domingo, 1 de octubre de 2006

Las Células Madre

«El afán de dinero es la raíz de todos los males del mundo» (1 Tim; 6,10)


En los últimos tiempos, ha sido reiterado el uso de la expresión «células madre» (stem cells) en distintos medios de comunicación, publicitándolas como la panacea para variadas dolencias. Con preocupación puede notarse que estos comentarios proceden en general del discurso de «comunicadores sociales» con el más profundo desconocimiento del tema (en el mejor de los casos) o de personas que, en su afán de recibir dinero, no vacilan en reivindicar a Maquiavelo de sus cada vez más ardientes cenizas.

Es prudente plantearnos aquí que es lo que llamamos células madre, cual es su origen, su eventual potencialidad en tratamientos médicos y que es lo que muchos esconden detrás de su eventual utilización.



Recordaremos inicialmente que, desde el momento de la fecundación, o sea, desde la unión de óvulo y espermatozoide, se conforma un nuevo individuo, único, irrepetible, con plena dignidad humana y sujeto de derecho desde ese preciso instante. Esa nueva persona al principio consta de una sola célula, con todo el material genético necesario para dar lugar a la totalidad de un niño al momento del nacimiento a la vida extrauterina.


Esa primera célula se divide sucesivamente en 2, 4, 8, 16... millones de células nuevas, todas ellas conservando el total del ADN de aquella célula primordial. Sin embargo, con el correr de los días, algunas de esas células comienzan a «especializarse» en distintas tareas. Entonces, algunas de esas células se prepararán para constituir el corazón del embrión; otras formarán sus miembros; otras, su tubo digestivo; otras, su cerebro; y así, daremos lugar a la multitud de órganos y sistemas que conforman la totalidad del ser.






Diferenciación de las células madres (adaptación del esquema de la Universidad de Stanford)



Es interesante remarcar que este proceso, que en ciencias biológicas se conoce con el nombre de diferenciación celular, posee ciertas características destacables:

(1) Cada célula conserva TODO el potencial genético de aquel fruto de la fecundación, pero EXPRESA SOLAMENTE una parte de ese potencial, específicamente aquel que es «útil» para el rol que ocupa en el organismo (por ejemplo, un glóbulo blanco posee todo el material genético de la primera célula embrionaria, pero expresa sólo la información necesaria para cumplir su función en las defensas del organismo)

(2) El proceso de diferenciación es IRREVERSIBLE, esto es, una vez que una célula se ha «especializado» en una función, no puede modificarse para cumplir otra (una neurona, por ejemplo, es incapaz de convertirse en un hepatocito, pese a que ambas células cuentan con la totalidad del mismo material genético)


Este proceso, como hemos narrado, ocurre precozmente en el desarrollo de la vida. No obsante, un grupo menor de células, sorprendentemente, conservan un estado de diferenciación muy primario y casi idéntico al de la célula embrionaria primordial. Estas son las llamadas «células madres», «células totipotenciales» o «células estaminales» (nombre que procede de la castellanización del anglicismo stem cell, equivalente a célula troncal).

Las células madres presentan, si bien no es la denominación estricta, una suerte de estado de «indiferenciación», por lo cual, rodeadas de un medio adecuado, conservan la capacidad de diferenciarse en distintos tipos celulares. El descubrimiento de las células estaminales, como es esperable, ha abierto las puertas a proponer soluciones para enfermedades caracterizadas por la degeneración o destrucción de tejidos:

* enfermedades neurológicas fruto de pérdida neuronal (demencia tipo Alzheimer, enfermedad de Parkinson), en las cuales se postula que, implantando células totipotenciales en las regiones adecuadas del cerebro, estas podrían diferenciarse y cubrir el vacío de las neuronas faltantes

* la diabetes, en la cual las células pancreáticas productoras de insulina podrían sustituirse, al ser reemplazadas por células madres que se diferenciarían adecuadamente

* existe un largo etcétera de posibilidades, que incluye reemplazo de tejido cardiaco infartado, de pulmón dañado por tabaco, de piel destruida por quemaduras...


