jueves, 1 de noviembre de 2007

El Doctor Watson

El mundialmente reconocido genetista James Watson (co-descubridor junto a Francis Crick de la estructura helicoidal del ADN, lo que le valió el premio Nobel) ha regresado a las primeras planas del mundo. En el pasado mes de octubre, el Dr Watson visitó el Reino Unido para brindar conferencias, realizando declaraciones de fuerte contenido racismo, argumentando diferentes intelectuales en función de las razas (la nota original del medio británico The Independent puede leerse haciendo click aquí).

Los comentarios del Dr Watson obligaron a la cancelación de toda su actividad científica en ese país, con reprobación de gran parte del arco científico europeo y estadounidense, sin olvidar que la Comisión de Derechos Humanos del gobierno de Londes inició una demanda por violación de la ley local acerca del prejuicio racial.

Independientemente de la indudable capacidad como científico de James Watson, su comentario no es más que una prueba más de que el racismo tiene su absurdo sustento ideológico en la teoría evolucionista, firmemente defendida por el genetista (quien textualmente afirmó: «no hay razón firme para predecir la capacidad intelectual de personas separadas geográficamente por su evolución, que pueden no haber evolucionado idénticamente. Nuestro deseo de que exista igual poder de razonamiento como una suerte de herencia universal de la humanidad no alcanza para eso»)

El Dr Watson manifestó esta aberración como argumento para sostener que las personas de etnia africana son menos inteligentes que aquellos de origen europeo. El propio científico intentó explicar sus dichos 48 horas después en el mismo periódico, por supuesto sin éxito.

Estos comentarios hitlerianos, resucitados por las modernas concepciones de la New Age, merecen la mayor de las condenas. Todos los humanos somos hijos del mismo Creador, creados a su imagen y semejanza para gloria de Dios Uno y Trino. Como nos lo afirma San Pablo en el Libro de los Hechos de los Apóstoles (17, 26): «El creó, de un solo principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la tierra fijando los tiempos determinados y los límites del lugar donde habían de habitar»

Beato Ceferino Namuncurá

Ceferino Namuncurá nació el 26 de agosto de 1886 en Chimpay (provincia argentina de Río Negro), hijo del cacique araucano Manuel Namuncurá y de la cautiva chilena Rosario Burgos. Orgulloso de su raíz aborigen, a los 11 años partió rumbo a Buenos Aires «a estudiar para hacer bien a mi raza» (como solía decir), formándose entre los salesianos, los grandes evangelizadores de la Patagonia, como alumno del Colegio Pío IX.


En febrero de 1903 retornó al Sur, como aspirante salesiano en el Colegio San Francisco de Sales en la ciudad de Viedma. Sin embargo, comenzó allí su batalla contra la tuberculosis, enfermedad para la cual se carecía de tratamiento eficaz en aquellos tiempos. En 1904, junto con el Monseñor Cagliero, se embarcaron rumbo a Italia donde se esperaba pudiera encontrar la cura necesaria. Allí visitó en Turín la tumba de San Juan Bosco. En Roma fue presentado al Papa San Pío X, a quien le obsequió un quillango.


La enfermedad no le impidió conseguir con su formación, la cual continuó allí en Italia. Ya en 1905, debió ser internado en el Hospital Fate bene fratelli de la isla Tiberina, donde partió a la casa del Padre el día 11 de noviembre.


Precisamente, el domingo 11 de noviembre de 2007 la Iglesia Católica elevó a Ceferino a los altares, al concretarse su beatificación y convertirse, junto a San Juan Diego (vidente de la apariciones de Guadalupe), en el segundo beato de origen indígena. En toda América Latina, sobre todo en Argentina, se han registrado numerosos testimonios de favores espirituales y curas físicas debidos a la intercesión de Ceferino, siendo la más contundente la inexplicable resolución de un cáncer ginecológico en una joven cordobesa sin mediar acción médica. Además, la mujer, cuyo grandioso milagro ocurrió en 2000, fue capaz de concebir un hijo.


Así, además de san Héctor Valdivieso (fallecido mártir en la Guerra Civil Española), la bendita tierra argentina contará en los altares de la Madre Iglesia con un hermano salesiano nacido en el seno de nuestros pueblos originarios.

Beato Ceferino Namuncurá, ruega por nosotros.


Publicado en formato 1.0 en noviembre de 2007

Halloween y sus Raíces Históricas

En tiempos de confusión como los actuales, se ha difundido la «celebración» de la festividad oscurantista de Halloween, propia de culturas del hemisferio norte. Reproducimos a continuación un artículo del conocido padre Jordi Rivero, editado originalmente en Corazones.org, que detalla apropiadamente esta temática.

Las raíces paganas de Halloween

Ya desde el siglo VI antes de Cristo, los celtas del norte de Europa celebraban el fin del año con la fiesta de Samhein, fiesta del sol que comenzaba la noche del 31 de octubre. Marcaba el fin del verano y de las cosechas. El colorido de los campos y el calor del sol desaparecían ante la llegada de los días de frío y oscuridad. Creían que aquella noche, el dios de la muerte permitía a los muertos volver a la tierra fomentando un ambiente de muerte y terror. La separación entre los vivos y los muertos se disolvía aquella noche y haciendo posible la comunicación entre unos y otros. Según la religión celta, las almas de algunos difuntos estaban atrapadas dentro de animales feroces y podían ser liberadas ofreciéndole a los dioses sacrificios de toda índole, incluso sacrificios humanos.

