El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, recordó que, en la encíclica Deus caritas est, Benedicto XVI sitúa la doctrina social católica “en el punto en que se encuentran la fe y la política, que tiene por tarea principal el orden justo de la sociedad y del Estado”, al inaugurar 16 de septiembre de 2010 el 1er Congreso de Doctrina Social de la Iglesia que, organizado por la Pastoral Social arquidiocesana, se desarrolló hasta el 18 del mismo mes en la sala del pasaje Dardo Rocha, de La Plata.
“El objetivo de esa enseñanza es contribuir a la purificación de la razón y aportar su propia ayuda para que lo que es justo, aquí y ahora, pueda ser reconocido y después puesto también en práctica. Es tarea de la Iglesia servir a la formación de las conciencias, para que cada generación reemprenda la tarea fundamental de edificar un orden social justo”, subrayó.
El prelado platense destacó que “ese deber inmediato de actuar a favor de un orden justo en la sociedad es más bien propio de los fieles laicos”, y señaló que ese “protagonismo de los laicos se ejerce espontáneamente como participación solidaria en acciones ordenadas a subvenir las necesidades de la población, también mediante la integración en los cuerpos profesionales, en las organizaciones empresarias y sindicales, pero además debe manifestarse en el campo específico de la política”.
Asimismo, reconoció que “es, por desgracia, en este campo donde se echa de menos la presencia de católicos cabales, bien formados en la fe y en la cosmovisión cristiana. Sin embargo, es precisamente allí, en el mundo turbulento y a menudo sospechoso de la política, donde tendrían que expresar con su aporte la piedad para con esta patria nuestra sometida a un proceso de decadencia que por momentos pareciera irreparable”.
Tras subrayar que la nueva reforma de la organización social busca promover el federalismo y la subsidiariedad, precisó que supone también como condición una cultura política y un capital social caracterizado por un elevado civismo.
“Las organizaciones intermedias deberían volcarse a la resolución de los problemas colectivos renunciando a la rápida consecución de ventajas corporativas. Algunas reformas institucionales imprescindibles asegurarían la presencia de un Estado eficiente y capacitador, resuelto a cumplir su misión de regular el bien común y de establecer políticas de continuidad que resistan los cambios de gobierno y los defectos de la partidocracia”, indicó.
El arzobispo sostuvo que “las relaciones entre el Estado –habría que decir más bien los gobiernos- y la sociedad encuentran el punto justo en el respeto y la vigencia del principio de subsidiariedad, que protege a las personas de los abusos de las instancias sociales superiores y solicita que éstas ayuden a los particulares y a los cuerpos intermedios a desarrollar sus propias competencias, de cuyo ejercicio tiene mucho que esperar la comunidad. El mismo principio recomienda la mesurada intervención del Estado cuando las situaciones lo requieran, por ejemplo, ante una realidad de grave desequilibrio e injusticia social, caso en que sólo desde la iniciativa pública se puede encaminar la realización del bien común”.
“De la aplicación coherente y sostenida de este viejo principio siempre válido, y de las nuevas perspectivas que están ensayándose en varios países, podríamos esperar los argentinos la superación de la crónica frustración del federalismo, de los vicios de un asistencialismo clientelista y del avasallamiento de la libertad en la educación y la cultura por parte de un Estado que se entromete donde no debe y descuida en diversas áreas su obligación fundamental”, advirtió.
Y destacó que este Congreso pone el acento en los jóvenes y consideró que el conocimiento de la doctrina social “puede servir de catalizador para una transformación espiritual que despierte la auténtica vocación de servicio en la que la generosidad espontánea de los jóvenes se manifieste plenamente”.
Monseñor Aguer consideró que la Doctrina Social de la Iglesia constituye el mejor antídoto contra la ideologización de los jóvenes, que “tanto daño ha hecho y ha causado tanto dolor en la Argentina de tres o cuatro décadas atrás” y que, advirtió, “todavía sigue activa no sólo en las universidades, sino también en los colegios secundarios”.
