"Jesús llama a los pobres y sencillos pastores por medio de los ángeles para manifestarse a ellos. Llama a los sabios por medio de su misma ciencia. Y todos, movidos por la fuerza interna de su gracia, corren hacia él para adorarlo." (San Pío de Pietrelcina)
miércoles, 22 de octubre de 2014
La Vida Humana No Es Descartable
Ante el tratamiento en la Cámara de Diputados de un proyecto de ley sobre "técnicas de reproducción humana asistida" (artículo 1), la Comisión Ejecutiva siente el deber de dar a conocer su opinión y llamar a la reflexión sobre los valores subyacentes en este debate.


martes, 18 de junio de 2013
Pronunciamiento de los Obispos Argentinos sobre la Ley de Procreación Artificial
Como Iglesia, nos hemos pronunciado en diversas ocasiones sobre las técnicas de procreación artificial, buscando llevar esperanza a las personas involucradas en situaciones de infertilidad y esterilidad, pero también señalando que no todo lo técnicamente posible es ética y jurídicamente aceptable.


viernes, 1 de junio de 2012
Fertilización Asistida y Salud Pública


miércoles, 1 de diciembre de 2010
Bolivia: Natalidad y Paradojas


Iglesia, Preservativo y Medios de Comunicación


jueves, 1 de abril de 2010
Las Predicciones de Pablo VI en la Humanae Vitae
El Santo Padre predijo que:


viernes, 1 de enero de 2010
Ovarios Destruidos: el Fracaso de las Vacunas Anticonceptivas
Ya sea en la China rural, en la sabana africana o en el Occidente citadino, los cuerpos de las mujeres, y específicamente su capacidad reproductiva, son objeto de múltiples ataques. Píldoras, parches e implantes hormonales, espermicidas, etc., son intentos para detener el sistema de la mujer en una de sus capacidades más perfectas e integrales: darle la existencia a un ser humano, y por ende, continuar su especie. Los anticonceptivos son a fin de cuentas introducción invasiva de material extraño en el cuerpo de la mujer que anula el proceso reproductivo natural. Lo que la Dra. Bonnie Dunbar esperó desarrollar era una vacuna que podría engañar al sistema inmunológico femenino. Una forma de lucha contra las células reproductivas como si éstas fueran virus. La vacuna de la Dra. Dunbar era un intento insidioso de hacer que el cuerpo considere el embarazo como una enfermedad.
La motivación detrás de su investigación sobre los anticonceptivos fue, como es lógico, el control de la población. “He pasado mas de 20 años desarrollando vacunas, vacunas anticonceptivas”, explicó la Dra. Dunbar, “porque en mi juventud tuve una visión de que, tal vez, podríamos ayudar al problema de la población mundial y darles a las mujeres una opción para el control de la natalidad que no fuera invasiva a nuestras hormonas o a nuestros sistemas o que tengan los efectos colaterales que ahora vemos en muchos métodos anticonceptivos”.
Se supone que ella esperaba que la inmunidad de la vacuna al embarazo durara varios años al menos y así resultaría un control de población más eficaz en las naciones en desarrollo. En la mentalidad de los promotores del control natal, la píldora u otros métodos anticonceptivos requieren demasiada participación y disciplina de la mujer para ser efectivos. En esos métodos de corta duración y uso repetitivo (diario en el caso de las píldoras) la tasa de deserción y falla de uso son altísimas. Por supuesto es algo que nunca se molestan en decir en público.
Entre los muchos éxitos de su larga y brillante carrera, la Dra. Dunbar formó parte de la plantilla de científicos de la Fundación Harbor Branch de la Universidad Atlántica de Florida, del Smithsonian Institution y, no nos sorprende en lo más mínimo, del Population Council, digamos la “Universidad” de Rockefeller. Ha recibido muchas condecoraciones por sus décadas de trabajo en las vacunas anticonceptivas y en 1994 fue premiada por los NIH (National Institutes of Health, el instituto encargado de la salud pública en Estados Unidos) como la First Margaret Pittman Lecturer (Primera Catedrática Margaret Pittman). Ella es un miembro fundador de The Africa Biomedical Center (Centro Biomédico de Africa) en Kenia, donde actualmente vive. A través de los años, la Dra. Dunbar ha asesorado a la Organización Mundial de la Salud y a USAID en muchos proyectos de países en desarrollo, incluyendo China, India, América del Sur y África. (No es coincidencia que todas estas regiones son objetivos principales para los programas de control de población de las Naciones Unidas.)

