Son numerosas las especulaciones que desde hace décadas se tejen en torno a la posibilidad de la existencia de seres vivos fuera de la Tierra. Existen distintos modelos matemáticos que intentan explicar las probabilidades de encontrar vida extraterrestre. Sin embargo, es prudente considerar brevemente cual es la estructura de nuestro sistema solar para realizar algunas reflexiones al respecto.
Para recordarlo en forma sintética, el sistema solar está formado por:
Para recordarlo en forma sintética, el sistema solar está formado por:
-> una estrella (el Sol)
-> ocho planetas conocidos: 4 de ellos sólidos (Mercurio, Venus, la Tierra y Marte) y otros 4 fundamentalmente gaseosos (Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno)
-> cuerpos celestes de menor magnitud, llamados plutoides o planetas enanos, entre los cuales se destaca Plutón
-> aproximadamente 50 lunas o satélites (sólo una de ellas, Titán, tiene atmósfera)
-> una miríada de cuerpos menores sólidos (asteroides) o glaciales (cometas)
El Sol (a la derecha) y la Tierra (arriba a la izquierda, a escala)
De los 4 planetas sólidos mencionados, Mercurio carece de atmósfera o la misma ha «escapado» al espacio si alguna vez existió. Consideremos ahora a la Tierra puntualmente...
(1) Nuestro planeta tiene un diámetro en el Ecuador de 12 756 km, lo que resulta en una circunferencia de unos 40 mil kilómetros. Esto determina una fuerza de gravedad capaz de mantener a la atmósfera tal como la conocemos y disfrutamos. Si bien no es el único factor influyente, existe una relación directa entre el tamaño de un planeta y su fuerza de gravedad. Una simple reducción de ese tamaño de un 5% hubiera determinado un descenso de la gravedad con fuga de la atmósfera al espacio. Si la misma variación se hubiese dado en forma de aumento, estaríamos ahogados por una atmósfera densa y repleta de vapor de agua.
(2) Nuestro mundo tiene un período de rotación sobre su propio eje de 24 horas, lo cual determina la duración del día. Es el tiempo propicio para evitar tanto el sobrecalentamiento como la fuga de calor de la superficie. Como comparación, el planeta más similar a la Tierra en tamaño, Venus, tarda 248 días en dar una vuelta sobre sí mismo (el «día» en Venus dura 248 días terrestres)
(3) Nos separan del Sol alrededor de 150 millones de kilómetros, lo cual permite un rango adecuado de temperaturas para el desarrollo de la vida y nos protege de parte de la radiación solar nociva. Por otra parte, ese margen de temperaturas posibilita la existencia de agua en estado líquido. Volviendo a nuestro ejemplo de Venus, distante 108 millones de kilómetros del Sol, nos topamos con una temperatura promedio de 300°C. Y si nos planteamos el ejemplo contrario, Marte, a 226 millones de kilómetros del Sol, vive una permanente era glacial con un promedio de veinte grados bajo cero.
(4) La composición de nuestra atmósfera, con un 21% de oxígeno, permite la existencia tanto de formas de vida de todos los reinos (Animal, Vegetal, Protista, Monera y Hongos) como del ciclo del agua. Además, asegura la protección contra ciertos componentes de la radiación solar, de la cual sólo recibimos una milmillonésima parte.
(5) La existencia de agua en estado líquido crea el sustrato básico para todas las células conocidas, atempera el clima mundial y es capaz de disolver la mayoría de las sustancias esenciales para la vida (incluyendo al oxígeno)
Podríamos continuar durante horas demostrando porque nuestro planeta es lisa y llanamente único en numerosos aspectos. Sería interesante debatir mediante métodos estadísticos básicos cuales son las posibilidades de que esta asociación fantástica de evidencias se deba al sólo fruto del azar... y seguramente nos encontraremos con una contundente derrota de nuestra capacidad de asombro, por un lado, y con la necesidad natural de alabar al Creador de un planeta auténticamente sorprendente.