sábado, 1 de diciembre de 2007

Los Cátaros (un Ejemplo de Manipulación Ideológica)

La manipulación ideológica ha existido como herramienta a lo largo de los siglos, adaptándose a métodos de difusión y tecnologías novedosas. Lo ocurrido con los herejes de fines de la Edad Media conocidos como cátaros (o albigenses, por la ciudad de Albi) ha sido motivo de deformaciones múltiples. El reconocido periodista Vittorio Messori se refería en La Razón de Madrid al respecto, con la siguiente editorial:

«Hace tiempo que vengo diciendo que los católicos, reducidos ya a una minoría (al menos en el plano cultural), deberían seguir el ejemplo de otra minoría, la judía, y crear también ellos una "Liga Anticalumnia", que intervenga en los medios para restablecer las verdades históricas deformadas, sin pretender, por otra parte, ninguna censura ni privilegio, sino sólo la posibilidad de rectificaciones basadas en datos exactos y documentos auténticos.

Tomemos, por ejemplo, el asunto de los cátaros (también llamados albigenses) hoy tan de moda porque gozan de protagonismo en el "El Código da Vinci" y similares y a los que les gustaría revalorizarse, olvidando que eran seguidores de una oscura, feroz y sanguinaria secta de origen asiático.

Paul Sabatier -historiador de la Edad Media e insospechado pastor calvinista- ha escrito: "El papado no ha estado siempre de parte de la reacción y del oscurantismo: cuando desbarató a los cátaros, su victoria fue la de la civilización y la razón". Y otro protestante, radicalmente anticatólico y célebre estudioso de la Inquisición, el americano Henry C. Lea: "Una victoria de los cátaros habría llevado a Europa a los tiempos salvajes primitivos". De la campaña católica contra aquellos sectarios (apoyados por los nobles del Midi -el Mediodía francés- no por motivos religiosos, sino porque querían meter mano a las tierras de la Iglesia), son recordados sobre todo el asedio y la toma de Béziers, en julio de 1209. Veo ahora en «Il Messaggero» que un divulgador de la Historia como Roberto Gervaso no duda en dar por buena la réplica de Dom Arnaldo Amalrico, abad de Citeaux y "asistente espiritual" de los cruzados, a los barones que le preguntaban qué tenían que hacer con la ciudad conquistada. La respuesta se ha hecho famosa por sus innumerables repetidores: "¡Matadlos a todos. Dios reconocerá a los suyos!". A la cual siguió una masacre que, según Gervaso -seguidor, también aquí, de la vulgata corriente-, alcanzó los 40 000 muertos. El divulgador se halla, por tanto, en sorprendente compañía: hasta un verdadero especialista en el Medievo como Umberto Eco, en su novela «El Nombre de la Rosa» acredita la frase terrible del abad y el desmesurado número de víctimas.

Pues bien: se da la casualidad de que poseemos muchas crónicas contemporáneas de la caída de Béziers, pero en ninguna de ellas hay noticia de aquel «matadlos a todos». La realidad es que más de sesenta años después, un monje, Cesáreo de Heisterbach, que vivía en una abadía del Norte de Alemania de la que nunca se había movido, escribió un pastiche fantasioso conocido como «Dialogus Miracolorum». Entre los «milagros» pensó inventar también éste: mientras los cruzados hacían estragos en Béziers (que fray Cesáreo ni siquiera sabía dónde estaba) Dios había "reconocido a los suyos", permitiendo a aquellos que no eran cátaros huir de la matanza.

