miércoles, 1 de noviembre de 2006

Los 7 Sacramentos Seculares


Con excepción de la página oficial de la Santa Sede, el sitio católico más visitado de Internet es New Advent, el cual ofrece temas variados de apologética, análisis de textos teológicos y otra vasta gama de información.

En agosto de 2006, se presentó un interesante comentario de la columna escrita por Thomas Doran, Obispo de Rockford, en el periódico oficial de su diócesis, The Observer. He aquí la traducción al castellano del mencionado artículo.

«Como seres humanos, como ciudadanos de un país del primer mundo, como estadounidenses y como católicos, sobre todo, debemos tomar en cuenta las circunstancias en las cuales vivimos. Sabemos que las únicas creaturas de Dios que trascienden el tiempo son aquellas creadas con intelecto y voluntad. Todas las demás creaturas, con el paso del tiempo, se derrumban de un modo u otro.»



«Muchos de los desafíos a los que nos enfrentamos son serios y sabemos hoy día que los partidos políticos de nuestro país están discutiendo entre sí para resolverlos. Los 7 sacramentos de su cultura secular son el aborto, la homosexualidad, la anticoncepción, el divorcio, la eutanasia, el feminismo radicalizado y la experimentación genética con mutilaciones. Todas estas cosas son desvergonzadamente expuestas, profesadas y promovidas. La continuidad de estas personas en el ejercicio público es un claro y presente peligro para la supervivencia de nuestra nación.»

«Desde mediados de la década de 1940, nos hemos acostumbrado a sospechar de los alemanes. Han sido los protagonistas de la Segunda Guerra Mundial y responsables de 50 millones de muertes. “¡Qué horrible!”, decimos, pero en nuestro país hemos permitido un partido de la muerte y un sistema judicial que, desde 1973, autorizó la eliminación de 40 millones de ciudadados hermanos sin siquiera permitirles ver la luz del día. Han hecho lo mejor para permitirnos contar con una verdadera cultura de la muerte. Sin dudas, pronto sobrepasaremos a los nazis en llevar a los seres humanos a la muerte.»

«Quizás no debamos utilizar nuestro tiempo en lamentarnos por los chicos a quienes se les ha arrancado la vida en la práctica bárbara del aborto terapéutico: hemos acabado con sus vidas rápidamente en este mundo y se han ido a las manos del Señor de la Vida y de la Misericordia por toda la eternidad. Pero también debemos dejar en claro que quienes creen que han practicado sobre sí el llamado aborto terapéutico han sido llevados a él por padres o tutores quienes creen que el aborto es una solución cuando en realidad es un inmenso problema. Y también hay algunos inmorales que creen que el aborto es un bien, cuyo número debería ser mayor.»

«Debemos recordar que la violencia genera violencia. Cuando toleramos ataques injustos sobre los más pequeños inocentes alrededor nuestro, nos habituamos nosotros mismos a la violencia. Y así hemos permitido que estas prácticas bárbaras corrompan nuestras leyes, nuestra práctica médica e incluso nuestra vida diaria. ¡Cómo nos hemos acostumbrado a las inmensas pérdidas de vidas en las guerras a lo largo del mundo! Quienes han asesinado a millones en el seno de sus propias madres no se lamentarán por unos pocos miles asesinados en Afganistán, en Iraq, en Somalía, en Darfur, en Bosnia, en Madrid, en Londres, en Bagdad, en Beirut, en Washington, en Nueva York. La violencia del aborto convierte la vida de todos nosotros.»

«Alguna vez se dijo “...todos los que toman la espada morirán por la espada.” (Mateo 26,52). Por eso vemos el incremento del número de depredaciones sobre la juventud, aún sobre los más pequeños, con el aumento de la violencia doméstica. Hablamos de la ira como de algo común. Es cierto lo que los teólogos dicen, que el pecado oscurece al intelecto y debilita la voluntad.»

«Iniciado el aborto como un leve viento, obtenemos ahora un tornado que aparece en cada ápice de nuestra cultura y en cada uno de nuestros días. Y es tan sólo el primero de los “sacramentos de la muerte” de nuestra cultura humana secular.»

«La tolerancia de las perversiones sexuales entre homosexuales, la anticoncepción diseminada, el fácil acceso al divorcio sin causa, el asesinato de los ancianos, el feminismo radical, la investigación sobre células estaminales embrionarias... todas estas cosas colman y rebosan nuestra naturaleza y nuestro destino humano.»

«¿Acaso debemos gritar como el profeta “¡Montañas: cúbrannos; colinas, caigan sobre nosotros!” (Oséas 10,8) para que otros nos vean y, Dios no lo permita, nos imiten?»

«Recuerdo, en una parroquia, las intenciones de los fieles que “rezamos por la causa de quienes trabajan por la vida de los no nacidos, de los ancianos y de los minusválidos, para que perseveren pese a ser ridiculizados, incluso por pastores y sacerdotes”. Me resistía a creer que fuese cierto. Sabemos por tristes experiencias recientes que algunos católicos (incluyendo sacerdotes) son tan viciosos y pervertidos en relación a su vocación, que han sido capaces de atrocidades. Pero deberían recordar que no fue un prelado, un obispo o el Papa el que dijo “dejen que los niños vengan a mí” (Mateo 19,14). La Cabeza Invisible de la Iglesia un día vendrá a juzgar a los vivos, a los muertos y al mundo por el fuego, particularmente a aquellos que por omisión o comisión destruyeron vida humana inocente.»

«Es obligación de cada católico apoyar el trabajo parroquial provida y trabajar para la erradicación de nuestra sociedad de todo aquello que de cualquier modo promueva estas cosas. Estos sacramentos malditos de nuestra cultura secular son la semilla de la destrucción de nuestra nación. Piénsenlo: ¿cuánto durará una nación que mata a sus jóvenes, pervierte al matrimonio, evita nuevas vidas, destruye las familias, mata a quienes considera descartables, convierte a la “guerra de los sexos” en una guerra real, y manipula la base genética de la naturaleza humana?»