Desde Roma con la delegación argentina.
Sin la valiente y generosa renuncia de Benedicto, Francisco como Papa no hubiera sido posible. Sin Juan XXIII, Juan Pablo II no hubiera podido construir su gigantesca figura, tan cerca del mundo como de la gente; y a partir del Concilio Vaticano II y a partir de esa nueva Iglesia, ofrendarse como peregrino y estadista de nuestro tiempo, en una iglesia global que participó de los grandes cambios que modificaron los tiempos modernos.