Tuve el placer de conocer a la Dra. Dunbar recientemente en la IV Conferencia Pública Internacional sobre la Vacunación. Ella vino de Kenia para presentar los resultados de su fallida investigación de la vacuna y hacer un llamamiento sorprendente para una reorientación de fondos, apartados del VIH / SIDA y la investigación de la vacuna anticonceptiva, a las necesidades primarias de salud de los africanos y, por supuesto, a la reducción de la población.
Cuando empezó como estudiante de posgrado a desarrollar una vacuna anticonceptiva, la Dra. Dunbar se dio cuenta de que muchas mujeres infértiles tenían anticuerpos hacia su propia zona pelúcida. (La zona pelúcida es la glucoproteína que rodea el óvulo femenino o el huevo). Esto impedía que el esperma se una penetrando y fertilizando el óvulo. Esto se convirtió en la base de la hipótesis de la investigación de la Dra. Dunbar.
“Por años,” explicó, “pensamos que si las mujeres eran infértiles debido a estos anticuerpos, pero por otro lado, eran perfectamente saludables, entonces esta situación se convertía en un eficaz método anticonceptivo, que evitaría la fecundación sin ser abortivo, y tampoco interferiría con el sistema endocrino.” Esperaba imitar este trastorno de infertilidad natural, para hacer una vacuna que desarrollaría en mujeres saludables respuesta inmunológica a sus propios óvulos. “El objetivo de nuestra vacuna era desarrollar autoinmunidad”, declaró la Dra. Dunbar, así de claro y sin ninguna afectación.
La manera en que la Dra. Dunbar proponía para generar autoinmunidad fue inyectar a sus conejos de laboratorio, no con sus propias glucoproteínas de la zona pelúcida (muy parecidas a otras proteínas del conejo que realizan funciones diversas en el cuerpo del conejo), sino con las proteínas del cerdo. Estas últimas son lo suficiente extrañas para “engañar al conejo produciendo anticuerpos en contra de sus mismas propias proteínas”. Y fue eficaz. Estas inyecciones provocaron una respuesta autoinmune en los conejos inoculados. Sin embargo, hubo una dificultad mayor que, curiosamente, al final resultó insuperable.
“Descubrimos que cuando inmunizábamos a estos animales, les destruíamos completamente los ovarios,” admitió la Dra. Dunbar. “Desafortunadamente, no solamente estábamos evitando la fecundación, sino que generábamos toda una enfermedad autoinmune, también conocida como insuficiencia ovárica prematura.”
Ella probó la vacuna en varios animales, incluyendo primates, y descubrió en todos los casos que la vacuna causó una falla auto inmunológica permanente en los ovarios. Al observar las fotografías de estos ovarios devastados, completamente destruidos por el propio cuerpo femenino, la Dra. Dunbar tomó una decisión. Actuando con integridad, a menudo ausente en investigadores de anti-fertilidad, resolvió oponerse totalmente a cualquier desarrollo posterior de esta vacuna en seres humanos. "Al declarar la muerte de esta vacuna para la investigación humana adicional", declaró la Dra. Dunbar, "yo seré responsable de la infelicidad de algunas personas en mi empresa de biotecnología y de algunas otras más."
Ahora esta antigua vacuna anticonceptiva está siendo desarrollada como un posible agente de esterilización no-quirúrgico para perros y gatos, y también se utiliza para seleccionar la limitada población de elefantes africanos. Y por supuesto en ello, no tenemos ninguna objeción.
Joan Robinson - Population Research Institute