Al momento de escribir estas reflexiones, la inmensa mayoría de las situaciones descriptas son aún terreno de ficción, ya que las primeras experiencias en algunos de estos terrenos han sido en realidad desalentadoras. Sin embargo, el objetivo fundamental de este artículo es que consideremos cuales son las fuentes de las células madre disponibles:

* La médula ósea de adultos y niños. En efecto, en el interior de nuestros huesos se encuentran células estaminales con capacidad para diferenciarse en glóbulos blancos de distintas estirpes, en glóbulos rojos o en plaquetas. Estas son las células empleadas en la realización de transplantes autólogos y heterólogos de médula ósea que han permitido salvar la vida de miles de enfermos hematológicos

* El cordón umbilical al momento del nacimiento. El mismo contiene células troncales que pueden tomarse de allí sin el menor daño para el bebé o la madre

* La placenta. Caben aquí las mismas consideraciones que las citadas para el cordón umbilical

* Los embriones humanos en los primeros días posteriores a la concepción.


Y es aquí donde debemos detenernos para un análisis más profundo. En las tres primeras situaciones descriptas, no existe posibilidad de provocar daño alguno en el «donante» de las células madres. Sin embargo, para poder tomar células de un embrión es necesaria la DESTRUCCIÓN del mismo, esto es, el ASESINATO de una vida humana.

Como todos conocemos, existe una «superproducción» de embriones, fruto de las técnicas actuales de fertilización asistida, por la cual se fecundan numerosos óvulos, seleccionando cuales serán implantados en el útero materno y cuales serán congelados (en términos concretos, cuales hijos llegarán a formarse por completo y cuantos permanecerán criopreservados). A tal fin, es oportuno que recordemos como es el proceso habitual de fecundación en el ser humano:

Embrión humano de 3 semanas de vida intrauterina

* el eyaculado masculino en promedio contiene unos 300 millones de espermatozoides, los cuales poseen la mitad del material genético (ADN) que participará en la formación del embrión

* el óvulo femenino (en promedio uno cada 28 días) contiene la segunda mitad de ese material genético

* el encuentro entre el óvulo y uno de entre la miríada de espermatozoides, en general en las trompas de Falopio femeninas, da lugar a la fusión de ambos (fecundación), momento en que se origina UN NUEVO SER HUMANO, con material genético diferenciado e irrepetible.


Tras este escueto repaso fisiológico, cabe aquí remarcar que, en efecto, en la mayoría de los ciclos femeninos se produce un único óvulo (cuando excepcionalmente ocurre lo contrario, tenemos lugar al desarrollo de gemelos no idénticos, productos de la fusión de dos óvulos diferentes con sendos espermatozoides). Con un cálculo grosero, sabremos entonces que, si el promedio de la edad de la menarca es a los 14 años y la de la menopausia es a los 48, al ritmo de un ciclo cada 28 días, una mujer contará con cerca de 450 ciclos fértiles o, lo que es lo mismo, unos 450 óvulos a lo largo de su vida fértil en condiciones de ser fecundados.


Sin embargo, la capacidad de una mujer de producir estas células es mucho mayor (se calcula que cada ovario contiene al momento del nacimiento varios miles de ovocitos). Este conocimiento es aplicado por las técnicas convencionales de fertilización asistida, mediante las cuales se administra a las mujeres distintas hormonas recombinantes capaces de producir la liberación simultánea de gran cantidad de óvulos (muchas veces diez ó más de ellos en un solo ciclo).

Estos óvulos fértiles son «incubados» con el esperma del donante (el esposo, en el mejor de los casos) en un medio apropiado, obteniéndose así numerosos embriones (personas). El proceso se denomina in vitro porque la fecundación ocurre fuera del seno materno.

De los citados hijos neoformados se «elige» (sin eufemismos) cuales serán implantados en el útero materno y cuales serán «preservados» en tanques glaciares en estado de animación suspendida. En términos menos elegantes, se selecciona de los hijos recién concebidos cuales continuarán su desarrollo normal y cuales permanecerán congelados para el olvido. Para completar el panorama macabro, si bien no caben hoy dudas de que estos niños son personas criopreservadas (desde la óptima de la Biología, la Filosofía, la Teología y la Moral), existe un conflicto jurídico a la hora de valorar los derechos de estos niños no nacidos, atormentados bajo nitrógeno líquido.

El destino de estos pequeños es variable, pero en general sombrío. Si bien en algunos casos son adoptados por parejas infértiles e implantados en un nuevo seno materno, muchos otros mueren por ser «no viables». Numerosos son olvidados por sus propios padres y su destino final es... el de ser fuentes de células madre, a través del generoso financiamiento de muchos laboratorios.

