La jerarquía de los vivientes del cosmos se compone de tres grandes grupos.
Primer grupo. Los vegetales, criaturas compuestas de un cuerpo animado por una única alma capaz de funciones vegetativas.
Segundo grupo. Los animales irracionales, criaturas compuestas de un cuerpo animado por una única alma capaz de funciones sensitivas propias y también de funciones vegetativas (en común con las plantas).
Tercer grupo. Nosotros los humanos, criaturas compuestas de un cuerpo animado por una única alma capaz de funciones vegetativas y sensitivas (en común con las plantas y con los animales irracionales) y de funciones inmateriales intelectuales y volitivas (en común con Dios).
Por la racionalidad, nosotros somos imágenes de Dios y, por la corporeidad, somos un admirable microcosmos, en el cual se sintetiza el reino mineral, el reino vegetal y el reino animal.
Sustancialidad del hombre
Notable es aquí la importancia del término Sustancia (sujeto), cuyo opuesto es Accidente. Sustancia es el sujeto de las modificaciones. Accidentes son las modificaciones que ocurren en el sujeto. Así que, con el término sustancia se subraya que el hombre vale por lo que es y no solamente por lo que adquiere.
Reconocemos que el hombre es una sustancia, en cuanto que nuestro “yo” tiene las características de toda sustancialidad, que son la estabilidad, la identidad y el principio único permanente de las modificaciones vegetativas, sensitivas y espirituales que ocurren en nosotros.
Ahora bien, el hombre es una sustancia completa, sin embargo, no es una sustancia simple, sino compuesta de un principio corporal y de un principio espiritual. Cuerpo y alma intelectiva se consideran como dos sustancias incompletas, sustancialmente unidas.
Aceptamos las definiciones clásicas de cuerpo y de alma. Cuerpo es el conjunto de elementos materiales unificados y vivificados por el alma. Alma es el principio no-corpóreo de unificación y de operaciones vitales.
Pasamos ahora a una descripción de alma y cuerpo, que son los dos principios esenciales de toda sustancia corpórea viviente.
El cuerpo
Cuerpo es el conjunto de elementos materiales unificados y vivificados por el alma. Llamamos elementos materiales a los primeros componentes que integran los cuerpos.
La cosmología clásica distinguía cuatro elementos: agua, aire, tierra y fuego, integrados atómicamente. Desde 1869 hemos representado el mundo material con la tabla periódica atribuida al ruso Dimitri Ivanovith Mendeleieff, quien clasificó los elementos según la masa atómica creciente. Desde hace algunas décadas usamos una nueva tabla ordenada según el número atómico de los elementos.
Las características esenciales de los cuerpos son la cantidad y las cualidades sensibles. La cantidad consiste en la divisibilidad interna y en la extensión de las partes de un cuerpo. Efectos formales de la extensión son el lugar y el espacio. Por el lugar, podemos ubicar los cuerpos y, por el espacio, podemos relacionarlos entre sí (Por ejemplo: lejos, cerca, arriba, abajo). Además, por el lugar y por el espacio, los cuerpos tienen la característica del movimiento local, que consiste en el paso de un lugar a otro lugar en el espacio y en el tiempo (tiempo es la medida del movimiento local, según un antes y un después).
Las cualidades sensibles consisten en las disposiciones o modificaciones intrínsecas de los cuerpos. Se llaman sensibles, ya que pueden ser captadas por los órganos de los sentidos del animal (irracional y racional). Hay cualidades sensibles comunes y propias. Las cualidades sensibles comunes de los cuerpos son la figura y forma (Por ejemplo: figura geométrica, forma circular). Otras cualidades sensibles comunes son las alteraciones causadas por las propiedades químicas o físicas de los cuerpos (Por ejemplo: la resistencia, el calor, la presión). Las principales cualidades sensibles propias de los cuerpos son el color y la luz (para ser vistos), el sonido (para ser oídos), el sabor (para ser gustados), el olor (para ser olidos) lo áspero (para ser tocados).
Todas estas cualidades sensibles pueden ser captadas por algunos órganos diferenciados propios de los animales irracionales y racionales.
El alma
Alma, en general, es el principio no-corpóreo de unidad y, además, es el principio de las operaciones de la vida vegetativa, de la vida sensitivo-cognoscitiva, de la vida sensitivo-pasional, de la vida racional y de la vida volitiva.
En seguida describimos estos cinco grados de vida.
La vida vegetativa es característica de las plantas, de los animales y de los humanos. Por la nutrición, el viviente asimila la sustancia ajena y la convierte en propia. Por el crecimiento, el viviente aumenta cuantitativamente hasta alcanzar una dimensión media dentro de su especie. Por la reproducción, el viviente hace participar a otros de su naturaleza mediante la generación (el verbo generar significa producir un ente de la misma naturaleza).
La vida sensitivo-cognoscitiva es característica de los animales y de los humanos. Vista, oído, olfato, gusto y tacto son órganos estimulados por las cualidades sensibles de los cuerpos del cosmos. Mediante estos órganos, los animales (irracionales y racionales) producen en sí mismos las imágenes visuales, auditivas, olfativas, gustativas y táctiles, estableciendo así una comunicación sensible con los demás y con lo demás.
La vida sensitivo-pasional es característica de los animales y de los humanos. Se trata de las pasiones, es decir, de las fuerzas instintivas maravillosas, mediante las cuales los animales irracionales y los humanos tienden sensiblemente hacia lo demás y hacia los demás. Enumeramos estas pasiones: Amor sensible y odio. Deseo y aversión. Alegría y tristeza. Esperanza y desesperanza. Audacia y miedo. Y, finalmente, la ira.
La vida racional es exclusiva del ser humano. Con su inteligencia, el hombre puede conocerse a sí mismo, al mundo y a lo trascendente. Además, con su inteligencia puede planear su historia personal y puede producir sus artefactos por transformación de los elementos del cosmos.
La vida volitiva de autodeterminación (libertad) es exclusiva del ser humano. El hombre es capaz de conocer las diversas opciones que se le presentan. Por medio de la voluntad (la cual es buena, cuando está bien iluminada por la inteligencia) el hombre es capaz de un proceso de deliberación. Por la libertad fundada en la verdadera y buena voluntad, el hombre es capaz de autodeterminarse y de entregarse a la opción elegida entre muchas. Libre es quien sabe lo que quiere hacer. De esta manera, el Hacedor nos ha constituido criaturas creadoras de nuestro futuro.
El alma humana tiene dos órdenes de facultades (orgánicas e inorgánicas).
A las facultades orgánicas del alma humana pertenecen el conocimiento sensible y las tendencias sensitivas denominadas pasiones. El sujeto de las facultades orgánicas es el compuesto de cuerpo y alma.
A las facultades inorgánicas del alma humana pertenecen la inteligencia y la voluntad libre. El sujeto de las facultades inorgánicas es la sola alma espiritual.
El ser humano, considerado genéricamente en su dimensión vegetal y animal, actúa como los vivientes carentes de razón. Estas operaciones inconscientes e instintivas se denominan actos del hombre (Por ejemplo, la digestión). Sin embargo, considerado específicamente en su dimensión racional, el hombre se autodetermina. Estos actos concientes se denominan actos humanos, para indicar que proceden de la voluntad deliberada (Por ejemplo, la decisión).
Todos los actos humanos concientes y deliberados tienden hacia una finalidad terminal, que consiste en nuestra realización personal, que podemos alcanzar ajustándonos y reajustándonos al modelo original de ser humano, que se encuentra en la mente del Hacedor.
Luciano Barp
Investigador de la ULSA (México)
Texto original: Gólgota Online