Se ha brindado el nombre de galicanismo a un grupo de tendencias surgidas hacia el siglo XVI, promovidas en cierto modo por el clero francés con el apoyo de la monarquía reinante.
Algunos historiadores sugieren que el galicanismo ha sido una herejía, pero acaso el verdadero papel de este movimiento fue el de restringir el poder y las prerrogativas de la Santa Sede frente al poder del Estado, algo análogo a lo ocurrido con el cisma protestante. Se considera que su antecedente más directo se remonta al enfrentamiento entre el Papa Bonifacio VIII (1294-1303) y el rey francés Felipe el Hermoso (1286-1314), fruto de los impuestos exigidos por el monarca al clero, sin contar con permiso pontificio. Esta actitud le valió al rey una bula de excomunión en su contra denominada Unam Sanctam, según la cual se reafirmaba la supremacía del poder espiritual por sobre el temporal.
Otro eslabón de esta historia fue la difusión de la idea que las decisiones de los concilios tenían prioridad en desmedro del Pontífice, como así también las que consideraban que, en materia jurisdiccional, los Obispos y el clero en general tenían dicha facultad por haber sido otorgada directamente de Dios, sin necesidad de intervención alguna del Papado.
La crisis inmediata surgió en 1682 con la promulgación de la ‘Declaración del Clero Galicano’ (París, 1682), que sostenía entre sus argumentos:
Algunos historiadores sugieren que el galicanismo ha sido una herejía, pero acaso el verdadero papel de este movimiento fue el de restringir el poder y las prerrogativas de la Santa Sede frente al poder del Estado, algo análogo a lo ocurrido con el cisma protestante. Se considera que su antecedente más directo se remonta al enfrentamiento entre el Papa Bonifacio VIII (1294-1303) y el rey francés Felipe el Hermoso (1286-1314), fruto de los impuestos exigidos por el monarca al clero, sin contar con permiso pontificio. Esta actitud le valió al rey una bula de excomunión en su contra denominada Unam Sanctam, según la cual se reafirmaba la supremacía del poder espiritual por sobre el temporal.
Otro eslabón de esta historia fue la difusión de la idea que las decisiones de los concilios tenían prioridad en desmedro del Pontífice, como así también las que consideraban que, en materia jurisdiccional, los Obispos y el clero en general tenían dicha facultad por haber sido otorgada directamente de Dios, sin necesidad de intervención alguna del Papado.
La crisis inmediata surgió en 1682 con la promulgación de la ‘Declaración del Clero Galicano’ (París, 1682), que sostenía entre sus argumentos:
- La independencia de reyes y príncipes de la autoridad eclesiástica en materias temporales
- La subordinación papal a los concilios
- La imposibilidad de modificar las reglas del clero francés por la Santa Sede
- El concepto de que el juicio del Papa tiene valor en materias de Fe, pero para su promulgación se requiere siempre de la necesaria aceptación de la Iglesia entera.
Esta declaración fue condenada sucesivamente por Inocencio X (1682) y Alejandro VIII (1690). Finalmente, durante las sesiones llevadas a cabo en el Concilio Ecuménico Vaticano I (1869-1870), el galicanismo recibió un duro golpe al ser definida dogmáticamente la doctrina de la ‘Infalibilidad del Romano Pontífice’, siendo nuevamente censuradas sus doctrinas.
Lamentablemente, el espíritu galicano aflora, de tanto en tanto, en algunos sectores disidentes de la Santa Iglesia Católica, tema que excede el contenido de este ensayo.