viernes, 1 de septiembre de 2006

Las almas del Purgatorio













En este siglo XXI, una frondosa jungla de patrañas inunda la cultura y los medios de comunicación masiva, claramente dirigidas a alejarnos del Camino que Jesús representa hacia Dios Padre. Como parte de la confusión, se intenta desjerarquizar el fin trascendente del hombre como criatura hecha a imagen y semejanza de Dios. Y una de las principales formas ha sido hacernos olvidar que somos peregrinos en la Tierra, destinados a una realidad sobrenatural. Uno de los componentes esenciales de esa realidad es el Purgatorio.

Por enorme gentileza de Michael Journal, medio católico editado en Canadá, reproducimos una traducción original al castellano de una entrevista a María Simma, vidente de las almas del Purgatorio, publicada en su versión original en el citado medio en 2004 bajo el título The Secret of the Poor Souls in Purgatory:

Hoy día, es poco lo que se enseña en las clases habituales del catecismo acerca del Purgatorio y del sufrimiento que las pobres almas experimentan para su completa purificación, para ser capaces de entrar al Reino de los Cielos. De hecho, el Purgatorio realmente existe y los sufrimientos que las pobres almas experimentan allí es muy real.

Desde 1940 (cuando contaba con 25 años), un alma privilegiada llamada Maria Simma ha tenido visitas regulares de las almas del Purgatorio, explicando sus sufrimientos y solicitándoles oraciones y misas para permitirles su liberación de allí. Tanto su párroco local como el obispo correspondiente le expresaron que ella podía hacer conocer la existencia de esas visitas siempre que no hubiese errores teológicos.

En una ocasión, la hermana Emmanuel Maillard, monja francesa conocida por su apostolado a favor de las apariciones de Nuestra Señora en Medjugorje, tomó conocimiento del libro de María Simma «Las almas del Purgatorio me dijeron que...» y lo leyó con gran interés: «Este libro me impactó mucho ya que relataba testimonios muy recientes y explicaba muy bien la doctrina de la Iglesia en relación al tema... ¡De inmediato le escribí al editor quien me dijo que María Simma aún vivía. Rápidamente me contacté con ella y acordamos una entrevista para responder a mis preguntas, que eran muy numerosas!»

La entrevista tuvo lugar en 1997 en la casa de María en Sonntag, un adorable poblado en los Montes Vorarlber en Austria. Los siguientes párrafos son un extracto del encuentro de la hermana Emmanuel de Medjugorje con María Simma, tomados del libro titulado «El apasionante secreto de las Almas del Purgatorio.»



Sor Emmanuel y María Simma




Hermana Emmanuel: – María, ¿puede decirnos como fue su primera visita por parte de un alma del Purgatorio?

María Simma: –Sí, fue en 1940. Una noche, cerca de las tres ó de las cuatro, escuché que alguien entraba en mi habitación... era un completo desconocido. Caminaba lentamente hacia adelante y hacia atrás. Le pregunté severamente: «¿Cómo entró aquí? ¡Váyase!» Pero él continuaba moviéndose impacientemente por la habitación, como si no me hubiera escuchado. Entonces volví que preguntarle que estaba haciendo, pero aún así no me respondió. Salté de la cama para atraparlo, pero cuando quise hacerlo sólo manoteé aire... no había nada allí. Volví entonces a la cama, pero nuevamente lo escuché entrar y salir.

Me preguntaba como podía haber visto a ese hombre, pero no atraparlo. Me levanté de nuevo para detenerlo y nuevamente me ocurrió lo mismo. Volví a la cama asombrada. Si bien el hombre no regresó, no pude volverme a dormir. Al día siguiente, después de la misa, me acerqué a mi director espiritual y le conté todo. Me dijo que, si sucedía de nuevo, no le preguntara al hombre quien era, sino que quería de mí.

La noche siguiente, el hombre regresó. Le pregunté que quería de mí, y él me contestó: «Pida tres Misas celebradas para mí, y seré liberado.»

Así comprendí que era un alma del Purgatorio, cosa que mi director espiritual me confirmó. Asimismo, él me aconsejó que nunca les reste importancia, sino que acepté con generosidad lo que me pidieran hacer.

HE: –¿Y luego continuaron las visitas?

MS: –Por unos cuantos años, sólo fueron tres o cuatro almas, sobre todo en noviembre. Luego hubo muchas más.

HE: –¿Qué le pedían estas almas?

MS: – La mayoría de las veces pedían que se celebraran Misas por ellos y que yo estuviera presente en ellas. Me pedían que rezara el Rosario y también que hiciera las Estaciones del Vía Crucis.



