1) Para saber
El Papa Benedicto XVI ha seguido meditando sobre las figuras más destacadas de los orígenes de la Iglesia. Cada semana habla a los peregrinos los miércoles. Ahora habló sobre San Gregorio Nacianceno, quien fue un ilustre teólogo, orador y defensor de la fe cristiana del siglo IV.
Gregorio nació de una noble familia y su madre lo consagró a Dios desde su nacimiento, que ocurrió sobre el 330. Después de la primera educación familiar, frecuentó las más célebres escuelas de la época: Cesarea, Alejandría y, sobre todo, Atenas.
Hacia el 379, Gregorio fue llamado a Constantinopla, para guiar a la pequeña comunidad católica fiel al Concilio de Nicea y a la fe trinitaria. Sus discursos se han hecho famosos por la seguridad de la doctrina, la habilidad del razonamiento, que hace realmente comprender que ésta es la lógica divina. Y lo decía de forma fascinante. Por ello recibió el apelativo de “teólogo”.
Una lección que Benedicto XVI nos aconseja tomar de San Gregorio Nacianceno es la caridad, el amor a los necesitados.
2) Para pensar
En una ocasión un hombre hablaba con Dios y le reclamaba diciendo: "Señor si Tú eres creador de todas las cosas maravillosas del mundo, ¿por qué permites tantas injusticias, tanta hambre, tantas guerras? ¿Porque no envías a alguien para que intervenga y pueda servir como agente de cambio, para hacer de este mundo un mundo mejor?"
Dios mirándolo fijamente a los ojos y con voz paterna y dulce le dijo: "Sí he tenido en cuenta todo lo que tú me reclamas, hijo... por ello te envié a tí..."
Hemos de saber que Dios espera de cada uno que contribuya a que este mundo sea más justo. El Papa nos recuerda que San Gregorio, refiriéndose a los enfermos y a las personas que atraviesan dificultades, decía: «Esta es la única salvación para nuestra carne y nuestra alma: la caridad hacia ellos; el hombre tiene que imitar la bondad y el amor de Dios.»
San Gregorio recomendaba: «Si estás sano y eres rico, alivia la necesidad de quien está enfermo y es pobre; si no has caído, ayuda a quien ha caído y vive en el sufrimiento; si estás contento, consuela a quien está triste; si eres afortunado, ayuda a quien ha sido mordido por la desventura… No seas sólo rico de bienes, sino de piedad; no sólo de oro, sino de virtudes... Supera la fama de tu prójimo siendo más bueno que todos; conviértete en Dios para el desventurado, imitando la misericordia de Dios».
3) Para vivir
El Nacianceno era un hombre manso, y en su vida siempre trató de promover la paz en la Iglesia. Con audacia evangélica se esforzó por superar su propia timidez para proclamar la verdad de la fe.
Sentía profundamente el anhelo de acercarse a Dios, de unirse a Él. Lo expresa él mismo en una poesía, en la que escribe: «grandes corrientes del mar de la vida, agitado de aquí a allá por impetuosos vientos,… había sólo una cosa que quería, mi única riqueza, consuelo y olvido de los cansancios, la luz de la santa Trinidad».
El Papa nos sugiere aprender la primacía de Dios que puso san Gregorio en su vida, alcanzando así la santidad: “sin Dios, el hombre pierde su grandeza, sin Dios no hay humanismo auténtico”.