domingo, 1 de octubre de 2006

La Salette (Apariciones Marianas)





En 1846, en una región montañosa del sudeste de Francia, tuvo lugar otra de las apariciones marianas contemporáneas más importantes. Se trata de la manifestación de la Santísima Virgen María a dos pastores del poblado de La Salette: Maximino Giraud y Melanie Mathieu, de 11 y 15 años respectivamente para ese entonces.

Llamativamente (o no...) los niños se habían conocido el día previo a la aparición, cuidando ganado en la montaña; de hecho el padre de Melanie le había pedido que instruyera a Maximino en la tarea, porque el pequeño cubriría el lugar de un ayudante de su padre el cual había enfermado.


La Salette

Según sus propias palabras, esto no fue fácil para Melanie, quien tenía cierta tendencia a la soledad. Pese a eso, repitieron al día siguiente de su primer encuentro la tarea de cuidado de los animales. Corría el sábado 19 de septiembre de 1846, uno de los últimos días de un verano caluroso en Europa. Después de la siesta, divisaron un globo luminoso que parecía dividirse.
Se acercaron hacia la luz para encontrarse allí con Nuestra Señora, sentada sobre una enorme piedra, quien lloraba con profunda tristeza. En un principio atemorizados, los niños fueron aproximándose a María, quien les dijo que no temieran.


Los niños la describieron como una mujer alta, de aspecto majestuoso, vestida de blanco y con un delantal ceñido a la cintura. Llamaba la atención el chal, también blanco, adornado con rosas sobre sus hombros, con calzado de las mismas características. Y también estaba formada por rosas la corona que brillaba sobre su cabeza.


María, en el dialecto francés local, se dirigió a los niños para transmitirles un primer mensaje, solicitando por pedido de Jesús obediencia a las leyes de Dios: «La gente no observa el Día del Señor, continúan trabajando sin parar los Domingos. Tan sólo unas mujeres mayores van a Misa en el verano. Y en el invierno cuando no tienen más que hacer van a la iglesia para burlarse de la religión. El tiempo de Cuaresma es ignorado. Los hombres no pueden jurar sin tomar el Nombre de Dios en vano. La desobediencia y el pasar por alto los mandamientos de Dios son las cosas que hacen que la mano de mi Hijo sea más pesada».

María, asimismo, predijo también una terrible hambruna, fruto de la pérdida de cosechas de papas, cereales y uvas. Por otra parte, les comunicó a cada joven un secreto que no deberían revelar a nadie, con excepción del Papa, en una petición especial que el mismo les haría.

La incredulidad general fue la primera respuesta del pueblo a la aparición; sin embargo, cerca del lugar donde Nuestra Señora surgió una fuente y numerosos milagros empezaron a ocurrir. Por otro lado, las terribles calamidades que fueron anunciadas se empezaron a cumplir: la terrible hambruna debida a la falta de papas de 1846 se difundió por Europa, especialmente en Irlanda, y la escasez de trigo y maíz fue tan severa que más de un millón de personas en Europa murieron de inanición. Una enfermedad afectó las uvas en toda Francia. Acaso el castigo hubiera sido peor de no haber sido por los que acataron el mensaje de La Salette: muchos comenzaron a ir a Misa y se cesaron de hacer trabajos innecesarios el día del Señor.


El Obispo de La Salette encargó a dos teólogos la investigación de la aparición y de todas las curaciones registradas, tarea que se llevó a cabo durante 5 años. Por su parte, el papa Pío IX aprobó la devoción a Nuestra Señora de La Salette y le pidió a los jóvenes que el relato de los secretos le fuera enviado por escrito. Poco tiempo después, el Santo Padre diría: «Estos son los secretos de La Salette; si el mundo no se arrepiente, perecerá».

Un extracto fue publicado en 1879 por la propia Melanie, con imprimatur del Obispo de Lecce (Italia). Recién en 1922 se divulgó el texto completo, con licencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Así, Nuestra Señora nos brindó en el siglo XIX un panorama contundente de los momentos que vendrían y llamó a los verdaderos imitadores de su Hijo (los «Apóstoles de los Últimos Tiempos») para la reconciliación de los hombres con su Creador. Uno de los ejes centrales del secreto es la Gran Apostasía, ya anunciada por San Juan en el Apocalipsis (al igual que en este hermoso libro de la Biblia, es destacable que las profecías de La Salette no parecen guardar un orden sucesivo de correlato). No debemos olvidar que esa Gran Apostasía ya fue denunciada en noviembre de 1972 por Pablo VI («el humo del infierno se ha infiltrado en la Iglesia de Dios»).


