Resumen del texto original de Steve Mosher (Presidente del Instituto de Investigación en Población [Population Research Institute]), organización sin fines de lucro dedicada a desmontar la falacia de la sobrepoblación en el mundo.
El pasado 14 de setiembre, el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, anunció a Michelle Bachelet como jefa de “ONU Mujeres”. Tal nombramiento no despierta ninguna novedad con respecto a la naturaleza de esta nueva entidad de ONU. Necesitaban una figura mediática para hacer más digeribles las próximas actividades de “ONU Mujeres”. Pero en el fondo será más de lo mismo: una retórica “igualdad de género y empoderamiento de la mujer” y una praxis de abusos a los derechos humanos de las mujeres más pobres del mundo en programas de anticoncepción masiva, esterilizaciones y abortos.
ONU Mujeres recicla a las 4 organizaciones de ONU referidas al tema de la mujer: DAW (Division for the Advancement of Women, establecida en 1946), UNIFEM (UN Development Fund for Women, establecida en 1976), INSTRAW (International Research and Training Institute for the Advancement of Women, establecida en 1976) y OSAGI (Office of the Special Advisor on Gender Issues, establecida en 1997). Todas ellas son organizaciones con poco impacto y poco presupuesto, como dijeron las mismas feministas en Beijing + 15. Una simple dosis de sentido común nos dice que si ni las propias interesadas han estado contentas con el desempeño de estas entidades, ¿qué nos podría hacer pensar que una consolidación burocrática vaya a convertirlas de pronto, y tantos años después, en una entidad dinámica que termine con las penurias de las mujeres en el mundo?
La misma presión abortista ya conocida
“ONU Mujeres” ejercerá la presión sobre países pobres que ya hemos visto desde el infame Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW por sus siglas en inglés). Será como un Comité de la CEDAW con esteroides para todo propósito práctico. No es difícil adivinar que tratará de legalizar el aborto y la prostitución en todo el mundo, trabajará para la imposición universal de cuotas de género para cargos electivos y denigrar el matrimonio y la maternidad en toda oportunidad como instituciones pasadas de moda o consecuencias indeseables de una mentalidad patriarcal. Así piensan las feministas post-modernas que estarán a cargo de esa organización.
Michelle Bachelet, la ex presidenta de Chile, está estrechamente vinculada a las feministas radicales y a los grupos a favor del aborto. Este vínculo se vio corroborado un aviso pagado en los periódicos donde las ONG pro-abortistas de Chile la felicitaron por su nominación como presidenta de la nueva agencia. Como declarada atea y socialista, ella encaja en el perfil de una feminista alienada y resentida, que se identifica, como todas, con su propio sexo y poco respeto para el sexo opuesto.
Uno de los motivos por los que Bachelet es la favorita de los grupos pro-aborto fue la respuesta que dio a la decisión de la Corte Constitucional Chilena en contra de la píldora del día después. La Corte Constitucional, después de considerar la evidencia científica, concluyó que estas píldoras algunas veces actuaban como un abortivo y prohibió su distribución en Chile. Ignorando la decisión, Bachelet inició una campaña a favor de la píldora del día después, que dio como resultado la aprobación de una ley que permite su distribución. Estas acciones solamente son acordes con las de un político muy comprometido con la agenda del aborto y que no le importa ir en contra de su propio poder judicial para lograr sus fines. Esas son las credenciales que la hacían ideal para su nombramiento como jefa de “ONU Mujeres”.
Ahora Bachelet está en una posición muy favorable para imponer su agenda radical en contra de la vida y en perjuicio de las familias en todo el mundo.