Según ha informado el Servicio Vaticano de noticias, en la audiencia del 25 de marzo pasado (fiesta de la Anunciación y Día del Niño por Nacer), el papa Benedicto XVI recibió a los participantes del foro interno promovido por la Penitenciaría Apostólica, el dicasterio presidido por el cardenal Fortunato Baldelli, cuyo regente es el monseñor Gianfranco Girotti.
En el discurso que dirigió a los participantes el Santo Padre habló del "valor pedagógico de la confesión sacramental" para los sacerdotes y para los penitentes.
Refiriéndose a los presbíteros afirmó: "La misión sacerdotal constituye un punto de observación único y privilegiado desde el que diariamente nos es dado contemplar el esplendor de la Misericordia divina (...) De la administración del Sacramento de la Penitencia podemos recibir profundas lecciones de humildad y fe. Es un llamamiento muy fuerte para cada sacerdote a la conciencia de su identidad propia. Nunca, solamente, en virtud de nuestra humanidad podríamos escuchar la confesión de nuestros hermanos. Si se acercan a nosotros es solo porque somos sacerdotes, configurados a Cristo Sumo y eterno sacerdote, y por tanto capaces de actuar en su nombre y en su persona, de hacer realmente presente a Dios que perdona, transforma y renueva".
La celebración del Sacramento de la Penitencia, por lo tanto "tiene un valor pedagógico para el sacerdote, en orden a su fe, a la verdad y la pobreza de su persona, y alimenta en él la conciencia de la identidad sacramental", subrayó el pontífice.
"Ciertamente la Reconciliación sacramental es uno de los momentos en que la libertad personal y la conciencia de sí están llamadas a manifestarse de forma particularmente evidente", prosiguió el Papa hablando esta vez de los penitentes. "Quizás es por esto -observó- que en una época de relativismo y de consecuente atenuada conciencia del propio ser resulta debilitada también la práctica sacramental, El examen de conciencia tiene un importante valor pedagógico: educa a mirar con sinceridad la propia existencia, a confrontarla con la verdad del Evangelio y a valorarla con parámetros no solo humanos, sino en perspectiva de la Revelación divina. La confrontación con los mandamientos, las Bienaventuranzas y sobre todo con el precepto del amor constituye la primera gran escuela penitencial"
"Queridos sacerdotes", -concluyó el Santo Padre-, "no dejéis de dar oportuno espacio al ejercicio del ministerio de la Penitencia en el confesonario; ser acogidos y escuchados constituye también un signo humano de la acogida y de la bondad de Dios hacia sus hijos. La confesión integral de los pecados, además, educa al penitente a la humildad, al reconocimiento de su fragilidad y al mismo tiempo a la conciencia de la necesidad del perdón de Dios y a la confianza en que la gracia divina puede transformar la vida".