sábado, 1 de agosto de 2009

El Señor del Milagro

Estamos tan acostumbrados a saber que lo más firme y sólido con que contamos es el suelo que pisamos, que el desconcierto y temor que despierta un movimiento sísmico, aunque solo sea de algunos segundos, resulta difícil de describir. Además sabemos que las fuerzas de la naturaleza una vez desatadas son incontrolables para los seres humanos.

La ciudad de Salta vive el mes de setiembre con el regocijo propio de la llegada de la primavera. Podemos imaginarnos que en 1692 los fríos del invierno estaban pasando, los nuevos brotes en árboles y plantaciones adornaban la ciudad y sus alrededores. Las laderas del cerro San Bernardo se saturaban de verdes que sangraban borbotones rojos y lilas de ceibos y lapachos.

El día 13, a media mañana, entre las 9 y las 11, la ciudad experimentó el terror de saber que el suelo bajo sus pies ya no es firme. Las actas del Cabildo que se redactaron el día siguiente al temblor manifiestan que los temblores se prolongaron por espacio de quince minutos. Podemos suponer que no se trató de un temblor de esa duración, sino de varios sacudimientos en oleadas.

Según consta en las declaraciones tomadas por el escribano Pedro Pérez del Hoyo, los temblores se siguieron durante el resto del día y la noche, aunque suponemos que con menor intensidad que el primero de cuarto de hora de duración. Para quién desee leer las actas, se encuentran incluidas en este mismo trabajo, pero debe aclararse que se trata de las transcripciones que hizo el Padre José Pacheco Borges en 1793 de los originales que se encuentran en el Archivo General de la Nación. Los comentarios que agregamos a partir de aquí son interpretaciones que pretenden llenar algunos vacíos en el relato de los declarantes en las mencionadas actas.

Los movimientos sísmicos fueron tan intensos que dice un relato que las campanas de las iglesias tocaron solas y que las torres de la Iglesia Matriz se curvaron de tal manera que parecía que se vendrían abajo, y aunque volvieron a ponerse derechas, ya nunca volverían a tener la solidez necesaria, pues tanto estas como la de San Francisco debieron ser demolidas poco tiempo después.

Como se desprende de la lectura de las declaraciones los primeros en entrar en el templo de la Matriz fueron el sacristán y su ayudante. Esto es totalmente normal ya que es parte de su función el cuidado del templo. Por otra parte más de uno ya se había preguntado si no sería necesario retirar el Santísimo Sacramento del Tabernáculo para guardarlo en un lugar más seguro. Con estas inquietudes y con el temor propio de haber vivido hace unos instantes lo que creemos fue el movimiento sísmico más importante experimentado por la ciudad de su Salta en su historia, ingresaron al templo y observaron lo que relatan en su declaración: la imagen de la Virgen caída a los pies del altar con el rostro hacia arriba como mirando el Sagrario, sin haber sufrido daño alguno en lo delicado de sus manos y rostro. Esta situación es particularmente destacada y hay razón para que así sea, ya que la altura desde la cuál habría caído, debería haberla dañado en mucho, por no decir que podría haberla destrozado totalmente.

Nos imaginamos cómo sería el retablo que la sostenía a partir de los relatos. Tengamos en cuenta que el altar no se encontraba como actualmente podemos ver en la Iglesia. Antes del Concilio Vaticano II, la celebración de la Misa la realizaba el sacerdote de espaldas al pueblo. El altar se encontraba pegado al retablo. En otra parte de este trabajo, cuando describimos el templo de la Basílica Catedral, exponemos fotografías de los altares laterales. En ellos puede apreciarse cómo el altar se encontraba pegado al retablo. Debemos suponer que el altar se encontraba elevado por algunos peldaños del nivel del piso del templo; sobre la altura del altar de encontraba el Sagrario, lugar donde se guarda el Pan Consagrado; y sobre éste un nicho especial donde colocaba la custodia con el Santísimo Sacramento para su exposición y adoración por parte de los fieles. Este nicho debería de tener una altura considerable teniendo en cuenta el tamaño de las custodias que se utilizaban en aquella época. Y finalmente por sobre el nicho en el que exponía la Eucaristía, se encontraba otra cavidad que contenía la santa imagen de Nuestra Señora del Milagro. Si sumamos las medidas, aproximadamente obtenemos una altura de por lo menos tres metros, lo cuál sería destructivo para una imagen de estas características, considerando además que en la caída es muy probable que hubiese rebotado contra la mesa del altar.

