"En estos ciento veinte años de desarrollo de la doctrina social de la Iglesia el mundo ha sido testigo de grandes cambios que no eran ni siquiera imaginables en la época de la histórica encíclica de León XIII, (Rerum Novarum). Sin embargo, el cambio de las condiciones exteriores no ha cambiado el patrimonio interno del Magisterio social que promueve siempre la persona y la familia, en su contexto vital, incluida la empresa".
Estas fueron las palabras que dirigió el Papa a los participantes en el congreso anual de la fundación "Centesimus Annus Pro-Pontifice" dedicado este año a la relación entre familia y empresa y que coincide con el 20 aniversario de la encíclica de Juan Pablo II, "Centesimus Annus", publicada 100 años después de la "Rerum Novarum" de León XIII y 30 de la Exhortación apostólica "Familiaris consortio".
"El Concilio Vaticano ha hablado de la familia en términos de Iglesia doméstica, de "santuario intocable"(...) También la economía con sus leyes debe siempre considerar el interés y la salvaguardia de esa célula primaria de la sociedad", afirmó el pontífice, recordando que el beato Juan Pablo II en la Familiaris consortio indicó cuatro tareas propias de la institución familiar: la formación de una comunidad de personas; el servicio a la vida; la participación social y la participación eclesial. "Todas son funciones cuya base es el amor , al que la familia educa y forma (...) Y es ante todo en la familia donde se aprende que la actitud justa en la sociedad, en el mundo del trabajo, de la economía, de la empresa, debe guiarse por la "caritas", en la lógica de la gratuidad, de la solidaridad y la responsabilidad de unos con otros", observó el pontífice.
"En una situación tan difícil como la que vivimos, la crisis del trabajo y de la economía se acompaña a una crisis de la familia (...) Por eso hace falta una nueva síntesis armoniosa entre familia y trabajo, a la que la doctrina social de la Iglesia puede aportar una apreciable contribución". En este contexto el Papa citó su encíclica "Caritas in veritate" en que escribe que "la justicia conmutativa -dar para tener- y la justicia distributiva- dar por deber- no son suficientes en la vida social. Porque para que haya verdadera justicia es necesario añadir gratuidad y solidaridad. La solidaridad es en primer lugar que todos se sientan responsables de todos. Por eso no puede delegarse solamente al Estado".
En este caso "Caridad en la verdad" subrayó Benedicto XVI, significa "la necesidad de dar forma y organización a las iniciativas económicas que, sin renunciar al beneficio, quieren ir más allá de la lógica del intercambio de cosas equivalentes y del lucro como fin en sí mismo".
"No compete a la Iglesia definir los caminos para hacer frente a la crisis actual. No obstante, los cristianos, tienen el deber de denunciar los males, de testimoniar y mantener vivos los valores en que se funda la dignidad de la persona y de promover las formas de solidaridad que favorezcan el bien común, para que la humanidad se transforme cada vez más en familia de Dios", concluyó.