domingo, 30 de agosto de 2009

¿Sabemos cuánto valemos?



La Historia de un Anillo

Se cuenta que hace muchos años, había un joven triste que se sentía discriminado por todos. Decidió ir con su anciano profesor para contarle su problema: “Vine porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Dicen que no sirvo para nada, que no hago nada bien, que soy tonto y muy idiota ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?”



El profesor le dijo: “Lo siento mucho, joven, pero ahora no puedo ayudarte. Primero debo resolver mi propio problema. Pero si tú me ayudas a resolverlo, quizá pueda ayudarte a resolver el tuyo”. El joven asintió: “Claro, profesor”, aunque se sintió otra vez desvalorizado.
El profesor se sacó un anillo del dedo pequeño y se lo dio diciendo: “Monta el caballo y vete al mercado. Debes vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es preciso que obtengas por él el máximo posible, pero no aceptes nunca menos de una moneda de oro. Vete y vuelve lo más rápido posible”.



El joven tomó el anillo y partió. Cuando llegó al mercado empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Ellos miraban con cierto interés. Pero cuando decía que pretendía no menos de una moneda de oro, algunos reían, otros se apartaban sin mirarlo. Solamente un viejecito fue amable de explicarle que una moneda de oro era mucho valor para comprar un anillo. Algunos llegaron a ofrecerle una moneda de plata y una jícara de cobre, pero el joven seguía las instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazaba las ofertas.



Después de ofrecer la joya a todos los que pasaban por el mercado, y abatido por el fracaso, montó en el caballo y regresó. El joven incluso deseaba tener una moneda de oro para comprar él mismo el anillo, librando de la preocupación a su profesor. Entró en la casa y explicó: “Profesor, lo siento mucho, pero es imposible conseguir lo que me pidió. Tal vez pudiese conseguir 2 ó 3 monedas de plata, pero no creo que nadie lo valore en más”.
“Es importante eso que me dices, joven”, le contestó sonriente. “Pero primero debemos saber el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar el caballo y vas con el mejor joyero. ¿Quién mejor para saber su valor exacto? Pero no importa cuanto te ofrezca, no lo vendas por nada. Vuelve aquí con mi anillo”.



El joven fue a ver al joyero, quien lo examinó detenidamente con una lupa, lo pesó y le dijo: “Dile a tu profesor que, si lo quiere vender ahora, no puedo darle más de 58 monedas de oro”. “¡58 MONEDAS DE ORO!”, exclamó el joven. “Si -contestó el joyero- y creo que con el tiempo podría ofrecer cerca de 70 monedas, pero si la venta es urgente…”.



El joven corrió emocionado a casa del profesor para contarle lo ocurrido. “Siéntate”, dijo el profesor, y después de escuchar todo lo que el joven le contó, le dijo: “Tu eres como ese anillo, una joya valiosa y única. Solamente puede ser valorada por un especialista. ¿Pensabas que cualquiera podía descubrir su verdadero valor?” Y diciendo esto, volvió a colocarse su anillo en el dedo. Y concluyó: “Todos somos como esta joya. Valiosos y únicos. Y aunque andamos por todos los mercados de la vida, no podemos pretender que personas inexpertas nos valoren. No dependas nunca de lo que pueda decir gente inexperta. Dios sabe lo que verdaderamente eres y así te ama. Eso es lo importante”.


Padre José Martínez Colin



sábado, 29 de agosto de 2009

Apóstoles y Caballeros


Es, pues, cierto que hay hoy día un número creciente de hombres decididos a enseñar a sus hermanos que no hay Dios, que no hay otra vida, y que lo único por lo que se debe bregar, es para conseguir una sociedad próspera y feliz en este mundo. "El cielo se lo dejamos a los ángeles y a los gorriones" —blasfemaba Heine—. Todo lo que impida fabricar un Edén en la tierra y un Rascacielos que efectivamente llegue hasta el cielo, debe ser combatido con la máxima fuerza y por todos los medios —según estos hombres. Los que desde cualquier modo atajen o estorben la creación de esa Sociedad Terrena Perfecta y Feliz deben ser eliminados a cualquier costo. Todas las inmensas fuerzas del Dinero, la Política y la Técnica Moderna deben ser puestas al servicio de esta gran empresa de la Humanidad, que un gran político francés, Viviani, definió con el tropo bien apropiado de "apagar las estrellas". Estos hombres no son solamente los herejes; ni tampoco son ellos todos los judíos y todos los herejes; aunque es cierto que a esa trenza de tres se pueden reducir como a su origen todos los que hoy día están ocupados —¡y con qué febril eficiencia a veces!— en ese trabajito de pura cepa demoníaca.

