Nota original: Rafael Luciani para Teología Hoy
Preámbulo político-ideológico
El llamado Socialismo del siglo XXI no aparece en el
articulado vigente de la actual Constitución aprobada en 1999. Se trata
de un intento de imposición de un sistema político neo-totalitario
denominado como Revolución Bolivariana. En diciembre del 2007
este sistema fue rechazado en las elecciones celebradas para aprobar o
no el proyecto de reforma de la Constitución. Sin embargo, ha sido
posible, hasta ahora, en razón del control político y económico que
ejerce el Poder Ejecutivo sobre los distintos poderes y órganos
nacionales.
Si bien se reconoce que el gobierno ha creado importantes programas
sociales, es también cierto que, en vez de liberar y hacer de los pobres
sujetos autónomos y libres, los ha hecho más dependientes de lo que el
mismo gobierno les pueda ofrecer.
Hay cinco grandes ejes operativos de este sistema: a) la centralización
del poder político y económico en el Ejecutivo, afectando a los
procesos de descentralización que ya existían en el país por medio de
las Alcaldías municipales y las Gobernaciones Estadales; b) la estatización de empresas y propiedades privadas; c) el control cada vez mayor de los medios de comunicación social por medio de la autocensura y las fuertes cargas impositivas; d) la orientación socialista en los contenidos del nuevo pensum de estudio ofrecido por la educación pública; e) la ideologización
de las Fuerzas Armadas como entidad revolucionaria orientada hacia el
sostenimiento y el apoyo del proceso ideológico; e) y a esto se le suma
un nuevo fenómeno, después de la muerte de Chávez. Se trata de un nuevo
modelo de mesianismo político que se ha venido traduciendo en prácticas religiosas idolátricas,
que son usadas como instrumento político para reconquistar el poder por
los seguidores actuales del difunto presidente, haciendo uso de
imaginarios y prácticas religiosas populares.
La adición de prácticas religiosas al mesianismo político
Es preciso recordar que la condición política del cristiano no puede
ser idolátrica, como tampoco ideológica. No es excluyente porque se
sostiene en la fraternidad solidaria y no violenta de Jesús, donde todos
somos hijos de Dios y hermanos unos de otros, antes que hijos de la
patria o camaradas del proceso (Col 3,11). Ciertamente, esto pasa por un
compromiso personal con el desarrollo de todo el sujeto humano y de todos los sujetos, independientemente de su posición ideológica, económica o religiosa (Lc 6,27-28.35). Algo que no acepta el Socialismo del siglo XXI,
cuando llama traidor o apátrida a todo aquél que no se le adhiera.
Incluso, se tienen listas, como la denominada lista Tascón, que ha
impedido el acceso de críticos del gobierno a beneficios públicos, como
trabajos o créditos, en instituciones del estado.
Al fenómeno sociopolítico de los mesianismos o caudillismos occidentales, se le añade hoy en día, un elemento pseudoreligioso nuevo. El que se pretenda convertir en objeto de culto y sumisión religiosa
a una figura del poder polítco. Este es el caso del difunto presidente
Hugo Chávez, a quien el actual Presidente(e) de la nación, el Sr.
Maduro, le juró, en nombre de todos sus seguidores, adhesión absoluta
incluso hasta más allá de su muerte, y le ha llamado el Cristo de los
pobres. Ha usado todas las analogías posibles con el lenguaje cristiano.
Se llama discípulo, le reza un credo a Chávez y, como en toda religión,
dice haber tenido una revelación de Chávez en la forma de un
“pajarito/paloma”, que le habló como a su escogido. Más allá de lo
irrisorio, hay que mirar el imaginario religioso y el uso de los
símbolos, muy bien escogidos, como estrategia que pretende reinventar el
modo de hablar y hacer política en medios populares.
La única pretensión de estos discursos y gestos que, aparentemente,
parecen extraños a la mentalidad moderna, es la de dar continuidad en el
poder a un regimen político que dependía, exclusivamente, de la palabra
y la imagen de un solo hombre: Hugo Chávez. Para ello se hace uso de
las conciencias y las creencias religiosas de los más pobres y
necesitados, apoyado en inmensas sumas de dinero que posee el Estado
venezolano, y la asesoría estratégica del gobierno cubano.
Este nuevo fenómeno de culto postmortem a una figura política
fusiona elementos propios de las creencias indígenas, la santería y la
brujería, a la vez que se mezclan con celebraciones eucarísticas y
oraciones comunitarias presididas por miembros de la comunidad católica y
de otras confesiones religiosas. Aún contando con pocos miembros del
clero católico, es curioso ver cómo un obispo y un religioso jesuita que
apoyan directamente al gobierno en los medios de comunicación, aún no
se han pronunciado sobre este fenómeno que ha generado una verdadera
idolatría. ¿Dónde está su verdadera fidelidad? ¿en ser seguidores de
Cristo y apóstoles de la fe, o en funcionar como legitimadores
religiosos de un régimen ideológico?
Aunque un gobierno gane por los votos, hay que evaluar el ventajismo
económico y político del que hace uso, sin control alguna, para acabar
con toda forma de oposición o alternativa. Una práctica política no es
moralmente verdadera cuando promueve discursos y actitudes de
desintegración social, exclusión de grupos y manipulación de
conciencias, generando cultos idolátricos a sus líderes y proclamándoles
adhesión eterna. Es aquí donde una sociedad mide su verdadero talante
humano, así como su fe. Como enseñó Jesús: “uno es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos” (Mt 23,8). No hay dos Señores.