Es decir, la frase atribuida a don Arnaldo tiene la misma credibilidad que el «Eppur si muove!» que se supone que fue pronunciado por Galileo Galilei ante sus jueces, y que sin embargo fue inventado en Londres en 1757, casi un siglo y medio después, por uno de los padres del periodismo, Giuseppe Baretti. En realidad, en Béziers, en aquel año de 1209, los católicos deseaban tan poco una matanza que enviaron embajadores a los asediados para que se rindiesen, salvando su vida y sus bienes. Por lo demás, tras un largo periodo de tolerancia, el Papa Inocencio III se había decidido a la guerra sólo cuando los cátaros, el año anterior, asesinaron a su enviado que proponía un acuerdo y una paz. Habían fallado también las tentativas pacíficas de grandes santos como Bernardo y Domingo. También en Béziers, los cátaros replicaron con la violencia de su fanatismo a la oferta de diálogo y negociación: intentaron, de hecho, un ataque sorpresa pero, para su desventura, los primeros con los que se encontraron eran los Ribauds, cuyo nombre ha asumido el significado inquietante que conocemos (en italiano, «delincuente, mercenario»). Eran, de hecho, compañías de mercenarios y aventureros de pésima fama. Esta mesnada de irregulares, no sólo rechazó a los asaltantes, sino que los persiguió hasta el interior de la ciudad. Cuando los comandantes católicos acudieron con las tropas regulares, la masacre ya había comenzado y no hubo modo de frenar aquellos «ribaldos» enfurecidos.

¿Veinte, quizá cuarenta mil muertos? Hubo una matanza, impensable para la mentalidad de entonces y explicable con la exasperación provocada por la crueldad de los cátaros, que no sólo en Béziers, sino desde hacía años perseguían a los católicos. Sólo un cuenta cuentos tipo Dan Brown puede hablar con ignorancia de una «mansedumbre albigense». El episodio principal tuvo lugar en la iglesia de la Magdalena, en la cual no cabían, abigarradas, más de mil personas. ¿Béziers despoblada y derrocada? No lo parece, dado que la ciudad se organizó poco después para ulteriores resistencias y fue necesario un nuevo asedio. En resumen: un episodio entre tantos otros de manipulación ideológica.

Una Liga Anticalumnia no sólo sería deseable y necesaria para los católicos, sino para dar lugar a un juicio ecuánime y realista sobre el pasado de una Europa forjada durante tantos siglos también por la Iglesia.»

Publicado en formato 1.0 en diciembre de 2007

Plutón y los Paradigmas en Ciencias

Plutón fue descubierto en 1930, a raíz de deducir su presencia por las perturbaciones sufridas por la órbita de Neptuno. Dado que no es visible a simple vista por la distancia que separa a la Tierra de este cuerpo celeste, fue necesario el uso de instrumental astronómico para verlo por primera vez.

Considerado el noveno planeta del Sistema Solar desde entonces, poco se ha sabido de él, más allá del hallazgo de un satélite, bautizado como Caronte en 1978. Desde hace casi 100 años, en consecuencia, hemos aprendido acerca del Sistema Solar, dando como verdad asentada la existencia de estos 9 mundos orbitando en torno al Sol de acuerdo a las leyes de Kepler. Los libros escolares de texto tanto de nuestros padres como de nuestros hijos nos han mostrado ese modelo como la realidad aceptada por la ciencia.

Sin embargo, la International Astronomical Union, fundada en 1909, ha emitido una resolución a principios de 2007 donde se redefine el concepto de «planeta», aclarando que se trata de cuerpos celestes que orbitan en torno al Sol, con suficiente fuerza gravitacional para mantener una forma esférica y equilibrio hidrostático, y que mantiene despejada la vecindad de su órbita. Se crea además la figura del «planeta enano», que comparte la casi totalidad de la definición, exceptuando lo relativo a la vecindad de la órbita.

En la misma resolución, se considera a Plutón el prototipo de los planetas enanos, permitiendo así que estructuras como Caronte y los recientemente descubiertos Dysnomia y Dyx (antes nuevas lunas de Plutón) se incorporen a esta categoría.