¿Cómo pueden prédicas de tal sulfurosa olfación obtener audiencia? Muy fácilmente. Primero, porque debido al género de educación que recibe la mayoría de la gente de este santo país, las nuevas generaciones crecen en una increíble ignorancia y más todavía en una terrible confusión religiosa, que les convierte a Dios y a su Hijo Divino en unas cosas más bien lejanas y extranjeras, a las cuales ciertamente no hay por qué irritar por las dudas —no sea el diablo que de veras sean así como los curas dicen— pero que en definitiva no sabemos, y si las supiéramos, no te sacan de ningún apuro. Por otro lado las cosas de esta vida apuran, y el mundo aparece bien real, bien existente, y bien sólido y magnífico para el que tiene plata, y el que no la tiene se muere de hambre como dos y dos son cuatro, como he visto días pasados en el cine. Y la prueba es que los frailes mismos —que son los que dicen que se puede vivir sin plata— tienen unos conventos regios, como he visto también en el cine. Esto no todos lo dicen así, pero está implicado en esta común conducta de carrera furiosa a la plata de que todo el ambiente nuestro nos brinda tantos ejemplos; ¡y qué altos ejemplos de tanto en tanto! Esta conducta general y por lo mismo contagiosa, a menos no estar contrarrestada por los más sólidos principios, implica con respecto al prójimo el siguiente apotegma: Cada cual mire por sigo y al más débil, contra un poste. Y como los débiles son los más en la humanidad, he aquí que una minoría más astuta, activa y enérgica, usando tal filosofía llega a apoderarse de los medios de producción y de los resortes del poder de una manera enorme, y llega a tener en sus manos, como ha dicho el papa Pío XI, junto con enormes caudales, un poder ingente de explotación de las masas humanas, poder tanto más terrible cuanto más incontrolado, oculto, invisible: un poder tentacular invisible, que de hecho es mayor a veces —dice el papa— que el poder político de los gobernantes visibles, como nuestro presidente, poder con el que pueden, por ejemplo, enviar a una nación medio a ciegas a una guerra. Esa minoría no puede desear la gloria del nombre de Dios; Dios es la única arma que tiene contra ella el inmenso ejército del Desheredado. Esa minoría no puede ser muy amiga de Dios; y de hecho, en forma más o menos explícita y formal, es enemiga de Dios.

No es extraño que al otro extremo de este fenómeno del dominio del demonio Plutón en el mundo moderno, exista otra pequeña banda de hombres muy listos, cabezas claras, violentos, entusiastas, luchadores, enérgicos, que tienen como ideal supremo y fortísimo, que vibra en ellos con una vibración casi religiosa, la destrucción de tan horrible estado de cosas, la liberación de las masas humanas de esta fuerza inhumana e implacable que es la Moneda, la destrucción del actual orden social, que les aparece como algo infernal, odioso, insoportable. Estos hombres saben lo que es el Odio y saben de su embriagadora sed de destruir. Quieren hacer una nueva sociedad, un nuevo mundo, un Nuevo Hombre y, para eso, destruir hasta las raíces el actual, que les parece —en una especie de visión maniquea— radicalmente inficionado por las esencias del Mal, infinitamente odiable. Y entre esas raíces y esos sostenes del orden actual topan la religión, la Iglesia, el Cristianismo, Jesús de Nazaret que dijo que Él era Dios... El paso es perfectamente lógico. “La Religión es el Opio del Pueblo”, dice Marx. “Dios es la Humanidad hacia una Súper-Humanidad”, dice Bernard Shaw. “Dios ha muerto”, dice Nietzsche. “¡Muera Dios!”, dice Lenin.

Más hondo que estas dos bandas de capitalistas y comunistas, existe una más horrible y secreta; pero esa yo ya no la conozco, por suerte. Ha hablado de ella misteriosamente monseñor D'Herbigny en un trabajo filosófico sobre la persecución a la Iglesia en el mundo moderno. En un informe presentado al Vaticano sobre la persecución religiosa de los Sin-Dios en Rusia y Méjico, este ilustre prelado y sabio francés decía: “Imaginemos un hombre de empresa y de presa, como ese mister Heythorp, tan maravillosamente pintado por Galworsthy en su novela A stoic, dotado de las viejas cualidades de audacia, decisión, tenacidad y brío del pirata anglosajón trasladadas al mundo de las finanzas, con la aventurería del explorador aliada a la precisión del matemático, como hay tantos en el mundo moderno; imaginemos a uno o muchos de estos hombres fríos y poderosos, posesionados por una violenta pasión contra el catolicismo, por una razón o por otra; o por haber sido educados así, o por haber topado contra la religión en algunas de sus magnas empresas de lucro y logrería. Hombres así aislados o unidos, dentro de la Masonería o fuera de ella, constituyen un poder persecutorio, tanto más temible cuanto menos visible, y explican muchos fenómenos sociológicos contemporáneos, porque se convierten como en el alma y en los jefes de los movimientos anticristianos más o menos informes o instintivos. Un hombre así fue el barón de Rotschildd, el que pagó la Vida de Jesús del apóstata Renán. Otro fue Calmann-Lévy, el que financió toda la obra venenosa de Anatole France. Otros fueron los banqueros Morgan, que suministraron a Lenin los fondos necesarios para la revolución de Octubre”. Hasta aquí monseñor D'Herbigny. Contra estas demoníacas fuerzas ocultas, la Iglesia tiene primero de todo dos armas, que son los brazos levantados al cielo de la oración, y los brazos en cruz de los mártires, los brazos del padre Pró que cae acribillado de balas con la sonrisa en los labios; y después, todo el arsenal de las virtudes cristianas, de la palabra de Dios que es espada bífida, y también de la inteligencia y el pensamiento, sobre todo en los que gobiernan, porque Cristo Nuestro Señor nos ha mandado ser simples, pero nos ha prohibido ser sonsos, al menos los que gobiernan. Y en su vida nos dejó grande e inestimable ejemplo, que no debe ser suprimido del evangelio, del uso que se ha de hacer de la ira y la indignación —que son pasiones humanas ciertamente refrenables, pero no suprimibles—, cuando se levantó como un león y como un nuevo Moisés contra los que deshonraban e injuriaban directamente a Dios con sus palabras y acciones, haciendo una demostración violenta contra ellos que le puso en peligro, y más tarde de hecho le costó la vida. Porque A Dios rogando y con el mazo dando es también un refrán cristiano.

