miércoles, 1 de octubre de 2008

Los Católicos y la Política

«El hombre no puede separarse de Dios, ni la política de la moralidad» (Juan Pablo II)

Los católicos debemos participar en la política porque somos ciudadanos responsables por el bien de la sociedad y del país. La solución a la corrupción política no es abandonarla, sino participar con principios cristianos. Jesús nos dijo que somos sal y luz del mundo. Esto debe aplicar primero a nuestra vida interior pero, si esta es auténtica, se manifiesta también en la política. La sal preserva de la corrupción, la luz permite que se vea la verdad.

Es necesario formarse en la fe y la Doctrina Social de la Iglesia para discernir sin dejarse seducir por las pasiones y las mentiras que se presentan en las campañas electorales. (Cf. Gaudium es Spes, 43). Es sorprendente como la propaganda de los medios engaña a la gente, como creemos las cosas sólo porque se repiten. Debemos examinar objetivamente como los candidatos han actuado en el pasado.

Hay una jerarquía de valores. El valor principal es el respeto a la vida humana. Si un candidato favorece el aborto o la eutanasia, no respeta al ser humano y no se debe votar por él aunque en otros aspectos parezca bueno. Los derechos humanos forman parte de la ley natural, la cual es accesible a la razón cuando se busca con sincero corazón. Toda autoridad legítima procede de Dios y debe someterse totalmente a Dios. Cuidado que no sea sólo de palabra, sino que en efecto demuestre coherencia con la moral.

Ningún gobierno, partido o político se puede confundir con el Reino de Dios. Cuidado con los mesianismos políticos, que se presentan como salvadores de la humanidad. "Ningún partido representa a la Iglesia y los católicos pueden militar o dar su voto libremente al partido o al candidato que mejor responda a sus convicciones personales, con tal de que sean compatibles con la ley moral natural y que sirvan sinceramente al bien común de la sociedad. Nuestra misión, en cambio, ha de ser la de orientar con los principios éticos de la doctrina social cristiana sobre los derechos y deberes políticos de los fieles laicos, ayudando a formar una conciencia social." (Obispos mexicanos)


Evitar:

1- Apasionarse o preferir la afiliación política por encima de la razón y la moral.


2- Un concepto teocrático de la política. Cardinal Ratzinger: «La justa profanidad de la política excluye la teocracia».


La Doctrina Social de la Iglesia expone las obligaciones de los gobernantes y de los ciudadanos de promover y defender todos los derechos humanos (el más fundamental es el derecho a la vida) y buscar el bienestar de todos. Que nadie esté por encima de la ley y nadie fuera de su amparo.

Los obispos de México a los políticos: "A los políticos católicos les recordamos el deber moral que tienen en su actuación pública, especialmente a los legisladores, de mantenerse fieles a la doctrina del evangelio, conservando su compromiso claro con la fe católica y no apoyando leyes contrarias a los principios morales y éticos como son los que atentan contra el derecho a la vida o en contra de las instituciones de la familia y el matrimonio. Sólo la adhesión a convicciones éticas profundas y una actuación coherente pueden garantizar una acción pública, honesta y desinteresada, de los legisladores y gobernantes."

«Todo aquel que ha proclamado que quiere prestar un servicio, un servicio a nuestra patria en funciones muy diversas, tiene que mostrar en la práctica que en realidad ha llegado a ese puesto para servir y no para servirse, no para enriquecerse; sino para dar lo mejor que tiene en favor del pueblo que tanto lo necesita» (Cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México).

"El criterio fundamental para configurar la propia conciencia es la obligación de evitar el mal y de favorecer el bien. En temas que afectan a la vida y los derechos de la persona, el criterio básico es el de aceptar y favorecer lo que esté conforme con la ley natural, según una valoración moral apoyada en la misma naturaleza humana que favorece el desarrollo de las potencialidades humanas de acuerdo con el bien de la persona, en verdad y justicia. Según este criterio difícilmente discutible, los católicos tenemos claro que no podemos apoyar programas o proyectos políticos que amenazan el derecho a la vida de los seres humanos desde su concepción hasta la muerte natural, alteran esencialmente la concepción del matrimonio desprotegiendo la realidad de la familia, debilitan las bases de la convivencia. En el caso, nada infrecuente, de que ninguna opción política satisfaga las exigencias morales de nuestra conciencia, la recta conciencia nos induce a votar aquella alternativa que nos parezca menos contraria a la ley natural, más apta para proteger los derechos de la persona y de la familia, más adecuada para favorecer la estabilidad social y la convivencia, y mejor dispuesta para respetar la ley moral en sus actividades legislativas, judiciales y administrativas...

