jueves, 1 de mayo de 2008

La Datación Radiométrica


Existe un tema que ha generado un profundo debate en relación a comprender cual es la real antigüedad de piezas históricas y prehistóricas: la datación radiométrica. Esta técnica se basa en conocimientos físicos de Nucleónica y requiere ciertos conceptos (¿y preconceptos?) para su aplicación adecuada.

Intentaremos en este ensayo describir los lineamientos básicos de su fundamento y como la información surgida puede incluso ser manipulada de forma sorprendente.


Para comenzar, es importante que recordemos, en forma simplificada, la estructura del átomo, formado por una nube de electrones con carga negativa y un núcleo, conformado a su vez por 2 tipos de partículas:

- los protones, con carga eléctrica positiva, quienes determinan el "tipo" de átomo, llamado técnicamente elemento

- los neutrones, sin carga eléctrica, que contribuyen a la masa total del átomo.


Así, por ejemplo, la gran mayoría de los átomos de carbono presentes en la naturaleza tienen en su núcleo un total de 6 protones y de 6 neutrones. Como hemos relatado con anterioridad, el número de protones (también llamado número atómico) es el que determina de qué clase de elemento se trata. Siguiendo con nuestro caso, aclaramos que todos los átomos de carbono del universo tienen 6 protones en su núcleo, sin que importe el número de neutrones. Por lo tanto, cualquier circunstancia que modifique dicho número hará que el átomo deje de ser carbono para convertirse en otro elemento. Esto, que impresiona un fantasioso sueño de alquimistas, ocurre segundo a segundo en el Sol, en nuestra atmósfera y en los equipos de radioterapia de las instituciones de salud, por citar sólo algunas condiciones.


La suma del número de protones y de neutrones del núcleo de un átomo se llama número másico (antes conocido como peso atómico). Así, si resumimos nuestro ejemplo anterior tendremos:

- átomo: carbono

- número de protones = número atómico = 6

- número de neutrones = 6

- número de protones + número de neutrones = número másico = 12

Por eso, llamamos a este átomo "carbono 12" ó C12.



Carbono 12 (protones representados en azul, neutrones en rojo)




Sin embargo, un pequeño porcentaje de átomos de carbono presentes en la Creación se caracterizan por poseer en su núcleo un número mayor de neutrones que la inmensa mayoría de sus congéneres. Ocurre entonces la siguiente situación:

- átomo: carbono

- número de protones = número atómico = 6

- número de neutrones = 8

- número de protones + número de neutrones = número másico = 14

Por eso, llamamos a este átomo "carbono 14" ó C14.



Carbono 14 (protones representados en azul, neutrones en rojo)






Se sabe que aproximadamente el 99.6% de todos los átomos de carbono existen bajo la forma de C12. Esto sucede porque dicha configuración nuclear es estable, esto es, se preserva a lo largo de los siglos. Sin embargo, el C14 tiene la particularidad de ser un núcleo inestable (radioactivo). Esto significa que cada cierto tiempo más o menos conocido, existe la posibilidad de que algunos de sus neutrones, por una reacción física que libera energía, pierdan parte de su masa en forma de un electrón y se convierta en protones.


En consecuencia, a raíz de este proceso, tendremos que:


6 protones + 8 neutrones ------------------> 7 protones + 7 neutrones + liberación de energía (radiación)


Como comprenderemos, el átomo resultante ha dejado de ser carbono, ya que ahora tiene un número diferente de protones en su núcleo (de hecho, ha pasado a ser nitrógeno).

El lapso necesario para que se desintegren la mitad de los núcleos de una muestra inicial de una sustancia se llama período de semidesintegración o semivida. Se elige como referencia la mitad de ellos debido a que en realidad la desintegración es aleatoria. Para nuestro ejemplo del carbono 14, se ha calculado que ese lapso es de 5730 años. En términos prácticos, si tenemos 100 átomos de carbono 14 en una muestra, pasados 5730 años quedarán allí 50 átomos; transcurridos 11460 años tendremos 25 átomos; ocurridas 3 semividas (17190 años), permanecerán 12.5 átomos, y continuará la progresión.