Nuestra intención dice: "Rogar por la conversión de los que injurian a Dios", y reflexionando sobre ella hemos llegado a un punto que parece más cerca de la inquisición que de la conversión. No es así sin embargo, Es que los que han llegado a cierta clase de pecados no se convierten con cualquier clase de sermones, ni siquiera con cualquier clase de oraciones. Por eso arriba hemos nombrado el martirio. No obra en ellos el sermón de palabra sino solamente el sermón de obra. Cristo sabía perfectamente, cuando arrojó a los mercaderes del templo, que con su látigo Él no iba a derrotar a los soldados de Caifás ni a la legión de Pilatos; pero sabía también que era parte de su misión hacer aquel gesto de indignación en defensa de la honra de su Padre y después sostener con su vida la autoridad de aquel gesto. Y eso es lo que hacían los mártires cuando volteaban un ídolo y después se dejaban atar para las fieras. No hay Cruzada verdadera sin la opción del Martirio; y éste es un pensamiento absolutamente necesario para hoy, en que varios movimientos de espada se adjudican el nombre de Cruzada. San Pedro tenía espada y le cortó la oreja a Malco; pero después fue y negó a Cristo, a pesar de sus buenas intenciones, solamente porque, teniendo en efecto alma de Cruzado, no había en su alma preparación de mártir. Se había dormido durante la Oración.

Roguemos, pues, porque Dios vuelva a unir en un haz esas dos grandes creaciones de la Iglesia, hoy desunidas por el liberalismo: el espíritu de Caballería y el espíritu de Apostolado. Los católicos liberales dicen: “transijan, transijan, transijan; al fin y al cabo estos masones que gobiernan nos dejan predicar, y eso es lo principal, porque predicando nosotros se convertirán todos, incluso esos mismos masones”. Creen que es posible el Apostolado sin la Caballería, que es como decir la Gracia sin la Natura. En cambio, el católico totalitario cree todo lo contrario: “Usted dice que no hay Dios y yo digo que hay Dios. ¿Cómo lo prueba? Lo pruebo estando dispuesto a morir por esta creencia. Pero le prevengo que si usted, confiado en eso, vino a matarme, yo la voy a pegar un tiro primero, porque una cosa es ser santo y otra cosa es ser sonso, y morir por morir, es mejor vivir.”

Cada uno tiene una parte de la verdad cristiana. Roguemos porque se encuentren esas dos hermanas, y veremos entonces maravillas en la tierra.








Padre Leonardo Castellani †
"Seis ensayos y Tres Cartas", Ediciones Dictio, Buenos Aires, 1973

Libertad cristiana



Para los que creemos en Cristo como Señor de la Historia y verdadero Libertador de nuestras vidas, sabemos que no siempre coincide el concepto de libertad humana con el de libertad cristiana.

Para muchísimos que no comparten nuestra fe, la libertad se confunde frecuentemente con el libertinaje. Se creen libres cuando hacen lo que les da la gana, sin más normas que su propio capricho y creyendo que no tienen que dar cuenta de sus actos a nadie.
No precisan que alguien les diga lo que es bueno o malo, lo verdadero o lo falso, lo justo o lo injusto. Ellos son para sí mismos su propia norma o ley. Es bueno lo que me gusta o apetece y es malo lo que me desagrada o contraria. La única limitación a su “libertad” es la fuerza coactiva de la ley humana, impuesta por el consenso de los demás.

Suelen hablar casi siempre de derechos, pero casi nunca de obligaciones. Estas las aceptan no tanto por convicción personal, como por miedo a incurrir en sanciones o castigos previstos por esa misma ley.

Los cristianos sabemos que Dios nos ha hecho libres, -no robots-, “a su imagen y semejanza”, pero no independientes. Nos sentimos criaturas libres para optar entre el bien y el mal. Somos por voluntad de Dios criaturas autónomas, pero en modo alguno
independientes del Creador, que tiene derecho sobre todas y cada una de sus criaturas.

Los cristianos aceptamos que nuestra libertad lleva pareja nuestra responsabilidad, es decir que tenemos que “responder” ante Dios de lo que hacemos tanto en nuestra vida como con nuestra vida. Sabemos que este don de la libertad se termina en el momento de la muerte. Aunque vivamos eternamente ya nunca gozaremos de libertad. Del lado que cae el árbol al cortarlo, de ése permanecerá para siempre, dice la Biblia.

Otro aspecto interesante por demás, es la de considerar que la libertad plena y verdadera no es tanto la libertad de acción (poder hacer una acción o la contraria), sino la libertad interior, que se ha de identificar con hacer siempre el bien y buscar la verdad. Esta libertad es la libertad “hacia” o “para”: o sea la libertad que tiene un sentido no en sí misma-porque estaría vacía de contenido-, sino que tiene un contenido en la razón de ser de las cosas y de las acciones. En definitiva, del que está detrás de todo y trasciende todo: El Absoluto o el Creador de todo cuanto existe.

