«Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría.»
Así relata San Mateo (2:9-10) el extraordinario evento astronómico que guió a los Reyes Magos hacia Jesús. ¿Qué fue esa «estrella»? Se han tejido innmerables especulaciones al respecto.
Acaso las más difundidas son las puramente materialistas, incluyendo:
Así relata San Mateo (2:9-10) el extraordinario evento astronómico que guió a los Reyes Magos hacia Jesús. ¿Qué fue esa «estrella»? Se han tejido innmerables especulaciones al respecto.
Acaso las más difundidas son las puramente materialistas, incluyendo:
--> una supernova (hecho ocurrido según las estimaciones del astrónomo estadounidense Mark Kidger entre febrero y abril de 5 aJC)
- un cometa
- una conjunción de astros (se estima que en junio de 2 AJC existió una aproximación aparente entre Venus y Júpiter; asimismo, una moneda romana reproduce una conjunción inusual entre Júpiter, Saturno y la Luna en 6 aJC)
Si bien es cierto que existe un movimiento aparente de las estrellas en la bóveda celeste de Este a Oeste, ninguna de estas explicaciones satisface el relato maravilloso del evangelio, que parece describir un movimiento especialmente coordinado de algún fenómeno astronómico.
Existe, paralelamente, la explicación puramente sobrenatural. El misterio de la Encarnación y Nacimiento del Verbo en el seno de la Santísima Virgen María… ¿por qué no pudo acompañarse de un fenómeno milagroso, concebido para el específico propósito de guiar a los magos de Oriente hacia el lugar donde había nacido Nuestro Señor?
Es interesante destacar al respecto que pareciera que sólo los Magos vieron a la estrella de Belén, o al menos fueron los únicos que comprendieron su significado. Procedentes del Este, se dirigieron merced a la señal en el cielo hacia Judea para adorar a Dios hecho hombre. Tras su entrevista con Herodes, fueron guiados por la estrella a Belén y al sitio puntual donde se hallaba el niño Dios, lo cual aleja enormemente la posibilidad de un fenómeno astronómico puro y hasta permite presumir en realidad un acontecimiento atmosférico.
Vale la pena hacer mención que la Beata Ana Catalina Emmerick, conocida vidente del siglo XIX, describía en sus visiones del nacimiento del Señor a la estrella como un globo brillante, que aparecía y desaparecía en su misión de guiar a los magos hasta el Niño Jesús. Esto apoya su origen sobrenatural, en coincidencia con lo que comentábamos con anterioridad.
Más allá de la explicación y del mecanismo físico en cuestión, el hecho más bello consiste en observar como nuestro Creador puede valerse de fenómenos extraordinarios para propósitos también extraordinarios, como lo han sido sin dudas la Encarnación de Jesús y los primeros paganos en convertirse para su adoración.