María Simma (imagen de 2002)

HE: –María, ¿las almas del Purgatorio tienen, de un modo u otro, alegrías y esperanza en medio de su sufrimiento?

MS: –Ninguna de las almas quiere volver del Purgatorio a la Tierra. Tienen un conocimiento infinitamente más allá del nuestro. Sencillamente no pueden decidir volver a la oscuridad de la Tierra. Vemos así la diferencia con los sufrimientos que conocemos en la Tierra. En el Purgatorio, aunque el dolor de las almas es llanamente terrible, existe la seguridad de vivir para siempre con Dios: es una certeza indiscutible. La alegría es mayor que el dolor. No existe nada sobre la Tierra que haga que quieran vivir nuevamente aquí, donde nadie está seguro de nada.

HE: –María, ¿puede decirnos ahora si Dios envía un alma al Purgatorio, o si el alma decide por sí misma ir allí?

MS: –Es la propia alma la que quiere ir al Purgatorio, para purificarse antes de ir al Cielo.

HE: –María, ¿en el momento de la muerte vemos a Dios en su plena luminosidad o de un modo todavía oscuro?

MS: –En un modo aún oscuro, pero, de todos modos, con la luminosidad suficiente para permitir que se le añore profundamente.

HE: –María, ¿puede decirnos cuál es el papel de Nuestra Señora con las almas del Purgatorio?

MS: –Ella con frecuencia se acerca para consolarlos y decirles que han hecho muchas cosas buenas. Les da coraje.

HE: –¿Hay días en particular en los que Ella ayuda a liberarlos?

MS: –Sobre todo, Navidad, la Festividad de Todos los Santos, Viernes Santo, el Día de la Asunción de María y el de la Ascención de Jesús.

HE: – María, ¿por qué alguien va al Purgatorio? ¿Cuáles son los pecados que más llevan al Purgatorio?

MS: –Los pecados contra la caridad, con el amor del prójimo, la dureza de corazón, la hostilidad, la calumnia, los insultos... todas esas cosas.

(Aquí, María da un ejemplo que la sorprendió y que quiso compartir con nosotros. Le pidieron que buscara si una mujer y un hombre estaban en el Purgatorio. Para asombro de quienes habían preguntado, la mujer ya estaba en el Cielo mientras que el hombre estaba en el Purgatorio. La mujer había muerto mientras se practicaba un aborto, mientras que el hombre concurría con frecuencia a la Iglesia y llevaba una vida aparentemente devota. María, en consecuencia, buscó mayor información, pensando que estaba equivocada... pero en realidad estaba en lo cierto. Ambos habían fallecido casi simultáneamente, pero la mujer había experimentado un profundo arrepentimiento y estaba muy humillada, mientras que el hombre criticaba a todo el mundo, estaba siempre protestando y hablando mal de los demás. A eso se debía su Purgatorio tan extenso. María concluyó que no se debía juzgar por las apariencias).

MS: Otros pecados contra la caridad son el rechazo a las personas que no nos gustan, evitar hacer las pases, rechazar el perdón y toda la amargura que guardamos dentro.

(María ilustró en ese momento de la entrevista con otro ejemplo para pensar. Era la historia de una mujer que ella conocía muy bien, que falleció y se hallaba en el Purgatorio, en el más terrible Purgatorio con los sufrimientos más atroces. Y cuando vino a visitar a María, le explicó el por qué: la mujer había tenido una gran amiga, pero entre ellas había crecido una gran enemistad, sostenida por años y años, pese a los intentos de la amiga de hacer las paces y reconciliarse. Sin embargo, la ahora fallecida la había rechazado. Pese a enfermar gravemente, ella continuó con su corazón cerrado, rechazando a su amiga que buscaba reconciliarse junto a su lecho de muerte).

HE: –María, por favor díganos: ¿quiénes son los que tienen mayores chances de ir directamente al Cielo?

MS: –Aquellos que tienen un buen corazón hacia todos. El amor cubre una multitud de pecados.

HE: –¿Cuáles son los medios que tenemos nosotros en la Tierra para evitar el Purgatorio y dirigirnos directamente al Cielo?

MS: –Debemos hacer un gran trabajo por las almas del Purgatorio, para ayudarlas en su pase. Debemos ser muy humildes. Esa es la mayor arma contra el mal, contra el Maligno. La humildad aleja al mal.

HE: –María, ¿puede decirnos cuales son los medios más efectivos para ayudar a liberar almas del Purgatorio?

MS: –El medio más eficaz es la Misa.


HE: –¿Por qué la Misa?