Utilizando la fórmula así deducida, tendremos finalmente:



Donde:

- At es la actividad actual de la muestra

- Ao es la actividad INICIAL de átomos

- t es el tiempo transcurrido

- lambda es la constante de desintegración


Conocidos estos lineamientos, es comprensible que, merced a esa fórmula, pueda deducirse el tiempo de existencia de una muestra en función de su actividad actual, de conocer la semivida de la sustancia que medimos... y de la actividad inicial de la muestra.


Una de las rocas que ofrecen mejores posibilidades de aprovechar los métodos de datación radiométrica son aquellas que proceden de erupciones volcánicas, ya que son ricas en sustancias como la dacita; además, resultan un interesante modelo ya que, si utilizamos fragmentos tomados en tiempos históricos, conocemos con absoluta exactitud su fecha de origen, esto es, de solidificación.

En las rocas ígneas, se suele utilizar como par de isótopos al llamado "potasio-argón": los átomos de potasio 40 decaen por los fenómenos que explicamos a argón 40. El período de semidesintegración es del orden de los 1300 millones de años: un gramo de potasio 40, en ese lapso, dejará como resultado 0.5 gramos del citado elemento y otros 0.5 gramos de argón 40.

Existe un detalle elemental: la cantidad INICIAL de potasio 40 presente en la roca no se conoce, y, por lo tanto, esto valor se asume mediante "modelos teóricos" que se consideran estandarizados.

Acaso el ejemplo más difundido es el ocurrido cuando, en junio de 1992, se tomaron muestras procedentes de la erupción del volcán Santa Elena ocurrida en 1980. Las rocas ígneas tenían, por ende, 12 años comprobados de antigüedad. Los fragmentos fueron procesados de modo habitual y remitidos al reconocido laboratorio Geochron de Massachussetts para su análisis a simple ciega, esto es, sin informar su procedencia, sino sólo su naturaleza química y la "presunción teórica" de origen reciente.

Las cinco muestras separadas fueron informadas con estas características:

Muestra 1 (roca completa) --> Antigüedad 350 mil ± 50 mil años

Muestra 2 (feldespato) --> Antigüedad 340 mil ± 60 mil años

Muestra 3 (anfibola y otros compuestos) --> Antigüedad 900 mil ± 200 mil años

Muestra 4 (piroxeno y otros compuestos) --> Antigüedad 1.7 millones ± 300 mil años

Muestra 5 (ídem) --> Antigüedad 2.8 millones ± 600 mil años

Estos resultados revelan, en primer lugar, poca correlación entre las 5 muestras, tomadas en el mismo sitio y al mismo tiempo, y la falencia de la "presunción teórica" en cuanto al CONTENIDO INICIAL de isótopos en la muestra. Vale recordar que la totalidad de los ejemplares remitidos tenían sólo 12 años de formación. La cita del estudio completo es CEN Tech. J. 1996; 10(3); 335-343, no disponible para su lectura directa en Internet.

¿Acaso se trata de una falla en el par de isótopos elegidos? Resulta un planteo racional y claramente científico. Una buena respuesta es remitirnos al trabajo original que dató la antigüedad de nuestro planeta en aproximadamente 4 500 millones de años, el conocido ensayo de Clare Patterson publicado allá por 1956 en Geochimica et Cosmochimica Acta, el órgano oficial de la Geochemical Society de los Estados Unidos.


Patterson realizó su conocido análisis examinando el contenido de isótopos de plomo en rocas terrestres, en dos meteoritos de alto contenido en hierro y en una muestra de sedimento del fondo oceánico. Volcó sus resultados en un gráfico y formó lo que se denomina un isócrono, en forma análoga a las isobaras e isotermas de la meteorología. Mediante algunas conjeturas y extrapolaciones matemáticas, Patterson concluyó que la edad de la Tierra debía estar próxima a los 4 550 millones de años




Entre otras consideraciones, existe un error estadístico, por el hecho de utilizar una sola muestra de sedimento oceánico en lugar de las múltiples necesarias para minimizar el riesgo de error fruto de las variedades regionales. Paralelamente, geólogos de la misma talla (Hutchinson, Gale, Arden) realizaron muestreos parecidos con resultados completamente diferentes; de hecho al utilizar la misma línea de razonamiento de Patterson han llegado a la conclusión irracional de... ¡una edad negativa para la Tierra! (Nature 1972, 240; páginas 56-57)

Además, existe otra consideración que hasta aquí no hemos mencionado: la siniestra seguidilla de detonaciones nucleares provocadas por el hombre desde mediados de la década de 1940, incluyendo tanto las pruebas como el uso de armamento nuclear en la Segunda Guerra Mundial, han cambiado drásticamente el contenido de radioisótopos de la Tierra, lo cual hace imposible la medición (y menos aún la "presunción") del contenido de isótopos de una muestra dada.