...Para votar responsablemente, es preciso anteponer los criterios morales a las cuestiones y preferencias opinables y contingentes de orden estrictamente político. Habrá cuestiones secundarias que tengamos que dejar en un segundo plano para atender en primer lugar a los aspectos y consecuencias de orden moral de nuestro voto. Esto ocurre siempre que las propuestas de los partidos desbordan sus legítimas competencias y afectan a cuestiones de orden moral que tienen que estar por encima de los avatares políticos
." (Monseñor Fernando Sebastián Aguilar, arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela)


Examinar la verdad. Se deben estudiar las propuestas antes de apoyarlas. Hablar es fácil, obrar en la verdad cuesta la vida. Hay que buscar la verdad con la mayor objetividad posible. Más que basarse en lo que dicen los políticos, hay que analizar lo que han hecho para ver si son coherentes, íntegros y honestos. El malvado siempre disfraza sus intenciones con argumentos hermosos.


Evitar la demagogia. Los políticos saben qué teclas tocar para encender las emociones, muchas veces irresponsablemente. Cuidado con la manipulación de los sentimientos hacia la patria, la raza, el sufrimiento de los pobres, la libertad, etc. Con frecuencia se crea un mito en torno a un político o se destruye su reputación basado en la repetición de falacias. El cristiano no se debe llevar por las emociones ni por la fiebre que incita a las masas. No debe dejarse engañar por promesas. La prosperidad de los pueblos requiere un largo proceso de construcción y fortalecimiento de un sistema de gobierno, de educación, de trabajo, etc. bajo un estado de derecho que proteja justamente a todos los ciudadanos. Esto no se consigue con la demagogia. Hay que estar preparado para tomar opciones que no sean populares, pero que sean justas. Recordemos como Jesucristo fue condenado por las masas porque matarlo "era conveniente".


El fin no justifica los medios. Nunca será aceptable utilizar un medio en sí mismo perverso para lograr un bien. Por eso debemos condenar, por ejemplo, el terrorismo, el aborto, el secuestro, la mentira y la difamación.


Ordenar las prioridades. El bien común debe estar por encima de intereses personales. Al mismo tiempo no se deben violar los derechos naturales de ninguna persona. No se debe votar por quien viola la ley natural aunque por otra parte tenga buenas propuestas. Un católico no debe votar por candidatos que favorecen la inmoralidad, tal como es, por ejemplo, el aborto. En casos, como ocurre con frecuencia, en que todos los candidatos carecen de una clara posición moral que cubra todos los campos, el votante debe decidirse por el que al menos promueva los valores fundamentales.


Obligación de participar en la política. En una democracia los gobernantes son elegidos por el voto popular. Por eso todo ciudadano tiene la responsabilidad de votar habiendo seriamente estudiado los temas y conocido la posición de los candidatos. Un católico no puede eludir su responsabilidad civil ya que eso sería cederle el paso al mal. El hecho de que haya mucha corrupción en la política no exonera al cristiano de su responsabilidad. Más bien le debe retar a trabajar por un mundo mejor. El que no vota o vota sin atención a las leyes de Dios es culpable de los resultantes males. “Los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política” (Concilio Vaticano II, Ch L 42).

Los obispos de Estados Unidos declararon en 1995: "En la tradición católica, la ciudadanía es una virtud y la participación en el proceso político es una obligación" (Documento "Political Responsibility")


La libertad. La libertad es un don que conlleva una gran responsabilidad. Como católicos estamos comprometidos a ejercer nuestra libertad siempre para hacer el bien y nunca para violar los derechos ajenos.


«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5, 29)
Padre Jordi Rivero para Corazones.org
Publicado en formato 1.0 en octubre de 2008