MS: –Porque es Cristo quien se ofrece a Sí mismo por amor a nosotros. Es Cristo ofreciéndose a Sí Mismo para Dios, el más hermoso sacrificio. El sacerdote es el representante de Dios, pero es el Mismo Dios el que se ofrece y se sacrifica a Sí Mismo por nosotros. La eficacia de la Misa por los fallecidos es aún mayor para aquellos que daban gran valor a la Misa durante su vida terrena. Si ellos asistían a Misa y rezaban con todo su corazón, si asistían a Misa entre semana (según su disponibilidad horaria), obtienen el mayor beneficio de las Misas celebradas para ellos. Aquí también cada uno cosecha lo que ha sembrado.

Un alma del Purgatorio ve claramente en el día de su funeral si realmente hemos rezado por ella, o si simplemente hemos hecho un acto de presencia para «hacernos ver». Las pobres almas afirman que las lágrimas no son útiles para ellas, sí lo es la oración. Es común que se quejen de que la gente va a los funerales sin elevar una sola plegaria a Dios, mientras derraman muchas lágrimas: ¡eso es inútil!

Hay otro medio muy poderoso para ayudar a las pobres almas: ofrecer nuestros sufrimientos y penitencias, como el ayuno y la renuncia y, por supuesto, nuestros sufrimientos involuntarios como la enfermedad o las penas.

HE: –María, usted ha sido invitada muchas veces a sufrir por las pobres almas, para ayudar a liberarlas. ¿Puede relatarnos su experiencia en esas ocasiones?

MS: –La primera vez, una de las almas me preguntó si no importaría que mi cuerpo sufriera tres horas por ella, para luego retomar mis tareas. Me planteé que si se trataba de sólo tres horas, no habría inconvenientes... pero esas tres horas del reloj fueron tan dolorosas que me parecieron tres días. El alma me dijo que por haber aceptado sufrir por amor esas tres horas, le había ahorrado veinte años en el Purgatorio.

HE: –Sí, pero... ¿por qué sufrir sólo tres horas aquí para evitar veinte años de Purgatorio?

MS: –Es por que el sufrimiento en la Tierra no tiene el mismo valor. Aquí, mientras sufrimos, crecemos en amor, ganamos méritos, que no es el caso de las almas que sufren el Purgatorio. Allí, los sufrimientos sirven sólo para purificarse del pecado. En la Tierra, tenemos todas las gracias y la libertad para elegir.


Esto nos permite entender extraordinariamente por qué sufrimos. El sufrimiento, voluntario o involuntario, que podemos ofrecer, aún pequeñísimos sacrificios que podemos hacer, nuestras penas, decepciones... si las vivimos con paciencia, si las recibimos con humildad, estas penas pueden ser un silencioso poder para ayudar a las almas.

Lo mejor que podemos hacer es unir esos sufrimientos a aquellos de Jesús, colocándolos en manos de María. Ella es quien mejor sabe como utilizarlos, ya que a veces nosotros mismo no sabemos cuales son las necesidades más urgentes a nuestro alrededor. Todo esto, por supuesto, María nos lo devolverá a la hora de nuestra muerte. Estos sufrimientos que hemos ofrecido serán nuestro tesoro más preciado en el otro mundo. Debemos recordarnos esto los unos a los otros y darnos valor unos a otros a la hora de sufrir.

Y si me permite, agregaré algo importante: las almas del Purgatorio no pueden hacer ya nada por ellas mismas; si los vivos no rezamos por ellas, están completamente abandonadas. Entonces, es importante que tengamos en cuenta el inmenso poder, el increíble poder que cada uno de nosotros tiene en sus manos para liberar a las almas que sufren.

No dudaríamos jamás en ayudar a un niño que delante nuestro se cayó de un árbol y se ha roto los huesos. Por supuesto, haríamos todo lo posible por él. Del mismo modo, deberíamos tener un gran cuidado para con estas almas que esperan todo de nosotros, atentas a la menor oferta, esperando hasta la última de nuestras oraciones para liberarlas del dolor. Esta puede ser la manera más delicada de practicar la caridad.

HE: –María, ¿por qué uno no puede ganar méritos en el Purgatorio, mientras si puede hacerlos en la Tierra?

MS: –Porque al momento de la muerte se acaba el tiempo de los méritos. Mientras estamos viviendo en la Tierra, podemos reparar el mal que hemos hecho. Las almas del Purgatorio nos envidian por eso. Aún los propios ángeles están celosos de nosotros, porque tenemos la posibilidad de crecer mientras estamos en la Tierra.