De acuerdo con las publicaciones oficiales, Nuestra Señora le dijo a la vidente:

«Melanie, esto que yo te voy a decir ahora no será siempre secreto; puedes publicarlo en 1858: los Sacerdotes, Ministros de mi Hijo, por su mala vida, por sus irreverencias e impiedad al celebrar los santos misterios, por su amor al dinero, a los honores y a los placeres, se han convertido en cloacas de impureza.»

«¡Sí!, los Sacerdotes piden venganza y la venganza pende de sus cabezas. ¡Ay de los sacerdotes y personas consagradas a Dios que por sus infidelidades y mala vida crucifican de nuevo a Mi Hijo! Los pecados de las personas consagradas a Dios claman al Cielo y piden venganza, y he aquí que la venganza está a las puertas, pues ya no se encuentra nadie que implore misericordia y perdón para el Pueblo. Ya no hay almas generosas ni persona digna de ofrecer la víctima sin mancha al Eterno, en favor del mundo.»

«Dios va a castigar de una manera sin precedentes. ¡Ay de los habitantes de la Tierra...! Dios va a derramar su cólera y nadie podrá sustraerse a tantos males juntos. ¡Los jefes, los conductores del Pueblo de Dios, han descuidado la oración y la penitencia, y el demonio ha oscurecido sus inteligencias, se han convertido en estrellas errantes que el viejo diablo arrastrará con su cola para hacerlos perecer. Dios permitirá a la serpiente antigua poner divisiones entre los soberanos, en las sociedades y en las familias. (...)»

«La sociedad está en vísperas de las más terribles calamidades y los más grandes acontecimientos. Se verá obligada a ser gobernada por una vara de hierro y a beber el cáliz de la cólera de Dios. Que el Vicario de mi Hijo, el soberano Pontífice Pío IX, no salga ya de Roma después del año de 1859; pero que sea firme y generoso; que combata con las armas de la fe y del amor. Yo estaré con él. (...) Italia será castigada por su ambición de querer sacudir el yugo del Señor de los Señores. (...) La sangre correrá por todas partes. Las Iglesias serán cerradas o profanadas. Los Sacerdotes y religiosos serán perseguidos.(...) Muchos abandonarán la Fe, y el número de Sacerdotes y religiosos que se separarán de la verdadera religión será grande. Entre estas personas se encontrarán incluso Obispos.»

«Que el Papa se ponga en guardia contra los obradores de milagros, pues llega el tiempo en que los prodigios más asombrosos tendrán lugar en la tierra y en los aires. (...) Lucifer, con gran número de demonios, serán desatados del Infierno; abolirán la fe, aún entre las personas consagradas a Dios. (...) Muchas casas religiosas perderán completamente la fe y perderán a muchísimas almas. Los malos libros abundarán en la Tierra y los espíritus de las tinieblas extenderán por todas partes un relajamiento universal en todo lo relativo al servicio de Dios. Habrá Iglesias para servir a esos espíritus. (...) ¡Ay de los príncipes de la Iglesia que se hayan dedicado únicamente a amontonar riquezas, a poner a salvo su autoridad y dominar con orgullo!»
«El Vicario de Mi Hijo tendrá mucho que sufrir, porque por un tiempo la Iglesia será entregada a grandes persecuciones. Esta será la hora de las tinieblas. La Iglesia tendrá una crisis espantosa. Dado el olvido de la santa Fe en Dios, cada individuo querrá guiarse por sí mismo y ser superior a sus semejantes. (...) El Santo Padre sufrirá mucho. Yo estaré con él hasta el fin para recibir su sacrificio. Los malvados atentarán muchas veces contra su vida, sin poder poner fin a sus días; pero ni él ni su sucesor verán el triunfo de la Iglesia de Dios. Los gobernantes civiles tendrán todos un mismo plan, que será abolir y hacer desaparecer todo principio religioso para dar lugar al materialismo, al ateísmo, (...) a toda clase de vicios.»