Padre Miguel Rivilla San Martín

sábado, 1 de agosto de 2009

Los Esteroides Anabólicos

Con el nombre general de “anabólicos” se describe a una serie de moléculas de estructura esteroide, emparentadas con la testosterona, la principal de las hormonas masculinas. El término anabólico se utiliza en Biología para hacer referencia a productos que intervienen en la construcción de tejidos. De hecho, en condiciones fisiológicas, la testosterona y otros andrógenos se asocian con el aumento del músculo esquelético, de la producción de glóbulos rojos y de la aparición y sostén de los llamados caracteres sexuales masculinos (barba, tono de voz, distribución del vello corporal). De la misma manera, están involucrados en la disminución del contenido graso.

La testosterona y otros anabólicos más complejos, como la nandrolona, se utilizan en el terreno de las ciencias médicas ante enfermedades como los estados de hipogonadismo, en los cuales, por diversas causas, la producción natural de estas hormonas se encuentra disminuida. Sin embargo, su capacidad para aumentar la masa muscular fue el motivo que generó su abuso para aumentar el desempeño y la apariencia física en distintas disciplinas deportivas, en especial en los atletas de alto rendimiento, la halterofilia y el fisicoculturismo.

Debido a sus características moleculares, los esteroides anabólicos se absorben con facilidad tanto por vía oral como mediante el uso intramuscular, subcutáneo o incluso a través de la piel (transdérmico). Es frecuente que, en circunstancias de abuso, quienes utilizan estos compuestos lo hagan por fases cíclicas, durante días o semanas, con períodos de suspensión intermedios. Asimismo, algunos deportistas asocian diferentes compuestos con el objetivo de aumentar su efectividad (“amontonamiento”) y buscando disminuir las numerosas complicaciones.

Desde hace décadas se ha demostrado que el uso inapropiado de estas hormonas se vincula fuertemente con la aparición de distintas formas de cáncer, entre las que se destacan los tumores hepáticos y prostáticos. Resultan de por sí hepatotóxicos y elevan en forma pronunciada la presión arterial por medio de la retención hídrica. Quizás su efecto adverso más difundido es la virilización, que se expresa en las mujeres con el surgimiento de acné, caída del cabello, alteraciones menstruales, clitorimegalia, cambios en el tono de voz e incluso mayor incidencia de cáncer de ovario. En los varones, además de reducir el tamaño testicular, provocan oligozoospermia (disminución del número de espermatozoides). Sin embargo, la principal inquietud ocurre en los adolescentes, donde estas hormonas no sólo alteran la progresión normal de la pubertad, sino que se asocian con el cierre anticipado de los cartílagos esqueléticos y la posibilidad de interrumpir el crecimiento.

Además, los anabólicos se relacionan con modificaciones de la conducta, ya que se han descrito cambios de carácter, incremento de la agresividad, episodios de manía e incluso un incremento de la prevalencia de ideación paranoide, alteraciones del juicio de realidad, suicidios y homicidios.

Es probable que el abuso de estas sustancias se fundamente en la veneración de la imagen corporal que tiene lugar en nuestro modelo cultural relativista, en el cual la apariencia física adquiere una importancia irrisoria. Destacarse físicamente o rendir en una competencia parecen metas que superan al propio instinto de conservación y al respeto por la vida propia y del prójimo. Quizás, en el fondo, la imagen corporal y la apariencia representan una forma moderna de esclavitud en las cuales los esteroides anabólicos constituyen una herramienta más de acceso.



Revista Digital Fides et Ratio
Publicado originalmente en formato 1.0 en agosto de 2009

La Inteligibilidad de la Naturaleza

La naturaleza resulta parcialmente inteligible cuando se la contempla a la luz de los conocimientos proporcionados por la experiencia ordinaria y por las ciencias. Pero adquiere su sentido pleno cuando contemplamos el sistema de la naturaleza a la luz de su fundamento radical y de la vida humana.

Desde la perspectiva finalista, la actividad de la naturaleza aparece como obra de una "inteligencia inconsciente": la naturaleza no delibera, pero actúa como si realmente poseyera una capacidad racional.

La expresión "inteligencia inconsciente", si se la interpreta literalmente, es contradictoria, porque contiene dos términos incompatibles. Por tanto, sólo puede ser utilizada como una metáfora. Pero la metáfora tiene una base real: las operaciones de la naturaleza son direccionales y, además, cooperan en la producción de resultados que, en muchos aspectos, sobrepasan ampliamente lo que puede conseguirse mediante la tecnología más sofisticada. En ese sentido, la naturaleza sobrepasa a la razón humana que, por otra parte, sólo puede producir artefactos en la medida en que conoce y utiliza las leyes naturales.

A veces se intenta explicar la naturaleza tomando en cuenta exclusivamente su composición y sus leyes: el orden sería el resultado de combinaciones aleatorias de procesos, y la finalidad sería sólo aparente. Bajo esta perspectiva, y partiendo de la oposición entre el azar y la finalidad, cuanto más se acentúa la función del azar queda menos espacio para la finalidad. Sin embargo, la oposición entre azar y finalidad no es absoluta, porque el azar exige la finalidad. En efecto, ni siquiera podría hablarse de azar si no existiera una direccionalidad, como tampoco tendría sentido hablar de desorden si no existiese ningún tipo de orden.

Las críticas contra la teleología suelen suponer que existe una contradicción absoluta entre el azar y la finalidad; en consecuencia, las explicaciones en las que interviene el azar se valoran como argumentos contra la finalidad. Pero no existe tal contradicción absoluta entre azar y finalidad. Al afirmar la finalidad, no se excluye cualquier tipo de azar. Simplemente se subraya que el azar y, en general, cualquier combinación de fuerzas ciegas, no puede ser considerado como una explicación total.

