lunes, 1 de octubre de 2007

La Ecología y Juan Pablo II



La relación de conflicto entre el hombre y la Creación, fruto de la desobediencia al plan original de Dios, ha puesto al propio ser humano y a la naturaleza al borde de la destrucción, fruto del desinterés de la humanidad por el medio ambiente. Ya el siervo de Dios Juan Pablo II nos llamaba a la reflexión para evitar una catástrofe a principios del corriente siglo, tal cual nos narraba en su Audiencia General del 17 de enero de 2001:

1. En el himno de alabanza que acabamos de proclamar (Sal 148, 1-5), el Salmista convoca a todas las criaturas, llamándolas por su nombre. En las alturas se asoman ángeles, sol, luna, estrellas y cielos; en la tierra se mueven veintidós criaturas, tantas cuantas son las letras del alfabeto hebreo, para indicar plenitud y totalidad. El fiel es como «el pastor del ser», es decir, aquel que conduce a Dios todos los seres, invitándolos a entonar un «aleluya» de alabanza. El salmo nos introduce en una especie de templo cósmico que tiene por ábside los cielos y por naves las regiones del mundo, y en cuyo interior canta a Dios el coro de las criaturas.Esta visión podría ser, por un lado, la representación de un paraíso perdido y, por otro, la del paraíso prometido. Por eso el horizonte de un universo paradisíaco, que el Génesis coloca en el origen mismo del mundo (capítulo 2), Isaías (capítulo 11) y el Apocalipsis (capítulos 21-22) lo sitúan al final de la historia. Se ve así que la armonía del hombre con su semejante, con la Creación y con Dios es el proyecto que el Creador persigue. Dicho proyecto ha sido y es alterado continuamente por el pecado humano, que se inspira en un plan alternativo, representado en el libro mismo del Génesis (capítulos 3-11), en el que se describe la consolidación de una progresiva tensión conflictiva con Dios, con el semejante e incluso con la naturaleza.

2. El contraste entre los dos proyectos emerge nítidamente en la vocación a la que la humanidad está llamada, según la Biblia, y en las consecuencias provocadas por su infidelidad a esa llamada. La criatura humana recibe una misión de gobierno sobre la creación para hacer brillar todas sus potencialidades. Es una delegación que el Rey divino le atribuye en los orígenes mismos de la creación, cuando el hombre y la mujer, que son «imagen de Dios» (Génesis 1, 27), reciben la orden de ser fecundos, multiplicarse, llenar la tierra, someterla y dominar los peces del mar, las aves del cielo y todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra (cf. Gn 1, 28). San Gregorio de Niza, uno de los 3 grandes Padres capadocios, comentaba: «Dios creó al hombre de modo tal que pudiera desempeñar su función de rey de la tierra (...). El hombre fue creado a imagen de Aquel que gobierna el universo. Todo demuestra que, desde el principio, su naturaleza está marcada por la realeza (...). Él es la imagen viva que participa con su dignidad en la perfección del modelo divino" (De hominis opificio, 4: PG 44, 136).

3. Sin embargo el señorío del hombre no es «absoluto, sino ministerial, reflejo real del señorío único e infinito de Dios. Por eso, el hombre debe vivirlo con sabiduría y amor, participando de la sabiduría y del amor inconmensurables de Dios» (Evangelium vitae, 52: L'Osservatore romano, edición en lengua española, 31 de marzo de 1995, p. 12). En el lenguaje bíblico «dar el nombre» a las criaturas (cf. Gn 2, 19-20) es el signo de esta misión de conocimiento y de transformación de la realidad creada. Es la misión no de un dueño absoluto e incensurable, sino de un administrador del reino de Dios, llamado a continuar la obra del Creador, una obra de vida y de paz. Su tarea, definida en el libro de la Sabiduría, es la de gobernar «el mundo con santidad y justicia» (Sb 9, 3). Por desgracia, si la mirada recorre las regiones de nuestro planeta, enseguida nos damos cuenta de que la humanidad ha defraudado las expectativas divinas. Sobre todo en nuestro tiempo, el hombre ha devastado sin vacilación llanuras y valles boscosos, ha contaminado las aguas, ha deformado el hábitat de la tierra, ha hecho irrespirable el aire, ha alterado los sistemas hidrogeológicos y atmosféricos, ha desertizado espacios verdes, ha realizado formas de industrialización salvaje, humillando -con una imagen de Dante Alighieri (Paraíso, XXII, 151)- el "jardín" que es la tierra, nuestra morada.
4. Es preciso, pues, estimular y sostener la «conversión ecológica», que en estos últimos decenios ha hecho a la humanidad más sensible respecto a la catástrofe hacia la cual se estaba encaminando. El hombre no es ya «ministro» del Creador. Pero, autónomo déspota, está comprendiendo que debe finalmente detenerse ante el abismo. «También se debe considerar positivamente una mayor atención a la calidad de vida y a la ecología, que se registra sobre todo en las sociedades más desarrolladas, en las que las expectativas de las personas no se centran tanto en los problemas de la supervivencia cuanto más bien en la búsqueda de una mejora global de las condiciones de vida» (Evangelium vitae, 27: L'Osservatore romano, edición en lengua española, 31 de marzo de 1995, p. 8). Por consiguiente, no está en juego sólo una ecología «física», atenta a tutelar el hábitat de los diversos seres vivos, sino también una ecología «humana», que haga más digna la existencia de las criaturas, protegiendo el bien radical de la vida en todas sus manifestaciones y preparando a las futuras generaciones un ambiente que se acerque más al proyecto del Creador.

