miércoles, 1 de septiembre de 2010

El Valor del Esfuerzo


1)    Para saber
En un relato del escritor Martín Descalzo que me enviaron se basa la siguiente historia.



Era un joven agrónomo, recién acabado sus estudios, que regresa a su pueblo con muchas ganas de trabajar. Se encuentra a don Laureano que, sentado frente al campo, estaba mirando cómo volaban los pájaros.
“Buenos días don Laureano, yo le quería preguntar una cosa: ¿usted cree que este campito me dará buen algodón?”
El anciano le responde dubitativo: “¿Algodón dijo, patroncito? No, mire, no creo que este campo se dé. Fíjese los años que yo vivo aquí y nunca vi que este campo diera algodón”.

El joven volvió a preguntarle entusiasmado: “Tal vez entonces pueda dar maíz, ¿cree que este campo pueda dar maíz?”

“¿Maíz, patroncito? No, no creo. Nunca ha dado maíz. Lo más que puede darle es algo de pasto, un poco de leña, sombra para las vacas y, con suerte, alguna frutita de monte. Eso es lo que ha dado siempre”.
El joven insistió: “Pero, ¿y soja, don Laureano? Tal vez soja si pueda dar”.

“¿Soja, patroncito? No, yo nunca he visto soja por estos lados. Siempre la han traído de otros campos”.

El joven cansado dijo: “Bueno, don Laureano, le agradezco todo lo que me ha dicho. Pero ¿sabe?, de todos modos quiero hacer una prueba. Voy a sembrar algodón, un poco da maíz y a ver qué resulta. En una de esas si se da”.

El viejo sonriendo le dijo: “Hombre, claro, patroncito, si se siembra... si se siembra, es otra cosa, entonces si se da”.

2)    Para pensar

La conclusión de don Laureano la podemos aplicar a muchos aspectos de nuestra vida. Cuántas veces deseamos alcanzar algún objetivo pero no ponemos los medios adecuados para ello. Por ejemplo, si se desea aprender un idioma, se requiere tiempo y dedicación. Difícilmente es creíble lo que algunos anuncios publicitarios invitan a conseguir de modo fácil, rápido y cómodo (y muchas veces no cierto costo económico). Se requiere sembrar para que se dé la cosecha.

La parábola de los talentos que nos cuenta el Señor en el Evangelio es una invitación a poner dedicación en nuestras tareas. En ella, un amo reparte un capital a cada uno de sus siervos. Dos de ellos, se pusieron a “trabajar inmediatamente”, sin perder tiempo, por lo que consiguieron duplicar el capital y ser premiados. En cambio, un tercer siervo, escondió el capital, lo que le acarrea ser duramente castigado por su amo cuando le pide cuentas y encontrarse que no produjo ningún beneficio.

Pensemos cómo estamos aprovechando los bienes que tenemos.

3)    Para vivir

El peligro de una vida sin esfuerzo, además de no lograr metas nobles, es caer en un estado de tibieza espiritual donde estemos indefensos ante las tentaciones que nos inducen a alejarnos de Dios.

San Josemaría Escrivá nos previene al respecto: “¡Cómo vas a salir de ese estado de tibieza, de lamentable languidez, si no pones los medios! Luchas muy poco y, cuando te esfuerzas, lo haces como por rabieta y con desazón, casi con deseo de que tus débiles esfuerzos no produzcan efecto, para así auto justificarte: para no exigirte y para que no te exijan más.

–Estás cumpliendo tu voluntad; no la de Dios. Mientras no cambies, en serio, ni serás feliz, ni conseguirás la paz que ahora te falta.

–Humíllate delante de Dios, y procura querer de veras.” (Surco 146).

Padre José Martínez Colin