Por ejemplo, para explicar el origen de una frase que tiene sentido en un determinado lenguaje, no basta probar que existe alguna probabilidad de que se haya producido mediante combinaciones de letras al azar: si no existe previamente un lenguaje, con su alfabeto, su diccionario y sus reglas gramaticales, ninguna combinación de letras podrá formar términos con significado. En el origen tiene que haber inteligencia. Esto es igualmente válido con respecto a la naturaleza. La afirmación de la finalidad equivale a afirmar que la inteligibilidad de la naturaleza se fundamenta, en último término, en una actividad inteligente. La inteligencia inconsciente debe basarse en una inteligencia consciente.

Al comentar las ideas de Aristóteles sobre la finalidad natural, Tomás de Aquino propuso una especie de definición de la naturaleza, contemplada desde su fundamento metafísico radical, que es muy original y aventaja en profundidad a las ideas de Aristóteles, además de ser sorprendentemente coherente con la cosmovisión actual. Dice así: "la naturaleza es, precisamente, el plan de un cierto arte (concretamente, el arte divino), impreso en las cosas, por el cual las cosas mismas se mueven hacia un fin determinado: como si el artífice que fabrica una nave pudiera otorgar a los leños que se moviesen por sí mismos para formar la estructura de la nave" (Tomás de Aquino, Comentario a la Física de Aristóteles, libro II, capítulo 8, lectio 14).

Tres aspectos de esta cuasi-definición merecen una atención especial: la racionalidad de la naturaleza, su conexión con el plan divino, y el énfasis que se pone en la auto-organización.


En primer lugar, se subraya la racionalidad de la naturaleza al identificar la naturaleza con el plan de un arte (en el original latino, "ratio cuiusdam artis"). De hecho, el progreso científico pone de manifiesto, hasta extremos antes insospechados, la eficiencia y sutileza de la naturaleza. El éxito de la ciencia amplía cada vez más nuestro conocimiento de la racionalidad de la naturaleza. Aunque los productos de la tecnología superen en algunos aspectos a la naturaleza, siempre se basan en los materiales y las leyes que la naturaleza pone a nuestra disposición; y, desde luego, la naturaleza siempre nos aventaja, a gran distancia, en muchos aspectos de gran importancia.

En segundo lugar, la conexión de la naturaleza con el plan divino expresa el fundamento radical de la racionalidad de la naturaleza: es una manifestación del plan divino; por tanto, de un plan sumamente sabio. Además, la acción divina no se limita a dirigir desde fuera la actividad natural: el plan divino se encuentra inscrito en las cosas (se dice en el original latino: "ratio cuiusdam artis, scilicet divinae, indita rebus"). Lo natural posee modos de ser, con las correspondientes tendencias, que conducen hacia resultados óptimos. Se comprende, por tanto, que no existe oposición entre la acción natural y el plan divino; por el contrario, el plan divino incluye el dinamismo tendencial de lo natural y se realiza a través de su actualización.

En tercer lugar, se alude a la auto-organización como una característica básica de la naturaleza. El ejemplo es muy gráfico: como si se pudiera otorgar a los trozos de madera que se moviesen por sí mismos para construir una nave. Esa idea corresponde, de un modo que no podía sospecharse cuando fue escrita hace más de siete siglos, a los conocimientos actuales acerca de la auto-organización de la naturaleza, que implica, además, un gran nivel de cooperatividad entre sus componentes, sus leyes, y los diferentes sistemas que se producen en los sucesivos niveles de organización. Queda subrayada, de este modo, la direccionalidad de la naturaleza, también en su aspecto sinergético, y se insinúa la emergencia de nuevos sistemas y propiedades como resultado de la acción sinergética o cooperativa.

Por otra parte, también merecen especial atención las implicaciones de la caracterización tomista de la naturaleza. En efecto, se pone de manifiesto el valor positivo de la naturaleza como resultado del plan divino. Se explica también la articulación de la necesidad y la contingencia porque, de una parte, la naturaleza es contingente por ser el resultado de la acción libre de Dios, y de otra, posee una fuerte consistencia de acuerdo con el modo de ser que Dios ha inscrito en lo natural. Asimismo, se pone de relieve la articulación entre la unidad y la multiplicidad, porque la perfección del universo se consigue a través de la cooperación de sus componentes y, en último término, se ordena hacia la vida humana, ya que la naturaleza constituye el ámbito que hace posible la existencia de la persona humana y el desarrollo de sus capacidades. Por fin, se comprende la articulación entre el ser y el devenir, porque Dios ha puesto en la naturaleza unas virtualidades que hacen posible su progresiva evolución, y cuenta con la cooperación del hombre, a través de su trabajo, para llevar a la naturaleza hacia un estado cada vez más perfecto. En definitiva, esa definición tomista expresa el núcleo de la perspectiva metafísica y finalista de la naturaleza, y tiene gran importancia para determinar su valor en el contexto de la cosmovisión actual.

Padre Mariano Artigas (1938-2006)

Texto original: Universidad de Navarra (accesible desde aquí)

El Señor del Milagro

Estamos tan acostumbrados a saber que lo más firme y sólido con que contamos es el suelo que pisamos, que el desconcierto y temor que despierta un movimiento sísmico, aunque solo sea de algunos segundos, resulta difícil de describir. Además sabemos que las fuerzas de la naturaleza una vez desatadas son incontrolables para los seres humanos.

