«El afán de dinero es la raíz de todos los males del mundo» (1 Tim; 6,10)
En los últimos tiempos, ha sido reiterado el uso de la expresión «células madre» (stem cells) en distintos medios de comunicación, publicitándolas como la panacea para variadas dolencias. Con preocupación puede notarse que estos comentarios proceden en general del discurso de «comunicadores sociales» con el más profundo desconocimiento del tema (en el mejor de los casos) o de personas que, en su afán de recibir dinero, no vacilan en reivindicar a Maquiavelo de sus cada vez más ardientes cenizas.
Es prudente plantearnos aquí que es lo que llamamos células madre, cual es su origen, su eventual potencialidad en tratamientos médicos y que es lo que muchos esconden detrás de su eventual utilización.
Recordaremos inicialmente que, desde el momento de la fecundación, o sea, desde la unión de óvulo y espermatozoide, se conforma un nuevo individuo, único, irrepetible, con plena dignidad humana y sujeto de derecho desde ese preciso instante. Esa nueva persona al principio consta de una sola célula, con todo el material genético necesario para dar lugar a la totalidad de un niño al momento del nacimiento a la vida extrauterina.
Esa primera célula se divide sucesivamente en 2, 4, 8, 16... millones de células nuevas, todas ellas conservando el total del ADN de aquella célula primordial. Sin embargo, con el correr de los días, algunas de esas células comienzan a «especializarse» en distintas tareas. Entonces, algunas de esas células se prepararán para constituir el corazón del embrión; otras formarán sus miembros; otras, su tubo digestivo; otras, su cerebro; y así, daremos lugar a la multitud de órganos y sistemas que conforman la totalidad del ser.
En los últimos tiempos, ha sido reiterado el uso de la expresión «células madre» (stem cells) en distintos medios de comunicación, publicitándolas como la panacea para variadas dolencias. Con preocupación puede notarse que estos comentarios proceden en general del discurso de «comunicadores sociales» con el más profundo desconocimiento del tema (en el mejor de los casos) o de personas que, en su afán de recibir dinero, no vacilan en reivindicar a Maquiavelo de sus cada vez más ardientes cenizas.
Es prudente plantearnos aquí que es lo que llamamos células madre, cual es su origen, su eventual potencialidad en tratamientos médicos y que es lo que muchos esconden detrás de su eventual utilización.
Recordaremos inicialmente que, desde el momento de la fecundación, o sea, desde la unión de óvulo y espermatozoide, se conforma un nuevo individuo, único, irrepetible, con plena dignidad humana y sujeto de derecho desde ese preciso instante. Esa nueva persona al principio consta de una sola célula, con todo el material genético necesario para dar lugar a la totalidad de un niño al momento del nacimiento a la vida extrauterina.
Esa primera célula se divide sucesivamente en 2, 4, 8, 16... millones de células nuevas, todas ellas conservando el total del ADN de aquella célula primordial. Sin embargo, con el correr de los días, algunas de esas células comienzan a «especializarse» en distintas tareas. Entonces, algunas de esas células se prepararán para constituir el corazón del embrión; otras formarán sus miembros; otras, su tubo digestivo; otras, su cerebro; y así, daremos lugar a la multitud de órganos y sistemas que conforman la totalidad del ser.
Diferenciación de las células madres (adaptación del esquema de la Universidad de Stanford)
Es interesante remarcar que este proceso, que en ciencias biológicas se conoce con el nombre de diferenciación celular, posee ciertas características destacables:
(1) Cada célula conserva TODO el potencial genético de aquel fruto de la fecundación, pero EXPRESA SOLAMENTE una parte de ese potencial, específicamente aquel que es «útil» para el rol que ocupa en el organismo (por ejemplo, un glóbulo blanco posee todo el material genético de la primera célula embrionaria, pero expresa sólo la información necesaria para cumplir su función en las defensas del organismo)
(2) El proceso de diferenciación es IRREVERSIBLE, esto es, una vez que una célula se ha «especializado» en una función, no puede modificarse para cumplir otra (una neurona, por ejemplo, es incapaz de convertirse en un hepatocito, pese a que ambas células cuentan con la totalidad del mismo material genético)
Este proceso, como hemos narrado, ocurre precozmente en el desarrollo de la vida. No obsante, un grupo menor de células, sorprendentemente, conservan un estado de diferenciación muy primario y casi idéntico al de la célula embrionaria primordial. Estas son las llamadas «células madres», «células totipotenciales» o «células estaminales» (nombre que procede de la castellanización del anglicismo stem cell, equivalente a célula troncal).
Las células madres presentan, si bien no es la denominación estricta, una suerte de estado de «indiferenciación», por lo cual, rodeadas de un medio adecuado, conservan la capacidad de diferenciarse en distintos tipos celulares. El descubrimiento de las células estaminales, como es esperable, ha abierto las puertas a proponer soluciones para enfermedades caracterizadas por la degeneración o destrucción de tejidos:
* enfermedades neurológicas fruto de pérdida neuronal (demencia tipo Alzheimer, enfermedad de Parkinson), en las cuales se postula que, implantando células totipotenciales en las regiones adecuadas del cerebro, estas podrían diferenciarse y cubrir el vacío de las neuronas faltantes
* la diabetes, en la cual las células pancreáticas productoras de insulina podrían sustituirse, al ser reemplazadas por células madres que se diferenciarían adecuadamente
* existe un largo etcétera de posibilidades, que incluye reemplazo de tejido cardiaco infartado, de pulmón dañado por tabaco, de piel destruida por quemaduras...