5. Los hombres y mujeres, en esta nueva armonía con la naturaleza y consigo mismos, vuelven a pasear por el jardín de la Creación, tratando de hacer que los bienes de la tierra estén disponibles para todos y no sólo para algunos privilegiados, precisamente como sugería el jubileo bíblico (cf. Lv 25, 8-13. 23). En medio de estas maravillas descubrimos la voz del Creador, transmitida por el cielo y la tierra, por el día y la noche: un lenguaje «sin palabras de las que se oiga el sonido», capaz de cruzar todas las fronteras (cf. Sal 19, 2-5). El libro de la Sabiduría, evocado por san Pablo, celebra esta presencia de Dios en el universo recordando que «de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor» (Sb 13, 5; cf. Rm 1, 20). Es lo que canta también la tradición judía de los Chassidim: "¡Dondequiera que yo vaya, Tú! ¡Dondequiera que yo esté, Tú...! ¡Dondequiera me vuelva, en cualquier parte que admire, sólo Tú, de nuevo Tú, siempre Tú!" (M. Buber, I racconti dei Chassidim, Milán 1979, p. 256).
Publicado en formato 1.0 en octubre de 2007

Beato Francisco Gárate

Francisco Gárate nació en Guizupcoa, España, en 1857. Con tan sólo 19 años hizo sus votos religiosos en la Compañía de Jesús.

Si bien sus primeros pasos los desarrolló como enfermero en La Guardia durante casi 11 años, en 1888 fue destinado a Deusto, donde durante el sorprendente lapso de casi 42 años ejercicio el doble rol de sacristán y portero.

Francisco tuvo la notable virtud de santificar su obligación diaria, de convertir en un santo de la vida profesional. Como cita el Decreto de Virtudes Heroicas, fue un “santo de la vida ordinaria”, tanto un profesional santo como un santo profesional.


Sólo se han documentado 3 salidas en esos 42 años, incluyendo la que sería su partida a la enfermería allí en Deusto antes de partir a la Casa del Padre. Francisco Gárate era entrega a todos, para todos y por todos, tanto para lo natural y cotidiano como para lo sobrenatural, con una real devoción a la Voluntad Divina.

Él mismo afirmaba que su gran escuela eran los Ejercicios Espirituales del fundador de la Orden, San Ignacio de Loyola. Sabemos que fue un contemplativo en la acción, resolviendo sus tareas por amor, como queriendo hacer de su vida un don. La noche del 8 al 9 de septiembre de 1929 el hermano Francisco partía a su última morada; el 16 de octubre de 1985 su Santidad, Juan Pablo II, lo beatificaba rumbo a los altares.

Beato Francisco Gárate, ruega por nosotros.

Publicado en formato 1.0 en octubre de 2007

La Caridad Salva al Mundo


1) Para saber

El Papa Benedicto XVI ha seguido meditando sobre las figuras más destacadas de los orígenes de la Iglesia. Cada semana habla a los peregrinos los miércoles. Ahora habló sobre San Gregorio Nacianceno, quien fue un ilustre teólogo, orador y defensor de la fe cristiana del siglo IV.
Gregorio nació de una noble familia y su madre lo consagró a Dios desde su nacimiento, que ocurrió sobre el 330. Después de la primera educación familiar, frecuentó las más célebres escuelas de la época: Cesarea, Alejandría y, sobre todo, Atenas.

Hacia el 379, Gregorio fue llamado a Constantinopla, para guiar a la pequeña comunidad católica fiel al Concilio de Nicea y a la fe trinitaria. Sus discursos se han hecho famosos por la seguridad de la doctrina, la habilidad del razonamiento, que hace realmente comprender que ésta es la lógica divina. Y lo decía de forma fascinante. Por ello recibió el apelativo de “teólogo”.
Una lección que Benedicto XVI nos aconseja tomar de San Gregorio Nacianceno es la caridad, el amor a los necesitados.