“Quiera el Señor que este Congreso sea un jalón importante en el camino que desde hace diez años recorremos en la implementación de nuestra pastoral social. Esperamos que, con la bendición divina, sirva para que muchos platenses se animen a estudiar la Doctrina Social Católica y se comprometan a promover su aplicación”, concluyó.
“El objetivo de esa enseñanza es contribuir a la purificación de la razón y aportar su propia ayuda para que lo que es justo, aquí y ahora, pueda ser reconocido y después puesto también en práctica. Es tarea de la Iglesia servir a la formación de las conciencias, para que cada generación reemprenda la tarea fundamental de edificar un orden social justo”, subrayó.
El prelado platense destacó que “ese deber inmediato de actuar a favor de un orden justo en la sociedad es más bien propio de los fieles laicos”, y señaló que ese “protagonismo de los laicos se ejerce espontáneamente como participación solidaria en acciones ordenadas a subvenir las necesidades de la población, también mediante la integración en los cuerpos profesionales, en las organizaciones empresarias y sindicales, pero además debe manifestarse en el campo específico de la política”.
Asimismo, reconoció que “es, por desgracia, en este campo donde se echa de menos la presencia de católicos cabales, bien formados en la fe y en la cosmovisión cristiana. Sin embargo, es precisamente allí, en el mundo turbulento y a menudo sospechoso de la política, donde tendrían que expresar con su aporte la piedad para con esta patria nuestra sometida a un proceso de decadencia que por momentos pareciera irreparable”.
Tras subrayar que la nueva reforma de la organización social busca promover el federalismo y la subsidiariedad, precisó que supone también como condición una cultura política y un capital social caracterizado por un elevado civismo.
“Las organizaciones intermedias deberían volcarse a la resolución de los problemas colectivos renunciando a la rápida consecución de ventajas corporativas. Algunas reformas institucionales imprescindibles asegurarían la presencia de un Estado eficiente y capacitador, resuelto a cumplir su misión de regular el bien común y de establecer políticas de continuidad que resistan los cambios de gobierno y los defectos de la partidocracia”, indicó.
El arzobispo sostuvo que “las relaciones entre el Estado –habría que decir más bien los gobiernos- y la sociedad encuentran el punto justo en el respeto y la vigencia del principio de subsidiariedad, que protege a las personas de los abusos de las instancias sociales superiores y solicita que éstas ayuden a los particulares y a los cuerpos intermedios a desarrollar sus propias competencias, de cuyo ejercicio tiene mucho que esperar la comunidad. El mismo principio recomienda la mesurada intervención del Estado cuando las situaciones lo requieran, por ejemplo, ante una realidad de grave desequilibrio e injusticia social, caso en que sólo desde la iniciativa pública se puede encaminar la realización del bien común”.
“De la aplicación coherente y sostenida de este viejo principio siempre válido, y de las nuevas perspectivas que están ensayándose en varios países, podríamos esperar los argentinos la superación de la crónica frustración del federalismo, de los vicios de un asistencialismo clientelista y del avasallamiento de la libertad en la educación y la cultura por parte de un Estado que se entromete donde no debe y descuida en diversas áreas su obligación fundamental”, advirtió.
Y destacó que este Congreso pone el acento en los jóvenes y consideró que el conocimiento de la doctrina social “puede servir de catalizador para una transformación espiritual que despierte la auténtica vocación de servicio en la que la generosidad espontánea de los jóvenes se manifieste plenamente”.
Monseñor Aguer consideró que la Doctrina Social de la Iglesia constituye el mejor antídoto contra la ideologización de los jóvenes, que “tanto daño ha hecho y ha causado tanto dolor en la Argentina de tres o cuatro décadas atrás” y que, advirtió, “todavía sigue activa no sólo en las universidades, sino también en los colegios secundarios”.
“Quiera el Señor que este Congreso sea un jalón importante en el camino que desde hace diez años recorremos en la implementación de nuestra pastoral social. Esperamos que, con la bendición divina, sirva para que muchos platenses se animen a estudiar la Doctrina Social Católica y se comprometan a promover su aplicación”, concluyó.