Entre las causas más comunes de estas lesiones, se destacan los accidentes viales, así como los traumatismos de cráneo de otro origen, las hemorragias cerebrales atribuidas a aneurismas y las infecciones, como las encefalitis o las meningitis.
En términos clásicos, es habitual la distinción entre el estado vegetativo persistente (la ausencia de respuesta sostenida y reproducible, voluntaria o refleja, ante la aplicación de un estímulo) y el estado mínimo de conciencia (la presencia de signos inconstantes de alerta, pero sin capacidad para la comunicación interpersonal). Esta diferenciación parece sencilla, pero la tasa de errores, aún en manos experimentadas, puede superar holgadamente el 30%.
Estos enfermos suelen ser el blanco favorito tanto de la aberración homicida de la eutanasia como del grave error de la distanasia o encarnizamiento terapéutico. Sin embargo, la resonancia magnética nuclear funcional parece haber abierto un nuevo e interesante camino. Así, de acuerdo con los resultados de un grupo de investigadores británicos y belgas, alrededor del 10% de estos enfermos con alteraciones neurológicas conservan actividad cerebral voluntaria.
En el trabajo publicado en el reconocido semanario médico The New England Journal of Medicine (accesible aquí), se llevó a cabo un modelo de simulación de movimientos por computadora. Mediante la mencionada resonancia funcional, los expertos advirtieron que, en algunos de estos enfermos, el cerebro reconocía los estímulos y se provocaban respuestas a nivel químico. En este contexto, confirmaron además que un subgrupo de pacientes mantenía cierto nivel de alerta, en abierta contradicción con el concepto tradicional de estado vegetativo: estos enfermos podían modular en forma voluntaria su actividad cerebral.
Por lo tanto, en estas potenciales presas de la cultura de la muerte (“vidas que no merecen ser vividas”, como proclamaban los nazis), existen claras evidencias de la persistencia de los niveles de alerta y de actividad cognitiva. ¿Acaso la resonancia magnética funcional permitirá retomar un nivel de comunicación con los pacientes que no parecen responder a estímulos? Además de mejorar de manera contundente la calidad de vida de estos enfermos crónicos, gozaremos de una oportunidad más para gozar de la gloria de Dios, tanto en el hermano enfermo y sufriente, émulo de Cristo, como en la gracia maravillosa de la comunicación que nos hace humanos.