2) Para pensar

En una ocasión un hombre hablaba con Dios y le reclamaba diciendo: "Señor si Tú eres creador de todas las cosas maravillosas del mundo, ¿por qué permites tantas injusticias, tanta hambre, tantas guerras? ¿Porque no envías a alguien para que intervenga y pueda servir como agente de cambio, para hacer de este mundo un mundo mejor?"

Dios mirándolo fijamente a los ojos y con voz paterna y dulce le dijo: "Sí he tenido en cuenta todo lo que tú me reclamas, hijo... por ello te envié a tí..."

Hemos de saber que Dios espera de cada uno que contribuya a que este mundo sea más justo. El Papa nos recuerda que San Gregorio, refiriéndose a los enfermos y a las personas que atraviesan dificultades, decía: «Esta es la única salvación para nuestra carne y nuestra alma: la caridad hacia ellos; el hombre tiene que imitar la bondad y el amor de Dios.»

San Gregorio recomendaba: «Si estás sano y eres rico, alivia la necesidad de quien está enfermo y es pobre; si no has caído, ayuda a quien ha caído y vive en el sufrimiento; si estás contento, consuela a quien está triste; si eres afortunado, ayuda a quien ha sido mordido por la desventura… No seas sólo rico de bienes, sino de piedad; no sólo de oro, sino de virtudes... Supera la fama de tu prójimo siendo más bueno que todos; conviértete en Dios para el desventurado, imitando la misericordia de Dios».

3) Para vivir

El Nacianceno era un hombre manso, y en su vida siempre trató de promover la paz en la Iglesia. Con audacia evangélica se esforzó por superar su propia timidez para proclamar la verdad de la fe.

Sentía profundamente el anhelo de acercarse a Dios, de unirse a Él. Lo expresa él mismo en una poesía, en la que escribe: «grandes corrientes del mar de la vida, agitado de aquí a allá por impetuosos vientos,… había sólo una cosa que quería, mi única riqueza, consuelo y olvido de los cansancios, la luz de la santa Trinidad».

El Papa nos sugiere aprender la primacía de Dios que puso san Gregorio en su vida, alcanzando así la santidad: “sin Dios, el hombre pierde su grandeza, sin Dios no hay humanismo auténtico”.

La Escuela de Matemáticas de Amberes

Uno de los objetivos de las publicaciones de Revista Fides et Ratio es desmitificar que exista enfrentamiento entre la ciencia y la Fe. Son numerosos, como hemos recorrido en nuestras páginas, los ejemplos de científicos fieles a la Iglesia. Del mismo modo, los descubrimientos modernos corroboran día a día las afirmaciones de la Fe. Las ciencias no pueden prescindir de la trascendencia, como bien nos ha enseñado Benedicto XVI.

Un nuevo elemento que apoya este enfoque es recordar que el primer centro de investigaciones avanzadas de ciencias exactas de Europa fue la Escuela de Matemáticas de Amberes (Bélgica), nacida en el siglo XVII.

Debemos situarnos en 1617, justo un año después del histórico choque entre Galileo Galilei y el Cardenal Bellarmino. Fueron los jesuitas, en una Europa convulsionada por los coletazos de la reforma protestante, quienes erigieron la Escuela Especial de Matemáticas Superiores, a cargo inicialmente del sacerdote F. d´Aguilon, teólogo y físico, quien sería el diseñador del templo jesuita de Amberes.

Fue este sacerdote quien utilizó por vez primera la proyección estereográfica que, en pleno siglo XXI se continúa empleando en meteorología e incluso en aeronavegación. La historia también lo recuerda por su amistad con el reconocido pintor Rubens, colaborador de d´Aguilon y autor de los grabados de uno de sus tratados, el llamado Opticorum libri sex philosophis juxta ac mathematicis utiles ("Seis libros de óptica útiles por igual para filósofos y matemáticos")

Grabado de Opticorum libri sex philosophis juxta ac mathematicis utiles

Lamentablemente, el padre François d’Aguilon sólo estuvo al frente de la institución unos pocos meses, pero su sucesor fue nada menos que el conocido sacerdote Gregory Saint-Vincent, precursor de Newton en numerosos capítulos de álgebra, incluyendo el cálculo infinitesimal, el límite de las sucesiones infinitas y el cálculo integral. Se lo considera, junto a Fermat y a Descartes, uno de los padres de la geometría analítica. Fue precisamente este último quien lo llamó a la reflexión cuando el sacerdote creyó haber descubierto la cuadratura del círculo.

La Escuela Especial de Matemáticas Superiores continuó su labor docente hasta el año 1690, cuando distintas instituciones similares, muchas de ellas formadas por científicos crecidos en sus filas, comenzaron a difundirse por toda Europa.