La ciudad de Salta vive el mes de setiembre con el regocijo propio de la llegada de la primavera. Podemos imaginarnos que en 1692 los fríos del invierno estaban pasando, los nuevos brotes en árboles y plantaciones adornaban la ciudad y sus alrededores. Las laderas del cerro San Bernardo se saturaban de verdes que sangraban borbotones rojos y lilas de ceibos y lapachos.

El día 13, a media mañana, entre las 9 y las 11, la ciudad experimentó el terror de saber que el suelo bajo sus pies ya no es firme. Las actas del Cabildo que se redactaron el día siguiente al temblor manifiestan que los temblores se prolongaron por espacio de quince minutos. Podemos suponer que no se trató de un temblor de esa duración, sino de varios sacudimientos en oleadas.

Según consta en las declaraciones tomadas por el escribano Pedro Pérez del Hoyo, los temblores se siguieron durante el resto del día y la noche, aunque suponemos que con menor intensidad que el primero de cuarto de hora de duración. Para quién desee leer las actas, se encuentran incluidas en este mismo trabajo, pero debe aclararse que se trata de las transcripciones que hizo el Padre José Pacheco Borges en 1793 de los originales que se encuentran en el Archivo General de la Nación. Los comentarios que agregamos a partir de aquí son interpretaciones que pretenden llenar algunos vacíos en el relato de los declarantes en las mencionadas actas.

Los movimientos sísmicos fueron tan intensos que dice un relato que las campanas de las iglesias tocaron solas y que las torres de la Iglesia Matriz se curvaron de tal manera que parecía que se vendrían abajo, y aunque volvieron a ponerse derechas, ya nunca volverían a tener la solidez necesaria, pues tanto estas como la de San Francisco debieron ser demolidas poco tiempo después.

Como se desprende de la lectura de las declaraciones los primeros en entrar en el templo de la Matriz fueron el sacristán y su ayudante. Esto es totalmente normal ya que es parte de su función el cuidado del templo. Por otra parte más de uno ya se había preguntado si no sería necesario retirar el Santísimo Sacramento del Tabernáculo para guardarlo en un lugar más seguro. Con estas inquietudes y con el temor propio de haber vivido hace unos instantes lo que creemos fue el movimiento sísmico más importante experimentado por la ciudad de su Salta en su historia, ingresaron al templo y observaron lo que relatan en su declaración: la imagen de la Virgen caída a los pies del altar con el rostro hacia arriba como mirando el Sagrario, sin haber sufrido daño alguno en lo delicado de sus manos y rostro. Esta situación es particularmente destacada y hay razón para que así sea, ya que la altura desde la cuál habría caído, debería haberla dañado en mucho, por no decir que podría haberla destrozado totalmente.

Nos imaginamos cómo sería el retablo que la sostenía a partir de los relatos. Tengamos en cuenta que el altar no se encontraba como actualmente podemos ver en la Iglesia. Antes del Concilio Vaticano II, la celebración de la Misa la realizaba el sacerdote de espaldas al pueblo. El altar se encontraba pegado al retablo. En otra parte de este trabajo, cuando describimos el templo de la Basílica Catedral, exponemos fotografías de los altares laterales. En ellos puede apreciarse cómo el altar se encontraba pegado al retablo. Debemos suponer que el altar se encontraba elevado por algunos peldaños del nivel del piso del templo; sobre la altura del altar de encontraba el Sagrario, lugar donde se guarda el Pan Consagrado; y sobre éste un nicho especial donde colocaba la custodia con el Santísimo Sacramento para su exposición y adoración por parte de los fieles. Este nicho debería de tener una altura considerable teniendo en cuenta el tamaño de las custodias que se utilizaban en aquella época. Y finalmente por sobre el nicho en el que exponía la Eucaristía, se encontraba otra cavidad que contenía la santa imagen de Nuestra Señora del Milagro. Si sumamos las medidas, aproximadamente obtenemos una altura de por lo menos tres metros, lo cuál sería destructivo para una imagen de estas características, considerando además que en la caída es muy probable que hubiese rebotado contra la mesa del altar.

El único daño sufrido por la imagen de la Virgen consistía en la rotura de la media luna por un lado, que estaba en la peaña, como así mismo al Dragón habérsele roto las narices y una oreja, con un ala. Este suceso es realmente digno de destacar ya que el nicho en el que se exponía la Eucaristía también había caído y lo hallaron hecho pedazos, de las gradas del altar para el cuerpo de la Iglesia.

Es interesante el agregado que hacen los testigos diciendo que la imagen se encontraba como mirando al sagrario, ya que son los primeros en hacer una alusión a la intercesión que la Madre hace al Hijo pidiendo salvación de este pueblo. Otra situación que hicieron notar es que la corona y cabellera de la imagen, como es de suponer, terminaron también por el suelo, lo que dio origen a la interpretación que la piedad plasmó en los versos del himno a la Virgen: "Perdona -decías-, mi Dios, a este pueblo; si no la corona de Reina aquí os dejo".

El tercer testigo, el Licenciado D. Francisco de Rivera y Zeballos, hace mención a un acontecimiento que conmoverá a todo el pueblo: que si era el color que siempre tenía la santa imagen, por parecerle que estaba como desfigurada y descolorida. Como veremos más adelante esta es una situación que con más fuerza aún se manifestará ante todo el pueblo suplicante.

