Porque no los vemos, es fácil que nos olvidemos de los ángeles, y luego, que dudemos de su existencia, cosa que puede hacer que desaprovechemos muchas gracias que Dios ha querido hacernos llegar a través de ellos. Es por esto que la Iglesia ha fijado dos fechas para celebrarlos en la liturgia: el 29 de septiembre se dedica a los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, y el 2 de octubre a los santos ángeles custodios.
Su existencia es verdad de fe. Son seres espirituales, no corporales, inmortales y dotados de una inteligencia y voluntad en grado superior a las de los seres humanos. Son servidores y mensajeros de Dios, son los agentes de sus órdenes y viven atentos a la voz de su palabra. San Agustín afirma respecto a ellos que “El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel”.
Durante una serie de catequesis que el Papa Juan Pablo II dio a conocer durante las audiencias generales que celebró los miércoles de los meses de julio y agosto de 1986, afirmó que “según la Sagrada Escritura los ángeles, en cuanto creaturas puramente espirituales, se presentan a la reflexión de nuestra mente como una especial realización de la imagen de Dios, Espíritu perfectísimo, tal y como Jesús mismo recordó a la mujer samaritana con las palabras: -Dios es espíritu-. Los ángeles son, desde este punto de vista, las creaturas más cercanas al modelo divino. El nombre que la Sagrada Escritura les atribuye indica que lo que más cuenta en la Revelación es sobre la verdad y sobre las tareas de los ángeles respecto a los hombres porque Ángel (Angelus) quiere decir, en efecto, mensajero, en tanto que el término hebreo malak, usado en el Antiguo Testamento, significa propiamente delegado o embajador. Los ángeles, creaturas espirituales, tienen función de mediación y de ministerio en las relaciones entre Dios y los hombres. Bajo este aspecto la Carta a los hebreos afirma que Cristo tiene un ministerio de mediación muy superior al de ellos. A los ángeles está confiado en particular un cuidado y solicitud especiales para con los hombres, a favor de quienes presentan a Dios sus peticiones y oraciones”.
A los ángeles no los vemos con los ojos porque ellos no tienen cuerpo, aunque en determinadas circunstancias pueden manifestarse bajo formas visibles a causa de su misión a favor de los hombres. Como no tienen cuerpo, los ángeles no están sometidos a la ley de corruptibilidad que une todo el mundo material.
Los ángeles también son imagen y semejanza de Dios porque son seres personales. Estos seres-personas, casi agrupados en sociedad, se subdividen en órdenes y en grados, correspondientes a la medida de su perfección y a las tareas que se les confían. Los autores antiguos de la Tradición, y la liturgia, hablan de nueve coros angélicos. La Teología, por su parte, no ha rechazado estas agrupaciones y ha tratado además de darles una explicación doctrinal y mística, pero sin atribuirles un valor absoluto. Santo Tomás prefirió profundizar en las investigaciones sobre la elevación espiritual de estas creaturas puramente espirituales, tanto por su dignidad en la escala de los seres, como porque en ellos pudo profundizar mejor en el conocimiento de las capacidades y actividades propias del espíritu en su estado puro.
La jerarquía de los ángeles, dividida en grupos o grados se basa en los diversos nombres que se encuentran en la Biblia para referirse a ellos. Dentro de esta jerarquía, los superiores hacen participar a los inferiores de sus conocimientos. Cada tres coros de ángeles constituyen una jerarquía y todos ellos forman la corte celestial. Han sido agrupados de la siguiente manera: Jerarquía Suprema.- serafines, querubines y tronos. Jerarquía Media.- dominaciones, virtudes y potestades. Jerarquía Inferior.- principados, ángeles y arcángeles.
Los únicos nombres de arcángeles que constan en las Sagradas Escrituras son: Miguel, Gabriel y Rafael. Miguel aparece en la defensa de los intereses divinos ante la rebelión de los ángeles malos. Gabriel, enviado por el Señor a diferentes misiones, anunció a la Virgen María el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y su maternidad divina. Rafael acompañó al joven Tobías cuando cumplía un especial encargo y se ocupó de solucionar difíciles asuntos de su esposa.
El Ángel Custodio o Ángel de la Guarda intenta guiarnos durante toda nuestra vida y nos acompañará ante la presencia de Cristo-Jesús, con el mayor anhelo, por su parte, de que alcancemos la salvación. Confiarnos a este ángel personal nos reportará grandes gracias celestiales y beneficios en la vida.
Roberto O´Farrill Corona para Gólgota Online