lunes, 1 de enero de 2007
La píldora "del día después"
Es prudente que recordemos que, en el momento de la fecundación, un espermatozoide masculino y el óvulo femenino dan lugar a un individuo, genéticamente distinto de sus padres y por tanto nueva persona desde ese mismo instante, como hemos detallado en un artículo previo.
En una amplia mayoría de las ocasiones, el embrión es concebido en una de las trombas de Falopio. Desde allí, inicia un proceso de migración, mientras sus células se dividen aún sin diferenciarse en tejidos. Finalmente, el embrión se anida en la capa más interna del útero, llamada endometrio, en un proceso conocido con el nombre técnico de implantación. En esta etapa interviene una hormona denominada gonadotrofina coriónica (una de sus fracciones, la beta-hCG o «subunidad beta», es la sustancia que se mide en sangre u orina con el fin de confirmar analíticamente un embarazo).
Si bien se utilizan distintos fármacos en la llamada anticoncepción de emergencia, en Occidente la droga más difundida a tal fin es el levonorgestrel. Esta hormona es un progestágeno sintético, esto es, un producto de laboratorio emparentado con la progesterona, hormona habitualmente participante del ciclo sexual femenino. El levonorgestrel ya se utilizaba como parte de distintos anticonceptivos orales, fundamentalmente en los llamados monofásicos, aunque en dosis menores que en las «píldoras del día después».
El levonorgestrel es capaz, a la dosis de 75 microgramos utilizados en estos comprimidos, de actuar en los siguientes niveles:
- impedir la ovulación, o sea, la liberación del óvulo por parte del ovario (es el mismo mecanismo por el cual se lo incluye entre los anticonceptivos orales)
- impedir la fecundación, o sea, la unión del espermatozoide y el óvulo ya liberado
- impedir la implantación, o sea, la anidación del nuevo individuo en un endometrio apto para su desarrollo. Es este el mecanismo por el cual el levonorgestrel resulta abortivo, ya que la persona única, irrepetible y formada a imagen y semejanza de Dios desde el momento de la concepción es asesinada en el seno materno.
Este mecanismo de acción del levonorgestrel es bien conocido desde hace años, lo cual ha generado conflictos éticos en los países autodenominados del Primer Mundo. Sin embargo, el Poderoso Caballero Don Dinero, en las palabras del poeta, ha logrado que, en Estados Unidos, se haya intentado poner límites a la objeción de conciencia de los profesionales farmacéuticos mediante analogías que rozan con lo absurdo (May pharmacists refuse to fill prescriptions for emergency contraception?, publicado en la prestigiosa New England Journal of Medicine en 2004. La revista es accesible desde aquí en forma gratuita para casi toda Latinoamérica).
Sin embargo, es aún más aterrador advertir que en los prospectos de levonorgestrel disponibles en la Argentina en muchos casos se ha OMITIDO la potencialidad abortiva del medicamento. Además de una clara violación a la legislación (gracias a Dios y pese a todas las presiones seculares, el aborto en la Argentina aún es considerado un delito), se ha ocultado deliberadamente información clave para las usuarias... con la necesaria complicidad de estratos oficiales.
Por otro lado, las altas dosis de progestágenos se asocian con importantes riesgos maternos, incluyendo vómitos persistentes, sangrado digestivo, crisis hipertensivas y los aún desconocidos efectos a futuro sobre la fertilidad.
En resumidas cuentas, nos enfrentamos a un nuevo intento por legalizar el genocidio abortista en nuestras naciones latinoamericanas. Además de importar el método desde estados genocidas y paganos como los «países centrales»...
· ¿cuánto tardaremos en importar la limitación a la objeción de conciencia?
· ¿cuánto tiempo pasará para que los profesionales de la salud comprometidos con la vida integren listas negras de objetores a la hora de resistir estas formas larvadas de homicidio?
· ¿en cuántos meses más nuestra legislación permitirá el reparto gratuito de esta droga en hospitales y centros de salud?
· ¿cuánto tiempo más permaneceremos de brazos cruzados...?
Nuestra tarea diaria desde el plano científico, con hechos objetivos, y desde el plano de nuestra Fe, con la oración continua y decidida, impedirá que la muerte de niños no nacidos empañe aún más el deseo de Nuestro Señor Jesucristo de salvación para todo el género humano.
«El afán de dinero es la raíz de todos los males del mundo» (1 Tim; 6,10)


sábado, 1 de julio de 2006
El Dispositivo Intrauterino
Técnicamente, el DIU es una pequeña estructura metálica que contiene cobre en la mayor parte de los casos, la cual se implanta por vía transvaginal en la cara interna del útero. Desde el punto de vista químico, el cobre actúa impidiendo el ascenso de los espermatozoides a través del aparato genital de la mujer por lo cual se evitaría la fecundación (de allí la denominación popular de "T de cobre").

