sábado, 14 de junio de 2014

La Santísima Trinidad

Fuente: Padre Jordi Rivero para Catolico.Org

San Agustín meditaba el misterio de la Santísima Trinidad en la playa. Encontró un niño que recogía agua del mar con un caracol. San Agustín le preguntó que hacía y el niño respondió que estaba metiendo el mar en un hoyo que había hecho en la arena. Cuando San Agustín le explicó que eso era imposible, el niño respondió: "más imposible es que tu puedas meter en tu razón a la Trinidad".


Lamentablemente, la historia del niño con frecuencia se utiliza para concluir que no se puede conocer nada de la Trinidad y sólo hay que aceptarla como un misterio. Pero si esa fuese la posición de San Agustín, no hubiese escrito uno de los tratados mas importantes sobre la Trinidad (De Trinitate)

Lo que Agustín quiso enseñar es que La Trinidad sobrepasa a la razón infinitamente y, por eso, la razón no basta para entenderla.


Nuestros conceptos y nuestros criterios no pueden abarcar a Dios. No es con la razón que se ilumina a Dios, sino Dios es el que ilumina nuestra razón. La razón y el estudio son importantes pero sin la gracia no pueden adentrarse en los misterios de Dios. Para meditar sobre la Trinidad es necesario abrirse con humildad a Dios para que Él nos ilumine. Sólo entonces podremos usar la razón para estudiar lo que de Él recibimos. Como el sol ilumina todo pero no lo podemos mirar directamente, así ocurre con Dios.

Jesús dice en el Evangelio: «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.  Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.  Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.»

Jesús nos habla a nosotros. Si somos sus discípulos, nos abrimos al Espíritu Santo.
Muchos oían a Jesús enseñar, pero no entraban en una relación de discipulado. Recordemos al joven rico que se fue triste porque estaba apegado a sus bienes. Recordemos a los que abandonaron a Jesús cuando habló de comer Su Cuerpo (Cf. Jn 6). Hoy es igual. Pocos de verdad se comprometen a seguir a Jesús.


El discípulo está en formación toda su vida. Nunca podrá graduarse porque el maestro llama a la perfección. La revelación esta ya dada en Cristo, pero toda la vida estaremos creciendo en El si le permitimos. Jesús desea adentrarnos en el misterio de amor que es la Trinidad.  Un tesoro inagotable.