En resumen, los métodos de datación resultan poco confiables para medir la antigüedad tanto de los fósiles como de las rocas inertes, por lo cual cualquier estimación de la edad de un objeto con esta técnica resulta por lo menos temeraria.


Publicado en formato 1.0 entre mayo y junio de 2008


El Cuento de la Carpintería

Recibí un bello cuento del que me parece podemos aprender mucho y que a continuación transcribo.

Cuentan que en la carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa? ¡Hacía demasiado ruido! Y, además, se pasaba el tiempo golpeando.

El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo; dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.

Ante el ataque, el tornillo aceptó también su culpa, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con todos los demás.

Y la lija estuvo de acuerdo: “Me voy, pero siempre y cuando sea echado fuera la cinta métrica, pues siempre se la pasa midiendo a todos los demás según su medida, como si fuera el único perfecto".

Otros acusaban al serrucho por lastimarles tanto. En fin, que en la carpintería era un caos. Todos se acusaban de diversos “defectos” al notarse tan diferentes unos de otros.


En eso entró el carpintero y todos se callaron. El buen hombre se puso el delantal e inició su trabajo. Primero tomó la cinta métrica y comenzó a medir unos tablones de madera y a marcarlos con un lápiz. Utilizó el serrucho para hacer las tablas precisas. Luego las unió con tornillos y se ayudó del martillo. Por último les dio un acabado perfecto y liso con la lija. Así fue que la tosca madera inicial se había convertido en una linda y útil mesa para comer. El carpintero entonces se fue a su casa con su familia.

Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo: "Señores, óiganme todos. Ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades, no con nuestros defectos. Eso es lo que nos hace muy valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos".

La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas, el serrucho permitía moldear la madera y observaron que el metro era preciso y exacto.

Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos.



Lo mismo nos puede ocurrir. Al tratar de percibir los puntos fuertes de los demás, es cuando florecen los mejores logros humanos.

Es fácil encontrar defectos, cualquiera puede hacerlo, pero encontrar cualidades, eso es para los espíritus superiores que son capaces de inspirar todos los éxitos humanos.

Para terminar recordemos las palabras de la Sagrada Escritura que nos invita a vivir en unidad: “Hay diversidad de operaciones, pero uno mismo es el Dios, que obra todas las cosas en todos. Porque también todos nosotros hemos sido bautizados en un solo Espíritu, para constituir un solo cuerpo, y todos, ya judíos, ya gentiles, ya siervos, ya libres, hemos bebido del mismo Espíritu. De esta suerte, si padece un miembro, todos los miembros padecen con él; y si un miembro es honrado, todos los otros a una se gozan" (cfr. 1 Cor 12, 6. 13.26).



La Realidad del Infierno (segundo de 3 artículos)

Recordamos que, en la primera parte de esta colección de ensayos, hemos considerado el mea culpa que como católicos debemos realizar por hablar pobremente de la realidad del Infierno. Tentados por el propio demonio y arrastrados por los vientos del relativismo moral, negamos implícitamente una contundente verdad de nuestra Fe. A tal fin, seguimos adelante con nuestros artículos al respecto, en esta oportunidad repitiendo las aseveraciones de José Ureña Toledo, volcadas en un sitio español dedicado a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Algunos engaños básicos de Satanás en nuestros días

► Satanás no existe (se parte con frecuencia del falso principio de que los ángeles no existen). Así el enemigo puede actuar con muchísima más libertad. Están lamentablemente equivocados quienes piensan que tan sólo debe creerse lo que ha sido proclamado como dogma de Fe dentro de la Iglesia. Precisamente una verdad tan esencial como la Resurrección de Cristo, sin la cual nuestra fe cristiana perdería todo su valor, no ha sido jamás declarada como dogma de fe. Pero la razón ha sido que se trata de una verdad tan clara en la Sagrada Escritura, y que ningún teólogo de categoría se atrevió a negar, que no se ha considerado necesario hacer una declaración dogmática ex profeso. Pues bien: aunque no se trate ciertamente de algo tan importante, ocurre algo análogo con la existencia del diablo. La Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, atendiendo al requerimiento de Pablo VI, se expresó así en junio de 1975: "Las afirmaciones sobre el diablo son asertos indiscutibles de la conciencia cristiana. Si bien la existencia de Satanás y de los demonios no ha sido nunca objeto de una declaración dogmática, es precisamente porque parece superflua, ya que tal creencia resulta obvia para la fe constante y universal de la Iglesia, basada sobre su principal fuente, la enseñanza de Cristo..."

