El autor de "La Incógnita del Hombre", Alexis Carrel, fue a Lourdes llevado por el escepticismo y la curiosidad. Cuando un amigo le preguntó que clase de curaciones le harían admitir un milagro, respondió decididamente:
-Una pierna cortada que renaciese o una gangrena que desapareciese súbitamente: en este caso me convertiría en un creyente fanático o me volvería loco, pero estoy seguro de que no habrá tal caso.
Sin embargo, sucedió ante sus ojos un milagro de la especie que pedía. En 1903, el joven profesor Carrel, para quien no existía otra fe que la del experimento científico, hubo de enfrentarse con la fe sobrenatural personificada en María Bailly.
-Una pierna cortada que renaciese o una gangrena que desapareciese súbitamente: en este caso me convertiría en un creyente fanático o me volvería loco, pero estoy seguro de que no habrá tal caso.
Sin embargo, sucedió ante sus ojos un milagro de la especie que pedía. En 1903, el joven profesor Carrel, para quien no existía otra fe que la del experimento científico, hubo de enfrentarse con la fe sobrenatural personificada en María Bailly.
Esta sencilla mujer, víctima de una tuberculosis avanzada, decidió trasladarse a Lourdes para procurarse un milagro salvador. El médico examina a la paciente, que "se hallaba tendida de espaldas, incapacitada de mover los miembros esqueléticos, fríos y lívidos, los ojos desencajados, y sin brillo, hundidos en las cuencas, los labios cárdenos, con 150 pulsaciones y la respiración apenas perceptible".
El Dr. Alexis Carrel
El viaje se realiza contra la opinión formal de Carrel y la enferma es transportada a la piscina "para intentar- son sus palabras- el prodigio imposible de resurrección de una muerte". Carrel asistió a los sucesos, incrédulo y prevenido contra cualquier hipótesis de curación. Los que asisten no se atreven a introducirla en el baño, y se limitan a mojarle el vientre con agua de la piscina, En ese mismo instante, y en la presencia del sabio, María se sintió súbitamente curada. El 6 de diciembre del mismo año vestía el hábito de las hijas de la caridad de San Vicente de Paúl, viviendo en esta congregación hasta su muerte, ocurrida en 1937.
Carrel, observó el proceso, sin amor, ni odio, no quiso pecar contra la luz y certificó científicamente lo visto, comprometiendo así ante el laicismo oficial de Francia el futuro de su prestigio profesional.
Su conversión se robustecería aún más con el siguiente caso: una madre se presentó angustiada a Carrel con un niño que se había fracturado una pierna. El médico le reconoció la herida. La parte inferior de la pierna colgaba muerta, sostenida sólo por los músculos. El hueso estaba partido, y dejaba un hueco de parte a parte, de 3 centímetros. Carrel expuso su opinión: no había remedio y era preciso amputar la pierna. La madre preguntó si debía llevar el niño a Lourdes. El médico, para no quitarle esperanza, asintió.
A los pocos días se presentó ante la Asamblea de Médicos de Lyon. Comunicó el hecho científico: la rotura y podredumbre del hueso. Toda la Asamblea unánimemente dio el caso por perdido.
Entonces Carrel presentó al niño, que en la gruta de Lourdes había quedado completamente curado. La Asamblea, materialista, ni se dignó siquiera a ver el fenómeno, y el médico fue expulsado de su seno.
Ocho años después, Alexis Carrel ganaba el premio Nóbel.
Texto original: María, Madre de Dios