HE: –Pero nos ocurre que muchas veces el sufrimiento en nuestras vidas nos lleva a rebelarnos, y tenemos grandes dificultades para aceptarlos. ¿Cómo podemos vivir nuestro sufrimiento para que rindan fruto?

MS: –Los sufrimientos son la mayor prueba del amor de Dios, y si los ofrecemos bien, podemos ganar muchas almas.

HE: –Pero... ¿cómo podemos recibir un sufrimiento como un don, y no como un castigo, como a menudo lo hacemos?

MS: –Debemos darle todo a Nuestra Señora. Ella es quien mejor conoce quien necesita tal o cual ofrecimiento para lograr su salvación. No siempre debemos considerar nuestros sufrimientos como un castigo. Pueden ser aceptados como expiación no sólo para nosotros, sino sobre todo para otros. Cristo era inocente, y sufrió como nadie para el perdón de nuestros pecados. Sólo en el Cielo sabremos lo que habremos obtenido por sufrir con paciencia en unión con el sufrimiento de Cristo.

HE: –María, ¿las almas en el Purgatorio se rebelan al enfrentarse con sus sufrimientos?

MS: –¡No! Las almas desean purificarse; entienden que eso es necesario.

HE: –¿Cuál es el rol del arrepentimiento al momento de fallecer?

MS: –La constricción es muy importante. Los pecados son perdonados en muchos casos, pero aún permanecen las consecuencias de ellos. Si alguien desea recibir una indulgencia plena al momento de morir, esto es, ir directamente al Cielo, el alma debe estar libre de toda atadura.

HE: –María, le pregunto... ¿al momento de la muerte, hay un instante en el cual el alma aún tiene chances de volverse hacia Dios, aún tras una vida de pecado, antes de entrar en la eternidad? ¿Hay un momento, por así llamarlo, entre la muerte aparente y la muerte real?

MS: –¡Sí, sí! El Señor le da a cada uno de nosotros muchos minutos para arrepentirse de sus pecados y decidir: acepto o no acepto seguir y ver a Dios. Allí vemos un verdadero «film» de nuestras vidas. Conocí un hombre quien creía en las enseñanzas de la Iglesia, pero no en la vida eterna. Cierto día, cayó gravemente enfermo, en coma. Se vio a sí mismo en una habitación con una pizarra en la cual sus acciones habían sido escritas, tanto las buenas como las malas. Entonces la pizarra y la habitación desaparecieron, y todo fue infinitamente bello. Al despertar del coma, decidió cambiar su vida.

HE: –María, ¿se le permite al demonio atacarnos en el momento de la muerte?

MS: –Sí, pero el hombre tiene la gracia de resistirlo. Entonces, si el hombre no quiere tener nada que ver con él, el demonio nada puede hacer.

HE: –María, ¿qué consejo le daría a quienes desean convertirse en santos aquí en la Tierra?

MS: –Ser muy humildes. No debemos ocuparnos de nosotros mismos. La mayor trampa del mal es la soberbia.

HE: –María, por favor díganos si alguien puede pedirle al Señor realizar el Purgatorio en la Tierra

MS: –Sí. Conocí a un sacerdote y a una joven, ambos enfermos de tuberculosis, internados en el hospital. Ella le sugirió al sacerdote pedirle a Dios sufrir en la Tierra lo necesario para poder ir directamente al Cielo. El sacerdote le respondió que ni siquiera se atrevería a pedirle eso a Dios. Una monja fue testigo de la conversación completa. La joven falleció primero y luego el sacerdote, que se le apareció a la monja diciéndole: «Si tan sólo hubiera tenido la misma confianza que la joven, yo también hubiese partido directamente al Cielo».

HE: –María, ¿hay diferentes «grados» de Purgatorio?

MS: –Sí, hay muchos grados. Hay una gran diferencia en grados de sufrimiento moral. Cada alma tiene un modo único y particular de sufrir.

HE: –María, ¿los sufrimientos del Purgatorio son más dolorosos que los más dolorosos sufrimientos de la Tierra?

MS: –Sí, pero de una manera simbólica. Esto duele en el alma.

HE: –María, como usted sabe, mucha gente cree ahora en la reencarnación. ¿Qué le han dicho las almas sobre este tema?

MS: –Las almas dicen que Dios da una sola vida.

HE: –Pero algunas personas insisten en que no es justo, que una vida no es suficiente para conocer a Dios y convertirse realmente. ¿Qué les responde usted?

