martes, 15 de abril de 2014

Creer es Amar

Autor: Padre José Martínez Colin

1) Para saber

¿Es posible que todos creamos lo mismo?


El Papa Francisco responde a la pregunta. Nos dice que hoy en día parece fácil que muchos participen en una tarea común, o compartan los mismos sentimientos, pero que es muy difícil que haya unidad respecto a una única verdad. Sin embargo, no obstante lo difícil, sí es posible. Y lo es gracias al amor.

Tal vez incluso lo hemos vivido: “la experiencia del amor nos dice que precisamente en el amor es posible tener una visión común, que amando aprendemos a ver la realidad con los ojos del otro” (Lumen fidei, n. 47). Cuando dos personas se aman, por ejemplo, una sabe ver qué le agrada a la otra persona, o sabe ver en algún lugar unos detalles que le gustarán a la otra persona y se lo dice: “Sabía que te iba a gustar venir aquí”. Detalles que si no la amara le pasarían indiferentes. Por ello, el amor no solo no empobrece, sino todo lo contrario, enriquece la propia mirada.

En la Iglesia sucede algo semejante. Todos creemos lo mismo, y no tanto porque lo lleguemos a comprender, pues algunas verdades nos superan, sino porque confiamos en Dios, en quien no hay falsedad ni puede engañarnos. En la Iglesia hay una sola fe, se cree la misma verdad. Y podemos creer lo mismo gracias al amor a Dios. Por eso los santos, que han sido ejemplo en al amor a Dios, son buena referencia para conocer la verdad, pues la han descubierto al compartir la mirada con el mismo Dios, fuente de toda verdad.

2) Para pensar

El famoso escritor inglés Chesterton decía que la suerte de encontrarse en la Iglesia con una fe viva se parece a nuestra infancia. Cuando éramos niños paseábamos con nuestro padre por el jardín y nos decía por primera vez que las abejas pican o que las rosas perfuman, se lo creíamos. No pensábamos si esa verdad nos convenía creerla o no. Y si nos picaba una abeja, no pensábamos que había sido una coincidencia con lo que nos había dicho. Simplemente le creíamos porque lo veíamos como un manantial de hechos verdaderos, como alguien que nos amaba mucho y sabía mucho más que nosotros. Con la Iglesia sucede algo semejante. Nos enseña la verdad, no para engañarnos, sino porque nos ama y quiere nuestro bien.

3) Para vivir

Dice el Papa Francisco que todos los artículos de la fe se refieren a Dios, “y por eso forman una unidad superior a cualquier otra” (n.47). Así, la fe es una porque tiene su fundamento en Dios que es uno.

El Espíritu Santo, al ser el amor de Dios, es quien logra con el amor esa unidad que hay en toda la Iglesia.

Puesto que la fe es una, debe ser aceptada y confesada en toda su pureza e integridad: “negar uno de sus artículos, aunque sea de los menos importantes, produce un daño a la totalidad” (n.48). No es para que escojamos nada más lo que nos gusta o convenga. Como si alguien dijera: “Yo sí creo en los ángeles porque me agradan mucho, pero rechazo que haya infierno y demonios pues no me gusta que existan”. Es Dios quien nos ofrece la verdad. A nosotros nos corresponde recibirla agradecidos, pero no mutilarla o rechazarla.