domingo, 1 de abril de 2012

El Padre Pío y el Demonio

Satanás existe, es real y resulta lamentable que incluso en los sermones se hable poco de él. Entre los santos que conocieron sus acechanzas vale recordar a San Pío de Pietrelcina, quien hizo constar sus temibles enfrentamientos con el príncipe de este mundo. Los textos que se exponen corresponden al Primo Epistolario (1910-1922), a cura di Melchiorre da Pobladura e Alessandro da Ripabottoni - Convento S. Maria delle Grazie, San Giovanni Rotondo.




Carta al Padre Agostino, del 18 de enero de 1912: “…Barba Azul no quiere ser derrotado.  Él ha venido a mí casi asumiendo todas las formas.  Desde varios días acá, me viene a visitar, junto con otros de sus espíritus infernales armados de bastones y piedras.  Lo que es peor es que ellos vienen con sus semblantes.  Cuántas veces, me ha sacado de la cama y me ha arrastrado por la habitación.  ¡Pero paciencia!  Jesús, la Mamá, el angelito, San José y el padre San Francisco siempre están conmigo”.

Carta al Padre Agostino del 18 de noviembre de 1912: “El enemigo no quiere dejarme solo, me pega continuamente.  Intenta envenenar mi vida con sus trampas infernales.  Se molesta mucho porque cuento estas cosas.  Me hace pensar en no decir, los hechos que pasan con él.  Me dice que lo narre a las visitas buenas que yo recibo; de hecho él dice que le gustan sólo estas historias.  El pastor ha estado informado de la batalla que yo tengo con estos demonios, y con referencia a sus cartas; él me sugirió que yo vaya a su oficina a abrir las cartas.  Pero en cuanto yo abrí la carta, junto con el pastor, encontramos que la carta estaba sucia de tinta.  ¿Era la venganza del diablo?  Yo no puedo creer que usted me haya enviado la carta sucia; porque usted sabe que yo no puedo ver bien.  Al principio nosotros no pudimos leer la carta, pero después de poner el Crucifijo en la carta; tuvimos éxito leyéndola, aun cuando no éramos capaces de leer la letra pequeña…”

Extracto de una carta al Padre Benedetto de fecha 18 de marzo de 1913: “Estos diablos no dejan de pegarme, mientras que también me tumban de la cama.  ¡Ellos igualmente me quitan mi camisa, para pegarme!  Pero ahora ellos no me asustan ya.  Jesús me ama, Él me alza a menudo y me pone en la cama”.