lunes, 1 de mayo de 2006

¿Cuándo comienza la vida humana?


¿Cuándo comienza la vida humana? Aunque parezca mentira, existen quienes aún intentan cuestionar la respuesta biológicamente inapelable: en el momento mismo de la concepción.


Como sin dudas recuerdan, en artículos anteriores de esta misma sección, hacíamos mención a que el ADN nuclear se encuentra «compactado» en estructuras llamadas cromosomas. En condiciones habituales, casi todas nuestras células contienen 46 cromosomas, 44 de ellos llamados autosomas y un par de cromosomas llamados sexuales (XX en la mujer, XY en el varón).


Sin embargo, las células vinculadas con la reproducción (las gametas) contienen 23 cromosomas (22 autosomas y 1 cromosoma X en el óvulo femenino; 22 autosomas y 1 cromosoma X ó Y en el espermatozoide masculino). Esto es debido a que ambas células están preparadas para fusionarse (fecundación) y formar una NUEVA célula, con NUEVO material genético, con 46 cromosomas totales.


Esta NUEVA célula (óvulo fecundado, huevo, cigoto, preembrión, o como nos guste llamarla) es desde ese preciso instante de la fecundación UN NUEVO INDIVIDUO DE LA ESPECIE HUMANA, ya que previamente no ha existido persona alguna con una información genética idéntica e igual; se trata de un ser único e irrepetible desde el punto de vista biológico.



Óvulo fecundado (primeras horas de vida de un nuevo ser humano)

Ese nuevo ser humano tiene en su información genética los lineamientos de su desarrollo continuo previsto desde allí hasta el último de sus días terrenos. No existe un salto cualitativo desde el momento de la fecundación hasta la muerte (el embrión no es una «cosa» en ese momento, otra «cosa» al nacer y otra «cosa» al morir)


Hay quienes pretenden justificar al aborto de modo científico con distintos argumentos falaces, acaso con el mismo rigor con el que los nazis avalaban las experiencias de Mengele en los campos de concentración, o con que los estadounidenses daban curso al experimento Tuskeegee en población negra, contemporáneamente a la condena a los asesinos de Nuremberg. Es claro que desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo: la biología molecular nos muestra la evidencia indiscutible que narrábamos líneas arriba. En el genoma de ese nuevo individuo se encuentra el «programa» con la información de lo que será esa nueva persona humana.


Embrión humano de 8 semanas (foto: Vida Humana Internacional)

Uno de los argumentos utilizados por los defensores del aborto es la existencia de gemelos, aclarando que si un embrión es capaz de dividirse en dos, entonces no es posible considerarlo como un individuo (como poco feliz paradoja, utilizan el argumento exactamente inverso para defender la clonación reproductiva...). De utilizar este concepto, debemos concluir por ejemplo que un paramecio no es un individuo biológico, porque es capaz de dividirse y dar lugar a otros paramecios; o bien que un rosal tampoco es un individuo biológico, ya que de él puedo tomar un gajo y generar un nuevo rosal.


Algunos científicos han sostenido que sólo puede hablarse de vida humana cuando aparece la síntesis de proteinas (al tercer o cuarto día de la fecundación) o incluso recién ante la aparición de lo que será el sistema nervioso central (a las 2 semanas de la fecundación). Sin embargo, tanto uno como otro proceso se encuentran guiados por el genoma presente desde el primer instante de la concepción. Por otro lado, si no hay vida en ausencia de síntesis proteica deberíamos conjeturar que las semillas no están vivas (no sintetizan proteinas) o que los glóbulos rojos que corren por nuestro torrente sanguíneo no constituyen tejido vivo (no tienen «maquinaria» para sintetizar proteínas).


Dado el cúmulo de argumentos falaces y definitivamente rebatibles, hay quienes se han propuesto un camino pseudomoral para apoyar al aborto: distinguir entre los conceptos de «individuo humano» y «persona humana». Tan sólo baste pensar que con ese mismo argumento se habló de «vidas que no merecen vivirse».


De hecho, no es sorprendente (ni tampoco es casual) que quienes defienden actualmente el aborto coinciden en la defensa de la clonación (reproductiva y terapéutica), el congelamiento de embriones (en términos domésticos, el refrigerado de personas) y la eutanasia. Estos métodos ya fueron aplicados como política de salud de estado por el régimen nacionalsocialista, ejemplo sublime de violación de los derechos humanos más elementales (incluyendo el primero y fundamental, el derecho a la vida).