Algunos modelos de DIU
Sin embargo, es bien conocido que el fundamento más contundente por el cual los DIU resultan eficaces como contraceptivos es otro. Al generar un estado inflamatorio continuo en el endometrio (la capa interna del útero que se desprende en cada menstruación), el dispositivo IMPIDE LA IMPLANTACIÓN DEL EMBRIÓN, o sea, resulta un MÉTODO ABORTIVO. De hecho, en algunos estudios se ha demostrado la eliminación de embriones (seres humanos) en secreciones vaginales hasta en una cada 25 mujeres usuarias de este método.

Esquema simplificado: DIU colocado en la cavidad uterina
Inclusive existen en el mercado algunos DIU que además liberan hormonas (endoceptivos), sumando eficacia contraceptiva... y abortiva.

Como relatábamos previamente, una de cada 25 mujeres que llevan implantado un DIU abortan hasta 3 embriones cada 2 años. Conociendo que unas 50 millones de mujeres utilizan mundialmente un dispositivo intrauterino, un simple cálculo nos habla de 3 millones de abortos anuales sólo en esta población. Como podemos apreciar, los frutos de la mal llamada revolución sexual resultan en el simple y muy apropiado nombre de genocidio.


jueves, 1 de junio de 2006
Los anticonceptivos orales
A estas «espectaculares» cifras habría que adicionarle el volumen de ganancias de las empresas farmacéuticas, no menor a los 1 500 millones de dólares mensuales a nivel mundial, tan sólo para este rubro.
Debemos recordar a nuestros lectores algunos conceptos acerca de Biología de la Reproducción para detallar porque, además de un magnífico negocio para los laboratorios, estos productos son un gran peligro para el género humano.
Las mujeres en edad fértil viven periódicamente un ciclo menstrual, el cual se inicia con el primer día de la menstruación («el día 1»). A partir de ese momento, a raíz de complejos mecanismos hormonales que escapan al objetivo de este artículo, las concentraciones de estrógenos empiezan progresivamente a aumentar, hasta que se llega a un nivel máximo.
Ese nivel máximo gatilla a su vez cambios en la actividad de un segundo juego de hormonas llamadas gonadotrofinas, lo que da como resultado la ovulación, esto es, la liberación del óvulo listo para ser fecundado («el día 14» en la mayor parte de las mujeres).
Pasadas unas 72 h, comienza el predominio de una hormona llamada progesterona por encima de los estrógenos, situación que persiste un par de semanas hasta que:
- ocurre una nueva menstruación, reiniciándose el circuito, en caso de que no haya ocurrido la fecundación («nuevo día 1»), o bien...
- se produce la unión de las gametas (espermatozoide + óvulo), se da origen a una nueva vida humana y ocurre la implantación del embrión en el endometrio.

Estos comentarios sirven como introducción para comprender el mecanismo de acción de los ACO. Su principal forma de actuar es inhibiendo la ovulación, merced a la administración de dosis altas de las propias hormonas que nuestro organismo segrega (es por esto que también se los llama anovulatorios o contraceptivos hormonales).
Sin embargo, cuando este mecanismo falla, actúan IMPIDIENDO LA IMPLANTACIÓN DEL EMBRIÓN, esto es, evitando que un ser humano de horas o pocos días de vida anide en la pared uterina. Dicho sin eufemismos, su segundo mecanismo de acción es el aborto.
Al margen de este mecanismo genocida, los ACO provocan efectos adversos en al menos el 40% las mujeres que los utilizan. Si bien es cierto que en la mayor parte de los casos se trata de efectos menores, el riesgo de episodios vasculares de toda índole es indudablemente más elevado que en aquellas mujeres que no los utilizan.
En mi personal experiencia, me he topado con infartos de miocardio, accidentes cerebrales vasculares, tromboembolismos de pulmón, trombosis venosas profundas (incluyendo venas cerebrales) y trastornos conductuales varios, atribuidos al uso de los ACO. El grueso de la literatura internacional coincide con estas afirmaciones, en número de miles de casos, y los invito a tal fin a consultarla (incluyendo medios que avalan abiertamente a estos fármacos, como New England Journal of Medicine o Contraception).
Quizás parezca redundante, pero no podemos dejar de mencionar que estas drogas no protegen contra ninguna infección de transmisión sexual, incluyendo al VIH.
Además de violar el primero de los derechos humanos (el derecho a la vida, en este caso del embrión), se expone a las mujeres al riesgo de enfermedades invalidantes en nombre de la libertad sexual. Parece que nos sigue costando comprender que no hay libertad sin Dios.
Publicado en versión 1.0 en junio de 2006