No podemos negar que los nuevos conocimientos en Astronomía en particular, y en la ciencia en general, obligan acaso a muchas revisiones conceptuales. Sin embargo, debemos hacer mención a que también es innegable que a lo largo de décadas o siglos los científicos no revisan aquello que está «aceptado» como verdad. Muchas hipótesis y teorías son reevaluadas con frecuencia, pero no ocurre lo mismo que aquellas presunciones en la que esas mismas teorías están basadas.
Es claro que las ciencias no pueden prescindir de la trascendencia, sin la cual nuestra humana interpretación de muchos hechos se deshace en la incomprensión.

La Kabbalah

Sabemos que en la jerga cotidiana se llama cábala a una presunción supersticiosa. Sin embargo, este término remite sólo muy vagamente a lo que en realidad definimos como Kabbalah.
Esta consiste en realidad en un verdadero sistema de doctrinas, nacidas de la interpretación mística de los sagrados textos del Antiguo Testamento. De hecho, es un análisis esotérico del Pentateuco y los libros subsiguientes, según el cual existen secretos acerca de Dios y de la Creación que sólo son revelados a los iniciados por la Kabbalah.

Se cree que la interpretación cabalística del Antiguo Testamento se inició en la Edad Media en Europa, por parte de varios analistas judíos. El sistema fue progresivamente compilado en ciertos textos, de los cuales los más conocidos son el Libro de la Creación y el Zohar. El principal de los compiladores habría sido Moisés de León, judío de origen español; sin embargo muchos de los contenidos parecen ser en realidad más antiguos.

De hecho, las doctrinas de la Cábala se emparentan con antiguos elementos del politeísmo egipcio e incluso con algunas ideas de los filósofos griegos. Han existido, por tanto, aportes multiculturales y multirreligiosos a la doctrina de la Kabbalah, la cual, falsamente se ha presentado como un conocimiento oculto transmitido por los patriarcas y profetas.

Existe, además, una notable similitud con las ideas de los gnósticos de los primeros tiempos del cristianismo, lo cual la vincula en modo directo a la gran patraña moderna de la New Age.
Es cardinal entender que no debemos confundir a la Kabbalah con la religión de nuestros hermanos mayores en la Fe, los judíos. Esta doctrina en el fondo no es más que un cúmulo de contenidos esotéricos fundados en supuestas revelaciones que no forman parte de las Sagradas Escrituras.

Así, los cabalistas sostienen que Dios se «manifiesta» en 10 potencias que formaron la primera creación del mundo y que a su vez produjo el segundo mundo; cada mundo generando al próximo. Dentro de este modelo de la creación, los humanos habríamos sido creados por una de esas potencias, siendo nuestra alma preexistente a nuestra concepción.

Dentro de estas creencias, los cabalistas advierten que pueden entrar en contacto con fuerzas invisibles del mundo natural y del preternatural, incluyendo la comunicación con espíritus, demonios y otras realidades sobrenaturales.

Además de prácticas adivinatorias, la Kabbalah rechaza abiertamente a Nuestro Señor Jesucristo, al considerar que en realidad el Mesías nacerá sobre el fin de los tiempos para que el mundo regrese a su condición previa a la caída de nuestros primeros padres. De hecho, rechazan la Redención, al considerar que cada persona se ha de salvar en función de su conocimiento esotérico, incluso alcanzando la divinidad.

Como vemos, al igual que todas las otras manifestaciones de la New Age, la Kabbalah no es más que otra forma de alejarnos del don de la Salvación que nos entregó el Hijo del Hombre en su dolorosa Pasión.

Eutanasia y Distanasia

¿Debemos siempre prolongar la vida a cualquier precio?

Es conocida la labor de Adolfo Castañeda como coordinador auxiliar de la organización Vida Humana Internacional en América Latina. En pos de la defensa de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, reproducimos aquí sus reflexiones acerca de la patraña de la eutanasia y del verdadero rol del respeto por la dignidad de los enfermos moribundos


Al contrario de lo que los propagandistas en pro de la eutanasia alegan, la Iglesia Católica nunca ha enseñado que debamos prolongarle la vida a todo enfermo terminal hasta el último momento utilizando para ello todo medio posible. "La Iglesia enseña que Dios es Quien determina el momento de la muerte de toda persona, y que por lo tanto es tan ilícito el intentar extender dicho momento como abreviarlo" (Brian Clowes, Ph.D., The Facts of Life. Front Royal, Virginia, EE.UU.: Human Life International, 1997).