No resulta extraño suponer que esta serie de crímenes de lesa humanidad sean sostenidos por un número considerable de integrantes de la comunidad científica, acaso ¿víctimas? de la ateización de la ciencia moderna, iniciada con el racionalismo iluminista del siglo XVIII, incrementada (y no es casual) con el evolucionismo de Darwin, amplificada (tampoco es casual) por las políticas nazis y llevada a su máxima expresión (¿casual?) por el discurso actual de la ONU y los «países centrales» neopaganos, cuyas diferencias con el nazismo son solamente de forma y no de fondo.


Todos los seres humanos somos personas, aunque todavía no actúemos como tales porque no se han desarrollado las capacidades (embriones), o porque las hayamos perdidos (por enfermedad física o mental). Es claro e indudable que el ser humano debe ser respetado como persona integral desde el instante de su concepción, momento desde el que se le deben reconocer los «derechos humanos» con quienes tantos defensores del aborto falsean su discurso.




Revista Digital Fides et Ratio
Publicado en versión 1.0 en mayo de 2006

Antroposofía: Introducción

La antroposofía es un movimiento esotérico de características sectarias, fundado hacia 1902 por Rudolf Steiner (1861–1925). Si bien un análisis exhaustivo de la antroposofía demandaría horas de discusión, creemos interesante narrar en 2 partes los principales aspectos de esta «doctrina» y sus peligros.


Steiner nació en la actual Eslovenia, en aquellos tiempos integrada al Imperio Austrohúngaro, la gran potencia católica de la segunda mitad del siglo XIX. De lengua alemana, creció en un hogar humilde y se destacó en su juventud por su pasión por los estudios, sobre todo en los idiomas y en las ciencias exactas. Contando con 38 años se enroló en la Sociedad Teosófica, movimiento ocultista y neopagano fundado por la «mística» rusa Helena Petrova Blavatski.


Madame Blavatski (fundadora de la Teosofía)




La citada Teosofía es una suerte de quimera entre las antiguas religiones paganas europeas y elementos politeístas orientales, fundamentalmente hindúes. Blavatski afirmaba recibir mensajes de «maestros ascendidos». Entre los contenidos de esas «revelaciones», describió que la «selección de razas», fruto de la colonización de Asia y África por parte de las potencias de entonces, se debía a razones de «necesidad kármica».

Al poco tiempo, Steiner llegó a presidir la rama alemana de la secta teosofista, hasta que se enfrentó con otros dirigentes, fundamentalmente con Annie Besant, la sucesora de Madame Blavatski. El motivo de la crisis fue la afirmación por parte de Besant de la «reencarnación» de Nuestro Señor Jesucristo en Krishnamurti, un joven indio contemporáneo. Con las debidas disculpas a nuestros lectores por la necesidad de mencionar tamaña blasfemia al Redentor, proseguimos relatando que en 1913 Rudolf Steiner se propuso fundar su propia organización, la Antroposofía (del griego «antropos» [hombre] y «sophos» [conocimiento]).


¿Por qué nos referimos a este movimiento como una secta? Porque sus características coinciden con las principales definiciones y categorizaciones de las mismas. Una de las más didácticas concepciones de lo que es una secta nos la puede brindar un especialista, el teólogo español Manuel Guerra Gómez: las sectas son grupos autónomos, no cristianos, fanáticamente proselitistas, exaltadores del esfuerzo personal y expectantes de un inminente cambio maravilloso (colectivo o individual):

- una secta es «grupo», desde el punto de vista sociológico, con una dinámica que lleva al aislamiento y finalmente a la alteración de la personalidad, sustituyendo al «grupo» por excelencia que es la familia.

- una secta es «autónoma», no integrada de manera vinculante en una institución más amplia cuyas decisiones deba acatar; esta autonomía es la que explica los despotismos de los líderes de todas las sectas.

- una secta no es cristiana, como iremos desarrollando en estas notas, ya que no admite el mínimo doctrinal de nuestra Fe Católica ni respeta a la Biblia como único texto revelado y sagrado.

- una secta es «fanáticamente proselitista», intentando imponer sus creencias sin importar el como, incluyendo modos moralmente reprobables.