Como hemos mencionado con anterioridad, existen terrenos promisorios en el campo de la investigación de células madre, las cuales PUEDEN EXTRAERSE DE TEJIDOS NO EMBRIONARIOS, como el cordón umbilical, la médula ósea de adultos y niños y la placenta. Es inadmisible la sistematización del homicidio de embriones congelados para ser sometidos a experiencias científicas. Urge la necesidad de un marco jurídico en el respeto de la ley natural, donde el primero de los derechos humanos es el derecho a la vida –incluyendo la de los niños no nacidos–.

Quizás ha llegado el momento de plantear la figura legal del genocidio cuando el aborto y la destrucción de seres humanos congelados se realizan recurrentemente al solo fin de la dominante idolatría del dinero.
Publicado en formato 1.0 en 2 partes entre octubre y noviembre de 2006

La Salette (Apariciones Marianas)





En 1846, en una región montañosa del sudeste de Francia, tuvo lugar otra de las apariciones marianas contemporáneas más importantes. Se trata de la manifestación de la Santísima Virgen María a dos pastores del poblado de La Salette: Maximino Giraud y Melanie Mathieu, de 11 y 15 años respectivamente para ese entonces.

Llamativamente (o no...) los niños se habían conocido el día previo a la aparición, cuidando ganado en la montaña; de hecho el padre de Melanie le había pedido que instruyera a Maximino en la tarea, porque el pequeño cubriría el lugar de un ayudante de su padre el cual había enfermado.


La Salette

Según sus propias palabras, esto no fue fácil para Melanie, quien tenía cierta tendencia a la soledad. Pese a eso, repitieron al día siguiente de su primer encuentro la tarea de cuidado de los animales. Corría el sábado 19 de septiembre de 1846, uno de los últimos días de un verano caluroso en Europa. Después de la siesta, divisaron un globo luminoso que parecía dividirse.
Se acercaron hacia la luz para encontrarse allí con Nuestra Señora, sentada sobre una enorme piedra, quien lloraba con profunda tristeza. En un principio atemorizados, los niños fueron aproximándose a María, quien les dijo que no temieran.


Los niños la describieron como una mujer alta, de aspecto majestuoso, vestida de blanco y con un delantal ceñido a la cintura. Llamaba la atención el chal, también blanco, adornado con rosas sobre sus hombros, con calzado de las mismas características. Y también estaba formada por rosas la corona que brillaba sobre su cabeza.


María, en el dialecto francés local, se dirigió a los niños para transmitirles un primer mensaje, solicitando por pedido de Jesús obediencia a las leyes de Dios: «La gente no observa el Día del Señor, continúan trabajando sin parar los Domingos. Tan sólo unas mujeres mayores van a Misa en el verano. Y en el invierno cuando no tienen más que hacer van a la iglesia para burlarse de la religión. El tiempo de Cuaresma es ignorado. Los hombres no pueden jurar sin tomar el Nombre de Dios en vano. La desobediencia y el pasar por alto los mandamientos de Dios son las cosas que hacen que la mano de mi Hijo sea más pesada».

María, asimismo, predijo también una terrible hambruna, fruto de la pérdida de cosechas de papas, cereales y uvas. Por otra parte, les comunicó a cada joven un secreto que no deberían revelar a nadie, con excepción del Papa, en una petición especial que el mismo les haría.

La incredulidad general fue la primera respuesta del pueblo a la aparición; sin embargo, cerca del lugar donde Nuestra Señora surgió una fuente y numerosos milagros empezaron a ocurrir. Por otro lado, las terribles calamidades que fueron anunciadas se empezaron a cumplir: la terrible hambruna debida a la falta de papas de 1846 se difundió por Europa, especialmente en Irlanda, y la escasez de trigo y maíz fue tan severa que más de un millón de personas en Europa murieron de inanición. Una enfermedad afectó las uvas en toda Francia. Acaso el castigo hubiera sido peor de no haber sido por los que acataron el mensaje de La Salette: muchos comenzaron a ir a Misa y se cesaron de hacer trabajos innecesarios el día del Señor.


El Obispo de La Salette encargó a dos teólogos la investigación de la aparición y de todas las curaciones registradas, tarea que se llevó a cabo durante 5 años. Por su parte, el papa Pío IX aprobó la devoción a Nuestra Señora de La Salette y le pidió a los jóvenes que el relato de los secretos le fuera enviado por escrito. Poco tiempo después, el Santo Padre diría: «Estos son los secretos de La Salette; si el mundo no se arrepiente, perecerá».