Al momento de escribir estas reflexiones, la inmensa mayoría de las situaciones descriptas son aún terreno de ficción, ya que las primeras experiencias en algunos de estos terrenos han sido en realidad desalentadoras. Sin embargo, el objetivo fundamental de este artículo es que consideremos cuales son las fuentes de las células madre disponibles:
* La médula ósea de adultos y niños. En efecto, en el interior de nuestros huesos se encuentran células estaminales con capacidad para diferenciarse en glóbulos blancos de distintas estirpes, en glóbulos rojos o en plaquetas. Estas son las células empleadas en la realización de transplantes autólogos y heterólogos de médula ósea que han permitido salvar la vida de miles de enfermos hematológicos
* El cordón umbilical al momento del nacimiento. El mismo contiene células troncales que pueden tomarse de allí sin el menor daño para el bebé o la madre
* La placenta. Caben aquí las mismas consideraciones que las citadas para el cordón umbilical
* Los embriones humanos en los primeros días posteriores a la concepción.
Y es aquí donde debemos detenernos para un análisis más profundo. En las tres primeras situaciones descriptas, no existe posibilidad de provocar daño alguno en el «donante» de las células madres. Sin embargo, para poder tomar células de un embrión es necesaria la DESTRUCCIÓN del mismo, esto es, el ASESINATO de una vida humana.
Como todos conocemos, existe una «superproducción» de embriones, fruto de las técnicas actuales de fertilización asistida, por la cual se fecundan numerosos óvulos, seleccionando cuales serán implantados en el útero materno y cuales serán congelados (en términos concretos, cuales hijos llegarán a formarse por completo y cuantos permanecerán criopreservados). A tal fin, es oportuno que recordemos como es el proceso habitual de fecundación en el ser humano:
Embrión humano de 3 semanas de vida intrauterina
* el eyaculado masculino en promedio contiene unos 300 millones de espermatozoides, los cuales poseen la mitad del material genético (ADN) que participará en la formación del embrión
* el óvulo femenino (en promedio uno cada 28 días) contiene la segunda mitad de ese material genético
* el encuentro entre el óvulo y uno de entre la miríada de espermatozoides, en general en las trompas de Falopio femeninas, da lugar a la fusión de ambos (fecundación), momento en que se origina UN NUEVO SER HUMANO, con material genético diferenciado e irrepetible.
Tras este escueto repaso fisiológico, cabe aquí remarcar que, en efecto, en la mayoría de los ciclos femeninos se produce un único óvulo (cuando excepcionalmente ocurre lo contrario, tenemos lugar al desarrollo de gemelos no idénticos, productos de la fusión de dos óvulos diferentes con sendos espermatozoides). Con un cálculo grosero, sabremos entonces que, si el promedio de la edad de la menarca es a los 14 años y la de la menopausia es a los 48, al ritmo de un ciclo cada 28 días, una mujer contará con cerca de 450 ciclos fértiles o, lo que es lo mismo, unos 450 óvulos a lo largo de su vida fértil en condiciones de ser fecundados.
Sin embargo, la capacidad de una mujer de producir estas células es mucho mayor (se calcula que cada ovario contiene al momento del nacimiento varios miles de ovocitos). Este conocimiento es aplicado por las técnicas convencionales de fertilización asistida, mediante las cuales se administra a las mujeres distintas hormonas recombinantes capaces de producir la liberación simultánea de gran cantidad de óvulos (muchas veces diez ó más de ellos en un solo ciclo).
Estos óvulos fértiles son «incubados» con el esperma del donante (el esposo, en el mejor de los casos) en un medio apropiado, obteniéndose así numerosos embriones (personas). El proceso se denomina in vitro porque la fecundación ocurre fuera del seno materno.
De los citados hijos neoformados se «elige» (sin eufemismos) cuales serán implantados en el útero materno y cuales serán «preservados» en tanques glaciares en estado de animación suspendida. En términos menos elegantes, se selecciona de los hijos recién concebidos cuales continuarán su desarrollo normal y cuales permanecerán congelados para el olvido. Para completar el panorama macabro, si bien no caben hoy dudas de que estos niños son personas criopreservadas (desde la óptima de la Biología, la Filosofía, la Teología y la Moral), existe un conflicto jurídico a la hora de valorar los derechos de estos niños no nacidos, atormentados bajo nitrógeno líquido.
El destino de estos pequeños es variable, pero en general sombrío. Si bien en algunos casos son adoptados por parejas infértiles e implantados en un nuevo seno materno, muchos otros mueren por ser «no viables». Numerosos son olvidados por sus propios padres y su destino final es... el de ser fuentes de células madre, a través del generoso financiamiento de muchos laboratorios.
Como hemos mencionado con anterioridad, existen terrenos promisorios en el campo de la investigación de células madre, las cuales PUEDEN EXTRAERSE DE TEJIDOS NO EMBRIONARIOS, como el cordón umbilical, la médula ósea de adultos y niños y la placenta. Es inadmisible la sistematización del homicidio de embriones congelados para ser sometidos a experiencias científicas. Urge la necesidad de un marco jurídico en el respeto de la ley natural, donde el primero de los derechos humanos es el derecho a la vida –incluyendo la de los niños no nacidos–.
Quizás ha llegado el momento de plantear la figura legal del genocidio cuando el aborto y la destrucción de seres humanos congelados se realizan recurrentemente al solo fin de la dominante idolatría del dinero.
Publicado en formato 1.0 en 2 partes entre octubre y noviembre de 2006