«Que los que estén al frente de las comunidades religiosas vigilen a las personas que han de recibir, porque el demonio usará toda su malicia para introducir en las órdenes religiosas a personas entregadas al pecado, pues los desórdenes y el amor de los placeres carnales se extenderán por toda la Tierra. Francia, Italia, España e Inglaterra estarán en guerra; la sangre correrá por las calles; el francés luchará contra el francés, el italiano contra el italiano... habrá una guerra universal que será espantosa. Por algún tiempo Dios no se acordará de Francia ni de Italia, porque el Evangelio de Cristo no es ya conocido.»

«Los malvados desplegarán toda su malicia. Al primer golpe de su espada fulminante las montañas y la naturaleza temblarán de espanto, porque los desórdenes y los crímenes de los hombres traspasan la bóveda de los Cielos. París será quemado, y Marsella engullida; varias grandes ciudades serán sacudidas y engullidas por terremotos. Se creerá que todo está perdido. No se verán más que homicidios, no se oirá más que ruido de armas y blasfemias. Los justos sufrirán mucho, sus oraciones, su penitencia y sus lágrimas subirán hasta el Cielo, y todo el Pueblo de Dios pedirá perdón y misericordia e implorarán su ayuda e intercesión. Entonces Jesucristo, por un acto de justicia y de su gran misericordia con los justos, mandará a sus ángeles que destruyan a todos sus enemigos. Los perseguidores de la Iglesia de Cristo y los hombres dados al pecado perecerán de golpe, y la Tierra quedará como un desierto.»

«Entonces será la paz, la reconciliación de Dios con los hombres; Jesucristo será servido, adorado y glorificado. La caridad florecerá en todas partes. Los nuevos reyes serán el brazo derecho de la Santa Iglesia que será fuerte, humilde, piadosa, pobre, celosa e imitadora de las virtudes de Jesucristo. El Evangelio será predicado por todas partes y los hombres harán grandes progresos en la fe, porque habrá unidad entre los obreros de Jesucristo, y los hombres vivirán en el temor de Dios.» (...)

«La Tierra será castigada con todo género de plagas. Habrá guerras, hasta la última que la harán los diez reyes del anticristo, los cuales tendrán todos un mismo plan, y serán los únicos que gobernarán al mundo. Antes que eso suceda, habrá una especie de falsa paz en el mundo; no se pensará más que en divertirse; los malvados se entregarán a toda clase de pecados; pero los hijos de la Santa Iglesia, los hijos de la fe, mis verdaderos imitadores, creerán en el amor de Dios y en las virtudes que me son más queridas. Dichosas las almas humildes guiadas por el Espíritu Santo, Yo combatiré con ellas hasta que lleguen a la plenitud de la edad.»

«La naturaleza clama venganza contra los hombres, y tiembla de espanto en espera de lo que debe suceder en la Tierra encharcada de crímenes. Temblad, Tierra, y vosotros que hacéis profesión de servir a Jesucristo y que interiormente os adoráis a vosotros mismos, ¡temblad!, pues Dios va a entregaros a sus enemigos, porque los lugares santos están en la corrupción. Muchos conventos no son ya casa de Dios, sino pastizales de Asmodeo. Durante este tiempo nacerá el anticristo... Hará prodigios y no se alimentará sino de impurezas. ... Se cambiarán las estaciones... Los astros perderán sus movimientos regulares. La luna no reflejará más que una débil luz rojiza. El agua y el fuego causarán en el globo terrestre movimientos convulsivos y horribles terremotos.»

«Roma perderá la Fe y se convertirá en la sede del anticristo. Los demonios del aire, con el anticristo, harán grandes prodigios en la Tierra y en los aires, y los hombres se pervertirán más y más. Dios cuidará de sus fieles servidores y de los hombres de buena voluntad. El Evangelio será predicado por todas partes. Todos los pueblos y todas las naciones conocerán la verdad.»
«Hago una apremiante llamada a la Tierra, llamo a los verdaderos discípulos del Dios que vive y reina en los Cielos, llamo a los verdaderos imitadores de Cristo hecho hombre, el único y verdadero salvador de los hombres. Llamo a mis hijos, a mis verdaderos devotos, a los que se me han consagrado a fin de que los conduzca a mi Divino Hijo, los que llevo, por decirlo así, en mis brazos, los que han vivido de mi espíritu. Finalmente... llamo a los Apóstoles de los Últimos Tiempos. Los fieles discípulos de Jesucristo que han vivido en el menosprecio del mundo y de sí mismos, en la pobreza y en la humildad, en la oración y en la mortificación, en la castidad y en la unión con Dios, en el sufrimiento, y desconocidos del mundo.»

