miércoles, 1 de octubre de 2008

Adivinación y ocultismo

Todas las formas de adivinación y ocultismo deben ser rechazadas.

Esto constituye un delito y una ofensa grave a nuestro Creador, y está en directa contradicción con el respeto, que impregnado de un santo temor, debemos todos profesar solamente a Dios Padre Todopoderoso.

La gente no repara en “tragarse” cualquier idea u opinión infundada sobre cualquier tema, especialmente cuando se trata de algo extraordinario, mágico-religioso, dirigiéndolos directamente hacia la superstición. Es el primer obstáculo conque se tropieza cuando se pierde la fe en Dios, el sentido común y la razón. Cualquier cosa que nos diga el menos autorizado, afirmando que se trata de algo profundo y misterioso, basta para que nos afecte indefinidamente como si fuera un sueño, resucitando, en pleno siglo XXI, un neopaganismo babilónico sin igual.

Todo ello, por temor a tres palabras: SE HIZO HOMBRE.



Si recurrimos a la astrología y al horóscopo creyendo en ello, cometemos pecado mortal de idolatría. Si lo hacemos por curiosidad, no hacemos otra cosa que incurrir en un pasatiempo fútil, desgastando peligrosamente nuestra fe. Si lo hacemos para granjearnos la “protección” de los poderes ocultos de este mundo, de Satanás y sus secuaces, los demonios, cometemos el pecado mortal de idolatría diabólica, y tal vez tengamos que decir en algún momento como el poeta Goëthe: «No puedo librarme de los espíritus a quienes una vez invoqué».

En todos los tiempos el hombre ha sentido gran interés por conocer el porvenir, principalmente, en tiempos de confusión espiritual y religiosa este interés se ha convertido en una obsesión. El hombre moderno se parece mucho al «supersticioso» de los tiempos precristianos, corriendo febrilmente de un “augur” a un “adivino”, y de éste a un "intérprete de sueños". La utilización por parte del hombre de la astrología tiene una larga historia, teniendo sus influencias en algunos de los más notables filósofos de Oriente, sobre todo en el mundo islámico. En el cristianismo estas creencias se desarrollaron poco mientras la fe estuvo bien arraigada entre los fieles, pero ya a partir del siglo XVI no había soberano que no consultara a su astrólogo particular, ganando terreno con la reforma protestante, y el positivismo y el racionalismo del siglo XIX.

La reedición de estos cultos paganos, como hoy se nos presentan con tanta frecuencia, tiene sus precisas explicaciones. Si no existe una verdad común, vigente precisamente porque es verdadera, el cristianismo es como algo importado desde fuera, una especie de IMPERIALISMO ESPIRITUAL, al que debemos combatir con no menos fuerza que a ese poder político y militar que una vez nos aplastaba.

Si en la celebración de los sacramentos no vivimos el contacto personal con ese Dios vivo de todos los hombres, entonces esos rituales resultan vacíos, no nos dicen ni nos ofrecen nada. Si la “sobria ebriedad” del misterio de salvación cristiano no puede embriagarnos de Dios, entonces tenemos que invocar la embriaguez real de otros éxtasis más “eficaces”, cuya pasión nos arrebata y nos convierte, al menos por un instante, y nos deja percibir por un momento el placer de lo infinito y olvidar las miserias de lo finito.

Nos encontramos, en resumidas cuentas, ante una situación muy singular. El neopaganismo está intentando dar al cristianismo, cansado de la fe y de los dogmas, una nueva praxis mediante la cual finalmente tendrá lugar la redención. Pero esa acción ha dejado tras de sí la ruina en lugar de la libertad, el “relativismo” o el libre albedrío protestante y la realidad de tener que conformarnos con él. Lo que se nos ofrece resulta algo tan vacío y falto de fundamento que dichas teorías buscan a su vez ayuda en otras ideas filosóficas, para que, desde ellas, podamos llevarlas a la práctica. La Nueva Era nos dice que “dejemos el fracasado cristianismo, volvamos a los dioses paganos, así se vive mejor”.


Al considerar la presente situación, nos debe francamente parecer un milagro que, a pesar de todo, todavía exista la fe en Jesús de Nazaret. Y no sólo en las formas sustitutas de cientos de denominaciones cristianas, sino en la fe completa y serena del Nuevo Testamento, La Iglesia de todos los tiempos, la Iglesia católica.

¿Tiene la fe en Cristo Jesús todavía una oportunidad?

Claro que sí, es que está de acuerdo con la propia sustancia de lo que es el hombre, algo más de lo que los mismos filósofos quieren comprender. En el hombre se anida el anhelo inextinguible por lo Divino, y ninguna de las propuestas que nos presenta el protestantismo y el neopaganismo han sido suficientes para satisfacerlo. Sólo el Dios que se hizo ÉL mismo finito para abrir nuestra finitud y conducirnos a la amplitud de su infinidad, puede dar respuesta a todas las preguntas de nuestro ser. Por eso, la fe cristiana se encontrará siempre con el hombre. Nuestra tarea, como buenos hijos de Dios, es servirle con ánimo humilde y con todas las fuerzas de nuestro corazón y de nuestro entendimiento.

