jueves, 1 de octubre de 2009

Diseño Inteligente

En la primera predicación de la Cuaresma en marzo de 2009, el padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, dedicó sus pensamientos al octavo capítulo de la carta de San Pablo a los Romanos, en la cual el santo afirma que la creación "sufre dolores de parto, aguardando la manifestación gloriosa de los hijos de Dios".

"¿El cosmos entra dentro del plan de salvación o como decían los pensadores antiguos, no hay esperanza para ella? Lejos de ser un tema obsoleto, el actual debate sobre el evolucionismo ha vuelto a poner el tema sobre la mesa. La opinión casi unánime hoy es que ese término designa a la creación en su conjunto, es decir tanto el mundo material como el mundo humano. Este estado de sufriente espera se debe al hecho de que la creación, sin culpa por su parte, ha sido arrastrada por el hombre al estado de impiedad".

“Sin embargo, este estado no será el último: ¡Existe una esperanza para la creación! No porque la creación, en cuanto tal, esté en grado de esperar subjetivamente, sino porque Dios tiene en mente para él un rescate. Esta esperanza está ligada al hombre redimido, el "hijo de Dios", que con un movimiento contrario al de Adán, arrastrará un día definitivamente el cosmos a su propio estado de libertad y de gloria".

“Esta cuestión, precisamente este año que se celebra el bicentenario de Darwin y con él el evolucionismo vuelve a ser noticia, nos ofrece la ocasión de tocar el problema hoy tan debatido sobre la presencia o no de un sentido y de un proyecto divino interno a la Creación”.

"En el diálogo actual entre ciencia y fe el problema se presenta en términos diversos, pero la sustancia es la misma. Se trata de saber si el cosmos ha sido pensado y querido por alguno o si es fruto de la casualidad y de la necesidad. Frente a la visión puramente materialismo que apoyan los partidarios del evolucionismo, la tesis de los creyentes ha acabado por cristalizarse en la fórmula que en inglés suena intelligent design, el diseño inteligente, se entiende, del Creador".

"Lo que ha creado tanta discusión y rechazo de esta idea ha sido, en mi opinión, el hecho de no distinguir con bastante claridad el diseño inteligente como teoría científica, del diseño inteligente como verdad de fe. Como teoría científica, la tesis del "diseño inteligente" afirma que es posible probar por el análisis mismo de la Creación, por tanto científicamente, que el mundo tiene un autor externo a sí mismo y muestra los signos de una inteligencia ordenadora. Sin embargo, si se la considera como verdad de fe, es incontestable si, como piensan muchos científicos, es pseudociencia hacer del diseño inteligente una conclusión científica, también es pseudociencia aquella que lo excluye".

"La ciencia podría avanzar en la pretensión si pudiera por sí sola explicar todo: no sólo el «cómo» del mundo, sino también el «qué» y el «por qué»."

"Esto la ciencia sabe bien que no está en su poder hacerlo. Incluso quien elimina de su horizonte la idea de Dios, no elimina con ello el misterio. Queda siempre una pregunta sin respuesta: ¿por qué el ser y no la nada? La misma nada ¿es quizás para nosotros un misterio menos impenetrable que el ser, y la casualidad un enigma menos inexplicable que Dios?"

"Sin embargo, para los creyentes la teoría en sí de la evolución de las especies no es incompatible con la de un diseño inteligente que dirige el camino de la materia en el tiempo."

"Como en el campo del espíritu la gracia deja espacio a la impredecibilidad de la libertad humana y actúa también a través de ella, así en el campo físico y biológico todo está confiado al juego de las causas segundas (la lucha por la supervivencia de las especies según Darwin, la casualidad y la necesidad según Monod), aunque este mismo juego está previsto y hecho precisamente por la providencia de Dios".

"En uno y en otro caso, Dios, como dice el proverbio, escribe derecho con renglones torcidos. La diferencia entre la postura de los creyentes de quienes no lo son la recoge esta afirmación, escrita por un agnóstico: «si recorremos hacia atrás la historia del mundo, como se pasan las páginas de un libro desde la última página hacia atrás, llegados al final, nos damos cuenta de que es como si faltara la primera página, el incipit. Lo sabemos todo del mundo, excepto por qué y cómo ha comenzado»".

"El creyente está convencido de que la Biblia nos proporciona precisamente esta página inicial que falta; ¡en ella, como en el frontispicio de todo libro, está indicado el nombre del autor y el título de la obra!".

Texto original de Inma Álvarez para zenit.org