Aquellos desafortunados también creían que esa noche los espíritus malignos, fantasmas y otros monstruos salían libremente para aterrorizar a los hombres. Para aplacarlos y protegerse se hacían grandes hogueras. Estas hogueras tuvieron su origen en rituales sagrados de la fiesta del sol. Otras formas de evitar el acoso de estos macabros personajes era preparándole alimentos, montando macabras escenografías y disfrazándose para tratar de asemejarse a ellos y así pasar desapercibidos a sus miradas amenazantes. Es el demonio quien en todas las épocas busca implantar la cultura de la muerte.

Al no conocer al verdadero Dios, aquella gente vivía aterrorizada ante las fuerzas de la naturaleza y las realidades del sufrimiento y la muerte. De alguna forma buscaban desahogar su miedo dándole expresión en toda clase de fantasías. Todo lo feo, lo monstruoso y lo amenazante que se puede imaginar en figuras de animales y seres humanos constituye la base para darle riendas libres a la imaginación del terror.

Mezcla con el cristianismo

Cuando los pueblos celtas se cristianizaron, no todos renunciaron a las costumbres paganas. Es decir, la conversión no fue completa. La coincidencia cronológica de la fiesta pagana con la fiesta cristiana de Todos los Santos y la de los difuntos, que es el día siguiente, hizo que algunos las mezclaran. En vez de recordar los buenos ejemplos de los santos y orar por los antepasados, se llenaban de miedo ante las antiguas supersticiones sobre la muerte y los difuntos.
Algunos inmigrantes irlandeses introdujeron Halloween en los Estados Unidos donde llegó a ser parte del folklore popular. Se le añadieron diversos elementos paganos tomados de los diferentes grupos de inmigrantes hasta llegar a incluir la creencia en brujas, fantasmas, duendes, vampiros y monstruos de toda especie. Desde allí, Halloween se ha propagado por todo el mundo.

Algunas costumbres de Halloween
Trick or Treat

Los niños (y no tan niños) se disfrazan (es una verdadera competencia para hacer el disfraz más horrible y temerario) y van de casa en casa exigiendo trick or treat (truco o regalo). La idea es que si no se les da alguna golosina le harán alguna maldad al residente del lugar que visitan. Para algunos esto ha sido un gracioso juego de niños. Últimamente esta práctica se ha convertido en algo peligroso tanto para los residentes (que pueden ser visitados por violentos), como para los que visitan (hay residentes que reaccionan con violencia y ha habido casos de golosinas envenenadas). En todo caso los comienzos de esta costumbre parece ser que se remonta a la persecución contra los católicos en Inglaterra cuando sus residencias eran presa de amenazas.

La Calabaza

Según una antigua leyenda irlandesa un hombre llamado Jack había sido muy malo y no podía entrar en el cielo. Tampoco podía ir al infierno porque le había jugado demasiados trucos al demonio. Tuvo por eso que permanecer en la tierra vagando por los caminos, con una linterna a cuesta. Esta linterna primitiva se hace vaciando un vegetal y poniéndole dentro un carbón encendido. Jack entonces se conocía como Jack of the Lantern (Jack de la linterna) o, abreviado, Jack-o-'Lantern. Para ahuyentarlo, la gente supersticiosa ponía una linterna similar en la ventana o frente a la casa. Cuando la tradición se popularizó en EE.UU., el vegetal con que se hace la linterna comenzó a ser una calabaza la cual es parte de las tradiciones supersticiosas de Halloween. Para producir un efecto tenebroso, la luz sale de la calabaza por agujeros en forma del rostro de una calavera o bruja.

Fiestas de Disfraces

Una fiesta de disfraces no es algo intrínsecamente malo. Pero si hay que tener cuidado de que el disfraz no tape la conciencia del pudor, del respeto a lo sagrado y de la moral en general.

Jesucristo es victorioso sobre el mal

La cultura moderna, jactándose de ser pragmática y científica, se aparta de Dios considerándolo un mito ya superado. Al mismo tiempo, para llenar el vacío del alma, el hombre de hoy retrocede cada vez más al absurdo de la superstición y del paganismo. Sin la fe, el hombre se arrastra hacia la necesidad de protegerse de fuerzas que no puede dominar. Vive con miedo y necesita expresarlo. Busca de alguna manera con sus ritos exorcizar las fuerzas superiores.

Como católicos, profesamos que sólo Jesucristo nos libera de la muerte. Sólo Él es la luz que brilla en la oscuridad de los largos inviernos espirituales del hombre. Sólo Él nos protege de la monstruosidad de Satanás y los demonios. Sólo Él le da sentido al sufrimiento con su Cruz. Sólo Él es vencedor sobre el horror y la muerte. Sólo Dios basta para quién ha recibido la gracia y vive como discípulo de Cristo. Ante Cristo la cultura de la muerte cede el paso al amor y la vida.