Con anterioridad, en noviembre de 1972, el Cardenal Joseph Ratzinger, siguiendo la doctrina del mismo Papa, había negado el punto de vista de ciertos teólogos que no consideran al demonio como un ser personal: «se sale del marco de la enseñanza bíblica y eclesiástica todo aquel que rehúsa reconocer [esta entidad espiritual] como existente... o que la explica... como una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias... el demonio es el enemigo número uno, es el tentador por excelencia. sabemos que este ser oscuro y perturbador existe realmente y sigue actuando.» O sea, fuerzan el lenguaje de la Escritura y de la constante enseñanza de la Iglesia, hasta tergiversarlo y aún darle la vuelta, quienes únicamente pretenden ver en el demonio algo así como un personaje inventado por la mente del hombre, de modo más o menos espontáneo, y a quien éste señala como el responsable de todos sus males.
Hilando más fino, no pocos pseudoteólogos actuales enseñan que, cuando en la escritura se habla del demonio, no hay que atribuir a este término un significado literal, es decir, no debe entenderse que el diablo es un ser personal: sólo se trataría de representar el mal, incluidas nuestras bajas tendencias, como una persona de extraordinaria maldad. El Malo (el demonio) pasaría así a ser la simple representación simbólica del mal. Pero este concepto del diablo, interpretado como un mero símbolo, se opone frontalmente al Magisterio de la Iglesia. Basta con leer atentamente lo expresado en 1975 por la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe y con anterioridad, en 1972, por el Cardenal Ratzinger.

El propio Pablo VI, cuando advirtió con su penetrante inteligencia que los errores teológicos de más nefastas consecuencias se habían introducido en el interior mismo de la Iglesia, pronunció estas graves palabras: «se diría que, a través de alguna grieta, ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios... ¿cómo ha ocurrido esto? Ha habido un poder perverso: el demonio» (29-VI-72).

En cuanto a Juan Pablo II, ya en 1986, dedicó una serie de catequesis sobre Satanás y los otros demonios, refiriéndose también a los Santos Ángeles (audiencias de julio y agosto). Recordemos que hoy abundan los teólogos que, cuando menos, ponen en duda la existencia de los ángeles (entiéndanse como seres espirituales dotados de entendimiento y voluntad). Pero cuestionar este punto de la doctrina cristiana no es algo inocente y falto de interés. Con extraordinaria agudeza, escribe Winklhofer: «Si quisiéramos librarnos de la existencia de los ángeles, se debería revisar radicalmente la misma Sagrada Escritura y con ella toda la historia de la Salvación» (Die welt der engel, ettal 1961, p. 144, nota 2; en Mysterium salutis, II, 2, p. 796). Naturalmente, si empezamos negando la existencia de los ángeles, deberíamos negar la existencia de Satanás y de los otros demonios (ángeles todos ellos); es más, también el origen mismo del mal en la Creación, incluyendo la tentación a nuestros primeros padres y su caída consecuente. Perdería su sentido el pecado original y la redención misma. ¿Y cómo explicar adecuadamente la finalidad del Sacramento del Bautismo? Por otra parte, ¿qué sentido tendría el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado por Pío IX?... etc. Atacar el aserto de la existencia de los ángeles sería sembrar el caos en la doctrina cristiana. Pero eso se da a menudo por obra de sedicentes teólogos más o menos irresponsables, inspirados seguramente por el padre de la mentira. Satanás sabe lo que se hace.

