"Sister Act", mejor conocida como "Cambio de
Hábito" es una película de 1992 protagonizada por Whoopi Goldberg en la
cual se cuenta la historia de una mujer, Deloris Van Cartier, acostumbrada a la
vida que solemos llamar "mundana" quien, por una serie de eventos
desafortunados, tiene que refugiarse en un convento de monjas y adaptarse a un
estilo de vida que le es totalmente ajeno; sintiendo, por muchas razones, una
gran aversión a él.
La vida del cristiano no es muy lejana a una historia como
ésta. Vivimos inmersos en un mundo que nos seduce con sus placeres y deleites;
con sus lujos y vanidades; con deseos de fama y poder que se desvanecen como el
humo, sin embargo, es un mundo del que no podemos quitar la mirada. Es por ello
que cuando recibimos invitaciones a eventos "piadositos" con gente
"devota" es probable que sintamos una natural aversión a ello.
Cuando nos preguntan de qué religión somos podemos responder
con facilidad: "Soy católico, pero no creo en la Iglesia", "Soy
católico, pero no voy a misa" "Soy católico, pero odio a los
curas"... éstas y muchas otras ideas podrían ser la excusa perfecta que
nos libere de la "carga" que implica ser bautizados sin haberlo
elegido.
Adoptando el nombre de "hermana Marie Clarence",
Deloris descubre que hay una carencia en el convento que le da refugio: un coro
desentonado que ahuyenta a los fieles. Ante esta necesidad, ella decide darle
un nuevo sentido a su estancia en el lugar: toma las riendas del grupo de
hermanas cantoras y las enseña a cantar como nunca lo habían hecho en su vida.
Nosotros, en nuestra vida cristiana podemos hacer algo
semejante: Sí es tanto lo que nos cuesta llevar una vida cristiana ¿por qué no
"voltear la tortilla", como dicen por ahí y buscar algo que sí
dependa de nosotros, algo que podamos mejorar? Tenemos que darnos cuenta que la
Iglesia es semejante a un barco que ha zarpado del puerto y que tiene muchos
boquetes que lo ponen en riesgo de hundirse. Nosotros somos tripulantes de esta
embarcación y no hay nada mejor que podamos hacer que rellenar esos boquetes
para salvar la nave.
La Iglesia no está dañada en su cimiento pues su fundador es
santo y santa la constituyo. Por eso, no intentemos cambiar a Cristo o lo que
Cristo enseñó. La Iglesia no está dañada en el timón, pues es dirigida por
Pedro, el Papa, a quien Jesús nombró capitán, por eso, no intentemos
contradecir al Papa. Donde la Iglesia necesita ayuda es donde los hombres más
la han descuidado: con los más pequeños, con los más alejados, con los que no
conocen al fundador, con los que desconocen el rumbo de la embarcación y, peor
aún con los que, conociéndolos, se aferran al error y al pecado.
Siendo esta la circunstancia, nos podemos ver libres de
tener que resolver los grandes conflictos de la Iglesia pero no así de los
pequeños problemas que la aquejan: de hacer que el coro cante las notas
adecuadas, o dicho de otra manera, de hacer bien lo que nos toca hacer bien a
nosotros.
La hermana Marie Clarence pone todo su empeño en sacar el
potencial de cada una de las hermanas que están con ellas en el convento,
aprovechando sus dotes naturales, la voz que Dios les dio y convirtiendo su
introversión en la más afable de las seguridades hasta que, un día, son convocadas
para cantarle al Papa.
Si nos empeñáramos en ayudar a nuestra Iglesia en una cosa,
en "cambiar de hábito", en modificar nuestro comportamiento para que
no seamos nosotros mismos uno de los boquetes que hunden a la Iglesia, sin
darnos cuenta lograríamos grandes cosas que trascenderían más allá de nuestras
propias vidas.
Pero hay un problema: cuando todo está por terminar bien,
cuando estamos cerca del final feliz, el pasado vuelve a nosotros.
Efectivamente. La hermana Marie Clarence es descubierta por su ex novio, un
criminal conocido, que hace hasta lo imposible para hacerla volver a su lado o,
por lo menos, asegurarse de que ella no será un peligro para sus operaciones
delictivas.
De la misma manera, nuestros pecados del pasado, nuestros
viejos vicios se harán presentes intentando alejarnos de camino recto que hemos
decidido emprender. Pero no estamos solos, Dios está con nosotros y con la
ayuda de los sacramentos, de la oración y de nuestra comunidad somos capaces de
vencerlo todo.
Es por ello que todas las hermanas del convento salen a la
ayuda de la protagonista logrando interponerse entre su ex novio y ella y
librándola del apuro. Nosotros debemos confiar en que Dios nos dará siempre
todas las ayudas que necesitemos para encontrarlo.
No diré más acerca de la película porque si no la has visto,
te has perdido de mucho, en verdad, pero sí concluiré de la siguiente manera:
si queremos cambiar algo en la Iglesia, busquemos algo en lo que seamos buenos,
algo en lo que seamos talentosos y con lo que podamos aportar algo nuevo a
ella, cubrir alguna necesidad, ofrecer lo que tenemos a los demás. Tal vez
entonces se nos olvide que al principio sentíamos aversión y podamos, así como
lo hizo Deloris Van Cartier, enamorarnos de la Iglesia que nos ha dado refugio desde
siempre, "cambiar de hábito" y transformar lo humano en divino.
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Que Dios te bendiga.