- una secta es «exaltadora del esfuerzo personal», ya que prescinde del concepto de gracia divina. Esto ya fue condenado en la herejía de los pelagianos en el siglo V.

- una secta está expectante de un cambio maravilloso, colectivo o individual. En el caso de la Antroposofía, estamos ante el bucólico delirio de la Nueva Era, con su búsqueda del «superhombre» divinizado, que como tal no puede ser misericordioso hacia los «simples hombres» por debajo de él.


En forma general, la Antroposofía nos habla de un planeta Tierra y de una especie humana en evolución a lo largo de 7 eras o edades. Según su doctrina, estaríamos atravesando la cuarta de esas etapas, en búsqueda de nuestro origen perdido. Una de las «misiones» de la secta, como no podía ser de otro modo, es la de ayudar al hombre a recorrer este camino hasta la séptima edad o Era de Vulcano.

Este camino, de acuerdo con sus principios, se logra mediante el avance espiritual por medio de la reencarnación y el karma, suplementado por el acceso a cierto conocimiento esotérico reservado a unos pocos. De hecho, como detallaremos en la segunda parte de esta nota, la «medicina antroposófica» sostiene que la enfermedad está «kármicamente» determinada y juega un papel de la evolución del alma.

Para sostener sus principios, Steiner escribió cerca de 40 libros y pronunció más de 6000 conferencias a lo largo de su prolífica actividad en Europa, incluyendo la inauguración de la revista «Lucifer» (1904, luego «Lucifer Gnosis») y la obra «Los niños de Lucifer» (1907).



Aunque les parezca insólito, la Antroposofía se expandió velozmente, contribuyendo a difundir el evolucionismo, sirviendo de caldo de cultivo al racismo y a su apoteosis (el nazismo), creando su propio sistema médico (la citada medicina antroposófica) y dando origen a toda una doctrina educacional llamada Pedagogía Waldorf, que en nuestros días patrocina a numerosos colegios del mundo, sin exceptuar a la Argentina.

Pero la medicina y la educación relacionada con la antroposofía serán los contenidos de la segunda parte de esta nota.



Publicada originalmente en formato 1.0 en mayo de 2006

Cuerpos Incorruptos


Es por todos nosotros conocido el fenómeno de corrupción de los cuerpos después de la muerte, debida a la acción de las propias bacterias de nuestro tubo digestivo, en un principio, y de distintos organismos «descomponedores» en un segundo tiempo. El análisis detallado de este proceso ha sido fundamental para el progreso de la ciencia médica y resulta útil en múltiples pericias legales, constituyendo una disciplina en sí misma llamada tanatología.

Sin embargo, estos pasos naturalmente inexorables pueden ser modificados parcialmente por distintos medios tecnológicos o incluso por acción de ciertos agentes naturales. Las formas más reconocidas de evitar la corrupción de los cuerpos son la taxidermia (o embalsamamiento, en la cual se tratan y preservan los tegumentos externos) y la momificación, pudiendo ser esta última producida por el hombre o fruto simplemente de las condiciones climáticas adecuadas, como ocurrió con las clases pobres del Antiguo Egipto o con numerosas momias andinas.

Momia incaica (San Juan, Argentina)

Sin embargo, dejando de lado los cadáveres embalsamados o momificados, existe otra forma de conservación de los cuerpos, en la cual, sin mediar procedimiento alguno realizado por el hombre, el proceso de corrupción no se desarrolla o bien ocurre a una tasa tan lenta que no resulta explicable.

Esto se conoce con el nombre de incorrupción, y se caracteriza por dos hechos fundamentales:

- no existe absolutamente modo alguno (biológico, médico o científico «racional») capaz de explicar el fenómeno

- sólo ocurre en el seno de la Iglesia Católica


Beato Sebastián de Aparicio (fallecido en México en 1600)




Efectivamente, es notable la cantidad de personas ejemplares en la historia de la Iglesia que han sido agraciadas con esta particular condición, ya que sus cuerpos se encuentran hoy día virtualmente sin cambios con respecto al día de su fallecimiento, sin que técnica o método alguno hayan contribuido a que así sea. Se trata de un don sobrenatural que cientos de años de ciencia moderna no han podido explicar.

