martes, 1 de septiembre de 2009

San Vicente de Paul

Nació en Pouy (Francia) en 1580. Vivió su niñez en el campo, ayudando a sus padres, y se destaco desde temprana edad por su carácter generoso para con los pobres. Fue enviado por sus padres a estudiar con la comunidad franciscana, en la cual abrazó la vocación sacerdotal, siendo ordenado en 1600.


Debió soportar 3 episodios de gran sufrimiento que fueron eficaces para la purificación de su alma. En primer lugar, permaneció esclavo de piratas otomanos en el actual territorio de Túnez entre 1605 y 1607. Si bien logró escapar para regresar a Francia, se hospedó en su tierra natal y fue acusado erróneamente del robo de 400 monedas de plata. Finalmente, al igual que otros santos, debió padecer fuertes tentaciones contra la Fe en una verdadera “noche oscura del alma”. Trascurridos 10 años de su ordenación, Vicente pensó en retirarse de la vida para convertirse en un eremita. Fue en ese entonces donde hizo sus votos para dedicar su apostolado a los más necesitados.



En sus propias palabras, el santo afirmó que “me di cuenta de que yo tenía un temperamento bilioso y amargo y me convencí de que con un modo de ser áspero y duro se hace más mal que bien en el trabajo de las almas. Y entonces me propuse pedir a Dios que me cambiara mi modo agrio de comportarme, en un modo amable y bondadoso y me propuse trabajar día tras día por transformar mi carácter áspero en un modo de ser agradable.” En este contexto, los escritos de San Francisco de Sales le fueron de gran utilidad.









Vicente fue nombrado en ese entonces capellán de los marineros y de los prisioneros que trabajan en los barcos de la Armada francesa. En el siglo XVII, los barcos navegaban merced a la tarea de los prisioneros en la galera, por medio de su trabajo sobre los inmensos remos, en un entorno sofocante y de esclavitud. Se describe que él mismo se puso a remar para reemplazar a un prisionero rendido por la debilidad. Su intercesión permitió mejorar la calidad de vida de muchos de esos hombres.




De la misma manera, cuando se desempeñó como capellán de las haciendas ministeriales, se encargó de predicar y convertir con otros sacerdotes a los campesinos, quienes estaban inmersos en una profunda ignorancia religiosa. Las crónicas contemporáneas describen a centenares de personas reunidas para escuchar su prédica y enmendar sus faltas. Estos fueron los comienzos de las Comunidad de Padres Vicentinos, que actualmente superan las 500 casas de ayuda a los necesitados en todo el mundo. Como consecuencia, su colaboradora, Santa Luisa de Marillac, dio lugar a la mayor comunidad femenina en el mundo, las más de 30 mil hermanas Vicentinas repartidas por el planeta.




San Vicente fundó hospitales y asilos para huérfanos y logró mediante su acción rescatar a la población empobrecida por las guerras. Advirtió que la principal causa del decaimiento de la Fe en su país era la pobre formación sacerdotal. Junto con sus religiosos organizó seminarios para preparar cuidadosamente a los seminaristas de manera que llegaran a ser sacerdotes santos y fervorosos.




El 27 de septiembre de 1660 falleció, contando con 80 años. Fue León XIII quien proclamó a este santo como el patrono de todas las asociaciones católicas de caridad.
¡San Vicente de Paul, ruega por nosotros!


Revista Digital Fides et Ratio