El único daño sufrido por la imagen de la Virgen consistía en la rotura de la media luna por un lado, que estaba en la peaña, como así mismo al Dragón habérsele roto las narices y una oreja, con un ala. Este suceso es realmente digno de destacar ya que el nicho en el que se exponía la Eucaristía también había caído y lo hallaron hecho pedazos, de las gradas del altar para el cuerpo de la Iglesia.

Es interesante el agregado que hacen los testigos diciendo que la imagen se encontraba como mirando al sagrario, ya que son los primeros en hacer una alusión a la intercesión que la Madre hace al Hijo pidiendo salvación de este pueblo. Otra situación que hicieron notar es que la corona y cabellera de la imagen, como es de suponer, terminaron también por el suelo, lo que dio origen a la interpretación que la piedad plasmó en los versos del himno a la Virgen: "Perdona -decías-, mi Dios, a este pueblo; si no la corona de Reina aquí os dejo".

El tercer testigo, el Licenciado D. Francisco de Rivera y Zeballos, hace mención a un acontecimiento que conmoverá a todo el pueblo: que si era el color que siempre tenía la santa imagen, por parecerle que estaba como desfigurada y descolorida. Como veremos más adelante esta es una situación que con más fuerza aún se manifestará ante todo el pueblo suplicante.

Presos del miedo, los habitantes, buscaron refugio en las calles y plaza y como tampoco se atrevían a ingresar al Templo de la Matriz, por temor a un derrumbe, aparentemente la reunión se orientó con naturalidad hacia otro extremo de la plaza: la Iglesia de los padres Jesuitas. El temor natural de no querer permanecer en el interior de los edificios llevó a los anfitriones a improvisar un lugar de oración en la plaza, frente a las puertas del templo. Allí se colocó la imagen de un Cristo Crucificado de regular tamaño, para que pueda ser apreciado por todos y se iniciaron los rezos. A los que luego se sumarían los sermones penitenciales y via crucis que se sucedían unos tras otro. En medio de la confusión general y ante el peligro de un derrumbe en la Matriz, se dispuso que la imagen de la Virgen sea guardada por esa noche en la casa de una particular, posiblemente en casa del Alcalde Blas Bernardo Díaz Zambrano.

Todavía reinaba la confusión para cuando se puso en movimiento la primera de las procesiones que salió de la Matriz a recorrer la plaza principal con el Santísimo Sacramento bajo el palio. También los padres Mercedarios organizaron oraciones y procesiones de penitencia que se realizaron durante la tarde de ese mismo día, lo mismo que los padres Franciscanos. De a poco la ciudad de Salta se convertía en un gran Templo, construido con piedras vivas unidas por la llama de las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad. Desde sus orígenes la conmemoración del Señor y la Virgen del Milagro fueron días de penitencia y oración. Resulta particularmente importante destacar estas primeras manifestaciones de la piedad salteña, que desde un comienzo, marcaron el espíritu que hasta el día de hoy mueve los corazones: la Eucaristía y la Penitencia.




Así transcurrió todo ese día 13 entre oraciones, penitencia, procesiones y temblores de tierra que aunque aislados y de menor intensidad que el primero no dejaban de amenazar la misma existencia de la ciudad y la vida de sus habitantes. No nos olvidemos que el acta que nos sirve de fuente ha sido redacta el día 14 por lo que los acontecimientos que narra luego de la toma de los testimonios jurados, suponemos que corresponden al mencionado día.

Los acontecimientos ocurridos el día anterior, relacionados con la Virgen de la Matriz, corrieron rápidamente de boca en boca, de modo que el pueblo reclamaba la presencia de la Santa imagen para poder rendir homenaje a la Virgen "del Milagro". Sin embargo la poca estabilidad del templo hacía imposible que se lo habilitase. La solución vino de parte del Capitán Blas Bernardo Díaz Zambrano, quien en acuerdo con el Vicario Chabez y Abréu, hicieron las diligencias necesarias para construir un improvisado altar a un costado de la Matriz en el lugar que actualmente ocupa el edificio de la Curia Arzobispal. En aquel lugar se encontraba el cementerio que se comunicaba con la plaza por una explanada (actual calle España). Seguía siendo de mañana cuando se dispuso el traslado de la Santa Imagen desde la casa donde había pasado la noche hasta su nuevo altar. El pueblo ya enterado acompañó devotamente esta procesión hasta el lugar en que se le rendiría culto.