Muy consciente de ello, como es obvio, la Iglesia, basándose en la Sagrada Escritura, ha enseñado desde el comienzo la existencia de los ángeles como seres puramente espirituales, creados por Dios, en el símbolo niceno-constantinopolitano, doctrina que confirmó en el Concilio Lateranense IV (1215), cuya formulación recogió el Concilio Vaticano I: «[Dios] creó de la nada juntamente al principio del tiempo, a ambas clases de creaturas: las espirituales y las corporales, es decir, el mundo angélico y el mundo terrestre; y después, la creatura humana que, compuesta de espíritu y cuerpo, los abraza, en cierto modo, a los dos». (Concilio Vat. I, const. dogm. De Fide Catholica, ds 3.002). (texto citado por Juan Pablo II en su audiencia general del 6-VIII-1986). Ahora bien, el diablo o Satanás y los otros demonios no son más que los ángeles que se rebelaron contra Dios: «fueron creados buenos por Dios, pero se hicieron malos por su propia voluntad.» (Conc. Lateranense IV, año 1215). (cit. por el mismo Papa, Audiencia General 13-VIII-1986).

Para terminar este comentario, y con el fin de subrayar el carácter de engaño satánico que entraña el negar la existencia del demonio, atendamos a la autorizada enseñanza de Juan Pablo II: «El influjo del espíritu maligno puede 'ocultarse' de forma más profunda y eficaz: pasar inadvertido corresponde a sus 'intereses': la habilidad de Satanás en el mundo es la de inducir a los hombres a negar su existencia en nombre del racionalismo y de cualquier otro sistema de pensamiento que busca todas las escapatorias con tal de no admitir la obra del diablo.» (Audiencia General 13-VIII-86).


► A Dios no se le puede amar directamente en modo alguno: sólo se le puede amar en el hombre. Prácticamente: homo homini Deus (el hombre es el verdadero y único dios para el hombre).

► Es más fácil amar a Dios que amar al hombre, hasta el punto de que amar a Dios viene a ser una evasión para desentenderse de los hombres. ¡Cómo si amar a Dios verdaderamente no implicara amar lo que Dios ama: al hombre y al mismo Dios con entrega absoluta! De ese engaño se deriva que ni se ama realmente a Dios ni se ama al hombre.

► No es cierto que hay que amar a Dios sobre todo otro ser.

► Lo que importa sólo aquí en este mundo es el amor en sentido horizontalista, prescindiendo así de la fe y de la esperanza, que deben estar unidas al amor -contra la enseñanza diabólica- mientras vivimos en la tierra. Ciñéndonos ahora sólo a la fe y el amor: no importa la fe, sino el amor, olvidándose de que si no hay fe, no puede darse un amor sobrenatural y perfecto (1ra Tim 1,5). Satanás sugiere frecuentemente la fraternidad al estilo masónico, incitando a interpretar acomodaticiamente y de modo erróneo a San Pablo cuando éste sitúa al amor como la reina de las virtudes (porque es la virtud o el ejercicio que perdurará en la otra vida). Se quita así importancia al ateísmo, con tal de que se dé el imposible utópico de que haya auténtico amor sin fe en este mundo.

► Lo primero que hay que hacer con los pobres es "llenarles la barriga" (se suele preferir esta expresión en castellano), lo cual, en principio, parece de lo más realista y sensato. Pero ¿qué hay muchas veces detrás de esta insistencia? ¿se les llena de verdad el estómago y se les conforta y adoctrina también hablándoles de Dios, tema éste por cierto muy urgente?

► Hay que respetar las otras creencias y no predicar a Cristo. Hablar de Cristo sería una imposición. Pero ¿es faltar el respeto a otros creyentes equivocados o insuficientemente informados exponerles la verdad plena? No nos extrañemos de la decadencia del impulso misionero en muchas partes del mundo.

► No comprender que hemos de sufrir en la tierra para santificarnos, a imitación de Jesucristo, envolviendo este radical rechazo al dolor bajo frases tan bonitas como que la Resurrección es más importante que la Pasión, sin caer en la cuenta de que para que haya Resurrección hay que pasar por la Pasión. ¡Satanás nos ciega fácilmente con el hedonismo!

► Mantener una actitud hipercrítica ante los casos de apariciones marianas o de Jesús, negándolas prácticamente todas "a priori", so capa de prudencia. Lo que decimos de las apariciones es aplicable igualmente a los milagros. Con ello se niega en la práctica la Resurrección, porque de este modo se opone uno a la convicción de que Jesús sigue vivo, así como su Santa Madre, y, por tanto, ambos pueden manifestarse como seres libres y sabios que son, de acuerdo con las necesidades y contingencias que van presentándose en la historia del hombre.

