¿Cuál es la cantidad de estrellas del universo? Esta pregunta puede ser interpretada desde la poesía o desde la ciencia, pero también desde la maravillosa mirada de la Fe.
Hacia la segunda mitad del siglo II, Claudio Ptolomeo describió un total de 1 022 estrellas en su obra “El gran libro”, más conocido por su nombre árabe Almagest. Más allá de los estudios efectuados de otras civilizaciones antiguas, a partir del siglo XVI los astrónomos incorporaron en forma sucesiva nuevos astros a los catálogos.
En realidad, en un cielo claro, el ojo humano puede ver, si sumamos ambos hemisferios, un total de diez mil estrellas de diferente magnitud en la bóveda celeste. Con un par de prismáticos clásicos, ese número se multiplica varias veces. Si incrementamos de manera creciente el recurso tecnológico e incluimos el telescopio óptico, los grandes observatorios, los radiotelescopios y los telescopios espaciales, las cifras superan nuestra capacidad de asombro.
Sin embargo, hace varios milenios que conocemos esta cantidad, a partir de una fuente de información notable y pocas veces apreciada: la Sagrada Biblia. Así, en referencia a los descendientes de Abraham, el Antiguo Testamento compara ese gran número y sostiene que «multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar» (Génesis 22,17).
Esta analogía, que parece puramente literaria, resulta sorprendentemente exacta. Se estima, de acuerdo con los cálculos actuales, que tanto el número de granos de arena de las orillas de los océanos, como el número de estrellas del universo conocido es de 1022, esto es, de diez mil trillones en nuestro sistema de numeración.
La historicidad y magnificencia de las Escrituras se pone de relieve una y otra vez, cada vez que recorremos la riqueza de sus palabras.
Hacia la segunda mitad del siglo II, Claudio Ptolomeo describió un total de 1 022 estrellas en su obra “El gran libro”, más conocido por su nombre árabe Almagest. Más allá de los estudios efectuados de otras civilizaciones antiguas, a partir del siglo XVI los astrónomos incorporaron en forma sucesiva nuevos astros a los catálogos.
En realidad, en un cielo claro, el ojo humano puede ver, si sumamos ambos hemisferios, un total de diez mil estrellas de diferente magnitud en la bóveda celeste. Con un par de prismáticos clásicos, ese número se multiplica varias veces. Si incrementamos de manera creciente el recurso tecnológico e incluimos el telescopio óptico, los grandes observatorios, los radiotelescopios y los telescopios espaciales, las cifras superan nuestra capacidad de asombro.
Sin embargo, hace varios milenios que conocemos esta cantidad, a partir de una fuente de información notable y pocas veces apreciada: la Sagrada Biblia. Así, en referencia a los descendientes de Abraham, el Antiguo Testamento compara ese gran número y sostiene que «multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar» (Génesis 22,17).
Esta analogía, que parece puramente literaria, resulta sorprendentemente exacta. Se estima, de acuerdo con los cálculos actuales, que tanto el número de granos de arena de las orillas de los océanos, como el número de estrellas del universo conocido es de 1022, esto es, de diez mil trillones en nuestro sistema de numeración.
La historicidad y magnificencia de las Escrituras se pone de relieve una y otra vez, cada vez que recorremos la riqueza de sus palabras.