Según deducimos del acta redactada ese día por el Escribano Pedro Pérez del Hoyo, allí se celebró la Misa Mayor, designándose como celebrante al sacerdote Simón Diez Zambrano (pariente del Alcalde). Finalizada la ceremonia tomó la palabra el Vicario Chavez y Abréu; de lo que expresa, destacamos especialmente

1) Se hace un público reconocimiento de la protección que el pueblo de Salta recibió de la Virgen. Esto hace evidente que aquella expresión del Sacristán "como mirando al sagrario", fue interpretada por todas aquellas personas que luego de él la vieron, descubriendo en ello, lo que la tradición ha querido traer hasta nuestros días: al pie del sagrario, allí intercediendo, el perdón pediste, por nuestros excesos.

2) Resultaba casi obvio que ante la situación presentada, se hacía exigible una respuesta de parte de las personas de mayor representatividad. Lo menos que se podía esperar de un pueblo creyente es la muestra de agradecimiento instituyéndose un día especial que recuerde semejante acontecimiento. La respuesta no se hizo esperar, ya que el acta a renglón seguido manifiesta que “el dicho señor Alcalde, se ha diputado a hacer celebración pública todos los años que pudiere, con todo el lustre y ostenta posible”.

Continúa diciendo el acta que terminada la celebración de la Misa, el mismo escribano procedió a verificar con sus propios ojos y junto a otras personas el estado del Templo y del retablo, verificando serios daños, y ratificando que la imagen de la Virgen no había sufrido mayores daños que los indicados por los sacristanes oportunamente.

Todo esto habría sucedido hasta el mediodía o primeras horas de la tarde. El acta no detalla otros acontecimientos, simplemente afirma que “prosiguiendo las dichas procesiones, y rogativas”, lo que nos hace suponer que durante el resto del día, ya con aparente calma, el pueblo agradecido por la protección maternal de la Virgen María continuó con las practicas religiosas. Por actas posteriores a esta fecha conocemos que se decidió llevar adelante una novena de acción de gracias, por lo que la Santa Imagen estuvo expuesta en su precario altar por ese lapso. Esta novena, que incluía el rezo del Santo Rosario, Salve, Misa y prédica, fue dirigida por los padres jesuitas.

Precisamente del Colegio de la Compañía había surgido una esperanza para el pueblo. El relato más claro que hay al respecto surge del Auto Exhorto del Vicario Chávez y Abreu quien en 1712 manifiesta “haber habido revelación en el tiempo de los temblores referidos al P. José Carrión de la Compañía de Jesús, de que dicho Santo Cristo Crucificado de la iglesia Matriz, que tenían sin devoción, olvidado, había perdonado a Salta, a súplica y pedido de la Madre de Dios del Milagro, que estaba en dicha iglesia, y porque no se valían de su Divina Majestad, y lo sacaban a la calle, y desde que vino a esta tierra no había visto la ciudad ni sus calles”..

El rumor de esta revelación recibida por el Padre José Carrión se dispersó rápidamente entre los vecinos, pero sin embargo no será hasta el día de mañana en que el sacerdote comunique oficialmente al Vicario el mandato que recibió de lo alto. Por la mañana, temprano las campanas llamaron a Misa Mayor. Podemos suponer, aunque nada dicen las actas, que los temblores no habían finalizado totalmente. Alguna que otra sacudida, seguramente de poca importancia, seguía manteniendo la tensión.