Un extracto fue publicado en 1879 por la propia Melanie, con imprimatur del Obispo de Lecce (Italia). Recién en 1922 se divulgó el texto completo, con licencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Así, Nuestra Señora nos brindó en el siglo XIX un panorama contundente de los momentos que vendrían y llamó a los verdaderos imitadores de su Hijo (los «Apóstoles de los Últimos Tiempos») para la reconciliación de los hombres con su Creador. Uno de los ejes centrales del secreto es la Gran Apostasía, ya anunciada por San Juan en el Apocalipsis (al igual que en este hermoso libro de la Biblia, es destacable que las profecías de La Salette no parecen guardar un orden sucesivo de correlato). No debemos olvidar que esa Gran Apostasía ya fue denunciada en noviembre de 1972 por Pablo VI («el humo del infierno se ha infiltrado en la Iglesia de Dios»).


De acuerdo con las publicaciones oficiales, Nuestra Señora le dijo a la vidente:

«Melanie, esto que yo te voy a decir ahora no será siempre secreto; puedes publicarlo en 1858: los Sacerdotes, Ministros de mi Hijo, por su mala vida, por sus irreverencias e impiedad al celebrar los santos misterios, por su amor al dinero, a los honores y a los placeres, se han convertido en cloacas de impureza.»

«¡Sí!, los Sacerdotes piden venganza y la venganza pende de sus cabezas. ¡Ay de los sacerdotes y personas consagradas a Dios que por sus infidelidades y mala vida crucifican de nuevo a Mi Hijo! Los pecados de las personas consagradas a Dios claman al Cielo y piden venganza, y he aquí que la venganza está a las puertas, pues ya no se encuentra nadie que implore misericordia y perdón para el Pueblo. Ya no hay almas generosas ni persona digna de ofrecer la víctima sin mancha al Eterno, en favor del mundo.»

«Dios va a castigar de una manera sin precedentes. ¡Ay de los habitantes de la Tierra...! Dios va a derramar su cólera y nadie podrá sustraerse a tantos males juntos. ¡Los jefes, los conductores del Pueblo de Dios, han descuidado la oración y la penitencia, y el demonio ha oscurecido sus inteligencias, se han convertido en estrellas errantes que el viejo diablo arrastrará con su cola para hacerlos perecer. Dios permitirá a la serpiente antigua poner divisiones entre los soberanos, en las sociedades y en las familias. (...)»

«La sociedad está en vísperas de las más terribles calamidades y los más grandes acontecimientos. Se verá obligada a ser gobernada por una vara de hierro y a beber el cáliz de la cólera de Dios. Que el Vicario de mi Hijo, el soberano Pontífice Pío IX, no salga ya de Roma después del año de 1859; pero que sea firme y generoso; que combata con las armas de la fe y del amor. Yo estaré con él. (...) Italia será castigada por su ambición de querer sacudir el yugo del Señor de los Señores. (...) La sangre correrá por todas partes. Las Iglesias serán cerradas o profanadas. Los Sacerdotes y religiosos serán perseguidos.(...) Muchos abandonarán la Fe, y el número de Sacerdotes y religiosos que se separarán de la verdadera religión será grande. Entre estas personas se encontrarán incluso Obispos.»

«Que el Papa se ponga en guardia contra los obradores de milagros, pues llega el tiempo en que los prodigios más asombrosos tendrán lugar en la tierra y en los aires. (...) Lucifer, con gran número de demonios, serán desatados del Infierno; abolirán la fe, aún entre las personas consagradas a Dios. (...) Muchas casas religiosas perderán completamente la fe y perderán a muchísimas almas. Los malos libros abundarán en la Tierra y los espíritus de las tinieblas extenderán por todas partes un relajamiento universal en todo lo relativo al servicio de Dios. Habrá Iglesias para servir a esos espíritus. (...) ¡Ay de los príncipes de la Iglesia que se hayan dedicado únicamente a amontonar riquezas, a poner a salvo su autoridad y dominar con orgullo!»
«El Vicario de Mi Hijo tendrá mucho que sufrir, porque por un tiempo la Iglesia será entregada a grandes persecuciones. Esta será la hora de las tinieblas. La Iglesia tendrá una crisis espantosa. Dado el olvido de la santa Fe en Dios, cada individuo querrá guiarse por sí mismo y ser superior a sus semejantes. (...) El Santo Padre sufrirá mucho. Yo estaré con él hasta el fin para recibir su sacrificio. Los malvados atentarán muchas veces contra su vida, sin poder poner fin a sus días; pero ni él ni su sucesor verán el triunfo de la Iglesia de Dios. Los gobernantes civiles tendrán todos un mismo plan, que será abolir y hacer desaparecer todo principio religioso para dar lugar al materialismo, al ateísmo, (...) a toda clase de vicios.»