«Ya es hora que salgan y vengan a iluminar la Tierra: id y mostraos como mis hijos queridos, yo estoy con vosotros y en vosotros, con tal que vuestra fe sea la luz que os ilumine en esos días de infortunio. ... Luchad, hijos de la luz, vosotros pequeño número... pues ya está aquí el tiempo de los tiempos, el fin de los fines. La Iglesia se oscurecerá, el mundo quedará consternado. Pero he ahí Enoch y Elías, llenos del espíritu de Dios; predicarán con la fuerza de Dios, y los hombres de buena voluntad creerán en Dios, y muchas almas serán consoladas. Harán grandes prodigios por la virtud del Espíritu Santo, y condenarán los errores diabólicos del anticristo.»

«¡Ay de los habitantes de la Tierra...! Habrá guerras sangrientas y hambres, pestes y enfermedades contagiosas; habrá lluvias de un granizo espantoso... Tempestades que destruirán ciudades, terremotos que engullirán países; se oirán voces en el aire; los hombres se golpearán la cabeza contra los muros, llamarán a la muerte. ... La sangre correrá por todas partes. ¿Quién podrá resistir si Dios no disminuye el tiempo de la prueba? Por la sangre, las lágrimas y oraciones de los justos, Dios se dejará aplacar. Enoc y Elías serán muertos. Roma pagana desaparecerá, caerá fuego del cielo y consumirá tres ciudades; el universo entero estará preso del terror, y muchos se dejarán seducir por no haber adorado al verdadero Cristo, que vivía entre ellos.»

«Ha llegado el tiempo. El sol se oscurece, solo la fe vivirá. Aquí está el tiempo. El abismo se abre. He aquí el rey de los reyes de las tinieblas. Aquí está la bestia con sus súbditos, llamándose el salvador del mundo. Se elevará con orgullo por los aires para subir hasta el Cielo. Será sofocado por el soplo de San Miguel Arcángel. Caerá. Y la Tierra, que llevará tres días en continuas evoluciones, abrirá su seno lleno de fuego. Será hundido para siempre, (el anticristo), con todos los suyos, en los abismos eternos del infierno. Entonces el agua y el fuego purificarán y consumirán todas las obras del orgullo de los hombres y todo será renovado. Dios será servido y glorificado.»

El secreto, ampliamente coincidente con el Apocalipsis, narra el triunfo definitivo de la Iglesia, después del Juicio de las Naciones, donde seremos un solo rebaño y un solo Pastor. También se habla del anticristo, líder máximo de la Gran Apostasía, y de los 2 testigos que condenarán los errores del anticristo, que serán vencidos y muertos (como describe el noveno capítulo del Apocalipsis).

Por su parte, algunas profecías ya se han cumplido:

--> Que el Papa no saliera de Roma después de 1859 (año a partir del cual, vencida la gran potencia católica de Austria, se intentó que el Papa abandonara Roma para conseguir la unificación italiana, forjada por masones)

--> La caida de Napoleón III («sobre la propia espada de la cual quería servirse para obligar a los pueblos a ensalzarlo» parece una referencia a Prusia, vencedora de la guerra francoprusiana de 1870).

--> El desconcierto de la doctrina y la apostasía de los fieles («Muchas casas religiosas se apartarán de la verdadera fe») con una especial responsabilidad del clero

Quizás sea prudente recordar como cierre a estas líneas a uno de los más extraordinarios hombres de nuestro tiempo, Juan Pablo II, cuando en una audiencia privada del 20 de enero de 1982 comentó en relación con el mensaje de La Salette que «estamos en el corazón de las profecías.»

El artículo original fue publicado en 2 partes en versión 1.0