Es claro que el Creador por su intercesión ha preservado incorruptos los cuerpos mortales de santas y santos, manifestando su Gloria y su potestad sobre la naturaleza, casi desafiando abiertamente nuestra incredulidad.

Algunos de estos cuerpos se acompañan incluso de otros fenómenos milagrosos, como emanar olor a rosas. Por mencionar solamente algunos ejemplos, y sin dar una lista excluyente, podemos citar entre otros a:

- Beata Jacinta Marto (vidente de Fátima)

- Beato Ángelo de Acri

- San Anselmo de Biaggio

- San Bernardino de Siena

- San Ignacio de Laconi

- San Juan Bosco (el santo de los jóvenes)

- San Juan de la Cruz (doctor de la Iglesia)

- San Juan Vianney

- San Silvano (incorrupto desde hace 1700 años)

- Santa Aurelia


Santa Bernardita Soubirous (vidente de Lourdes), fallecida en 1879 -foto de Corazones.org-


- Santa Catalina de Bolonia

- Santa Catalina de Siena

- Santa Catalina Laboure (vidente de la Medalla Milagrosa)

- Santa Clara de Asís (fundadora de las Clarisas)

- Santa Clara de Montefalco

- Santa Margarita de Alacoque

- Santa Rita de Casia


Este proceso maravilloso y científicamente inexplicable no hace más que revelarnos el absoluto dominio de Dios sobre su Creación, pasmando nuestra diminuta soberbia científica y mostrando que el único camino es la Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo hace ya 2000 años.
Publicado en formato 1.0 en mayo de 2006

El Milagro Eucarístico de Lanciano




Llamamos transustanciación al extraordinario milagro que todos los días ocurre en las misas, cuando el pan y el vino son consagrados en el altar y se convierten, por la intercesión del Espíritu Santo, en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. Creemos en esta maravilla los católicos y nuestros hermanos ortodoxos. Sin embargo, otras iglesias cristianas separadas desestiman la transustanciación, y algún que otro falso historiador (Dan Brown)  sostiene sin documentación que ha sido adoptada de diversos cultos paganos. Nada más alejado de la realidad...
 
Se han documentado al menos 800 milagros eucarísticos en el mundo todo a lo largo de la historia del cristianismo, pero quizás por haber sido el primero del que existe registro, el más trascendente es sin dudas el de Lanciano.
 
 Allá por el siglo VIII, un monje de la orden de San Basilio se hallaba celebrando la Santa Misa en la iglesia de San Legonziano en Lanciano, Italia. Según las crónicas, el sacerdote había dudado de la consagración. En plena ceremonia, la hostia se convirtió en Carne y el vino del cáliz se convirtió en Sangre, la cual se coaguló en 5 fragmentos irregulares de distintos tamaños.

Pero el Milagro no sólo sorprendió a los entonces presentes... ya que la Carne y la Sangre se preservan incorruptas hasta la actualidad, sin que medie ningún proceso de conservación. Ambas pueden apreciarse en la Iglesia de San Francisco en Italia.

 

Los primeros estudios de corte científico se practicaron en el remoto 1571, pero es prudente que consideremos los hallazgos más recientes, practicados en 1970 y revisados en 1990.

Según estos trabajos (encarados por prestigiosos médicos italianos de la talla del Profesor Doctor Eduardo Linoli y del Profesor Adjunto Ruggero Bertelli, ambos de universidades seculares), la Carne conserva la forma de la hostia, con un diámetro de 6 cm, con una laceración central levantada en forma de pliegues. La porción inferior es más gruesa que la superior, sugiriendo el corte transversal de un órgano cavitado. El examen microscópico de la pieza ha revelado que pertenece a la especie humana, y específicamente, se trata de tejido cardiaco, incluyendo miocardio, endocardio e incluso secciones del nervio vago. En términos simples, la Carne es corazón humano estructuralmente completo.

La Sangre, por su parte, está separada en los 5 coágulos que antes citamos, con un total aproximado de 15 gramos. El estudio bioquímico por inmunoelectroforesis ha revelado que se trata de sangre humana, del inmunotipo AB (vale destacar esta información coincide con el mismo grupo sanguíneo del Santo Sudario).

No debemos olvidar, además, que la Carne y la Sangre se encuentran exactamente en las mismas condiciones en que se presentaron a los fieles... hace 1300 años, lo cual hace más asombroso aún, si cabe, a este Milagro.