Pero, ¿qué es lo que constituye una prolongación ilícita de la vida y qué es lo que constituye una abreviación ilícita de la misma? En otras palabras, ¿cómo podemos distinguir entre, por un lado, la eutanasia y la distanasia (el otro extremo de la eutanasia, la prolongación ilícita de la vida), y por el otro, el dejar morir en paz y dignidad? La respuesta está en la distinción entre "medios proporcionados" y "medios desproporcionados", y en el siguiente principio moral: no estamos obligados a utilizar "medios desproporcionados" (siempre y cuando respetemos los legítimos deseos del enfermo), pero sí estamos obligados a utilizar siempre "medios proporcionados". El no utilizar o el retirar "medios desproporcionados" (teniendo en cuenta los legítimos deseos del enfermo) no es eutanasia y el utilizar dichos medios sin respetar los legítimos deseos del enfermo es distanasia (también conocido como "encarnizamiento terapéutico"). Por otro lado, el no utilizar o el retirar "medios proporcionados" es eutanasia.

Pero, ¿qué son "medios desproporcionados" y qué son "medios proporcionados"? Antes, se distinguía entre "medios extraordinarios" y "medios ordinarios" Pero estos términos pueden ser imprecisos. Por eso la Declaración sobre la Eutanasia de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe prefiere usar los términos "proporcionados" y "desproporcionados" para mejor clarificar la distinción entre lo constituye eutanasia y lo que no lo es. La Declaración clarifica el sentido de estos términos pidiendo que se comparen las cargas, tanto económicas como humanas, y los beneficios que se derivan del uso de un determinado medio de la medicina: "En cada caso, se podrán valorar bien los medios poniendo en comparación el tipo de terapia, el grado de dificultad y de riesgo que comporta, los gastos necesarios y las posibilidades de aplicación con el resultado que se puede esperar de todo ello, teniendo en cuenta las condiciones del enfermo y sus fuerzas físicas y morales".

A continuación la Declaración ofrece las siguientes clarificaciones para facilitar la aplicación de estos principios generales:

"1. A falta de otros remedios, es lícito recurrir, con el consentimiento del enfermo, a los medios puestos a disposición por la medicina más avanzada, aunque estén todavía en fase experimental y no estén libres de todo riesgo. Aceptándolos, el enfermo podrá dar así ejemplo de generosidad para el bien de la humanidad.

2. Es también lícito interrumpir la aplicación de tales medios, cuando los resultados defrauden las esperanzas puestas en ellos. Pero, al tomar una tal decisión, deberá tenerse en cuenta el justo deseo del enfermo y de sus familiares, así como el parecer de médicos verdaderamente competentes; éstos podrán sin duda juzgar mejor que otra persona si el empleo de instrumentos y personal es desproporcionado a los resultados previsibles, y si las técnicas empleadas imponen al paciente sufrimientos y molestias mayores que los beneficios que se pueden obtener de los mismos.

3. Es siempre lícito contentarse con los medios normales que la medicina puede ofrecer. No se puede, por lo tanto, imponer a nadie la obligación de recurrir a un tipo de cura que aunque ya esté en uso, todavía no está libre de peligro (es decir, constituye el riesgo de causar una carga desproporcionada) o es demasiado costosa. Su rechazo no equivale al suicidio: significa más bien o simple aceptación de la condición humana, o deseo de evitar la puesta en práctica de un dispositivo médico desproporcionado a los resultados que se podrían esperar, o bien una voluntad de no imponer gastos excesivamente pesados a la familia o la colectividad.

