miércoles, 16 de julio de 2014

El Don del Temor de Dios

Autor: Padre José Martínez Colin

1) Para saber

Con el Don de Temor de Dios concluye la serie de los siete dones del Espíritu Santo que el Papa Francisco ha ido desarrollando en sus audiencias del miércoles.


Este don no significa tener miedo de Dios, pues sabemos bien que Dios es un Padre, que nos ama y quiere nuestra salvación, motivo por el cual no hay motivo de tener miedo de Él. El temor de Dios, en cambio, es el don del Espíritu que nos recuerda que somos muy pequeños delante a Dios y de su amor, y que nuestro bien está en abandonarnos con humildad, respeto y confianza en sus manos.

Cuando el Espíritu Santo toma posesión en nuestro corazón, nos infunde consolación, paz, y nos lleva a sentirnos pequeños, como lo recomendó Jesús en el Evangelio. Así ponemos todas nuestras preocupaciones y expectativas en Dios y nos sentimos envueltos y sostenidos por su calor y su protección, ¡como un niño con su papá!

2) Para pensar

Si hemos leído en ocasiones alguna biografía de una persona que vivió santamente, tal vez nos llame la atención que, siendo personas con muchas virtudes y cualidades, se consideran que no tienen nada de bueno.

Por ejemplo, Santa Catalina de Siena decía de sí misma que era nada y, en cambio, que Dios lo es Todo. Algo semejante decía de sí mismo San Josemaría Escrivá, y aunque sentía profundamente la grandeza de sentirse hijo de Dios, solía repetir sinceramente: “no valgo nada, no tengo nada, no puedo nada, no sé nada, no soy nada, ¡nada!” (El Fundador del Opus Dei, Vázquez de Prada, p.383). No mentían. Lo que sucede es que tenían muy desarrollado en sus vidas el Don de Temor de Dios, que les llevaba a ese grado de humildad. Al ser tan conscientes de la grandeza de Dios se sentían realmente como nada frente a Él. Cualquier cosa buena que veían que tenían, no la consideraban como propia, sino como un regalo de Dios.

Así, sabiendo que todo viene de la gracia y que nuestra verdadera fuerza está únicamente en seguir al Señor Jesús, este don nos lleva a aborrecer y tener horror al pecado.

Pensemos con qué valentía luchamos para rechazar las tentaciones o qué horror sentimos hacia cualquier tipo de pecado. Si es poca, podrá significar que estamos faltos de este don y habrá que pedirlo.


3) Para vivir

Este don nos lleva a seguir al Señor con humildad y obediencia. Pero no con una actitud tímida, resignada y pasiva sino con el estupor, la fuerza y la alegría de un hijo que se reconoce servido y amado por el Padre, convencidos y entusiastas.

El Papa Francisco nos dice que el don del temor de Dios, además, es una 'alarma' del pecado. Pues cuando una persona vive en el mal, explota a los otros, vive solamente para el dinero o la vanidad, entonces este don pone en alerta: “Así no serás feliz”. Y así nos apartamos del mal.

Ante la conciencia de nuestra fragilidad podremos estar cuidadosos de permanecer fieles y no soltarnos nunca de la mano amorosa de Dios. Ese cuidado significa querer agradarle a Dios, a quien amamos. Y por tanto, si percibimos que una situación, una mala amistad, un programa de televisión, etc., nos pueden alejar de Él, lo natural será apartarnos de aquello. Basta, pues, con desconfiar prudentemente de nosotros y confiar más en Dios.