El comentario surgido en el Colegio de la Compañía acerca del Santo Cristo olvidado en la Matriz, seguramente también habría llegado a oídos del Vicario, de modo que al finalizar la Santa Misa, invitó a las personalidades más sobresalientes y autoridades presentes a ingresar al templo. Una vez en el interior les solicitó que “se hincasen de rodillas a la peaña del Altar de las Ánimas, donde estaba colocado este soberano Señor, y que le mirasen con todo cuidado, que era hermosísimo y devotísimo, a que haciéndolo así, levantándose, dijeron unánimes y conformes: dice vuestra merced muy bien que es una maravilla este Señor; a que respondió su merced y dijo: pues señores manos a la obra, que esta diligencia que he hecho, ha sido porque será muy conveniente y del agrado de Dios nuestro Señor, el que este soberano Señor salga en andas en la procesión general, a que estamos prevenidos acabada la Novena”.

Continúa narrando el Auto que inmediatamente se ordenó a los carpinteros que le hiciesen unas andas con las que pudieran sacarlo en procesión. Posiblemente al finalizar el día estas andas estarían terminadas y entonces el Santo Cristo fue colocado al lado de su Madre en el improvisado altar que se encontraba en el Cementerio frente a la plaza. Continuando con el relato del Auto Exhorto, luego de terminada la Misa Mayor el Padre José Carrión mandó a pedir al Vicario que se acercase al Colegio, pues necesitaba hablar con él de un asunto de suma importancia.

No existen más detalles acerca del contenido de esta revelación, además de lo que relata el Vicario en el Auto Exhorto. Seguramente el espíritu de lo revelado se encuentra contenido en esas palabras ya citadas en el día 14, pues fueron expresadas por el Padre Carrión al mismo autor del Auto Exhorto aunque cuando se escribiera este ya habían transcurrido 20 años.

Desde setiembre de 1692 la fiesta del Milagro fue creciendo. Existen algunas circunstancias y personas especiales que le otorgaron mayor brillo o que incidieron en que estas fiestas llegasen a nuestros días tal cual la vivimos nosotros. Entre esas personas debemos destacar entre otros el que fuera gobernador de las Provincias del Tucumán desde el año de 1701: Don Esteban Urízar y Arespacochaga. Nombrado por Carlos II con el cargo de Gobernador del Tucumán, Urízar demoró algunos años en llegar a esta ciudad, pues habiendo arribado a las Indias, decidió quedarse un tiempo en Buenos Aires (…) Asumió el gobierno a mediados del año 1707 en la ciudad de Córdoba. Sin embargo al año siguiente se establecía en esta ciudad de Salta en forma permanente. Conoció y amó esta tierra y por ser un fiel creyente no pudo menos que sentirse totalmente protegido por los patronos de esta ciudad. Sintió profunda reverencia por las imágenes del Señor Crucificado y la Virgen del Milagro y su piedad fue digna de destacar. Una piedad que no sólo se manifestó en palabras, sino y sobretodo en hechos que le valieron entrar de lleno en la historia del Milagro salteño aún cuando no se encontraba presente durante aquellas angustiantes horas del 13 de setiembre de 1692.

La piedad y devoción del Gobernador hizo posible también que la nueva Matriz cuya construcción se encontraba demorada, haya tenido un nuevo impulso, pues participó activamente en todas las actividades destinadas a recaudar fondos para su continuación y conclusión. Su esfuerzo se cristalizó también mediante los cuantiosos aportes que realizara de sus bienes particulares, de modo tal que en 1709 la feligresía salteña contaba con una flamante Matriz. En 1712, cuando se acercaban los días de realizar los cultos al Señor y la virgen del Milagro, enterado de que no existían los documentos confeccionados en 1692, ordenó al Vicario don Pedro de Chávez y Abreu que ordene una nueva información de lo acontecido en aquella oportunidad con el objeto de que quede fijada la verdad de los hechos ocurridos. Son los documentos producidos entonces los que actualmente sirven de certificación legal de aquellos sucesos y en los que basamos esta historia del Milagro salteño. Esta certificación se realizó tomando declaraciones a personas que fueron testigos presenciales de los hechos y de reputación intachable e indudables. Estas actas fueron varias veces transcriptas las que a su vez nosotros utilizamos son las transcripciones de Fray José Pacheco Borges que se encuentran en el Archivo General de la Nación, cuya copia se insertan en este mismo trabajo.

La celebración de las festividades del Señor y la Virgen del Milagro se continuaron sin interrupción desde 1692 hasta ahora.


Sinopsis de los contenidos del sitio de la Catedral de Salta
Publicado en formato 1.0 en agosto de 2009