He aquí los cinco caminos de conversión:
- primero, la
reprobación de nuestros pecados
- después, el perdón concedido a las ofensas del
prójimo
- el tercero consiste en la oración
- el cuarto, en la limosna
- el quinto, en la humildad.
No te quedes, pues, inactivo, sino que sigue cada día todos
estos caminos; son caminos fáciles y no puedes poner como pretexto tu miseria.
Porque, aunque tú
vivas en la mayor pobreza, puedes abandonar tu cólera, practicar la humildad,
orar asiduamente y reprobar tus pecados; tu pobreza no es obstáculo para nada
de ello. Si es verdad que en este camino de conversión se trata de dar sus
riquezas, la misma pobreza no nos impide de cumplir el mandamiento. Lo vemos
claramente en la viuda que daba sus dos pequeñas monedas.
Ahí tenemos cómo
curar nuestras heridas; apliquemos el remedio. Retornados a la verdadera salud,
acerquémonos apresuradamente a la mesa santa y con gran gloria vayamos al
encuentro del rey de la gloria, Cristo. Obtengamos los bienes eternos por la
gracia, la misericordia y la bondad de Jesucristo nuestro Señor.