Sus acérrimos opositores fueron los
druidas, representantes de los dioses paganos. También sufrió mucho a manos de
los herejes pelagianos, que para arruinar su obra recurrieron inclusive a la
calumnia. Para defenderse, Patricio escribió su Confessio. Por fortuna poseemos
una colección bastante nutrida de esos escritos, que nos muestra algo de el
mismo, como sentía y actuaba.
Circulaba entre los paganos un extraño
vaticinio, una profecía, respecto al santo, que Muirchu, su historiador nos
transmite textualmente así: "Cabeza de azuela (referencia a la forma
aplanada de la cabeza tonsurada) vendrá con sus seguidores de cabezas chatas, y
su casa (casulla o casuela, es decir casa pequeña) tendrá un agujero para que
saque su cabeza. Desde su mesa clamará contra la impiedad hacia el oriente de
su casa. Y todos sus familiares responderán, Amén, Amén". Los augurios
agregaban esto todavía: "Por lo tanto, cuando sucedan todas estas cosas,
nuestro reino, que es un reinado de idolatría, se derrumbará".
En la evangelización, San Patricio
puso mucha atención en la conversión de los jefes, aunque parece ser que el
mismo rey Laoghaire no se convirtió al cristianismo, pero si, varios miembros
de su familia. Consiguió el amparo de muchos jefes poderosos, en medio de
muchas dificultades y constantes peligros, incluso el riesgo de perder la vida
(mas de cinco veces) en su trato con aquellos bárbaros. Pero se notaba que
había una intervención milagrosa de Dios que lo libraba de la muerte todas las
veces que los enemigos de la religión trataban de matarlo. En un incidente que
ocurrió en misión, su cochero Odhran, quizás por algún presentimiento, insistió
en reemplazar al santo en el manejo de los caballos que tiraban del coche, por
consiguiente fue Odhram quien recibió el golpe mortal de una lanza que estaba
destinada a quitarle la vida a San Patricio.
No obstante los contratiempos, el
trabajo de la evangelización de Irlanda, siguió firme. En varios sitios de
Irlanda, construyó abadías, que después llegaron a ser famosas y alrededor de
ellas nacieron las futuras ciudades. En Leitrim, al norte de Tara, derribó al
ídolo de Crom Cruach y fue uno de los lugares donde edificó una de las iglesias
cristianas. En la región de Connaught, realizó cosas notables. En la población
de Tirechan se conservó para la posteridad la historia de la conversión de
Ethne y Fedelm, hijas del rey Laoghaire. También existen las narraciones de las
heroicas predicaciones de San Patricio en Ulster, en Leinster y en Munster.
Por su santidad, manifiesta en su
carácter su lenguaje sencillo al evangelizar y por el don de hacer milagros,
San Patricio logró muchas victorias sobre sus oponentes paganos y hechiceros.
Ese triunfo le sirvió para que los pobladores de Irlanda se abrieran a la
predicación del cristianismo. De hecho hacen referencias en los textos del
Senchus Mor (el antiguo código de las leyes irlandesas) a cierto acuerdo concertado
en Tara entre los paganos y el santo y su discípulo San Benigno (Benen). Dicen
esos libros que "Patricio convocó a los hombres del Erin para que se
reunieran todos en un sitio a fin de conferenciar con él. Cuando estuvieron
reunidos, se les predicó el Evangelio de Cristo para que todos lo escucharan. Y
sucedió que, en cuanto los hombres del Erin escucharon el Evangelio y
conocieron como este daba frutos en el gran poder de Patricio demostrado desde
su arribo y al ver al rey Laoghaire y a sus druidas asombrados por las grandes
maravillas y los milagros que obraba, todos se inclinaron para mostrar su
obediencia a la voluntad de Dios y a Patricio".
Hay muchas fantasías sobre las
confrontaciones de San Patricio con los magos druidas pero también hay relatos
que tienen un trasfondo sin duda histórico. Dicen que un Sábado Santo, cuando
nuestro santo encendió el fuego pascual, se lanzaron con toda su furia a
apagarlo, pero por más que trataron no lo lograron. Entonces uno de ellos
exclamó: "El fuego de la religión que Patricio ha encendido, se extenderá
por toda la isla". Y se alejaron. La frase del mago se ha cumplido; la
religión católica se extendió de tal manera por toda Irlanda, que hoy sigue
siendo un país católico, iluminado por la luz de la religión de Cristo, y que a
su vez a dado muchos misioneros a la Iglesia.