(1) Para saber
Al comienzo de esta Cuaresma, el Papa Benedicto XVI nos exhorta al compromiso de “convertir nuestro corazón hacia los horizontes de la Gracia”. Es un tiempo oportuno para aprovechar la gracia de Dios y poder convertirnos hacia Él.
Este tiempo, seguía diciendo el Papa, nos invita no a una “conversión superficial y transitoria”, sino a un camino espiritual profundo en nuestras actitudes y un sincero arrepentimiento.
Esta conversión “es posible porque Dios es rico en misericordia y grande en el amor. La suya es una misericordia regeneradora, que crea en nosotros un corazón puro, renueva en el interior un espíritu firme, restituyéndonos la alegría de la salvación”.
(2) Para pensar
Me encuentro en el quirófano, acostado boca arriba, la cabeza en una almohada pequeña y las luces deslumbrantes sobre mi rostro. Se está realizando una operación a corazón abierto. Es en el mío. Me inclino un poco y puedo ver al médico. El me dice con voz suave y confortante:
-Tu corazón se encuentra endurecido y envejecido. Está muy dañado, en peligro de morir.
-¿Endurecido? -pregunto sorprendido.
-Y también envejecido -me responde, con voz suave.
-¿Envejecido? ¿A mi edad? -pregunto, más extrañado aún-. ¿Cómo puede ser? Soy joven…
El médico me dice pausadamente:
-Sí, tienes pocos años. No obstante tu corazón ya está endurecido y envejecido. Se debe a que tú lo has provocado: con tu poco esfuerzo para el bien y tus virtudes adormecidas; lo has dejado corromperse con la suciedad del mundo y las pasiones desordenadas; le ha faltado el oxígeno puro de la oración y los rezos; no ha corrido por él la sangre viva de la presencia de Dios, pues casi no vives en gracia de Dios. Pocas personas saben esto. Viven de esta manera y mueren pronto. No es bueno que continúes como estás ahora. El corazón ha sido hecho para amar. Necesitas que te cambie el corazón.
Le respondí, mientras volvía a recostar la cabeza: “Tienes razón. Yo quise cambiar mi corazón antes, pero no pude. Ahora lo veo claro; yo sólo no podía... Gracias por traerme aquí”. Él tomó mi mano en un gesto de comprensión y yo agregué, en un hilo de voz: “Señor Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al Tuyo”.
Y Jesús siguió adelante con la cirugía.
(3) Para vivir
La Cuaresma, por tanto, es “un camino de cuarenta días donde experimentar de modo eficaz el amor misericordioso de Dios… conscientes siempre de no poder llevar a cabo nuestra conversión nosotros solos, con nuestras fuerzas, porque es Dios quien nos convierte”, enfatizó el Papa en su mensaje el Miércoles de Ceniza.
La responsabilidad de los cristianos, afirmó, es la de “ofrecer el testimonio de la fe vivida a un mundo en dificultad que necesita volver a Dios, que tiene necesidad de conversión”.
San Josemaría nos recuerda en Camino: «¿Cómo va ese corazón? –No te me inquietes: los santos –que eran seres bien conformados y normales, como tú y como yo –sentían también esas “naturales” inclinaciones. Y si no las hubieran sentido, su reacción “sobrenatural” de guardar su corazón –alma y cuerpo– para Dios, en vez de entregarlo a una criatura, poco mérito habría tenido.
Por eso, visto el Camino, creo que la flaqueza del corazón no debe ser obstáculo para un alma decidida y “bien enamorada”» (n. 164).