lunes, 1 de junio de 2009

La Marihuana: Un Arma de Destrucción Masiva




La marihuana es la sustancia ilegal más utilizada en todo el mundo. Se extrae de un vegetal conocido como Cannabis sativa, de ciclo anual, originario en la región del Tíbet y actualmente distribuido por todo el mundo.
A partir de las hojas y de las flores de esta planta se obtienen 2 alcaloides activos, el delta-9-tetrahidrocannabinol (D-9-THC) y el D-8-THC, cuyas concentraciones varían según las condiciones en que se cultiva el vegetal. El consumo de este tóxico puede realizarse básicamente de 2 modos clásicos:
  • fumando la picadura en forma de cigarrillos o porros (en forma aproximada 500 mg de la droga contienen un 1% de D-9-THC)
  • utilizando resina o aceite, con una concentraciones respectiva aproximada de alcaloides de 5% a 15% y 11% a 28%. Estos productos también pueden fumarse utilizando pipas (las cachimbas, narguiles o one-hitters)  o mezclados con cigarrillos de tabaco.

Se describe también su uso en preparados para consumo oral, como la llamada space cake (“torta espacial”) o los hash brownies. El consumo de esta sustancia dada de varios milenios, ya que se utilizaba en prácticas chamánicas y para el oscurantismo y la adivinación en distintas culturas paganas de Asia Oriental hacia el siglo VI aJC.



Después de fumar un cigarrillo de marihuana, se absorbe alrededor del 50% del alcaloide contenido, el cual pasa a la circulación y ejerce sus efectos a partir de los 5 minutos. La duración de esta acción es variable, pero alcanza en promedio las 2 a 3 horas después del consumo de un solo cigarrillo. Dado que el D-9-THC es liposoluble, se elimina rápidamente del plasma para pasar a los tejidos, en los cuales puede permanecer durante varios días hasta encontrar un equilibrio cinético con la sangre. Por lo tanto, si bien la vida media de este alcaloide en los tejidos es de 1 semana, cada dosis puede permanecer en el organismo hasta 30 días y el uso reiterado permite su acumulación. A este parámetro contribuye la llamada circulación enterohepática, por la cual parte de la dosis (un 15%) destinada a la eliminación metabólica en el hígado vuelve al torrente sanguínea. De la misma manera, el tiempo de retención en los pulmones influye en la cantidad absorbida. Se destaca que esta droga se elimina por la orina, la saliva y las heces, así como atraviesa la barrera placentaria y tiene pasaje a la leche materna.



A bajas dosis, el D-9-THC produce euforia e incremento de la sensación y la percepción a nivel visual, gustativo y auditivo. Estos efectos se incrementan con las dosis moderadas, agregándose las alteraciones de la memoria reciente y en la percepción del tiempo, así como las anomalías en el curso del pensamiento, la atención y la fuerza muscular. A dosis mayores se describe distorsión de la imagen corporal, delirio, alucinaciones y despersonalización, entre otros. La aparición abrupta de crisis de pánico es clásica en quienes se inician en la adicción o los adictos de larga data que utilizan dosis elevadas. Como podemos apreciar, la mayor parte de los efectos son psicodislépticos, mientras que los signos objetivos incluyen la inyección conjuntival y la somnolencia, que se asemeja a la de los estados de ebriedad, aunque sin aliento etílico.

Además de provocar disfunción eréctil, en los varones se ha demostrado alteración en la generación de espermatozoides con menor fertilidad. En las embarazadas, el consumo de marihuana se vincula con una mayor tasa de abortos espontáneos, de recién nacidos de bajo peso y elevada mortalidad perinatal.

Por otra parte, a largo plazo se destacan sus graves efectos sobre la función pulmonar, con índices de cáncer más elevados que los relacionados con el tabaco, de acuerdo con numerosos estudios recientes. Así, el incremento de la probabilidad de presentar cáncer pulmonar con un cigarrillo de cannabis es semejante al que se observa en los fumadores de 20 cigarrillos de tabaco por día. Es decir, una menor cantidad de cigarrillos de marihuana induce los mismos cambios histológicos en el epitelio de la tráquea y de los bronquios que un número mucho más alto de cigarrillos comunes. De hecho, se ha observado que fumar 2 cigarrillos de marihuana por día se acompaña de las mismas modificaciones citomorfológicas en el esputo que el consumo de aproximadamente 30 cigarrillos comunes diarios.



No debe olvidarse el síndrome amotivacional, caracterizado por astenia, hipoprosexia (disminución de la atención), trastornos de la conducta e inadaptación psicosocial.

Estos efectos se deben a la interacción de los alcaloides con al menos 2 receptores endógenos, CB1 y CB2, descubiertos a principios de la década de 1990. Dado que la marihuana estimula el apetito, se postuló que el bloqueo de estos receptores constituía una alternativa para el tratamiento de la obesidad. En ese contexto, se inició la comercialización del rimonabant, un antagonista de los canabinoides, que debió retirarse del mercado por su asociación con efectos adversos psiquiátricos graves y una mayor incidencia de suicidios.

Por otra parte, los presuntos “usos médicos” de los derivados de la marihuana chocan con diferentes e insalvables escollos. Así, su utilidad en el incremento de la tolerancia a los quimioterápicos y a los tratamientos antirretrovirales del sida se ve ampliamente superada por los efectos tóxicos. En cuanto a los efectos “estimulantes” o moduladores sobre el sistema nervioso central, previstos para dolencias graves como la enfermedad de Alzheimer o la esclerosis múltiple, en realidad corresponden a sus efectos psicodislépticos y alucinógenos. Por lo tanto, representan un retroceso para la ciencia comparable al uso de alcohol como sedante o del clorhidrato de cocaína como anestésico local.

La marihuana representa un elevadísimo peligro para la salud individual (a costa de sus efectos psiquiátricos y de las consecuencias a largo plazo), social (por los mayores riesgos de accidentes viales y agresión interpersonal), cultural (por los falaces y viles argumentos que la presentan como una panacea) y familiar (por sus efectos destructivos análogos a los de drogas más “duras”). Como con todas las facetas del mal, sólo cabe enfrentarla con la firmeza de la verdad, el conocimiento, la educación y el amor, puestos al servicio de informar en especial a los más débiles (niños y adolescentes) y en la rehabilitación de nuestros hermanos que han sido engañados y afectados.