lunes, 19 de mayo de 2014

Aprender de los Santos

Autor: Padre José Martínez Colin

1) Para saber

El pasado domingo 27 de abril, con gran alegría del Papa Francisco y de toda la Iglesia, fueron canonizados dos papas. Durante la homilía, el Papa Francisco recordó que son precisamente los santos quienes llevan adelante y hacen crecer la Iglesia. Se refirió a que tanto San Juan XXIII, como San Juan Pablo II, “colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia”.


La Iglesia, al canonizar a los santos, los pone como nuestros intercesores ante Dios y también como ejemplo para nuestras vidas. Ambos papas supieron seguir la voluntad de Dios, escuchar y seguir al Espíritu Santo.

Decía el Papa Francisco que fueron dos hombres valerosos, llenos del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia. Conocieron tragedias, pero no se abrumaron. En ellos, Dios fue más fuerte; en ellos fue más fuerte la misericordia de Dios y la cercanía materna de María.


2) Para pensar

San Juan XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor guiado por el Espíritu. Decía el Papa Francisco: “Por eso me gusta pensar en él como el Papa de la docilidad al Espíritu Santo”. En una ocasión el papa San Juan XXIII le confió a su secretario: “¿Sabe? He llegado a la conclusión de que el Espíritu Santo no asiste al Papa”. El secretario confundido le preguntó: “Pero, ¿cómo dice eso?” El papa sonriendo le aclaró: “Sí, el Espíritu Santo no asiste al papa. Pues el papa es el asistente del Espíritu Santo”. Con lo que se quedó tranquilo su secretario ante la broma que tenía mucho de cierto.


Respecto a san Juan Pablo II, decía el pontífice, que fue el “Papa de la familia”, pues él mismo, una vez, dijo que así le habría gustado ser recordado. Decía el Papa Francisco: “Me gusta subrayarlo ahora que estamos viviendo un camino sinodal sobre la familia”. San Juan Pablo II solía tener presente el ejemplo recibido de sus padres y la huella que dejaron en su vida. De su madre aprendió sus primeras oraciones que nunca olvidó. De su padre recordaba con emoción: “Mi padre era admirable. Los violentos golpes que tuvo que soportar abrieron en él una profunda espiritualidad, y su dolor se hacía oración. El mero hecho de verle rezando de rodillas tuvo una influencia decisiva en mis años de juventud”.


Pensemos si damos ese ejemplo de piedad a quienes nos rodean.


3) Para vivir

En ambos papas, también en el Papa Francisco, notamos algo en común: la paz y la alegría que irradian. Basta ver sus rostros. Pero si pensamos en la carga que un Papa tiene sobre sus espaldas, no ha de ser fácil conservar esa paz. Si una mamá con algunos hijos a veces pierde la paz, podemos imaginar lo que es tener que dirigir la Iglesia con más de mil millones de personas. Cabría preguntarnos cómo lo logra.

La causa la podríamos encontrar en que se supieron guiados por el Espíritu Santo, lo cual les dio la seguridad de estar en sus manos y confiar que Él es realmente quien dirige la Iglesia. Esa paz, a su vez, les llevaba a no perder el buen humor que les caracterizó siempre.

Aprendamos a seguir las inspiraciones del Espíritu Santo y tendremos como frutos el gozo y la paz, sin perder el buen humor.