«Que los que estén al frente de las comunidades religiosas vigilen a las personas que han de recibir, porque el demonio usará toda su malicia para introducir en las órdenes religiosas a personas entregadas al pecado, pues los desórdenes y el amor de los placeres carnales se extenderán por toda la Tierra. Francia, Italia, España e Inglaterra estarán en guerra; la sangre correrá por las calles; el francés luchará contra el francés, el italiano contra el italiano... habrá una guerra universal que será espantosa. Por algún tiempo Dios no se acordará de Francia ni de Italia, porque el Evangelio de Cristo no es ya conocido.»

«Los malvados desplegarán toda su malicia. Al primer golpe de su espada fulminante las montañas y la naturaleza temblarán de espanto, porque los desórdenes y los crímenes de los hombres traspasan la bóveda de los Cielos. París será quemado, y Marsella engullida; varias grandes ciudades serán sacudidas y engullidas por terremotos. Se creerá que todo está perdido. No se verán más que homicidios, no se oirá más que ruido de armas y blasfemias. Los justos sufrirán mucho, sus oraciones, su penitencia y sus lágrimas subirán hasta el Cielo, y todo el Pueblo de Dios pedirá perdón y misericordia e implorarán su ayuda e intercesión. Entonces Jesucristo, por un acto de justicia y de su gran misericordia con los justos, mandará a sus ángeles que destruyan a todos sus enemigos. Los perseguidores de la Iglesia de Cristo y los hombres dados al pecado perecerán de golpe, y la Tierra quedará como un desierto.»

«Entonces será la paz, la reconciliación de Dios con los hombres; Jesucristo será servido, adorado y glorificado. La caridad florecerá en todas partes. Los nuevos reyes serán el brazo derecho de la Santa Iglesia que será fuerte, humilde, piadosa, pobre, celosa e imitadora de las virtudes de Jesucristo. El Evangelio será predicado por todas partes y los hombres harán grandes progresos en la fe, porque habrá unidad entre los obreros de Jesucristo, y los hombres vivirán en el temor de Dios.» (...)

«La Tierra será castigada con todo género de plagas. Habrá guerras, hasta la última que la harán los diez reyes del anticristo, los cuales tendrán todos un mismo plan, y serán los únicos que gobernarán al mundo. Antes que eso suceda, habrá una especie de falsa paz en el mundo; no se pensará más que en divertirse; los malvados se entregarán a toda clase de pecados; pero los hijos de la Santa Iglesia, los hijos de la fe, mis verdaderos imitadores, creerán en el amor de Dios y en las virtudes que me son más queridas. Dichosas las almas humildes guiadas por el Espíritu Santo, Yo combatiré con ellas hasta que lleguen a la plenitud de la edad.»

«La naturaleza clama venganza contra los hombres, y tiembla de espanto en espera de lo que debe suceder en la Tierra encharcada de crímenes. Temblad, Tierra, y vosotros que hacéis profesión de servir a Jesucristo y que interiormente os adoráis a vosotros mismos, ¡temblad!, pues Dios va a entregaros a sus enemigos, porque los lugares santos están en la corrupción. Muchos conventos no son ya casa de Dios, sino pastizales de Asmodeo. Durante este tiempo nacerá el anticristo... Hará prodigios y no se alimentará sino de impurezas. ... Se cambiarán las estaciones... Los astros perderán sus movimientos regulares. La luna no reflejará más que una débil luz rojiza. El agua y el fuego causarán en el globo terrestre movimientos convulsivos y horribles terremotos.»