Presos del miedo, los habitantes, buscaron refugio en las calles y plaza y como tampoco se atrevían a ingresar al Templo de la Matriz, por temor a un derrumbe, aparentemente la reunión se orientó con naturalidad hacia otro extremo de la plaza: la Iglesia de los padres Jesuitas. El temor natural de no querer permanecer en el interior de los edificios llevó a los anfitriones a improvisar un lugar de oración en la plaza, frente a las puertas del templo. Allí se colocó la imagen de un Cristo Crucificado de regular tamaño, para que pueda ser apreciado por todos y se iniciaron los rezos. A los que luego se sumarían los sermones penitenciales y via crucis que se sucedían unos tras otro. En medio de la confusión general y ante el peligro de un derrumbe en la Matriz, se dispuso que la imagen de la Virgen sea guardada por esa noche en la casa de una particular, posiblemente en casa del Alcalde Blas Bernardo Díaz Zambrano.

Todavía reinaba la confusión para cuando se puso en movimiento la primera de las procesiones que salió de la Matriz a recorrer la plaza principal con el Santísimo Sacramento bajo el palio. También los padres Mercedarios organizaron oraciones y procesiones de penitencia que se realizaron durante la tarde de ese mismo día, lo mismo que los padres Franciscanos. De a poco la ciudad de Salta se convertía en un gran Templo, construido con piedras vivas unidas por la llama de las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad. Desde sus orígenes la conmemoración del Señor y la Virgen del Milagro fueron días de penitencia y oración. Resulta particularmente importante destacar estas primeras manifestaciones de la piedad salteña, que desde un comienzo, marcaron el espíritu que hasta el día de hoy mueve los corazones: la Eucaristía y la Penitencia.




Así transcurrió todo ese día 13 entre oraciones, penitencia, procesiones y temblores de tierra que aunque aislados y de menor intensidad que el primero no dejaban de amenazar la misma existencia de la ciudad y la vida de sus habitantes. No nos olvidemos que el acta que nos sirve de fuente ha sido redacta el día 14 por lo que los acontecimientos que narra luego de la toma de los testimonios jurados, suponemos que corresponden al mencionado día.

Los acontecimientos ocurridos el día anterior, relacionados con la Virgen de la Matriz, corrieron rápidamente de boca en boca, de modo que el pueblo reclamaba la presencia de la Santa imagen para poder rendir homenaje a la Virgen "del Milagro". Sin embargo la poca estabilidad del templo hacía imposible que se lo habilitase. La solución vino de parte del Capitán Blas Bernardo Díaz Zambrano, quien en acuerdo con el Vicario Chabez y Abréu, hicieron las diligencias necesarias para construir un improvisado altar a un costado de la Matriz en el lugar que actualmente ocupa el edificio de la Curia Arzobispal. En aquel lugar se encontraba el cementerio que se comunicaba con la plaza por una explanada (actual calle España). Seguía siendo de mañana cuando se dispuso el traslado de la Santa Imagen desde la casa donde había pasado la noche hasta su nuevo altar. El pueblo ya enterado acompañó devotamente esta procesión hasta el lugar en que se le rendiría culto.

Según deducimos del acta redactada ese día por el Escribano Pedro Pérez del Hoyo, allí se celebró la Misa Mayor, designándose como celebrante al sacerdote Simón Diez Zambrano (pariente del Alcalde). Finalizada la ceremonia tomó la palabra el Vicario Chavez y Abréu; de lo que expresa, destacamos especialmente

1) Se hace un público reconocimiento de la protección que el pueblo de Salta recibió de la Virgen. Esto hace evidente que aquella expresión del Sacristán "como mirando al sagrario", fue interpretada por todas aquellas personas que luego de él la vieron, descubriendo en ello, lo que la tradición ha querido traer hasta nuestros días: al pie del sagrario, allí intercediendo, el perdón pediste, por nuestros excesos.

2) Resultaba casi obvio que ante la situación presentada, se hacía exigible una respuesta de parte de las personas de mayor representatividad. Lo menos que se podía esperar de un pueblo creyente es la muestra de agradecimiento instituyéndose un día especial que recuerde semejante acontecimiento. La respuesta no se hizo esperar, ya que el acta a renglón seguido manifiesta que “el dicho señor Alcalde, se ha diputado a hacer celebración pública todos los años que pudiere, con todo el lustre y ostenta posible”.

Continúa diciendo el acta que terminada la celebración de la Misa, el mismo escribano procedió a verificar con sus propios ojos y junto a otras personas el estado del Templo y del retablo, verificando serios daños, y ratificando que la imagen de la Virgen no había sufrido mayores daños que los indicados por los sacristanes oportunamente.

Todo esto habría sucedido hasta el mediodía o primeras horas de la tarde. El acta no detalla otros acontecimientos, simplemente afirma que “prosiguiendo las dichas procesiones, y rogativas”, lo que nos hace suponer que durante el resto del día, ya con aparente calma, el pueblo agradecido por la protección maternal de la Virgen María continuó con las practicas religiosas. Por actas posteriores a esta fecha conocemos que se decidió llevar adelante una novena de acción de gracias, por lo que la Santa Imagen estuvo expuesta en su precario altar por ese lapso. Esta novena, que incluía el rezo del Santo Rosario, Salve, Misa y prédica, fue dirigida por los padres jesuitas.