4. Ante la inminencia de una muerte inevitable, a pesar de los medios empleados, es lícito en conciencia tomar la decisión de renunciar a unos tratamientos que procurarían únicamente una prolongación precaria y penosa de la existencia, sin interrumpir sin embargo las curas normales debidas al enfermo en casos similares. Por esto, el médico no tiene motivo de angustia, como si no hubiera prestado asistencia a una persona en peligro."

Podemos resumir el significado de "medios desproporcionados" diciendo que dichos medios son aquellos que o son inútiles para conservar la vida del paciente o para curarlo y que constituyen una carga demasiado grave, en términos de dolor y sufrimiento, para el enfermo y cuya carga es mayor que los beneficios que reportan. Por el contrario, "medios proporcionados" son aquellos que sí son útiles para conservar la vida del paciente o para curarlo y que no constituyen, para el enfermo, una carga grave desproporcionada a los beneficios que se pueden obtener.

Reiteramos que el negar el uso de "medios desproporcionados" o el retirarlos, respetando los legítimos deseos del paciente, no constituye un acto de eutanasia, sino de dejar morir en auténtica paz y dignidad. Por el contrario, el negar el uso de "medios proporcionados" o el retirarlos sí constituye un acto criminal de eutanasia.

La pregunta que surge ahora es: en concreto, ¿qué son "medios desproporcionados" y qué son "medios proporcionados"? Es importante aclarar enseguida que la definición general que hemos dado de estos términos es una definición moral y no simplemente una definición médica. En otras palabras, estos términos, aunque incluyen el dato médico, no se reducen a él, sino que toman en consideración también, como lo dice la Declaración, "las condiciones del enfermo y sus fuerzas físicas y morales". Esto implica que no es posible, al menos no siempre, dar una lista de "medios desproporcionados" y de "medios proporcionados" antes de tomar en cuenta el efecto de dichos medios en este paciente concreto aquí y ahora. Para un paciente determinado un tratamiento determinado podría ser "desproporcionado"; mientras que para otro, el mismo tratamiento podría ser "proporcionado". Se debe proceder caso por caso en la aplicación de estos principios.

Quisiéramos aprovechar esta instancia para aclarar la confusión que existe en torno al ambiguo término de "medios artificiales". Debemos evitar el uso del término "medios artificiales" en lugar del correcto término de "medios desproporcionados", ya que los "medios artificiales" en relación con la medicina son prácticamente todos los medios que la medicina utiliza: los medicamentos y todos los aparatos -- aún los más sencillos y usados, como por ejemplo los lentes, las muletas, etc.. Por lo tanto, el usar este ambiguo término es muy peligroso, sobre todo en el contexto de pacientes terminales. Puede incluso llevar a la eutanasia.

Esta distinción entre "medios desproporcionados" y "medios proporcionados" y los principios que guían la aplicación de su uso podrían crear la actitud negativa de que en algunos casos será difícil dicha aplicación y que para qué entonces existen estos principios. A esos tales respondemos que el hecho de que en algunos casos sea difícil aplicar estos principios, ese hecho no los invalida ni nos exime del esfuerzo por encontrar la verdad de lo que debemos hacer. Ese esfuerzo es parte de nuestra actitud de solidaridad y compasión para con el enfermo, evitando así las fáciles pero falsas "soluciones" de la eutanasia y la distanasia. La vía del medio aquí es la más estrecha, pero es la de la paciencia y el amor.

Por otro lado, la complejidad de las situaciones no significa que los principios morales sean los complicados. Son los factores de la situación que rodea al enfermo y a los medios de la medicina los que complican a veces la evaluación moral de lo que se debe hacer. Los principios nos ayudan a desentrañar la situación, no a complicarla. El tener esos razonables y válidos principios a mano es precisamente lo que nos ayuda a resolver el problema moral en cuestión. ¡Qué sería de nosotros si no los tuviéramos! Si no fuera por estos principios caeríamos en la trampa de la eutanasia, que es lo que quiere el movimiento en pro de ese crimen.