press, Encinitas, Estados Unidos 2003, p. 135-137.

Inhumación, Incineración, Resurrección

Carta escrita por el Monseñor Francisco Gil Hellín, arzopispo de Burgos, en noviembre de 2008





Uno de nuestros grandes clásicos, Jorge Manrique, escribió estos versos inmortales a la muerte de su padre don Rodrigo: “Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar a la mar/, que es el morir”. Jorge Manrique era un poeta profundamente creyente. Por eso, sus versos no son una elegía desgarrada y trágica sino un canto de fe cristiana. Están, sí, llenos de buen sentido y realismo, pero, a la vez, de esperanza, y son una llamada a vivir la vida desde la dimensión de la fe. Porque puede añadir: “Este mundo bueno fue/ si bien usásemos d'él/ como debemos/; porque, según nuestra fe/, es para ganar aquel/ que atendemos”.

Nada más lejos, por tanto, de la mente del poeta castellano que una consideración trágica de la existencia. Trágico sería considerar la vida como un río que no puede librarse de desembocar en el mar de la muerte para hundirse hasta el abismo y desaparecer. "Nacer para morir" y "morir para desaparecer": no cabe mayor tragedia. Pero pasar por este mundo para "ganar aquel que atendemos" es darle a la vida un horizonte de sentido y finalidad. O, si se prefiere, responder adecuadamente a los grandes interrogantes que anidan en todo corazón humano y que, más pronto o más tarde, afloran a la superficie y reclaman una respuesta convincente: "Por qué nacer, por qué vivir, por qué sufrir, por qué morir".

La fe cristiana -que profesaba Jorge Manrique y confesamos los que creemos hoy en Jesucristo- no quita dramatismo a la muerte ni hace que ésta deje de ser "el máximo enigma de la vida humana" (GS 18). Pero convierte este enigma en certeza de una vida sin fin, porque nos asegura que la muerte es el paso a la plenitud de la vida verdadera. Por eso, la Iglesia llama dies natalis (día del nacimiento) al día de la muerte de un cristiano verdadero. En este horizonte, la muerte no es el final desastroso de la existencia y la desaparición completa de un ser humano, sino prolongación de la vida en un estado nuevo. Lo dice muy bien la Liturgia de las exequias: "Porque la vida de los que en Tí creemos, Señor, no termina; se trasforma, y al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el Cielo".

De este modo, el "morir con Cristo", que comienza en el Bautismo, llega a su plenitud cuando morimos para resucitar con Cristo y ya nunca más volver a morir. "La Resurrección de la carne" nos da la clave para entender el sentido que tiene la muerte para los que creemos en Cristo. Gracias a nuestra fe en que resucitaremos, para nosotros la muerte es el paso a la Vida, abrir la ventana de una eternidad dichosa, cambiar de vestido pero no de ser, trocar la debilidad y el dolor en gozo rebosante. Esto explica que tratemos los cadáveres con tanto respeto y veneración: les vestimos, les rociamos con agua bendita, les incensamos, les depositamos en un lugar bendecido. Tradicionalmente los hemos depositado en la tierra de un Camposanto. Hoy, con frecuencia, los colocamos en un nicho o, quizás, en un panteón. La Iglesia prefiere que sigamos esta costumbre, aunque no prohíbe la incineración.

Pero lo esencial no es la incineración ni la inhumación. Lo que realmente cuenta es la fe en la resurrección. Tanto, que al difunto que manda quemar su cadáver porque no cree en ella, se ve obligada a privarle de sus exequias. La Resurrección llena también de consuelo el corazón humano, pues nos asegura que nuestros seres queridos siguen unidos a nosotros más allá de la muerte y están esperando encontrarnos de nuevo para ya nunca más separarnos. Por eso, cuando aderezamos o adornamos su tumba, cuando rezamos una oración o mandamos celebrar por ellos una misa, no caemos en un sentimentalismo bobalicón y superficial, sino que nos adentramos en el mundo fascinante de la comunión de los santos.

La Esclavitud del Embrión

Define el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua la “esclavitud” como: "situación en la que se haya una persona que carece de libertad por estar bajo el dominio de otra".

Sobre la esclavitud se ha dicho y escrito mucho. La literatura mundial está plagada de referencias al respecto: “Vos tenéis entre vosotros muchos esclavos comprados que, como vuestros asnos, perros y mulas, usáis para trabajos abyectos y serviles, porque vosotros los comprasteis, y ¿yo os digo que los dejéis libres o que los caséis con vuestras hijas?... vos contestareis: “los esclavos son nuestros”, y así os contesto yo... la libra de carne que yo reclamo de su cuerpo se ha comprado muy cara, pero es mía y la tendré” (Shylock, El Mercader de Venecia).

Pero la esclavitud no es sólo someter al hombre a trabajos forzados y/o privativos de libertad, sino a toda acción que denigre su naturaleza.


Shakespeare se definió como un gran humanista, al menos en el aspecto de condena de la esclavitud, y en la razón que da: “son seres humanos”. Hoy, la esclavitud parece superada, pero… ¿no es esclavitud el uso y abuso que sobre el embrión humano se hace?, ¿no es esclavitud la vida de los embriones congelados?, ¿no es esclavitud el aborto?, ¿no es esclavo el embrión que es destinado a la investigación y eliminado, únicamente, por motivos eugenésicos?

Espero que aquellos que practican o defienden el aborto y/o las manipulaciones embrionarias, reflexionen al respecto del significado de tal práctica, o…, quizá este caso no cuenta en los protocolos; a pesar de que el trato que se dispensa con esta práctica a los embriones y fetos humanos (persona que carece de libertad por estar bajo el dominio de otra) no es mejor que el que se les presta a los esclavos.

El aborto y la manipulación de embriones como una “opción” que se atribuye la propia madre, es sin duda una solución banal y errática propia de sociedades mediocres que se aproximan más a la crueldad que al progreso; y ser el verdugo de tu propio hijo es llevar al límite esa crueldad. “Nacidos para morir” es la corta historia de aquellos embriones y fetos que coquetean con la vida en los primeros instantes de la misma y que, en el mismo vientre de su madre, la perderán, porque en unos días se convertirá, sin ellos saberlo, en su propio patíbulo. Patíbulo materno, que crueldad.

Luchar contra todo tipo de esclavitud es digno y honroso hacerlo y ello debiera ser una constante en nuestro día a día, por cuanto pretender la denuncia mundial de una práctica que atenta contra la vida y la dignidad humanas, además de una clara violación del derecho internacional humanitario, es justo para quien la padece. NO hay peor ESCLAVITUD que la del embrión-feto humano “machacado hasta encontrar la muerte” por decisión de su propia madre, su verdugo. Hablamos de vidas humanas, no de objetos ceñidos a los intereses particulares de cada uno de nosotros.
Por Álvaro Vázquez Prat para la Revista Arbil