► La eficacia de la evangelización, del apostolado, etc. depende sobre todo de nuestras programaciones humanas y de nuestra actividad (en realidad, activismo en muchos casos). Se prescinde así de la vida interior, fuente de la exterior, con lo que ésta última se vuelve ineficaz, estéril y complicada.

► El Infierno no existe y, si existe, "en él no hay nadie" (sic, como si fuera un lugar físico), afirmación esta equivalente en la práctica a la anterior. El hombre se confía así y no teme al estado en que ciertamente puede caer por sus pecados. Este aserto viene unido a la consideración, parcialmente hecha, de que Dios es amor o, dicho de otro modo, misericordia, olvidándose de que en él misericordia y justicia son la misma cosa, como ocurre con todos lo demás atributos divinos, aparte de que es el mismo hombre quien elige el camino que conduce a su perdición. La existencia del infierno, como un castigo eterno para los condenados, así como la de un premio igualmente eterno para los justos o elegidos, es un dogma de fe definido solemnemente por el Magisterio de la Iglesia en el Concilio Lateranense IV (1215): «Jesucristo... ha de venir al fin del mundo, para juzgar a los vivos y a los muertos, y dar a cada uno según sus obras, tanto a los réprobos (o condenados) como a los elegidos (o justos): todos los cuales resucitarán con sus propios cuerpos que ahora tienen, para recibir según sus obras –buenas o malas–: aquéllos, con el diablo, castigo eterno; y éstos, con Cristo, gloria sempiterna» (De Fide Catholica, cap. 1).

► Pensar que todo lo nuevo, por el hecho de ser nuevo, es siempre lo mejor y que negar este principio, presupuesto como una especie de axioma, es merecer los más humillantes calificativos. De este modo, Satanás nos mantiene preparados para aceptar todos los nuevos errores (a menudo sólo errores resucitados de viejos tiempos) que él va sembrando o proponiendo. Con este fin ha potenciado el valor supuestamente positivo de todo término y toda actitud que impliquen innovación, así como el negativo de todo lo que implique volverse a los valores del pasado. Pero imponer o proponer, como dicotomía básica, lo moderno / lo antiguo es superficial, acrítico y fundamentalmente necio. Previo a ello es distinguir lo verdadero de lo falso, lo justo de lo injusto, lo conveniente de lo nocivo, etc.

► Tendencia "materializante" y franco materialismo. como ya enseñaba Nietzsche, orientado por Satanás, lo espiritual no se ve porque no existe.

► Descuido de la oración, incluso entre las almas consagradas, como ineficaz. Se sustituye por el activismo, las lecturas de libros perniciosos (frecuentemente heréticos), la televisión, periódicos innecesarios, etc.

► Superficialidad frente a la reflexión profunda. La verdad es que hoy tendemos a ahogarnos en un océano de palabras y de imágenes; pero faltan personas de reflexión profunda y que a la vez sepan sintetizar su pensamiento.

► Relativismo total y desenfrenado. Cada cual tendría "su" verdad, no existiría ninguna verdad universal y absolutamente válida en ningún sentido. ¡Buena preparación para no ponerse de acuerdo en el diálogo y para combatir la Verdad revelada!

► Con el pretexto de que la realidad en general evoluciona constantemente (?), ataque a principios fundamentales y a la misma enseñanza de Dios y su Iglesia -cambiarlo todo a troche y a moche, caóticamente, secundando a Satanás.

► Ecuación o, si se prefiere, igualdad: progreso = mayor libertad, "no sólo para hacer el bien, sino también el mal" (como supo ver y expresar Pablo VI ya en su tiempo). Así se considera lícito y moral prácticamente todo: anarquía, libertinaje, licencia...

► Arruinar ciertas palabras, como la de "pecado", considerando que representan conceptos anticuados y hasta ridículos. Igualmente se hace con diversos puntos de vista verdaderamente sabios y hasta con formas de devoción en otros tiempos consideradas venerables por personas eminentes por su santidad y su ciencia (Rosario, Corazón de Jesús, etc.)

► Bajo el pretexto de un auténtico ecumenismo, sincretismo disolvente entre las diversas religiones, de manera que apenas se llega a un vago deísmo o a unas prácticas y teorías que no comprometen a nada.

► Desplazar la responsabilidad personal a la social o a las estructuras sociopolíticas.

► Cambiar el concepto genuino de religión por el de sociología, abierta o solapadamente. Posición afín: la tendencia a considerar el Reino de Dios como algo que se refiere de modo especial a este mundo temporal.