 

Pero quizás lo más trascendente sea recordar que, en realidad, todos somos testigos DIARIOS del milagro maravilloso que representa la transustanciación, regalo único que Cristo nos lega con su presencia en cada sagrario del mundo.
 
Para mayor información, recomendamos visitar el sitio oficial del Santuario.
 

La Tierra: un Planeta Único

Son numerosas las especulaciones que desde hace décadas se tejen en torno a la posibilidad de la existencia de seres vivos fuera de la Tierra. Existen distintos modelos matemáticos que intentan explicar las probabilidades de encontrar vida extraterrestre. Sin embargo, es prudente considerar brevemente cual es la estructura de nuestro sistema solar para realizar algunas reflexiones al respecto.

Para recordarlo en forma sintética, el sistema solar está formado por:

-> una estrella (el Sol)

-> ocho planetas conocidos: 4 de ellos sólidos (Mercurio, Venus, la Tierra y Marte) y otros 4 fundamentalmente gaseosos (Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno)

-> cuerpos celestes de menor magnitud, llamados plutoides o planetas enanos, entre los cuales se destaca Plutón

-> aproximadamente 50 lunas o satélites (sólo una de ellas, Titán, tiene atmósfera)

-> una miríada de cuerpos menores sólidos (asteroides) o glaciales (cometas)

El Sol (a la derecha) y la Tierra (arriba a la izquierda, a escala)


De los 4 planetas sólidos mencionados, Mercurio carece de atmósfera o la misma ha «escapado» al espacio si alguna vez existió. Consideremos ahora a la Tierra puntualmente...

(1) Nuestro planeta tiene un diámetro en el Ecuador de 12 756 km, lo que resulta en una circunferencia de unos 40 mil kilómetros. Esto determina una fuerza de gravedad capaz de mantener a la atmósfera tal como la conocemos y disfrutamos. Si bien no es el único factor influyente, existe una relación directa entre el tamaño de un planeta y su fuerza de gravedad. Una simple reducción de ese tamaño de un 5% hubiera determinado un descenso de la gravedad con fuga de la atmósfera al espacio. Si la misma variación se hubiese dado en forma de aumento, estaríamos ahogados por una atmósfera densa y repleta de vapor de agua.

(2) Nuestro mundo tiene un período de rotación sobre su propio eje de 24 horas, lo cual determina la duración del día. Es el tiempo propicio para evitar tanto el sobrecalentamiento como la fuga de calor de la superficie. Como comparación, el planeta más similar a la Tierra en tamaño, Venus, tarda 248 días en dar una vuelta sobre sí mismo (el «día» en Venus dura 248 días terrestres)

(3) Nos separan del Sol alrededor de 150 millones de kilómetros, lo cual permite un rango adecuado de temperaturas para el desarrollo de la vida y nos protege de parte de la radiación solar nociva. Por otra parte, ese margen de temperaturas posibilita la existencia de agua en estado líquido. Volviendo a nuestro ejemplo de Venus, distante 108 millones de kilómetros del Sol, nos topamos con una temperatura promedio de 300°C. Y si nos planteamos el ejemplo contrario, Marte, a 226 millones de kilómetros del Sol, vive una permanente era glacial con un promedio de veinte grados bajo cero.

(4) La composición de nuestra atmósfera, con un 21% de oxígeno, permite la existencia tanto de formas de vida de todos los reinos (Animal, Vegetal, Protista, Monera y Hongos) como del ciclo del agua. Además, asegura la protección contra ciertos componentes de la radiación solar, de la cual sólo recibimos una milmillonésima parte.

(5) La existencia de agua en estado líquido crea el sustrato básico para todas las células conocidas, atempera el clima mundial y es capaz de disolver la mayoría de las sustancias esenciales para la vida (incluyendo al oxígeno)

Podríamos continuar durante horas demostrando porque nuestro planeta es lisa y llanamente único en numerosos aspectos. Sería interesante debatir mediante métodos estadísticos básicos cuales son las posibilidades de que esta asociación fantástica de evidencias se deba al sólo fruto del azar... y seguramente nos encontraremos con una contundente derrota de nuestra capacidad de asombro, por un lado, y con la necesidad natural de alabar al Creador de un planeta auténticamente sorprendente.