El filósofo norteamericano Thomas Molnar, siempre pensó que las sociedades con raíces profundas en el cristianismo (Europa) habían apartado equivocadamente de la vida de los hombres los signos de lo sagrado. El escenario de cualquier ciudad del mundo occidental (Latinoamérica) muestra que la religión ha sido sistemáticamente excluida de la vida activa de sus ciudadanos. Los templos y las nuevas iglesias parecen naves industriales, oficinas comerciales, y residencias familiares reacondicionadas. Los pastores y reverendos lucen como empresarios y burócratas muy atareados, sobre todo cuando no ostentan signo alguno de su vocación sagrada. Las prédicas y los sermones, como las primeras páginas de todos los diarios, presentan una clara visión del fin del mundo, dilucidando temas políticos, sociales y económicos de candente actualidad.

Cada día que pasa es más difícil encontrar rastros del gran acervo cristiano que nos legó el viejo mundo en algún sector de la vida pública y privada de nuestro país, ni decir de los medios de comunicación, el cine, la literatura y el arte. La descripción de Molnar es algo drástica, pues responde a la situación actual de los Estados Unidos. Sin embargo, con esta tendencia dominante en toda la sociedad latinoamericana, es innegable el empuje que tenemos hacia un secularismo cada día más creciente.

El neopaganismo del siglo XXI ha renunciado a 3 de los componentes básicos del paganismo grecorromano: la piedad, es decir, el sentido de lo sagrado que debe ser venerado; la moderación; y la conciencia de que existe, ante todo, una ley moral universal. La espiritualidad subyacente en el neo paganismo es profundamente “subjetiva”, porque desconoce la realidad de un Dios personal y cercano a nosotros. De este modo, el dios “panteísta” resulta inmensamente popular, ya que es asequible cuando lo queremos, y desechable cuando no lo deseamos. Es más conveniente pensar que somos como burbujas dentro de una gran espuma espiritual, que hijos rebeldes de un razonable y misericordioso Padre Divino.

El panteísmo adolece de todo el sentido del pecado, porque para estos el pecado significa separación, cuando nadie puede ser separado nunca del ‘todo’ (taoísmo). El neopaganismo del siglo XXI es el triunfo más importante del “ilusionismo”, que sin perder la emoción y el barniz de la verdadera religión, elimina por completo el santo temor de Dios.

Muchos practican la astrología como parte de un culto a Lucifer y los demonios, y es gracias a la intervención de éstos que los más porfiados “astrólogos” son capaces de “predecir” hechos futuros con alguna exactitud, por cuanto los demonios a quienes recurren, siendo seres espirituales puros y con mucho poder, conocen mejor que los hombres la relación entre las causas y los efectos naturales de las cosas, así como que tienen una gran experiencia sobre como obra el ser humano, con sus debilidades y miserias. Todas las “predicciones” sobre actos futuros y libres del hombre no son más que meras conjeturas y especulaciones.

Chesterton, un gran pensador de este tiempo, en cuyos escritos brilla cada vez con más luz un talante profético, se preocupó por desenmascarar el falso atractivo que el paganismo tenía para nuestros contemporáneos. Estaba convencido de que el cristianismo, vivido con autenticidad, es capaz de vencer, mano a mano, a cualquier forma de paganismo, porque la alegría, que era la pequeña publicidad del pagano, se ha convertido en el gran misterio del cristiano.

La respuesta de Chesterton es que la dicha humana, las alegrías más intensas y el disfrute pleno de los bienes de esta tierra, sólo es posible de verdad para aquellos que miran el horizonte confiados en la eternidad. La alegría cristiana puede ser plena porque está respaldada por una fe en el Dios verdadero, por una fe en el porvenir que no es ciega, torpe y obstinada, y por una fe que encuentra en la razón una verdadera aliada.


La desacralización y secularización de la civilización occidental contemporánea se produce como la continuidad de una corriente filosófica que llega hasta nosotros desde el siglo XIII, mediante un proceso de intelectualización de la religión y de la fe, los neofariseos. Su origen lo encontramos también en Maquiavelo, Ockamm, Descartes y Lutero. Su génesis está en el ‘racionalismo’, que según Chesterton no es más que una herejía acerca de la función de la inteligencia en la vida del hombre, una verdad que se ha vuelto loca.

El neopaganismo, que parece liberar al hombre del yugo ligero de la fe en Cristo Jesús, supone el tener que regresar a los miedos y esclavitudes de un hombre desarmado, rodeado de poderes y fuerzas maléficas, ante las cuales no tiene ninguna garantía de sobrevivir. Una de las curiosas características del poder del cristianismo es que, desde que llegó, ningún pagano ha sido capaz de ser realmente humano.

Mario Saviñón Navarro (República Dominicana) para www.apologetica.org
Publicado en formato 1.0 en octubre de 2008