sábado, 1 de septiembre de 2007

La Escalera Milagrosa de San José




Son numerosas las pruebas a lo largo de la historia de lo que en el Credo rezamos como Comunión de los Santos, esto es, la intercesión que cada cristiano realiza por otro, ya sea en nuestra vida terrena o en la realidad definitiva del más allá. Quienes hemos vivido realidades que la ciencia secular no puede explicar sabemos que realmente los santos interceden por nosotros, quienes aún transitamos nuestro peregrinar por la Tierra.

El santo patrono de los carpinteros es el mismísimo San José, el padre terrenal de Jesús, el devotísimo esposo de la Santísima Virgen. Existe un milagro permanente, visible a los ojos de toda la humanidad, fruto sin dudas de su intercesión, en la ciudad de Santa Fe (Nuevo Méjico, Estados Unidos).

En 1872, el obispado local encargó la construcción de un convento a cuidado de la Hermanas de Loretto. Lamentablemente, durante el proceso de edificación el arquitecto falleció y sólo a posteriori los constructores notaron un error de diseño en los planos: no había escalera que llevara al segundo nivel del templo. Para colmo, en esa fase de la construcción, cualquier escalera a instalar necesitaría del espacio adecuado y alteraría todo el diseño.

Las hermanas iniciaron una novena en honor a San José, que como hemos citado es el patrono de los carpinteros. El décimo día, un hombre de aspecto desaliñado llegó al lugar con un burro; las hermanas le permitieron pasar a su pedido para observar la construcción. Pese al espacio limitado, afirmó que él podía levantar una escalera allí y le permitieron así trabajar con ese fin.

Se ofreció a empezar de inmediato siempre que le permitiera absoluta privacidad mientras se encontrara trabajando. Así, no permitió una sola visita durante 90 días, tras los cuales abrió las puertas.

La Madre Superiora fue la primera en entrar y quedó asombrada al ver una hermosa escalera de doble espiral que llegaba al segundo piso. Cada escalón se hallaba instalado sin clavos que lo sostuvieran, sin pilar central, sin adherencia a las paredes y sin signos de pegamento alguno. De hecho, la madera utilizada no era de la región... pese a que el carpintero no había traido un solo listón consigo. Cuando llegó el momento del pago, nadie pudo encontrar al carpintero el cual no volvió a ser visto, incluso tras ofrecer recompensas para quien lo localizara.

La escalera aún está allí, desafiando a la arquitectura y a la física, convertida en centro de devoción de los fieles de Nuevo Méjico, quienes sin dudas creen que el carpintero no era otro que el propio San José.