MS: –Todas las personas tienen una «fe interior», la conciencia; aún quienes no practican su fe, reconocen a Dios implícitamente. El que dice que no cree, ¡no existe! Cada alma tiene una conciencia que reconoce al bien y al mal, una conciencia dada por Dios, un conocimiento interior, en diferentes grados, por supuesto, pero cada uno sabe distinguir el bien del mal. Con esa conciencia, cada alma puede convertirse en bendita.

HE: –¿Qué ocurre con los suicidas? ¿Alguna vez la ha visitado alguno de ellos?

MS: –Hasta ahora, nunca me he encontrado con el caso de un suicida, lo cual, por supuesto, no significa que no existan... pero es común que las almas me cuenten que los más culpables eran quienes los rodeaban y habían sido negligentes o diseminadores de calumnias.

HE: – ¿Las almas se lamentan haberse suicidado?

MS: –Sí. Muchas veces, el suicidio es por enfermedad. Estas almas se arrepienten de su acto porque, al ver las cosas bajo la luz de Dios, comprenden al instante todas las gracias que estaban reservadas para ellas en el resto de su vida, a veces meses o años; también ven todo lo que podían haber ayudado a otras almas en su camino a Dios. Al final, lo que más les duele es ver el bien que no pudieron hacer por haber acortado sus vidas. Pero cuando la causa es enfermedad, el Señor tiene esto en cuenta, por supuesto.

HE: –¿Hay sacerdotes en el Purgatorio?

MS: –Sí, hay muchos. No promovieron el respeto por la Eucaristía, por lo que la Fe sufre. Muchas veces están en el Purgatorio por haber descuidado la oración, lo cual disminuyó su Fe. Pero también hay muchos que han ido directamente al Cielo.

HE: –¿Qué le diría a un sacerdote que realmente quiere vivir según el Corazón de Dios?

MS: –Le aconsejaría rezarle mucho al Espíritu Santo, y rezar su Rosario todos los días.

HE: –¿Ha sido visitada por almas que, en la Tierra, practicaran perversiones? Me refiero, por ejemplo, en la esfera sexual.

MS: –Sí, no están condenadas, pero han de sufrir mucho por su purificación. Por ejemplo, la homosexualidad: eso realmente procede del Maligno.

HE: –¿Qué consejo le daría entonces a las personas afectadas por la homosexualidad, o con tendencia a ella?

MS: –Rezar mucho por la fortaleza para alejarse de ella. Deberían dirigirle sus oraciones al Arcángel Miguel; él es el gran guerrero por excelencia contra el Maligno.

HE: –¿Qué actitudes de nuestro corazón puede llevarnos a perder nuestra alma del bien, e irnos al Infierno?

MS: –Es cuando el alma no quiere ir hacia Dios, cuando realmente le dice «no quiero».

HE: –Jesús dice que es difícil que un rico entre al Reino de los Cielos. ¿Ha visto algunos casos?

MS: –¡Sí! Pero si realizan buenas obras, obras de caridad, si practican el amor, ellos pueden entrar como los pobres.

HE: –¿Qué piensa de las prácticas del espiritsmo? Por ejemplo, de convocar espíritus de los fallecidos, las tablas Ouija («juego de la copa»), etc?

MS: –No es bueno. Siempre es malo. Es el demonio el que hace que el tablero se mueva.

HE: –¿Cual es la diferencia entre lo que usted está viviendo con las almas de los fallecidos y las prácticas espiritistas?

MS: –No se supone que convoquemos a las almas; yo no trato de traerlas. En el espiritismo, la gente trata de llamarlas. La distinción es bien clara y debemos tomarla con mucha seriedad. Si la gente va a creer en una sola de todas las cosas que he dicho, quisiera que fuera esta: aquellos que se involucran en el espiritismo (el juego de la copa y cosas por el estilo) creen que están convocando a las almas de los muertos. En realidad, si hay respuesta a sus llamados, sin excepción se trata de Satanás y sus ángeles. Los espiritistas (adivinos, brujos, etc) hacen cosas muy peligrosas para ellos y para quienes buscan su consejo. Se están atando la soga al cuello. Está prohibido, estrictamente prohibido, llamar a las almas de los muertos. Nunca lo he hecho, nunca lo hago y nunca lo haré. Si alguien se me aparece, es porque sólo el Señor se lo permite.

Notas:

- The Amazing Secret of the Souls in Purgatory, ha sido publicado en el original inglés por Queenship Publishing Co., P.O. Box 220, Goleta, CA 93116, Estados Unidos

- Maria Simma falleció el 16 de marzo de 2004, un mes después de la publicación de esta entrevista, en Sonntag, a los 89 años.

Publicado en versión 1.0 en septiembre de 2006