(1) Para saber
La Sagrada Escritura nos presenta en sus páginas múltiples lecciones para nuestra vida. Una de ellas es el relato sobre la historia del joven Tobías.
El padre de Tobías era un hombre piadoso que confiaba en Dios y se había quedado ciego. Creyendo que estaba próxima su muerte le pidió a su hijo que vaya a cobrar una deuda a un poblado lejano.
El joven Tobías, quiso cumplir cuanto antes la petición de su padre, pero no sabía cómo llegar a tal poblado. Y buscando quien pueda ayudarle, se encontró con otro joven llamado Rafael que estaba dispuesto a acompañarle en su viaje. Ambos emprendieron el camino.
Durante el viaje Rafael le aconsejó guardar ciertas sustancias de un pescado para curar a su padre. Después, le propuso conocer a Sara: una buena mujer, muy hermosa y con mucha riqueza. Tobías se enamoraría de ella y la pidió como esposa a sus padres, quienes se la concedieron. Rafael, mientras tanto, fue a cobrar la deuda pendiente.
Cuando regresaron a casa del padre de Tobías, siguiendo el consejo de Rafael, Tobías aplicó el ungüento en los ojos de su padre, quien recuperó la vista. Fue grande la felicidad de todos: su padre recobró la vista, pudo cobrar la deuda y consiguió una piadosa y bella esposa.
Todo se lo debió al joven Rafael quien en ese momento les confesaría quien era realmente: “Yo soy el ángel Rafael, uno de los siete, que asistimos delante del Señor” (Tob. 12, 15). Toda la familia dio gracias a Dios por haberlos socorrido en sus necesidades.
(2) Para pensar
En este relato se nos manifiesta la ayuda que el Señor nos envía en nuestras necesidades. Así como Rafael guió a Tobías para que su viaje llegara a feliz término, de la misma manera contamos con la ayuda del Espíritu Santo, quien también nos aconseja y guía nuestros pasos por los difíciles y complicados caminos de nuestra vida de tal manera que alcancemos la dicha eterna en la gloria de Dios, en el Cielo.
El Espíritu Santo actúa mediante el Don de Consejo para conocer de manera rápida y segura cuál es la voluntad de Dios y, de esa manera, sabemos cómo actuar. Pero, ¿cómo nos llegan sus consejos? No habrá que esperar oír una voz física del Espíritu Santo, pues, aunque lo puede hacer, no suele aconsejarnos así. Más bien, habrá que preguntarle: “En esta situación, ¿cómo querría Dios que actuara?” La luz vendrá a nuestras mentes y sabremos actuar conforme al querer de Dios.
Pensemos cómo es nuestra disposición para oírlo.
(3) Para vivir
Además contamos con otra gran ayuda que Dios nos envía: la de sus ángeles.
Es doctrina de la Iglesia que Dios asigna a toda persona un ángel de la guarda. Jesucristo lo afirma al hablar de los niños, cuando dice que “sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial” (Mateo 18,10). Y San Basilio dice: «Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida».
Teniendo tan grandes consejeros hemos de acostumbrarnos a recurrir a ellos con más frecuencia. Incluso, podemos ponerle un nombre propio que nosotros mismos escojamos, y llamarle así cuando queramos o lo necesitemos.
En el libro “Camino” de San Josemaría leemos: “Ten confianza con tu Ángel Custodio. Trátalo como un entrañable amigo -lo es- y sabrá hacerte mil servicios en los asuntos ordinarios de cada día” (n.562).