Precisamente del Colegio de la Compañía había surgido una esperanza para el pueblo. El relato más claro que hay al respecto surge del Auto Exhorto del Vicario Chávez y Abreu quien en 1712 manifiesta “haber habido revelación en el tiempo de los temblores referidos al P. José Carrión de la Compañía de Jesús, de que dicho Santo Cristo Crucificado de la iglesia Matriz, que tenían sin devoción, olvidado, había perdonado a Salta, a súplica y pedido de la Madre de Dios del Milagro, que estaba en dicha iglesia, y porque no se valían de su Divina Majestad, y lo sacaban a la calle, y desde que vino a esta tierra no había visto la ciudad ni sus calles”..

El rumor de esta revelación recibida por el Padre José Carrión se dispersó rápidamente entre los vecinos, pero sin embargo no será hasta el día de mañana en que el sacerdote comunique oficialmente al Vicario el mandato que recibió de lo alto. Por la mañana, temprano las campanas llamaron a Misa Mayor. Podemos suponer, aunque nada dicen las actas, que los temblores no habían finalizado totalmente. Alguna que otra sacudida, seguramente de poca importancia, seguía manteniendo la tensión.

El comentario surgido en el Colegio de la Compañía acerca del Santo Cristo olvidado en la Matriz, seguramente también habría llegado a oídos del Vicario, de modo que al finalizar la Santa Misa, invitó a las personalidades más sobresalientes y autoridades presentes a ingresar al templo. Una vez en el interior les solicitó que “se hincasen de rodillas a la peaña del Altar de las Ánimas, donde estaba colocado este soberano Señor, y que le mirasen con todo cuidado, que era hermosísimo y devotísimo, a que haciéndolo así, levantándose, dijeron unánimes y conformes: dice vuestra merced muy bien que es una maravilla este Señor; a que respondió su merced y dijo: pues señores manos a la obra, que esta diligencia que he hecho, ha sido porque será muy conveniente y del agrado de Dios nuestro Señor, el que este soberano Señor salga en andas en la procesión general, a que estamos prevenidos acabada la Novena”.

Continúa narrando el Auto que inmediatamente se ordenó a los carpinteros que le hiciesen unas andas con las que pudieran sacarlo en procesión. Posiblemente al finalizar el día estas andas estarían terminadas y entonces el Santo Cristo fue colocado al lado de su Madre en el improvisado altar que se encontraba en el Cementerio frente a la plaza. Continuando con el relato del Auto Exhorto, luego de terminada la Misa Mayor el Padre José Carrión mandó a pedir al Vicario que se acercase al Colegio, pues necesitaba hablar con él de un asunto de suma importancia.

No existen más detalles acerca del contenido de esta revelación, además de lo que relata el Vicario en el Auto Exhorto. Seguramente el espíritu de lo revelado se encuentra contenido en esas palabras ya citadas en el día 14, pues fueron expresadas por el Padre Carrión al mismo autor del Auto Exhorto aunque cuando se escribiera este ya habían transcurrido 20 años.

Desde setiembre de 1692 la fiesta del Milagro fue creciendo. Existen algunas circunstancias y personas especiales que le otorgaron mayor brillo o que incidieron en que estas fiestas llegasen a nuestros días tal cual la vivimos nosotros. Entre esas personas debemos destacar entre otros el que fuera gobernador de las Provincias del Tucumán desde el año de 1701: Don Esteban Urízar y Arespacochaga. Nombrado por Carlos II con el cargo de Gobernador del Tucumán, Urízar demoró algunos años en llegar a esta ciudad, pues habiendo arribado a las Indias, decidió quedarse un tiempo en Buenos Aires (…) Asumió el gobierno a mediados del año 1707 en la ciudad de Córdoba. Sin embargo al año siguiente se establecía en esta ciudad de Salta en forma permanente. Conoció y amó esta tierra y por ser un fiel creyente no pudo menos que sentirse totalmente protegido por los patronos de esta ciudad. Sintió profunda reverencia por las imágenes del Señor Crucificado y la Virgen del Milagro y su piedad fue digna de destacar. Una piedad que no sólo se manifestó en palabras, sino y sobretodo en hechos que le valieron entrar de lleno en la historia del Milagro salteño aún cuando no se encontraba presente durante aquellas angustiantes horas del 13 de setiembre de 1692.

La piedad y devoción del Gobernador hizo posible también que la nueva Matriz cuya construcción se encontraba demorada, haya tenido un nuevo impulso, pues participó activamente en todas las actividades destinadas a recaudar fondos para su continuación y conclusión. Su esfuerzo se cristalizó también mediante los cuantiosos aportes que realizara de sus bienes particulares, de modo tal que en 1709 la feligresía salteña contaba con una flamante Matriz. En 1712, cuando se acercaban los días de realizar los cultos al Señor y la virgen del Milagro, enterado de que no existían los documentos confeccionados en 1692, ordenó al Vicario don Pedro de Chávez y Abreu que ordene una nueva información de lo acontecido en aquella oportunidad con el objeto de que quede fijada la verdad de los hechos ocurridos. Son los documentos producidos entonces los que actualmente sirven de certificación legal de aquellos sucesos y en los que basamos esta historia del Milagro salteño. Esta certificación se realizó tomando declaraciones a personas que fueron testigos presenciales de los hechos y de reputación intachable e indudables. Estas actas fueron varias veces transcriptas las que a su vez nosotros utilizamos son las transcripciones de Fray José Pacheco Borges que se encuentran en el Archivo General de la Nación, cuya copia se insertan en este mismo trabajo.

La celebración de las festividades del Señor y la Virgen del Milagro se continuaron sin interrupción desde 1692 hasta ahora.


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Publicado en formato 1.0 en agosto de 2009