«Roma perderá la Fe y se convertirá en la sede del anticristo. Los demonios del aire, con el anticristo, harán grandes prodigios en la Tierra y en los aires, y los hombres se pervertirán más y más. Dios cuidará de sus fieles servidores y de los hombres de buena voluntad. El Evangelio será predicado por todas partes. Todos los pueblos y todas las naciones conocerán la verdad.»
«Hago una apremiante llamada a la Tierra, llamo a los verdaderos discípulos del Dios que vive y reina en los Cielos, llamo a los verdaderos imitadores de Cristo hecho hombre, el único y verdadero salvador de los hombres. Llamo a mis hijos, a mis verdaderos devotos, a los que se me han consagrado a fin de que los conduzca a mi Divino Hijo, los que llevo, por decirlo así, en mis brazos, los que han vivido de mi espíritu. Finalmente... llamo a los Apóstoles de los Últimos Tiempos. Los fieles discípulos de Jesucristo que han vivido en el menosprecio del mundo y de sí mismos, en la pobreza y en la humildad, en la oración y en la mortificación, en la castidad y en la unión con Dios, en el sufrimiento, y desconocidos del mundo.»

«Ya es hora que salgan y vengan a iluminar la Tierra: id y mostraos como mis hijos queridos, yo estoy con vosotros y en vosotros, con tal que vuestra fe sea la luz que os ilumine en esos días de infortunio. ... Luchad, hijos de la luz, vosotros pequeño número... pues ya está aquí el tiempo de los tiempos, el fin de los fines. La Iglesia se oscurecerá, el mundo quedará consternado. Pero he ahí Enoch y Elías, llenos del espíritu de Dios; predicarán con la fuerza de Dios, y los hombres de buena voluntad creerán en Dios, y muchas almas serán consoladas. Harán grandes prodigios por la virtud del Espíritu Santo, y condenarán los errores diabólicos del anticristo.»

«¡Ay de los habitantes de la Tierra...! Habrá guerras sangrientas y hambres, pestes y enfermedades contagiosas; habrá lluvias de un granizo espantoso... Tempestades que destruirán ciudades, terremotos que engullirán países; se oirán voces en el aire; los hombres se golpearán la cabeza contra los muros, llamarán a la muerte. ... La sangre correrá por todas partes. ¿Quién podrá resistir si Dios no disminuye el tiempo de la prueba? Por la sangre, las lágrimas y oraciones de los justos, Dios se dejará aplacar. Enoc y Elías serán muertos. Roma pagana desaparecerá, caerá fuego del cielo y consumirá tres ciudades; el universo entero estará preso del terror, y muchos se dejarán seducir por no haber adorado al verdadero Cristo, que vivía entre ellos.»

«Ha llegado el tiempo. El sol se oscurece, solo la fe vivirá. Aquí está el tiempo. El abismo se abre. He aquí el rey de los reyes de las tinieblas. Aquí está la bestia con sus súbditos, llamándose el salvador del mundo. Se elevará con orgullo por los aires para subir hasta el Cielo. Será sofocado por el soplo de San Miguel Arcángel. Caerá. Y la Tierra, que llevará tres días en continuas evoluciones, abrirá su seno lleno de fuego. Será hundido para siempre, (el anticristo), con todos los suyos, en los abismos eternos del infierno. Entonces el agua y el fuego purificarán y consumirán todas las obras del orgullo de los hombres y todo será renovado. Dios será servido y glorificado.»

El secreto, ampliamente coincidente con el Apocalipsis, narra el triunfo definitivo de la Iglesia, después del Juicio de las Naciones, donde seremos un solo rebaño y un solo Pastor. También se habla del anticristo, líder máximo de la Gran Apostasía, y de los 2 testigos que condenarán los errores del anticristo, que serán vencidos y muertos (como describe el noveno capítulo del Apocalipsis).

Por su parte, algunas profecías ya se han cumplido:

--> Que el Papa no saliera de Roma después de 1859 (año a partir del cual, vencida la gran potencia católica de Austria, se intentó que el Papa abandonara Roma para conseguir la unificación italiana, forjada por masones)

--> La caida de Napoleón III («sobre la propia espada de la cual quería servirse para obligar a los pueblos a ensalzarlo» parece una referencia a Prusia, vencedora de la guerra francoprusiana de 1870).

--> El desconcierto de la doctrina y la apostasía de los fieles («Muchas casas religiosas se apartarán de la verdadera fe») con una especial responsabilidad del clero

Quizás sea prudente recordar como cierre a estas líneas a uno de los más extraordinarios hombres de nuestro tiempo, Juan Pablo II, cuando en una audiencia privada del 20 de enero de 1982 comentó en relación con el mensaje de La Salette que «estamos en el corazón de las profecías.»

El artículo original fue publicado en 2 partes en versión 1.0