► Un concepto de educación en el cual cada vez se exige menos, con el pretexto de respetar la libertad del educando. Este permisivismo ha dado y sigue dando, como frutos fáciles de observar, la desintegración de la moral y la ética en grandes sectores del mundo.

► Tildar toda autoridad firme, sea lícita o no lícita, de autoritarismo, dictadura, etc. Quien tiene alguna forma de autoridad actúa muchas veces blandamente, cediendo en lo que no es justo y procurando por todos los medios "parecer simpático", llevado por el temor y el puro deseo de aprobación.

► Pretender resolverlo todo democráticamente, como si el número de votos fuera decisivo para establecer principios éticos, religiosos, etc. o modificarlos. Ello se ha erigido hoy en muchos países en un dogma inatacable. Poniendo Satanás de manifiesto ante los hombres la verdad del notable valor que tiene la democracia como régimen especialmente político, pasa a la exageración, universalización y absolutización de ese valor: la misma verdad dependería del número de votos.

► Fuerte tendencia a interpretar toda la Biblia de forma simbólica, pretextando la existencia en ella -hecho real- de diversos géneros literarios y la manifestación de otra cultura muy diferente de la nuestra. Como casi siempre, Satanás sugiere lúcidamente buenas razones para, desconcertando luego a las almas, apartarlas de la verdad y el bien. Así la palabra de Dios llega a ser, no sólo distorsionada, sino incluso negada, o, cuando menos, puesta seriamente en duda.

► Sobre todo en el caso de muchos intelectuales, convencimiento más o menos profundo de que la religión (sea cual sea) se reduce a una serie de creencias y mitos pertenecientes a épocas muy primitivas, en que imperaba la ignorancia, y que deben considerarse plenamente superados por nuestra cultura actual, en la cual la ciencia y la técnica ofrecen las soluciones más adecuadas y correctas a las necesidades del hombre. Dios no existe o es innecesario. Y, como dice un personaje de Dostoiewsky: "Si Dios no existe, todo está permitido". Es la conclusión de Satanás mismo.

Los Husitas

Prácticamente la totalidad de los cismas surgidos en el cristianismo, acaso con la excepción del arrianismo, han tenido su origen en motivaciones económicas y políticas, sutilmente ocultas con apariencias teológicas. Acaso el movimiento husita de fines del siglo XIV nos demuestra con claridad esta realidad.

De hecho, puede considerarse a la herejía husita como una suerte de prólogo de la Reforma protestante. Ha tomado su nombre de Jan Hus, sacerdote checo que llegó a ser rector de la Universidad de Praga. Profundamente nacionalista, este gran orador aprovechó la repulsión de sus conciudadanos contra el dominio alemán para protestar contra los abusos en la distribución en las indulgencias.

Hus se consideró a sí mismo el intérprete verdadero de las Sagrado Escrituras, exigiendo de la autoridad papal una reforma de la Iglesia. El arzobispado de Praga prohibió sus prédicas, lo cual provocó la expulsión de Hus y sus principales discípulos de la ciudad. El antipapa Alejandro V decidió finalmente su excomunión en 1412.

Sin embargo, tres años después el papa Gregorio XII lo convocó al Concilio Ecuménico de Constanza a fines de que intentara defender sus teorías, las cuales fueron condenadas al ser consideradas una herejía.

La situación fue aprovechada políticamente por el emperador alemán Segismundo, quien condenó a muerte a Hus y sus principales discípulos, lo cual motivó sublevaciones en la población, quien consideraba a Hus como un prócer. De hecho, Hus es considerado clave en la difusión de la cultura y la literatura de su pueblo, siendo el creador del háček que simplificó notablemente la escritura popular en lengua checa.

Pese a ello, la pérdida del jefe del movimiento llevó a sucesivas divisiones entre los husitas, incluyendo a aquellos que se alzaron en armas contra el poder imperial. Este último grupo, también conocido como taboritas, liderado por Ziska, se convirtió en un verdadero ejército, responsable de masacres de cientos de católicos checos, alemanes y húngaros. Para mediar la situación de tensión, el papa Martín V ofreció a los husitas participar en el Concilio de Basilea para pacificar el interior del Imperio.

