sábado, 1 de abril de 2006

Grigio (el Perro de San Juan Bosco)

Probablemente uno de los hombres más destacados del siglo XIX fue San Juan Bosco, el sacerdote italiano quien construyó, a base de grandes sacrificios y merced a la Divina Providencia, la monumental obra de los salesianos, un pilar fundamental del desarrollo social de nuestra Patagonia.

Sabido es, por otra parte, que Don Bosco contaba con dones proféticos y en numerosos sueños vislumbró eventos colosales de su época y de los tiempos para él venideros. Pero quizás una de las manifestaciones más llamativas de su vida terrena haya sido su perro Grigio.

De hecho, Grigio es mencionado en prácticamente todas las biografías del santo, y son múltiples los testigos de sus aventuras. Grigio era, como lo indica su nombre, gris, de hocico fino, pelaje tupido y tamaño descomunal.

Apareció por primera vez en 1853, mientras Don Bosco recorría los arrabales de Turín, y, según las crónicas, fue decisiva su participación en al menos 4 intentos de robo o asesinato perpetrados contra su persona (por parte de grupos afines al conde Cavour, que veían en la Iglesia y en el santo adversarios de magnitud para la unificación italiana, amparada por la masonería en busca de la destrucción del Papado).

Así, gracias a las apariciones del gigantesco perro, Don Bosco logró sobrevivir según distintos biógrafos a:

- un intento de homicidio por arma de fuego

- una intentona de ahogamiento (que hubiera terminado con su vida terrena de no ser porque Grigio aprisionó el cuello del agresor con sus dientes)

- una agresión con arma blanca (la cual el santo controló en un principio a golpes de puño, pero luego fue Grigio quien impidió a los cómplices del agresor pasar a mayores)

- un ataque a golpes de puño de un grupo de valdenses, en el cual Grigio protegió al sacerdote en forma desequilibrante

En estos casos comprobados, la providencial aparición de Grigio salvó la vida del sacerdote. Y en una ocasión más, el propio San Juan Bosco se manifestó sorprendido porque, por única vez, al intentar salir de su casa, Grigio se apareció en la puerta con atemorizantes gruñidos, impidiéndole partir. Poco menos de media hora después, el perro había desaparecido. Don Bosco pudo enterarse en ese entonces de que, en las inmediaciones, le habían intentado tender una emboscada con el fin de asesinarlo... intento que quedó frustro porque el santo no pudo salir a la calle por obra de su perro.

Como comentario final, es de destacarse que Grigio dejó de presentarse cuando las persecuciones contra el santo menguaron.

¿Quién era en realidad Grigio, «El Gris» en las biografías en castellano? El perrazo no era una visión furtiva; era concreto y real, reconocido por todos los presentes que acompañaban a Don Boscos, pero jamás aceptó comida o abrigo y tenía la habilidad de desaparecer tan misteriosamente como había aparecido. La respuesta a la pregunta la encontramos en ese amigo único y fiel, asignado para nosotros el día mismo de nuestra concepción, para nuestra guarda en esta vida terrena. ¿Quién era Grigio, sino el ángel custodio de uno de los santos más extraordinarios de nuestro tiempo?