La monja alemana
estigmatizada Ana Catalina Emmerick, que vivió gran cantidad de experiencias
místicas en las que recibió visiones y revelaciones en las que Dios le mostró
varios misterios además de pasajes del Evangelio, en el capítulo LXIX titulado
“Jesús con una sacerdotisa de los ídolos”, de sus escritos “Visiones y
Revelaciones completas”, descubre el fraude colosal del que son víctimas los
adeptos a la magia y los seguidores de prácticas esotéricas que aunque
aparentan ser convenientes, en realidad forman parte de lo Oculto.
En este capítulo, Ana
Catalina describe una revelación en la que vio a una mujer rogando a los
discípulos de Jesús que lo llevaran a su casa donde estaba su hijo a punto de
morir. Luego refiere el milagro y lo que sucedió después: “Jesús tomó al niño
del lecho en sus brazos y acercó el pecho del niño a su pecho y su rostro al
del niño, y sopló sobre él. Entonces el niño abrió los ojos; se incorporó
luego, y Jesús puso al niño delante de sí, y dijo a los discípulos que pusieran
sus manos sobre la cabeza del niño y lo bendijeran. Así lo hicieron. El niño se
sintió completamente sano y Jesús lo llevó a sus ansiosos padres, que lo
abrazaron, y se echaron a los pies de Jesús. La mujer exclamó: -Grande es el
Dios de Israel. Es sobre todos los dioses. Mi marido ya me lo había dicho, y yo
no quiero servir sino a ese Dios sólo. Se habían reunido entre tanto muchas
personas, que le trajeron a sus niños… Se quejaban las madres que tenían tantas
desgracias con sus criaturas y que su sacerdotisa no podía ayudarles en todos
los casos.
Mandó Jesús que llamasen a esa sacerdotisa. Vino ésta de mala gana,
y no quería entrar. Estaba cubierta con su velo. Jesús la mandó acercarse. Ella
no quería mirarlo de frente, y apartaba el rostro. Su comportamiento era como
el de los endemoniados, que eran obligados por una fuerza interior a apartar su
mirada de la de Jesús; con todo, se sentía obligada por el mandato de Jesús a
acercarse. Jesús dijo entonces a los paganos reunidos allí, hombres y mujeres:
-Yo les quiero mostrar qué ciencia y poder veneran en esta mujer y en su arte.
Mandó a los espíritus que saliesen de ella. Salió entonces, a vista de todos,
como un vapor negro de ella en forma de toda clase de animales asquerosos,
serpientes, sapos, ratas y dragones. Era una vista espantosa, y Jesús dijo:
-Miren qué doctrina siguen ustedes. La mujer cayó de rodillas y comenzó a
llorar y a gemir. Luego se tornó tranquila y obsecuente, y Jesús le mandó que
dijese ante todos cómo procedía para sanar a los niños. Ella, entre lágrimas,
aun contra su voluntad, dijo que primero, por medio de artes de magia
demoníaca, los hacia enfermar, y luego, al parecer, los volvía a sanar para
honra de su ídolo y de sus dioses”.
En esta visión, la beata
Ana Catalina Emmerick describe que también vio cómo Jesús desenmascaró el
engaño del mal al evidenciar que ese ídolo, al que llamaban dios Moloch, en
realidad era un conjunto de varios demonios, pues hizo que lo llevaran al lugar
donde adoraban al ídolo, en una colina rodeada de excavaciones y debajo de una
techumbre: “Allí dijo a la sacerdotisa que dijese las alabanzas de su dios,
cómo le servían y lo que ese dios les daba. Entonces le pasó a esta mujer lo
que al profeta de Balaam, pues tuvo que decir públicamente todas las
atrocidades de su culto y luego manifestar abiertamente las maravillas del Dios
de Israel, delante de todo el pueblo allí presente. Jesús mandó entonces a sus
discípulos que volteasen al ídolo y ellos así lo hicieron. Jesús les dijo:
-Miren que ídolo adoran. En este momento, a la vista de todo el pueblo,
salieron de allí figuras espantosas de demonios de diversas formas que,
temblando, se escurrían, y reptando, se ocultaban debajo de tierra, entre las
tumbas y excavaciones del lugar. Los paganos estaban muy atemorizados y
avergonzados”.
Al cabo de dos mil años,
este engaño no ha cambiado. Hoy, el demonio sigue atrapando a muchos que caen
en el error de pensar que obtendrán un bien con las prácticas esotéricas, pero
no es así, porque siempre, detrás de lo Oculto, se
encuentra el demonio.
Ana Catalina Emmerick
nació el 8 de septiembre de 1774 en Westfalia. Sus visiones fueron transcritas
por Clemens Brentano, escritor alemán. Fue beatificada por san Juan Pablo II el
3 de octubre de 2004.