Los taboritas propusieron la eliminación de los bienes del clero y la pena de muerte para aquellos sacerdotes que se encontraran en pecado mortal. La resistencia inicial obtenida concluyó con el retiro de los husitas del concilio. Sin embargo, los obispos enviaron en actitud de mediación a un grupo de teólogos a la capital checa con el objeto de revisar dichas propuestas: los husitas moderados llegaron así a un acuerdo conocido como Compactata, logrando con esto la vuelta a la comunión con la Iglesia Católica. Los taboritas, sin embargo, rechazaron esta postura, llevando a un nuevo enfrentamiento militar que concluyó con la batalla de Lipania en 1434, la cual significó la disolución de los husitas.

Las notables similitudes con la Reforma explican acaso porque los últimos seguidores del movimiento se incorporaron oportunamente a los discípulos de Lutero casi cien años después.

Beata Ana Catalina Emmerich

Anne Catherine Emmerick nació el 8 de septiembre de 1774, en Flamsche, diócesis de Münster en Alemania, siendo además bautizada en ese mismo día.

Desde muy pequeña gozó del don de comprender el latín litúrgico y ya desde los cuatro años fue bendecida con visiones de la Historia Sagrada, incluyendo la Creación, la caída de los ángeles malvados, la vida de los patriarcas del Antiguo Testamento, la Encarnación, Pasión y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Además de sus visiones, tenía locuciones interiores y frecuentes estados de éxtasis.

Sus visiones eran lo suficientemente intensas para sentirse verdaderamente transportada hacia los sitios y épocas en cuestión, resultándole hasta más familiares los rostros de Noé, Elías o la Santísima Virgen que los de sus contemporáneos en Alemania.

Este don se vio acompañado de enormes sufrimientos y un estado de progresiva postración por enfermedad. Pese a la oposición de su familia, ingresó en 1802 a la vida religiosa en el monasterio de Agnetenberg, en Dülmen.

La guerra contra las huestes de Napoleón llevó a la supresión del monasterio por los gobernantes, donde fue forzosamente enclaustrada. Recibió entonces los estigmas de Jesucristo y la enfermedad la llevó a la inmovilidad definitiva, nutriéndose durante 11 años solamente de la Sagrada Eucaristía. Por otro lado, en su condición de alma víctima, Ana Catalina ofrecía sus penitencias y sufrimientos por los pecadores.

Fue sometida a distintas investigaciones por las autoridades de la diócesis y por las tropas napoleónicas. Durante este periodo final de su vida experimentó la pasión de Nuestro Señor, la cual describió con claridad en su alemán natal.

Su compatriota escritor, Clemens Brentano, al tener noticia de ello, comenzó a transcribir los relatos de Ana Catalina en sus diarios. Brentano, reconocido ateo, se convirtió a la fe católica y empezó a visitar diariamente a la vidente, a quien releía los textos para corroborar su fidelidad. De este modo, durante 6 años, el escritor volcó al papel volúmenes sobre la vida terrena de Jesucristo, de la Santísima Virgen, de los apóstoles y Santos, sin olvidar los relatos de la Creación.

El lunes 9 de febrero de 1824, Ana Catalina falleció con sólo 50 años de vida. Al fallecer la religiosa, Brentano ordenó sus textos, preparando un índice y editándolos. En primer lugar se publicó «La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo». El escritor alemán comenzó entonces a ordenar las visiones de la «Vida de María», pero murió antes de concluir su trabajo. Distintos especialistas luego editaron los «Diarios» y compilaron las visiones sobre la Iglesia, el Antiguo Testamento, la Vida Pública de Jesús y la Iglesia naciente. Muchas de ellas se encuentran disponibles en América Latina gracias a editoriales locales.

Entre otras pruebas históricas, fue merced a una de sus visiones que se logró encontrar la casa de la Santísima Virgen en Éfeso.

Fue declarada Venerable a fines del siglo XIX, pero su beatificación llegó recién por Juan Pablo II en octubre de 2004. «Llevó consigo los estigmas de la Pasión del Señor y recibió carismas extraordinarios que empleó para consuelo de numerosos visitantes. Desde el lecho desarrolló un gran y fructífero apostolado», constató el prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, el cardenal José Saraiva Martins, al leer el decreto de reconocimiento del milagro ante el Santo Padre.

¡Beata Ana Catalina Emmerick, ruega por nosotros!


Publicado en formato 1.0 en mayo de 2008