jueves, 1 de septiembre de 2011

El Cuento de la Rueda Rota (¿Somos Felices?)


1) Para saber

Pareciendo un tanto atrevido, un autor añadía su propia Bienaventuranza, no obstante tiene mucho de verdad. Así decía: Bienaventurados los que saben reírse de sí mismos, porque no terminaran nunca de divertirse.


Efectivamente, el no tomarse tan en serio evita muchas veces los enojos o nerviosismos. Los enfados provienen muchas veces de falta de objetividad, al no aceptarnos como somos, con todo y defectos, sin dramas no tragedias. El siguiente cuento nos lo ejemplifica.

 2) Para pensar

Es la historia de una rueda a la que le faltaba un pedazo, pues habían cortado de ella un trozo triangular. La rueda quería estar completa para ser feliz, así que se fue a buscar la pieza que había perdido.

Pero como estaba incompleta y solo podía rodar muy despacio, podía contemplar las bellas flores que había en el camino y disfrutó de ellas; iba tan despacio que le daba tiempo de charlar con los gusanos y las tortugas, y logró tener muchos amigos; también disfrutaba de los rayos del sol o la lluvia.

En su camino encontró montones de piezas, pero ninguna era la que le faltaba, así que las hizo a un lado y para ser feliz prosiguió su búsqueda, que más parecía un paseo.

Por fin, un día halló una pieza que le venía perfectamente. Entonces se puso muy contenta, pues ya estaba completa, sin que nada le faltara. Se colocó el fragmento en el cuerpo y empezó a rodar. Volvió a ser una rueda perfecta que podía rodar con mucha rapidez, pero... tan rápidamente, que ya no veía las flores ni charlaba con los gusanos. Sus amigos apenas la veían pasar velozmente.

Cuando se dio cuenta de lo diferente que parecía el mundo cuando rodaba tan a prisa y que no era feliz, se detuvo, y decidió dejar en la orilla del camino el pedazo que había encontrado y se alejó rodando lentamente, reencontrándose con sus amigos y siendo feliz disfrutando otra vez de la naturaleza.

Este cuento tiene su moraleja: en ocasiones pensamos que sólo obteniendo la perfección, entonces seremos felices. Sin saber que con nuestros defectos y debilidades ya lo podemos ser.

3) Para vivir

Ciertamente estamos llamados a la perfección, a la santidad, pero esa se consigue, con la gracia de Dios, en la vida eterna. Aquí en la tierra lo que nos toca es luchar por conseguirla. Y mientras tanto, ya se puede ser feliz, si bien no absolutamente como en el Cielo.

El hombre que creyera tenerlo todo sería un hombre pobre en ciertos aspectos: nunca sabría qué se siente anhelar, tener esperanzas o nutrir el alma con el sueño de algo mejor; tampoco conocería la experiencia de recibir de alguien que lo ama algo que no tenía.

Hay integridad y madurez en la persona que acepta sus limitaciones y tiene el suficiente coraje para renunciar a sus sueños inalcanzables sin considerar que por eso ha fracasado. Se ha de buscar la entereza que permita sufrir una tragedia y poder sobrevivir, perder a un ser querido y aún así sentirse completo.

Cuando aceptemos que la imperfección y defectos son parte de la condición humana y sigamos rodando por la vida sin renunciar a disfrutarla, habremos alcanzado esa felicidad a la que otros solo aspiran.

San Josemaría Escrivá nos aconseja: “Todo eso, que te preocupa de momento, importa más o menos. –Lo que importa absolutamente es que seas feliz, que te salves” (Camino 297)

Padre José Martínez Colin